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sábado, 11 de enero de 2014

LA ESPAÑA DE FRANCISCO IBÁÑEZ



         Como seguidor de Ibáñez, a veces he tenido que oír las quejas de algunos de sus detractores, que también los hay, oigan. Una de las que más recuerdo, y que no comparto en absoluto es aquella que me hicieron hace años, acusando al historietista de representar una España chapucera y cutre, en lugar de enaltecer las cualidades propias de los habitantes de la nación, como sucede a menudo en la ficción norteamericana comercial . Aseguraba mi interlocutor que con la crítica que de los españoles hacía Ibáñez nos daba mala prensa en el extranjero ese y , lo que es peor, minaba la autoestima nacional de sus lectores, al lanzar siempre una visión de lo patrio alejada de todo triunfalismo.

            Aunque, como digo, no comparto la visión de esta persona, a veces uno se pregunta si Ibáñez, con su obra, perpetúa la imagen de una España que no existe, la imagen de una España creada por los propios españoles, con ganas de cachondeo. Una España cutre y retrógrada, pero mítica al fin y al cabo, como míticos son los Estados Unidos de las películas de acción de Hollywood.

            Estando en estos y otros pensamientos, me asaltó la realidad en forma de noticias. Dos acontecimientos bastante comentados esta semana rehicieron poner los pies en la tierra y reflexionar. El primer titular era verdaderamente jugoso:

Varios huidos en una operación contra ETA por un error de comunicación del Ministerio de Interior.

Pues sí, una hora antes de que se produjera la detención de ocho personas, Interior filtró la información, lo que permitió que algunos huyeran, amén de formar un circo mediático si precedentes en una detención de este tipo. Sin duda, la España de pandereta. Un fallo de coordinación entre el Ministerio y los agentes hizo que se anunciara la redada, de manera que los periodistas tuvieran tiempo de ir al lugar de los hechos desde una hora antes, y los perseguidos pudieran escapar tranquilamente.

¿No les recuerda a nada?  A mí, personalmente, la anécdota me retrotrajo al final de Hay un traidor en la TIA (1983), con el Superintendente anunciando a bombo y platillo la próxima acción de la organización y preguntándose por qué últimamente el enemigo intercepta todos sus planes y se anticipa a sus movimientos. Pero ¿hay diferencia entre ambas situaciones? ¡Claro que la hay! Mientras que el Súper se limita a anticipar sus planes a través de la ventana, el Ministerio de Interior de nuestro país lo hace en un comunicado de prensa para los medios. ¡Nada menos!



La segunda noticia, menos popular, nos remite a otros personajes de Francisco Ibáñez. El titular sería el siguiente:

Polémica en Chile por la construcción de un puente al revés por parte de una empresa española.

Efectivamente, el Puente Cau Cau de la ciudad chilena de Valdivia ha sido mal construido por una empresa española, de manera que las dos partes que deben unirse (se trata de un puente levadizo) no coinciden. La foto que adjuntamos a continuación es real, no ha sido manipulada por nosotros.



Visto esto, cabe preguntarse si no habrán intervenido en la construcción un par de tipos que todos conocemos: Sí, hablamos de Pepe Gotera y Otilio. En exclusiva para Corra, jefe, corra, hemos captado una de las imágenes de la construcción del puente que mostramos a continuación:




Analizado lo anterior, tenemos que llegar a la triste conclusión de que la España que refleja, retrata y critica Francisco Ibáñez no es ficticia. Claro que hay buenos profesionales en nuestro país en los más diversos campos, pero no cabe duda de que la chapuza sigue siendo marca de la casa, y más lo es cuanto más subimos en los escalafones de responsabilidad. Si no lo creen, solo miren la actuación cotidiana de los hombres y mujeres que nos dirigen.

No creemos que Ibáñez esté perpetuando de forma perversa ciertos arquetipos con fines destructivos, la verdad. Antes bien, los refleja con extraordinaria lucidez y los critica sin piedad. Y no olviden que la crítica de lo que uno hace mal es el primer paso para poder mejorarlo. Para triunfalismo barato ya están los políticos y el anuncio de Campofrío.

domingo, 3 de noviembre de 2013

PLURILÓPEZ CON MORTADELO Y FILEMÓN: RECORDANDO A TRAN

Parece que últimamente nos toca despedir. Si la semana pasada le dijimos adiós a un icono de la cultura popular como fue Manolo Escobar, hoy toca rendir homenaje a alguien mucho más relacionado con el mundo de la historieta. Se trata del dibujante José Luis Beltrán Coscojuelas, mejor conocido por Tran. Nacido en Zaragoza en 1931, Tran nos dejó el pasado 21 de octubre, dejando tras de sí una notable carrera como ilustrador, dibujante y pintor. Aunque se le asocia a la tercera generación de la escuela Bruguera, ya que sus obras más famosas datan de finales de los setenta, lo cierto es que ya desde la década anterior nuestro autor publicó en Tío Vivo y El DDT.  A pesar de no llegar a ser una primera espada de la editorial, muchos recordarán la presencia de sus personajes en las revistas de la casa, siendo especialmente reseñable Constancio Plurilópez (1977), que solía aparecer en la revista Mortadelo y sus derivados. Este éxito más o menos tardío lo llevó a figurar entre los autores más reconocibles de Bruguera de finales de los 70 y principios de los 80.  Plurilópez reflejó, en cierta forma, una realidad que resultará ajena a los lectores más jóvenes, dada la coyuntura actual. Nos referimos al fenómenos del pluriempleo: al señor que por la mañana trabajaba en un banco, por la tarde llevaba la contabilidad de una empresa y por la noche tocaba la trompeta en un café de su barrio, todo con objeto de pagar los plazos del automóvil, televisor, lavadora, etc.

Plurilópez será, precisamente, el personaje elegido por Tran para participar en el homenaje al 25 aniversario de Mortadelo y Filemón, con una historieta en la que, como en las demás participantes en la efeméride, el dibujante dejaba los huecos para que Ibáñez insertara a sus criaturas más famosas. Veamos los resultados de esta colaboración.



