El ascenso data de 1983, época en la que la TIA ha crecido tanto como organización que da pie a historietas enteras que tienen como argumento el enfrentamiento entre sus agentes. A Ibáñez debió de gustarle mucho la idea de que los agentes recelaran unos de otros, pues poco antes, en ese mismo año, había realizado el álbum Hay un traidor en la TIA, álbum que también se basa en la desconfianza mutua entre agentes. De hecho, sorprende que entre una y otra historieta solo haya un álbum de separación. El esquema de las intrigas internas volverá a encontrarse en la historieta apócrifa firmada por Ibáñez El ansia de poder (1989).
El dibujo de El ascenso es eficaz, pero sin el barroquismo y recargamiento que vemos en otros álbumes de la época. No hay ya a estas alturas grandes innovaciones gráficas, aunque podemos descubrir algún juego simpático, como el pulpo que intenta unir las líneas que cierran una viñeta en la página octava.
En cuanto al argumento, en esta ocasión los agentes de la TIA son convocados para ocupar la plaza de director de la central de Cincinatty, puesto que se otorgará a quien consiga más puntos por capturar maleantes. Todo el personal de la TIA se pondrá manos a la obra e intentará eliminar a sus competidores para hacerse con la plaza, dando pie así a numerosos gags.
El dibujo de El ascenso es eficaz, pero sin el barroquismo y recargamiento que vemos en otros álbumes de la época. No hay ya a estas alturas grandes innovaciones gráficas, aunque podemos descubrir algún juego simpático, como el pulpo que intenta unir las líneas que cierran una viñeta en la página octava.
En cuanto al argumento, en esta ocasión los agentes de la TIA son convocados para ocupar la plaza de director de la central de Cincinatty, puesto que se otorgará a quien consiga más puntos por capturar maleantes. Todo el personal de la TIA se pondrá manos a la obra e intentará eliminar a sus competidores para hacerse con la plaza, dando pie así a numerosos gags.
Esta premisa inicial nos lleva a plantearnos algunas cuestiones sobre la TIA y su estructura como organización, pues aunque a veces parezca como una institución netamente española, aquí da la sensación de ser un organismo internacional con una sede más prestigiosa que la local, lo cual plantea dudas sobre su organización.
La historieta comienza con una espléndida viñeta que muestra la visión de Ibáñez sobre la naturaleza humana: un grupo de borregos que siguen a una vaca, visión que entronca con las primeras imágenes de Maaastrich...! Jesús (1992). A través de una hilarante revisión histórica, el autor propone una imagen del ser humano como un ser capaz de destruir a sus semejantes, actitud que, según él, pervive en nuestros días. Sin embargo, veremos en este primer episodio que lo que mueve a los agentes a querer prosperar no es el prestigio ni la gloria (los personajes de Ibáñez son demasiado materialistas para ello), sino el aumento de sueldo, es decir, el dinero. La idea de ganar más da pie a la carrera de la última viñeta de la página segunda, tan imitada posteriormente, sobre todo por los apócrifos.
El primer episodio se resuelve a base de simpáticos paralelismos y mediante la pugna de Mortadelo y Filemón por anularse el uno a otro, tal y como hicieron varias veces en su etapa de “Agencia de información” y en historietas cortas de los setenta como Rumbo a Miami (Super Pulgarcito, nº 38). Finalmente, la captura del malhechor correrá a cargo del agente Migájez, co-protagonista creado ex – profeso para esta historieta. En ocasiones hará uso de su astucia para apresar a los bandidos, pero en otras ocasiones será la suerte la que decida, de forma que el personaje parece tener un cierto parentesco con el Feliciano de Vázquez. Su aspecto “de poquita cosa” refuerza lo irónico de que resulte vencedor ante Mortadelo y Filemón una y otra vez.
La historieta comienza con una espléndida viñeta que muestra la visión de Ibáñez sobre la naturaleza humana: un grupo de borregos que siguen a una vaca, visión que entronca con las primeras imágenes de Maaastrich...! Jesús (1992). A través de una hilarante revisión histórica, el autor propone una imagen del ser humano como un ser capaz de destruir a sus semejantes, actitud que, según él, pervive en nuestros días. Sin embargo, veremos en este primer episodio que lo que mueve a los agentes a querer prosperar no es el prestigio ni la gloria (los personajes de Ibáñez son demasiado materialistas para ello), sino el aumento de sueldo, es decir, el dinero. La idea de ganar más da pie a la carrera de la última viñeta de la página segunda, tan imitada posteriormente, sobre todo por los apócrifos.
El primer episodio se resuelve a base de simpáticos paralelismos y mediante la pugna de Mortadelo y Filemón por anularse el uno a otro, tal y como hicieron varias veces en su etapa de “Agencia de información” y en historietas cortas de los setenta como Rumbo a Miami (Super Pulgarcito, nº 38). Finalmente, la captura del malhechor correrá a cargo del agente Migájez, co-protagonista creado ex – profeso para esta historieta. En ocasiones hará uso de su astucia para apresar a los bandidos, pero en otras ocasiones será la suerte la que decida, de forma que el personaje parece tener un cierto parentesco con el Feliciano de Vázquez. Su aspecto “de poquita cosa” refuerza lo irónico de que resulte vencedor ante Mortadelo y Filemón una y otra vez.
