Mundial 2006 (2006) supone hasta el momento el último acercamiento de Francisco Ibáñez a los mundiales de fútbol. No hace falta decir que
esta historieta, como tantas otras a partir del año 2000,
únicamente contribuye a que se mantenga la atonía de la serie. El dibujo, aunque correcto, mantiene el anquilosamiento propio de este periodo y desde el punto de vista del guion se aprecian algunos errores que serán comentados posteriormente.
Estructuralmente, la historieta empieza con una introducción sobre el deporte rey que recuerda a las viejas páginas de temática deportiva que el autor realizó en la antigua editorial Bruguera. En general, una sucesión de chistes y comentarios más o menos simpáticos ocupan las cinco páginas iniciales. Tal vez lo peor de este prólogo sea lo zafio del vocabulario y las onomatopeyas, así como lo manido de algunos gags (como el de la reacción del empleado que ha acertado una quiniela). Ibáñez trata de pasada del asunto de los sobornos deportivos, lo cual remite a algunos históricos momentos del álbum
Soborno (1977). Del mismo modo, los privilegios sociales de que goza el fútbol en nuestra sociedad, son retratados de la misma manera que en
En marcha el Mundial 82 (1982) Algún que otro hábil ataque dedicado a este y otros deportes cierran este discreto apartado.
Ya en la sede de la TIA, Mortadelo hace su aparición besándose con la encargada de la copiadora, a la que
Ofelia parece tener unos celos similares a los que profesaba a la
señorita Irma, personaje que, se confirma una vez más, no parece que Ibáñez vaya a rescatar. En otros álbumes como
El nuevo cate (1993) también hemos visto a Mortadelo en actitudes comprometidas con un miembro femenino de la TIA. Después de que el Súper anuncie la nueva misión a los agentes, estos salen disparados, lo cual no sería reseñable, si no fuera por el anecdótico cameo de
Pepe Gotera y Otilio, que portan un tabique de acero.
En este mundial encontramos como novedad que la selección española, con tal de no volver a toparse con Mortadelo y Filemón (otro rasgo de continuidad propio de Olimpiadas y Mundiales), prefieren perder la fase con Pedovaquia, pero dos factores lo impedirán: el primero, un cóctel letal que Mortadelo prepara a los rivales, cuya receta aprendió de un televisivo
Lucrecio Borgio (suena más a despiste de Ibáñez que a reminiscencias de
El caso del bacalao, 1970, pero ustedes quédense con la hipótesis que les resulte más interesante); el segundo, un menguado y melenudo
Aznar que, en nombre de una patria que sea “Una, grande y libre” da la victoria al conjunto español. La caricatura del conocido expresidente, aunque demasiado insistente, resulta simpática en esta ocasión.
Esta vez Mortadelo y Filemón tendrán que vérselas con unos extraterrestres que, camuflados como equipo de fútbol, constituyen las avanzadillas de una invasión total. Como se puede comprobar, una ligera excusa que da pie a que nuestros agentes se infiltren en la selección, ahora no como deportistas, sino como sanitarios, probablemente por variar los esquemas de álbumes anteriores. No es esta la primera vez que vemos a Mortadelo y Filemón actuando como sanitarios. Sirvan de precedentes, por ejemplo, Los secuestradores (1976), La Gomeztroika (1989) o El SOE (1992). Esta opción se adopta no sin antes descartar la posibilidad de hacerse pasar por jugadores, tras el clásico entrenamiento previo (esta vez de dos páginas) que muestra la inaptitud de nuestros héroes.
En la inauguración de los fastos no puede faltar el ya clásico desfile de naciones en que se construyen gags basados en el lugar de origen de los deportistas. Esta vez, sin embargo, el resultado final deja bastante que desear. Destaca la repetición de viejos chistes: israelíes y palestinos se pelean como lo hicieran los representantes de ambas Alemanias en Mundial 78, (1978), los noruegos lucen una cornamenta que recuerda a Los vikingos (2000) y la asociación entre el hambre y los jugadores de Gana se nombra ya en El señor Todoquisque (1992).
A partir de este punto, encontramos veintidós páginas en las que los gags oscilan entre los que muestran la inoperancia de los agentes como sanitarios y, especialmente, los comentarios mal interpretados por los protagonistas que los llevan a cometer un error de tristes consecuencias, creyendo siempre estar tras la pista de los extraterrestres. Este último esquema, similar al ya explotado en los años de “Agencia de Información”, resulta bastante desfasado en este cómic y apenas logra arrancar una sonrisa. Como escenarios de los malentendidos tenemos el hotel donde se alojan Mortadelo y Filemón y el propio estadio.
El clímax del álbum llega cuando políticos internacionales, conmemorando el Día de la Paz, se dan empujones por salir primero en la foto (una versión menos acertada del gag de los pacifistas de
Cacao espacial, 1984). Destaca la aparición de
Evo Morales, de reciente actualidad durante la realización del álbum,
Bush, Shirac, Carod Rovira, que ya había aparecido en
El kamikaze Regúlez (2005), así como la insulsa presencia de
Zapatero, sobre el que el autor no suele cargar las tintas. Finalmente, será la presidenta alemana
Ángela Merkel la escogida por el cabecilla de los extraterrestres para encarnarse durante su estancia en la tierra. Tras una sencilla prueba sobre conocimiento sobre la humanidad, nuestros agentes descubren al equipo de invasores, que finalmente escapa a bordo de una nave espacial, no sin antes chamuscar a todos los politicastros, desencadenando así las iras del Súper.
El álbum, realizado a caballo entre 2005 y 2006,
parece hecho con cierta premura, ya que son frecuentes los errores. Así, en la viñeta de evasión de los extraterrestres, los bocadillos de Mortadelo y Filemón aparecen intercambiados. A esto tenemos que sumarle faltas de ortografía como *deshechada (pág. 13) o *caye ( pág. 36). Del mismo modo, en la cartela de la primera viñeta de la página cinco, parece que la palabra “espectadores” es un error, en lugar de la correcta, que sería “deportistas”. La incorporación de
Evo Morales, que, como hemos dicho, estaba de rabiosa actualidad, confirma que
el álbum se terminó poco tiempo antes de ver la luz, apremiado quizás por la celebración de la cita deportiva en cuestión, de lo cual se resiente el resultado final.
Aunque los numerosos fans alemanes de Mortadelo y Filemón no han podido disfrutar en su lengua de este Mundial celebrado en su país, tenemos que decirles que no se han perdido demasiado. Sin duda alguna, una aventura olvidable, que poco o nada aporta a la principal serie humorística de Francisco Ibáñez.