La historieta en cuestión se titula "Idea genial", tiene cuatro páginas y el guion corre a cargo de Julio Fernández. El argumento resulta tópico: para poder escaquearse de sus compromisos con su pareja, Plurilópez acuerda con Mortadelo y Filemón que estos aparecerán por su casa fingiendo ser atracadores y, cuando él se haya hecho el héroe delante de su amorcito, fingir que los lleva a comisaría para tener la noche libre lejos de la paz del hogar. Lamentablemente, Mortadelo y Filemón llegan tarde y Plurilópez se enfrentará a un auténtico atracador, saliendo mal parado. Al final de la historieta, el maltrecho protagonista perseguirá, en venganza, a los agentes de la TIA.

Se trata de una de las historietas de homenaje a Ibáñez en la que menos participan Mortadelo y Filemón, ya que el peso de la narración lo lleva Plurilópez y el ladrón que lo ataca. Los agentes de la TIA no aparecen sino en la segunda página, eclipsándose nuevamente hasta la última. A pesar de su escasa presencia, cabe destacar la impecable realización gráfica de Ibáñez, quien seguramente entintó a sus propias criaturas. El juego de autores, en el que seguramente Tran abocetó las posturas que debían presentar los personajes de Ibáñez, permite ver a Mortadelo y Filemón en posiciones poco habituales, lo cual siempre es agradable para los lectores. No sabemos hasta qué punto estaban en el guion original detalles jocosos como el de Filemón metiéndose el dedo en la nariz (viñeta 8, pág. 2) o perdiendo un diente por un gesto de Mortadelo (viñeta 9, pág. 2), rasgos que parecen corresponderse con los recurso habituales de Ibáñez para dar más "salsa" a las situaciones.



En cuanto al guion, no deja de sorprender que Mortadelo y Filemón aparezcan como "dos buenos tíos" dispuestos a mojarse por ayudar a su amigo Plurilópez. Eso sí, al final de la historieta no dudan en cachondearse de él al verlo en paños menores por la calle.Como es habitual en Julio Fernández, la presencia en sus guiones de las artes marciales es una constante, dedicando varias viñetas al desarrollo de golpes de kárate (viñetas 6,7 y 8 de la página 4), a la vez que Plurilópez afirma ser "cinturón negro". Esta pasión de Julio Fernández por esta disciplina, que Ibáñez ya reflejó a través de Kar-Akol, el mongol en  Contra el gang del "Chicharrón" (1969), se ve también en las historietas de Mortadelo y Filemón en las que Fernández se hace cargo del guion, como prueba la aparición del personaje Taka-Ñaka.

Este fue, pues, el crossover entre Plurilópez y Mortadelo y Filemón, pero, ¿qué hay de Ibáñez? ¿Dibujo él en alguna ocasión al personaje estrella de Tran? Nosotros hemos localizado una, en la portada del Súper Humor 31 de los antiguos de Ediciones B, con un Plurilópez amargado porque solo a él se le puede ocurrir poner un puesto de helados en medio de la nieve. Quede este cameo como una prueba de la popularidad que el personaje de Tran alcanzó durante los últimos años de la década de los 70 y los primeros de la de los 80.


Descanse en paz.

martes, 15 de octubre de 2013

LOS SERIALES DE EL BOTONES SACARINO



Los seriales de El botones Sacarino se publicaron en el DDT paralelamente a los protagonizados por otras de las estrellas ibañezcas de Bruguera: Mortadelo y Filemón (Pulgarcito) y Pepe Gotera y Otilio (Tío Vivo), coincidiendo con un periodo de gracia creativa por parte de su autor, como testifican sus páginas firmadas a finales de los años sesenta y principios de los setenta. Probablemente, el método de la serialización se vio influido por la “moda” de las historietas largas, conocida en España principalmente por Astérix, protagonista de unos álbumes recopilatorios que marcarían el camino a seguir para algunas de las series autóctonas, especialmente Mortadelo y Filemón. Es por ello que, imitando el modelo de la principal serie de Ibáñez, también Sacarino empieza a vivir aventuras más extensas que se dividen en episodios aparentemente “cerrados” de dos páginas cada uno. La extensión de estos capítulos es variable, combinando historietas de 4 ó 6 páginas con otras autoconclusivas sin solución de continuidad. Posiblemente, la posterior recopilación en álbum estuvo en la mente de los directivos de la empresa desde un principio. En dichas recopilaciones, normalmente se eliminaba el nombre  de la serie que aparecía en la primera viñeta (no pocas veces también la firma del autor era borrada) y se sustituía por un título escogido por la editorial[1], o bien por un texto que indicaba una continuidad temporal, del tipo “al día siguiente…”, “unas horas después…”, etc.



Antes de analizar el contenido de los seriales, haremos un breve recorrido por la historia de Sacarino que nos conducirá a conocer el estado de la serie en el momento en que estos se iniciaron.  El botones Sacarino, de “El Aullido Vespertino”, título inicial de la tira, apareció por primera vez en el número 628 de El DDT, con un formato peculiar: dos columnas de seis tiras cada una que apenas esbozaban una anécdota cotidiana protagonizada por un botones holgazán y su irascible director. En el origen de esta premisa y en el mismo diseño gráfico del personaje es innegable la influencia de modelos foráneos, concretamente de André Franquin, aunque de este aspecto nos ocuparemos después. En 1967, el resurgir de DDT permite una renovación de la serie, iniciando así su etapa más popular. Además de algunos cambios físicos, el personaje se ve ahora acompañado del “Dire” y del “Presi” (cuyo diseño parece una evolución del que mostraba el director de su época primigenia).

Con respecto a esta  nueva etapa, Antonio Guiral opina que “el influjo del creador belga Franquin sobre Ibáñez, que siempre fue reconocido por el humorista catalán, ya evidente en las primeras páginas de El botones Sacarino, cobró a partir de entonces más fuerza, remarcándose el evidente `homenaje´ que suponía la serie a dos personajes realizados por Franquin y publicados en la revista Spirou: el botones Spirou y Gaston Lagaffe[2]. Nosotros no estamos en absoluto de acuerdo con esta afirmación, pues, aunque la sombra de Franquin aún planea sobre las historietas del botones durante esta época (y posteriormente daremos ejemplos de ello), lo cierto es que la influencia del autor belga es mucho menor en esta nueva etapa de las andanzas de Sacarino. De hecho, fue en su primer momento (valga como ejemplo la primera historieta publicada) cuando Ibáñez realizó viñetas cuyo guion y planteamiento general resulta prácticamente idéntico al de las historietas de Gastón Lagaffe, con algunas transposiciones casi literales de las corredurías del despistado mozo del semanario Spirou. Al introducir la nueva figura del “Dire”, Ibáñez centra en este sus historietas, así como en el Presidente, dejando a Sacarino relegado a desempeñar el escueto papel de ser el que prepara la trastada desencadenante de la trama para, posteriormente, desaparecer. Como afirmamos anteriormente en Corra, jefe, corra: “la incorporación del Director a la serie supone una afirmación de la personalidad artística de Ibáñez, que sabe escapar de las imposiciones editoriales dotando a todas sus creaciones de un toque personal, único e intransferible.