En el segundo capítulo vemos que Ofelia será la co-protagonista de los agentes, antes de su solidificación como personaje fundamental de la serie en la próxima La estatua de la libertad (1984). Como futura directora, una de sus metas será fastidiar a Mortadelo y Filemón, idea que comparte con el profesor Bacterio. El capítulo da pie a un esquema a tres bandas aderezado con las referencias a la gordura de la secretaria y a los objetos asociados a lo femenino, como la madeja, el espejo o la plancha. Pequeño cameo de Rompetechos en la viñeta final.
El siguiente contrincante de nuestros agentes será el profesor Bacterio, que hace gala aquí de una crueldad a la que no estamos acostumbrados por su parte. La entradilla de cada episodio, basada en la ocultación al resto de agentes de la captura solicitada cada día para conseguir puntos, se resuelve aquí con una simpática escena muda. El malhechor de turno será Venancio “El Trilita” (el anterior era Venancio “El pollo”). Bacterio usará aquí dos tipos de inventos: unos utilizados para dejar fuera de combate a Mortadelo y Filemón y otros para entrar en la casa del villano. Ni que decir que tanto sus esfuerzos como los de los protagonistas serán en vano.
El Súper será el protagonista de, tal vez, el mejor capítulo del álbum. Al igual que en la historieta corta “La conspiración del Súper” (Super Pulgarcito nº 10), Vicente intentará mil y un artimañas contra sus empleados, ardides que se volverán en su contra. El esquema era similar al de los cartoon clásicos, como, por ejemplo, El Correcaminos y el Coyote. La ignorancia del peligro que corren por parte de Mortadelo y Filemón acentúa la hilaridad de las escenas.
El siguiente contrincante de nuestros agentes será el profesor Bacterio, que hace gala aquí de una crueldad a la que no estamos acostumbrados por su parte. La entradilla de cada episodio, basada en la ocultación al resto de agentes de la captura solicitada cada día para conseguir puntos, se resuelve aquí con una simpática escena muda. El malhechor de turno será Venancio “El Trilita” (el anterior era Venancio “El pollo”). Bacterio usará aquí dos tipos de inventos: unos utilizados para dejar fuera de combate a Mortadelo y Filemón y otros para entrar en la casa del villano. Ni que decir que tanto sus esfuerzos como los de los protagonistas serán en vano.
El Súper será el protagonista de, tal vez, el mejor capítulo del álbum. Al igual que en la historieta corta “La conspiración del Súper” (Super Pulgarcito nº 10), Vicente intentará mil y un artimañas contra sus empleados, ardides que se volverán en su contra. El esquema era similar al de los cartoon clásicos, como, por ejemplo, El Correcaminos y el Coyote. La ignorancia del peligro que corren por parte de Mortadelo y Filemón acentúa la hilaridad de las escenas.
En el quinto episodio, a falta de un elenco más completo para que haga la contraparte a los protagonistas, los agentes intentan deshacerse de su rival, Migájez, haciéndose pasar por sus amigos. Este esquema recuerda a aventuras como Objetivo: elminar al “Rana” (1976) y a la posterior El tirano (1998). Paradójicamente, Migájez acabará capturando al malhechor porque Filemón se lo ha puesto en bandeja.
Ibáñez, que parece querer demostrarnos que la mezquindad de sus personajes no conoce límites, hace que estos recurran al robo de los puntos de Migájez (lo cual lleva a pensar que basta con presentar tales puntos y que los de Administración de la TIA no van a hacer más preguntas). Cuando ven que alguien se les ha adelantado, sospechan de Ofelia, a la que pretenden robar el bolso, dando pie a esquemas similares a los vistos en Los bomberos (1978) o a los de la posterior ¡Terroristas! (1987). Cuando comprueban que es un error, después de haber pagado a Ofelia por puntos de tejer, asistimos sorprendidos al descubrimiento de que fue Bacterio el autor del hurto (el profesor está desconocido en esta historieta).
Ibáñez, que parece querer demostrarnos que la mezquindad de sus personajes no conoce límites, hace que estos recurran al robo de los puntos de Migájez (lo cual lleva a pensar que basta con presentar tales puntos y que los de Administración de la TIA no van a hacer más preguntas). Cuando ven que alguien se les ha adelantado, sospechan de Ofelia, a la que pretenden robar el bolso, dando pie a esquemas similares a los vistos en Los bomberos (1978) o a los de la posterior ¡Terroristas! (1987). Cuando comprueban que es un error, después de haber pagado a Ofelia por puntos de tejer, asistimos sorprendidos al descubrimiento de que fue Bacterio el autor del hurto (el profesor está desconocido en esta historieta).
Tras quitarle por las malas sus puntos, Filemón aparece como titular de los mismos y nombra a Mortadelo su adjunto. Sorprende este gesto de solidaridad entre dos personajes que no pueden verse mutuamente. Sin embargo, el cambio de divisa les perjudica tanto como les sucedió en Los mercenarios (1975) y el puesto resulta ser una auténtica ruina, de forma que ambos acaban haciendo cola en un comedor para pobres en USA. Aunque Mortadelo podría haber permanecido en España (pues supieron de la ruina antes de partir a Estados Unidos), comparte adversidad con Filemón, que era el que figuraba como dueño de los puntos. El final de este divertido álbum demuestra, una vez más, que los destinos de nuestros agentes están unidos de forma insoldable, para regocijo de sus millones de fans, que pueden disfrutar de lo lindo con álbumes como el presente, aunque esconda una amarga reflexión sobre la ambición humana.