Desde el punto de vista argumental, encontramos una serie de esquemas básicos que servirán de soporte a los distintos seriales. Así, bien se puede partir de una chapuza realizada por el botones (La percha; DDT nº 150) o de los numerosos inventos de este para mejorar la vida en la oficina: un sistema antirrobo en la caja fuerte (Sistemas anti-robo; DDT, 185), una goma elástica para “transportar” paquetes (“Dire” contra “Presi”; DDT, 155), una vagoneta con su sistema de raíles (La vagoneta; DDT, 208), un mecanismo para el fichero (Más fichero-locuras; DDT 214), etc. No deja de ser curioso que para los seriales de su serie principal, Ibáñez recurriera también a la faceta de inventor de Mortadelo, que ya había apuntado a mediados de los 60, como señala Miguel Fernández Soto[3].



Otro de los argumentos más recurrentes (y aquí se hace visible la herencia de Gaston Lagaffe) es la introducción en la editorial de cualquier objeto distorsionador del trabajo de oficina. Así, vemos que el espíritu lúdico de Sacarino lo lleva a llevar a la redacción animales varios: cangrejos, pájaros, calamares…, y objetos de ocio como una pelota saltarina, piezas de un ninot o máscaras. Todo es válido para dinamitar (inconscientemente, claro) la vida gris y burocrática que representan sus superiores.


Otro de los esquemas de algunas de estas historietas consiste en la visita de una persona importante que propicia que se actualice el viejo recurso brugueriano de tener que “quedar bien” ante un individuo destacado: el conde del Rastrojo, la esposa del Presidente, el administrador general, etc. En muchas ocasiones, estos dos últimos esquemas básicos se combinarán y será el “elemento distorsionador” el que arruine la imagen de la empresa y sus directivos ante las visitas de turno. Sobre estas premisas básicas se construyen la mayoría de las historietas seriadas de Sacarino, aunque no se trata de reglas rígidas, pues Ibáñez se permite flexibilizarlos cuando así conviene. 

En muchas ocasiones, el serial avanza porque Ibáñez parte de un elemento ya conocido y le da una vuelta de tuerca en el capítulo siguiente, sacando el máximo partido posible al mismo. Así, en historietas como La vagoneta, el botones inventa una vagoneta con su sistema de raíles en el primer episodio; en el segundo, Ibáñez sigue explotando este invento pero introduce una novedad, un motorcito electrónico que permite jugar con las descargas eléctricas  que padecen los personajes; en una tercera parte, Sacarino cambia la ubicación de la vagoneta y pasa a instalarla en el techo, generando el mismo tipo de gags pero con esa ligera variante. Estas páginas (extrañamente retituladas por Bruguera como tres historietas independientes) son un ejemplo de cómo Ibáñez va añadiendo elementos a una idea básica para crear la continuidad. En otras ocasiones, la conexión no es tan evidente, pues el elemento que va a protagonizar el siguiente episodio, aparece únicamente al final del capítulo anterior. Tal ocurre con la aparición de Matador, el perro del “Presi” que será el protagonista del siguiente tramo de historieta y que aparece en la última viñeta de La percha, creando así una cohesión bastante forzada entre las partes.

 Cronológicamente, y obviando las marcas temporales introducidas a posteriori por la redacción de Bruguera para crear la ilusión de continuidad tras eliminar el título de la primera viñeta, se entiende que entre uno y otro capítulo del mismo serial han transcurrido unos días, aunque hay algunas excepciones, como en Máscaras (DDT, 148), donde la acción del segundo episodio se inicia inmediatamente después de la última del episodio anterior. El espacio es el mismo prácticamente en todas las historietas: las oficinas del DDT. El tipo de aventuras del botones, enmarcadas en el ámbito de lo estrictamente laboral, hace que los personajes apenas salgan de ese ambiente burocrático y opresor. Al no dotar a sus personajes de profundidad psicológica ni vida privada apenas, Ibáñez no cae en las visitas al campo, a la playa, a la carretera…tal y como hace Franquin con Gaston Lagaffe en la serie que le servirá de modelo al dibujante español.

La comicidad de estas historietas lleva el “sello Ibáñez” de humor físico, de garrotazo y tentetieso, pero aderezada esta vez con el juego de equívocos que parece más propio del vodevil y de la comedia de situación, con raigambre en clásicos como Plauto y su Anfitrión. Así, prolifera la confusión de identidades, bien por equívocos visuales (Máscaras), bien por malentendidos lingüísticos (Matador; DDT, 151), que conforman algunas de las páginas más cómicas firmadas por el dibujante catalán. Otros de los recursos humorísticos más acertados, también típico del autor, son las caracterizaciones de los animales, dotados de inteligencia y portadores de algunos de los comentarios más jocosos e irónicos de estas historietas (El gusanito- DDT, 163-, El gato belicoso- DDT, 236- etc.).

Desde el punto de vista gráfico, se mantiene el nivel estándar de Ibáñez a principios de los 70. Algunas de las historietas, como ocurre con los seriales de sus otros personajes, presentan el inconveniente de un entintado poco eficaz, sin apenas diferencia de grosores y realizado con excesiva premura, lo cual hay que achacar a los entintadores de la editorial, pues la sobrecarga de trabajo impedía que Ibáñez se ocupara personalmente de ese último paso. En otras ocasiones, la falta de espacio (hasta la historieta El pájaro las planchas son de seis tiras) lleva al autor a economizarlo bien y a no permitirse alardes. Así, el gran dibujante de proboscidios que es Ibáñez sólo puede incluir la pata de uno de ellos en su historieta La puerta automática (DDT, 196), pues dibujar al animal completo hubiera supuesto utilizar más viñetas de las que disponía para su narración. Sí encontramos algunos hallazgos interesantes, como el hecho de mostrar en una misma viñeta el lateral de un muro que separa dos habitaciones para indicar la simultaneidad de las acciones (“Dire” contra “Presi”)  o reflejar la actitud excesivamente amable y empalagosa del “Dire” haciendo que el bocadillo sea una mancha que se derrama de un tarrito de miel (El gusanito).

El botones Sacarino forma parte, junto con sus hermanos de tinta, del universo global de Francisco Ibáñez. Aunque en otras ocasiones ya ha habido un flirteo entre Sacarino y las otras series del autor, nos vamos a centrar en los “cameos”  encontrados en la época que estamos estudiando. Así, Mortadelo y Filemón aparecen como “esquiroles” intentando encontrar al “Dire” por orden del Presidente, en La plataforma elevadora (DDT, 223). Del mismo modo, Pepe Gotera y Otilio serán contratados por la empresa para colocar un extractor en Portazos (DDT, 207). Pero la palma se la lleva el más ubicuo de los personajes de Ibáñez: Rompetechos. El mítico cegatón aparecerá desempeñando su tradicional rol pasivo en historietas ajenas, consistente en interpretar la realidad a su manera en historias como El balón saltarín (DDT, 165) o Un caso de mala pata (DDT, 154). Más activa es su participación en Un boquete en la pared (DDT, 175), donde ejerce de albañil y acaba tapiando la puerta del despacho del “Presi” justo antes de un incendio.



Pero no son las propias historietas de Ibáñez  la única referencia que encontramos en estas páginas. Desde que el botones forma parte de la plantilla del DDT, las alusiones a la redacción de Bruguera son constantes. Así, en Abelardo, el calamar (DDT, 172), aparece el nombre de la revista en la puerta de la redacción, mientras que en El cactus (DDT, 177) el Presidente porta un globo publicitario de la empresa. Las alusiones al resto de compañeros tampoco son extrañas. Una de las más delirantes es la referida a Raf, de quien el “Presi” solicita el expediente psicológico en El fichero (DDT, 213), mientras sostiene un monigote supuestamente dibujado por el padre de Sir Tim O´theo. Estos puyazos entre Ibañez y Raf, que eran buenos amigos, son constantes en la obra de ambos, y sacan de ellos un excelente rendimiento humorístico. Sanchís no sale mucho mejor parado, pues su obra (un dibujo ridículo de un pez) es usada por Sacarino para tapar un hueco en la pared, a falta de otra cosa, en Un boquete en la pared. Especialmente irónicas son las alusiones a Armando Matías Guiu, conocido redactor y humorista, que en aquel tiempo era jefe de redacción. En El oso (DDT, 211 y 212) se habla del estrepitoso fracaso de “Don Armando” como comediógrafo en Cáceres, lo cual parece estar basado en algún hecho real, dado que Matías Guiu fue autor de varias obras teatrales. En ocasiones, encontramos que la decoración de la redacción hace referencia a distintos personajes de la casa, como es el caso de Don Pelmazo Bla,bla,blá, creación de Raf (El juego de la bolita- DDT, 162), recurso ya utilizado por Franquin, quien retrataba a los distintos personajes de Dupuis en su serie Gaston Lagaffe.

Por supuesto, tampoco faltan las autoalusiones. Así, Ibáñez será el dibujante más citado en esta particular redacción del DDT. Son muchas las bromas relacionadas con el aspecto económico, en las que Ibáñez aparece reflejado como un dibujante cicatero y exigente con respecto a sus jefes. Así, en El cangrejo (DDT, 158), Director y Presidente se felicitan porque Ibáñez lleva una semana sin pedir un aumento. En El patatús del “Presi” (DDT, 168), el “Dire” informa de que el dibujante ha pedido un anticipo de cien mil pesetas, que le serán devueltas descontándole dos pesetas por página. El Presidente, harto de lo que parece ser algo rutinario, apuesta por darle un golpe en la cabeza. En otra ocasión, el “Presi” ironiza acerca de los numerosos atrasos de Ibáñez (Sistemas anti-robo). En Alto voltaje (DDT, 209) el Director califica de “electrizante” la última historieta entregada por Ibáñez. Más tópica es la alusión a la calva de Ibáñez, que es comparada con una lámpara de bola, en El gato belicoso.


Aunque anteriormente hemos señalado que a principios de los setenta, la serie El botones Sacarino había dejado atrás la imitación, el calco casi literal a Franquin. Sin embargo, esto no quita que todavía hallemos algunas historietas en las que encontremos alguna semejanza en cuanto al planteamiento. Así, además de la convivencia en la oficina con animales como el cangrejo, el gato o el pájaro (todos ellos se encuentran en la serie Gaston Lagaffe), detectamos algunas coincidencias, como ocurre entre las historietas del serial El balón saltarín  y la tira 513 de Gastón; El “ninot” de la falla (DDT 182-184) reproduce el esquema franquiniano del caco que se infiltra en la redacción de Dupuis y sale escaldado por las trastadas de Gastón (la mano gigante del ninot tiene su correlato en la que aparece en la tira 590 de Lagaffe); La puerta automática plantea semejanzas con las tiras 171, 181  185 del personaje belga; El fichero y Más fichero-locuras tienen relación con las tiras 126 y 127 del mismo personaje; La bola de cañón (DDT, 217), Sigue la bola (DDT, 218), y La bola tienen que ver con las tiras “gastonianas” 309 y 609; además, el sistema de transporte interno por raíles diseñado por Sacarino en La vagoneta Alto voltaje y Más inventos (DDT, 210) tiene su correlato foráneo en las tiras 667 y 668 del personaje de Franquin. Sin embargo, estas influencias no pueden ser consideradas como plagios, pues ya no se trata de calcos exactos de lo hecho en el extranjero, sino de historietas que tienen simplemente una premisa, un punto de partida común, pero con un desarrollo totalmente autónomo e independiente, lo cual se permite contrastar en los estilos bien diferenciados que presentan ambos autores.

 Así, podemos decir que en las historietas de El botones Sacarino de principios de los años setenta, Ibáñez consolida una serie que, partiendo de un modelo externo, ha pasado a ser una de las más características de su producción como historietista. Una serie que, al igual que otras suyas, se beneficia de un Ibáñez en plena forma que va construyendo, viñeta a viñeta, páginas antológicas en las que unos personajes nacidos en la década anterior alcanzan su máximo esplendor, al disponer de más espacio donde desarrollar sus gags, convirtiéndose en adalides de un humor dinámico, trepidante, que no deja un respiro al lector entre escena y escena, con gags bien medidos reforzados por unos diálogos frescos, concisos, eficaces, sumamente irónicos. Aunque la serie haya arrastrado para algunos lectores el sambenito de “copia” desde su nacimiento, ya a comienzos de los setenta,  los seriales de El botones Sacarino (en los que la relación a tres bandas entre el protagonista y sus dos jefes llega a su cénit de comicidad), son un claro ejemplo del buen hacer de su autor. Sin duda, entre las historias de estos seriales encontramos algunas de las páginas más divertidas que jamás haya firmado Francisco Ibáñez.

Esta entrada ha sido posible gracias al siempre impagable estímulo de Miguel Fernández Soto, que me animó a escribirla.




[1] A lo largo de este artículo, citaremos las distintas historietas de Sacarino por estos títulos, tal y como se recogieron en las diversas recopilaciones, aunque se citará también el número de la revista de su publicación original.
[2] GUIRAL, ANTONIO, Prólogo a Clásicos del Humor. El botones Sacarino, RBA, 2009.
[3]  
FERNÁNDEZ SOTO, Miguel, El mundo de Mortadelo y Filemón, Palma de Mallorca, Dolmen, 2005.

lunes, 23 de septiembre de 2013

DON PEDRITO, CENSURADO

       Don Pedrito fue una de las series "menores" de Ibáñez más longevas, ya que desde mediados de los sesenta hasta finales de la década, el autor realizó una página semanal de la serie para Tío Vivo (en ocasiones especiales, el número de páginas podía aumentar). El hecho de que todavía no se haya publicado un recopilatorio como Dios manda de la serie (y me dicen desde Ediciones B que no hay trazas de publicarlo), no puede impedir que la analicemos como una parte fundamental de una época trascendental de la trayectoria de Ibáñez. 

       Es por ello que los diferentes aspectos de la obra de nuestro dibujante que se estudian en sus series principales también atañen a las modestas peripecias de Don Pedrito. Por tanto, se puede afirmar que en las páginas del simpático cabezón también encontramos rastro de la temible censura de la época. Un ejemplo de ello lo tenemos en la historieta que sirvió como portada del número 202 de la citada revista Tío Vivo.

       En ella, Ibáñez plasma una sencilla anécdota en la que Don Pedrito trata te ayudar a su amigo Petronio a subir una caja de plomo a un quinto piso gracias a una polea. Por supuesto, y como no podía ser de otra forma, la ayuda del protagonista solo traerá quebraderos de cabeza a su compadre, que caerá desde las alturas sobre la caja, para posteriormente ser aplastado por ella. Sin embargo, algo raro observamos en la última viñeta, que mostramos a continuación.

                         
 
        Como los lectores observarán, esta viñeta final no está dibujada por Ibáñez, ya que luce un dibujo mucho más simple, carente de fuerza y expresividad, además de tener una pésima composición. Desconocemos quién fue el autor de esta viñeta, pero su estilo es mucho más simplista que el de nuestro autor, con reminiscencias de algunos clásicos de la editorial, como Conti.

         Dicho esto, cabe preguntarse el porqué de esta viñeta dibujada por un autor ajeno al titular. La respuesta es bien sencilla: la censura. No es la primera vez que la editorial "mete mano" a los finales de las historietas de los autores de la casa, especialmente cuando estos se consideran excesivamente violentos. No se sabe cuál era el final elegido por Ibáñez, pero no nos cabe duda de que nada tenía que ver con este almibarado, endulcorado y, por qué no decirlo, algo ñoño desenlace, en el que Don Pedrito tira de ingenio para ayudar a su paciente amigo a subir la caja. 
   
Conociendo a Ibáñez, la sucesión de golpes que ha padecido Petronio por culpa de Don Pedrito, llevaría al personaje secundario a querer vengarse del protagonista de la historieta, mediante la consabida persecución o quizás alguna suerte de tormento malayo. Sin embargo, en Bruguera debieron juzgar que el final era demasiado crudo para los jóvenes lectores, sobre todo teniendo en cuenta que además presidía la portada,  por lo que fue sustituido por un dibujante de la casa. A esto hay que sumarle que Don Pedrito empezó siendo una serie con raíces publicitarias, detalle que quizás influyó para que el tono habitual de incorrección política del autor se viera siempre refrenado al narrar las inocuas aventuras de este personaje bondadoso y bienintencionado, que como hemos mostrado en este mismo blog,  padeció la auto-censura del autor en otras ocasiones.

Les dejamos la página completa para que disfruten de una de las series menos conocidas de Francisco Ibáñez.

 

Un saludo a todos, amigos.

viernes, 23 de agosto de 2013

MÁS MORTADELADAS GASTONIANAS

A nadie le ha de sorprender a estas alturas que se hable de las influencias de Franquin en la obra de Francisco Ibáñez. El tema ha sido suficientemente abordado en libros, artículos, páginas webs e incluso en este blog, con una serie de entradas al respecto.  Estas influencias son más que conocidas por los aficionados al mundo del cómic: van desde el diseño gráfico de El botones Sacarino hasta sus argumentos, pasando por varias historietas cortas de Mortadelo y Filemón de principios de los sesenta, sin olvidar la culminación de esta influencia en las primeras aventuras largas de los agentes de la TIA, como son El sulfato atómico (1969), Safari callejero (1970) o Valor...¡y al toro! (1970), así como en las primeras portadas de la revista Mortadelo. Conforme va avanzando la década de los 70 Ibáñez encuentra su propia voz y una fórmula humorística y estética que va haciendo innecesarias las referencias a otros autores, si bien aún podemos encontrar restos franquinianos en obras como La caja de diez cerrojos (1971), Operación bomba (1972), Los invasores (1974), etc., prácticamente irrelevantes.

Con esto no queremos decir que la huella de Franquin se borrara por completo en la producción de Ibáñez, pues en los albores del nuevo siglo encontramos anecdóticos parecidos con la obra del autor francés en álbumes tan destacados como Su vida privada (1998) y La vuelta (2000). Sin embargo, a lo largo de los años podemos encontrar pequeñas pinceladas, restos, huellas de Franquin que siguen apareciendo en las historietas de Francisco Ibáñez. Se trata de parecidos casi insignificantes, menores, pero que están ahí. Repasemos algunos de ellos.

Los seguidores de Gastón el Gafe recordarán que el personaje de Franquin, en su tira 687, filmó todas sus vacaciones con una taladradora...Algo similar a lo que le ocurrió a Mortadelo en una de sus misiones de espionaje en el álbum El atasco de influencias (1990).




Del mismo modo, en la viñeta final de la tira 747 del personaje extranjero, vemos cómo Gastón y su amigo Jules juegan al billar usando como tapete el suelo de la oficina. Exactamente lo mismo que hicieron Mortadelo y Filemón en La perra de las galaxias (1988).





En la historia 718 de Gastón, Buenavista y De Mesmaeker ven roto su contrato por culpa del artefacto volador del "chico para todo" de la oficina. En El 35 aniversario (1992) Sacarino, con su avioncito, arruina justamente los contratos que Mortadelo va a ofrecerle en nombre de su Agencia de Información.







La más reciente de estas influencias la encontramos en El coche eléctrico (2012), historieta en la que el coche de Mortadelo y Filemón se dedica a jorobar a un guardia urbano, tal y como Gastón importunó al pobre gendarme Longtarin con su vieja carcacha. La coincidencia no daría más de sí si no fuera por la viñeta en la que el coche de los agentes de la TIA alza la rueda para orinarse sobre el agente de la ley, tal y como ocurre en el sueño de Longtarin en la tira 842 de Gastón el Gafe, si bien en la historieta foránea se resuelve la situación con mayor sutileza.




Como se puede observar, se trata de coincidencias anecdóticas, irrelevantes, que no quitan ningún mérito a la capacidad creativa de Francisco Ibáñez,  y más teniendo en cuenta la ingente cantidad de páginas que constituye su producción. En muchos casos puede que no se trate más que de lugares comunes tratados a su manera y de forma independiente por dos autores humorísticos ante la necesidad de rellenar más y más planchas con situaciones cómicas. No obstante, dada la tradicional influencia de Franquin en Ibáñez, nos parece oportuno, por lo menos, señalar estas coincidencias entre los dos geniales historietistas.

martes, 30 de julio de 2013

A ROMPETECHOS YA LE OCURRIÓ

 En 1987 Ibáñez realiza El estropicio meteorológico, aventura de 44 páginas con la que continúa la nueva serie de historietas de su pareja estrella, aun cuando el pleito con Bruguera (ahora Ediciones B) no estuviera cerrado. Mucho se ha especulado acerca de la autoría de algunas de estas historias de 1987, con opiniones que van desde las que niegan la participación de Ibáñez hasta las que reivindican su omnipresencia en el periodo, pasando por aquellos que contemplan que el dibujante pudo intervenir en estas páginas, apoyado en un equipo de ayudantes.

El caso es que hay en durante este año, 1987, un cierto olor a "refrito" en las planchas de la recién retomada serie Mortadelo y Filemón. El estropicio meteorológico es un ejemplo de ello. La idea misma del álbum es ya un remake de la historieta corta El hombro del tiempo, con algún que otro gag tomado de otras historietas cortas. En esta ocasión nos vamos a centrar en el episodio sexto, en el que los agentes prueban la propiedad de "niebla intensa" del cacharro temporal del Bacterio. 



A partir de aquí, se desarrollan los gags relacionados con la escasa visión provocada por la niebla. Es por ello que Ibáñez recurre a varios autoplagios, concretamente sacados de la historieta corta de Rompetechos  Viaje en coche. En esta ocasión, la falta de agudez visual no se debe a la miopía del personaje principal, sino a las condiciones climáticas. Así, se suceden algunos gags idénticos en ambas historietas.



Por ejemplo, en la historia corta Rompetechos confunde el sombrero redondo de una señora con el semáforo en verde, chocando con un camión. Mortadelo hará lo mismo, esta vez con un farolillo de un restaurante chino. Más elaborado es el gag en el que Rompetechos confunde a un señor con el pavo navideño de un amigo, mientras que Mortadelo confunde a otro viandante con el pollo tomatero que le ha regalado su tío. La parte más brillante del chiste reside en el hecho de que la víctima de ambos gags acusa de caníbales a sus agresores justo cuando pasan por ahí dos personas de raza negra que, lógicamente, se sienten agredidas y se vengan del desgraciado transeúnte. En la versión de finales de los 80 se alude al tema del racismo, algo poco presente en la España de inicios de los 70, de la que data la historia de Rompetechos.



Por si fuera poco, el gag que remata el episodio de Mortadelo y Filemón, con el primero lanzando un ladrillo a un centinela de la guardia nacional, también está tomado de la historieta de Rompetechos, con una reproducción casi idéntica de la secuencia y (en menor medida) del diálogo.




Aunque en Ibáñez nunca han sido extrañas las " transfusiones del humor" del propio autor, el hecho de que se reproduzcan de manera encadenada estos gags de una historieta anterior (cosa que también ocurre en las aventuras de Chicha, Tato y Clodoveo de la época) nos lleva a dudar de que el guion corriera cien por cien a cargo de Ibáñez, existiendo la posibilidad de que el autor solo lo trazara de una forma muy general y que fuera concretado por un equipo de ayudantes.

Dejamos abierta la posibilidad para que opinen.
Saludos.

lunes, 31 de diciembre de 2012

¡FELIZ 2013, LECTORES!

Estimados amigos, como otros años, hoy en Corra, jefe, corra, pasaremos la Nochevieja con Rompetechos. Aprovecharemos que nuestro querido personaje se ha dado cuenta de que hoy es San Silvestre, o lo que es lo mismo, 31 de diciembre, para desearles a ustedes toda clase de dichas y bienandanzas para los próximo 12 meses.

Sin embargo, como se trata de Ibáñez, no podemos olvidar que estamos ante un pesimista irredento, por lo que no es de extrañar que la última viñeta con la que nos obsequia en la historieta de 4 páginas  "Reveillón" accidentado, sea la de un Rompetechos amargado felicitando las fiestas desde lo alto de la cima de una montaña.


¿Qué quieren que les diga? Yo, al menos, veo algo de poético en la figura de este ser solitario que, coloreado en negro, se funde con el paisaje que lo cobija y protege de una sociedad que ni entiende ni lo entiende. Como siempre, Rompetechos empezó la historieta con el mejor de los ánimos, pero sus frustraciones cotidianas lo llevaron al estado de aislamiento que vemos en la viñeta. Es el drama de este ser ingenuo y solitario: el contraste entre su visión del mundo y la de los demás...¿Acaso no somos todos un poco Rompetechos?

¡Pero bueno, hoy es noche de fiesta y alegría, y no quiero dejarles con este mal sabor de boca! Disculpen la reflexión anterior, y para paliarla, les invito a que compartan el espíritu del que hace gala nuestro personaje al principio de la historieta.


¡Ya saben, amigos! ¡Disfruten como vacas y que 2013 les colme con todo tipo de alegrías!

¡Un abrazo a todos, lectores!

lunes, 24 de diciembre de 2012

NAVIDADES CON LA FAMILIA...TRAPISONDA

Sí, amigos, esta noche es Nochebuena, noche de paz, amor...y familia. Noche de reunirnos con los seres queridos, pero también con cuñados, suegros, sobrinos y demás especímenes de esa ralea. Es por ello que a veces se cumple el tópico de que en más de una familia acaban peleados (momentáneamente, en el mejor de los casos) en tan señaladas fechas.

Siento ser tan escéptico, pero es que a mí me crió Francisco Ibáñez, un señor que en Su vida privada (1998), define a la familia como un "ejército de ocupación". Él mismo ha plasmado su forma de ver las cosas en las historietas de La Familia Trapisonda, donde Pancracio y Leonor (que pasaron de esposos a hermanos) no dejan atrás sus desavenencias ni en Navidad.

Esperamos que no sea este su caso y aprovechamos para desearles una Feliz Navidad en compañía de sus seres queridos. Solo esperamos que no acaben como Pancracio en esta viñeta.



Deseamos, también, que disfruten de este Ibáñez tan escéptico como francobelga.

¡Feliz Navidad a todos!

domingo, 9 de diciembre de 2012

UN CARADURA EN CASA DE LOS TRAPISONDA

Se acercan las Navidades, y con ellas las inevitables visitas de los parientes. Algunas son bien recibidas...y otras no tanto. Un ejemplo de este segundo tipo lo retrató Ibáñez en una historieta de 1960 de La Familia Trapisonda. 

Y es que a este grupito, como si no le bastara ya con ser la monda, se le agregó un nuevo pariente: el tío Manolo. El quid de la historieta radica en que mientras que Pancracio cree que es un tío de Leonor, su esposa (sí,porque en esta historieta no eran hermanos, sino matrimonio, tal y como era la idea original de Ibáñez) pensaba que el susodicho era tío de su marido.

Si los personajes hubieran sido hermanos, el gag habría sido imposible, ya que en tal caso ambos conocerían a los parientes del otro...¡porque hubieran sido los mismos!

La cuestión es que el tito de turno campó a sus anchas por la casa de la familia, devorando todo cuanto encontraba a su paso. Solo al final se dará cuenta de que iba a otro piso y que no era pariente de ninguno de los habitantes de la casa.Pero llegados a ese punto ya será demasiado tarde, pues el individuo ya habrá arruinado por completo a los Trapisonda.

El caso es que, si analizamos la fisonomía del tito en cuestión...¿No les recuerda a nadie? Esa matilla de pelo mal peinado, esa barriga cervecera, el bigotejo desaliñado, las pecas de la nariz... Los mejor pensados dirán que, como mucho, se trata de Manolo, el habitante del ático de 13, Rue del Percebe. Y no irán del todo descaminados, no. Los más avispados ya habrán visto que se trata de Vázquez, con quien comparte también nombre el personaje.

Vemos que, ya desde sus inicios, Ibáñez utiliza el gag del propio Vázquez de incluirse en sus historietas cada vez que aparece un personaje pícaro, caradura y algo sinvergüenza.

Sabiendo ya de quién se trata, desconocemos si, finalmente, el tito Manolo tenía algún pariente en el edificio de los Trapisonda, o si ese sobrino Pepe , que supuestamente vive en el piso de arriba, no es sino una excusa para entrar a gorronear a otra casa.



A ustedes, lectores, les deseamos una feliz semana y ¡mucho ojo con los tíos caraduras!

domingo, 18 de noviembre de 2012

DOÑA PURA Y DOÑA PERA, VECINAS DE LA ESCALERA


En el número 161 de Tío Vivo se publicó la primera entrega de Doña Pura y Doña Pera, vecinas de la escalera, una de las series que creó Ibáñez en 1964, junto con El doctor Esparadrapo y su ayudante Gazapo o Rompetechos, la única que prosperó.  No sabemos exactamente qué criterios fueron decisivos para que una serie tuviera continuidad, pero de lo que no cabe duda es de que las cuatro páginas que se publicaron de Doña Pura y Doña Pera parecen insuficientes para determinar la cancelación de la tira.

                No es de extrañar, buscando en los antecedentes de esta historieta, encontrar paralelismos entre la obra de Vázquez e Ibáñez. Así, por ejemplo, la Familia Trapisonda de Ibáñez es un remedo de la de su maestro. Ande y ríase usté con el Arca de Noé tiene su antecedente en La osa mayor, agencia teatral de Vázquez. Incluso 13, rue del Percebe parte de un modelo vazquiano. Además, no podemos olvidar que la reconversión de Mortadelo y Filemón en agentes de la TIA sigue la estela que iba dejando Anacleto, agente secreto. 

                Desde este punto de vista, se podría decir que Doña Pura y Doña Pera podrían haber sido “las hermanas Gilda” de Ibáñez. Así, Doña Pura, afable e inocentona comparte rasgos de Hermenegilda, mientras que la sombra de Leovigilda se proyecta en la adusta y aprovechada Doña Pera.  El protagonismo dual femenino de personalidades enfrentadas puede tener también su origen entre la ingenua Petra y su desairada señora, Doña Patro, creaciones de Escobar.  Del mismo autor es Doña Trini y sus animalitos, serie que encontraría acomodo en Tío Vivo en la que nuevamente la entusiasta Doña Trini sufre la intolerancia de Úrsula, su contraparte.



                En realidad, Doña Pura y Doña Pera conforman la clásica pareja cómica que tanto gusta a Ibáñez, con un payaso serio (Doña Pera) y el clown (Doña Pura), que hace la vida imposible a su augusto. ¿Dónde está la aportación, pues, de este nuevo dúo en la obra de Ibáñez? En primer lugar, la novedad radica en ser la primera serie dual de protagonismo femenino, algo nada usual en la trayectoria del autor. Por otra parte, por primera vez la pareja de antagonistas ibañezcas no se circunscriben al ámbito laboral, sino a la vida cotidiana. De hecho, se puede decir que con Doña Pura y Doña Pera, vecinas de la escalera, Ibáñez desarrolla de forma más exhaustiva las relaciones vecinales que la mítica serie 13, rue del Percebe, en la que los personajes aparecen individualizados en sus cubículos y solo en contadas ocasiones se producen interacciones entre ellos. Ambas series muestran la faceta más costumbrista de Francisco Ibáñez.

                En cuanto a los personajes, por una parte tenemos a Doña Pura, una anciana beatífica e ingenua que, sin mala intención, genera el caos a su paso. Este esquema será desarrollado por Vázquez a partir de 1969 con La abuelita Paz, quien provocará desaguisados con la palanca de la inocencia.  Doña Pera, por su parte, es una mujer algo más joven de Doña Pura; es envidiosa, fisgona y retorcida, en la línea de otros personajes de la editorial como Doña Urraca (Jorge) y Doña Lío Portapartes, señora con malas artes (Raf).
                En su afán de adornar con chistes paralelos la trama principal, Ibáñez dota a las protagonistas de su tira con sendas mascotas que dan viveza a las viñetas. Así, Doña Pura tendrá un loro, Robespierre, que actúa como el subconsciente de la anciana, diciéndole a Doña Pera aquello que su dueña no se atreve. Por su parte, Doña Pera tiene un gato que, como el pulpo de Don Noé en Ande y ríase usted con el Arca de Noé, hace las veces de “alter ego” de su dueña. Al igual que esta, el gato es agresivo, morboso y desleal, como demuestra en las diferentes historietas que co-protagoniza. La relación entre ambas mascotas pone de manifiesto la lucha de sus dueñas. La evidente tensión que hay entre Doña Pura y Doña Pera y que no llega a explotar salvo en raras ocasiones debido al freno que suponen las normas de conducta se desata entre los animales de ambas, quienes libres de cualquier presión social, dan rienda suelta a su enemistad, algo que sus amas no pueden hacer abiertamente.  A su vez, el gato de Doña Pera tiene un conflicto permanente con un ratonzuelo que habita en su casa, generando gags como los del ratón y el felino de 13, rue del Percebe. El sadismo de los golpes que se reparten ambos animales en casa de Doña Pera puede interpretarse como un trasunto de ella misma. Al igual que en su propio interior, tampoco en su casa se puede hallar la paz completa: el conflicto es la forma de enfrentarse al mundo.



                En cuanto a los argumentos de la serie, Ibáñez se aleja aquí del delirio surrealista de Rompetechos y de la falsa epicidad de Mortadelo y Filemón, para centrarse en tramas de andar por casa. Así, en la primera historieta publicada observamos cómo Doña Pura sale escaldada por su propia curiosidad. En esta historia se puede observar cómo Doña Pera proyecta en su vecina sus propios defectos y debilidades, pues la acusa de llevar una botella de tintorro, cuando en realidad es ella la que se pirra por las bebida alcohólicas. La segunda historieta, publicada en el número 167 de Tío Vivo nos muestra la pasión de Doña Pura por el cante flamenco y nuevamente nos permite ver a Doña Pera fisgando en la vida ajena, con su consiguiente “castigo”. Esta historieta fue adaptada por Ibáñez para el álbum conmemorativo de Mortadelo y Filemón El 35 aniversario (1992).

                En el número 168 de la misma revista, observamos que Doña Pera es una señora a la vieja usanza, coqueta y presumida, que prefiere arriesgar su vida antes de que la vean en camisón. Tanto en esta historieta como en la anterior se pone de manifiesto la rancia costumbre de guardar los ahorros debajo del colchón. En la última entrega de la serie, publicada en el 169 de Tío Vivo, asistimos al desarrollo de un argumento “propiamente vecinal”, algo que apenas vemos en 13, rue del Percebe: la obligación de fregar la escalera y el deseo de Doña Pera de escaquearse de su labor, endosándosela a Doña Pura, a la que desprecia por su ingenuidad.

 
  Desde el punto de vista gráfico, la serie coincide con un periodo en el que Ibáñez (y otros dibujantes de la editorial) pule su estilo, notándose incluso la influencia del cómic franco-belga. Tanto es así, que como ya apuntamos en Corra, jefe, corra, el diseño de Doña Pura parece estar sacado del de Madame Adolphine, personaje del álbum de Valentín Acero La señorita Josefina (Madame Adolphine,en el original) de 1963, obra de Peyó. No será la última vez que Ibáñez use este modelo, pues a partir de 1964, veremos que la anciana de los animalitos de 13, rue del Percebe recibe la visita constante de una amiga que se parece notablemente a la propia Doña Pura. Doña Pera, sin embargo, tiene rasgos más ibañezcos, lo cual favorece la expresividad. Será ella la principal portadora de las muecas, gestos y piruetas que tanto caracterizan a los personajes de Ibáñez.

                Gráficamente, hay que añadir la habilidad de Ibáñez a la hora de diseccionar los movimientos de sus personajes. Tómese como ejemplo la caída de Doña Pera por la escalera en la entrega del número 169 de Tío Vivo. También hay que destacar la cuidada puesta en escena de las anécdotas que narra Ibáñez en esta serie. Como muestra, tomen la primera historieta de la misma, gran parte de la cual transcurre en un patio a cuyas ventanas se asoman las protagonistas. Obsérvese la variedad de ángulos y encuadres que muestra el autor, evitando así la monotonía, otorgando movimiento a la plancha y dinamizando la lectura.
 
                Aparte de sus virtudes gráficas, la serie pone de manifiesto más que otras de Ibáñez, los problemas de convivencia entre afines, los rencores e intrigas de escalera, la mala idea sublimada y reprimida por la norma social que solo de vez en cuando se permite que aflore, símbolo de una sociedad que, aunque supuestamente marcada por el desarrollismo, sigue albergando algunas lacras desde la guerra civil, las grietas de un país en el que el enemigo es el vecino de al lado

No es de extrañar que en la obra El universo de Ibáñez, el autor dijera a Antonio Guiral que, de todas sus series abandonadas prematuramente, Doña Pura y Doña Pera, vecinas de la escalera, es la que le gustaría recuperar, ya que en muchos sentidos es una muestra del mejor Ibáñez de los años sesenta y en tan solo cuatro páginas ofrece numerosas posibilidades que, lamentablemente, no acabaron por cristalizar.