domingo, 28 de febrero de 2010

MALOS TIEMPOS

Pues sí, malos tiempos con esto de la crisis. Incluso si nuestro querido Mortadelo decide poner un negocio, vean aquí el resultado.


Ya vendrán tiempos mejores, señores.

(Doble gallifante para quien localice el origen de esta viñeta, por cierto).

domingo, 21 de febrero de 2010

¡A POR LA OLIMPIADA 92! (1987)

En ¡A por la Olimpiada 92!, Chicha Tato y Clodoveo se ven envueltos en la pugna de la ciudad de Barcelona por ser sede de las primeras olimpiadas de los años 90, un reflejo de los temas de actualidad que marcará la siguiente década para la serie estrella de Ibáñez, Mortadelo y Filemón. De hecho, se puede considerar el álbum de esta pareja Barcelona 92 (1991) como una consecuencia lógica de la historia que nos presentan aquí los tres “sin empleo”.

El álbum está realizado por un dibujante anónimo (puede que dos) que, sin llegar al nivel de dibujo de Ibáñez, consigue establecer ciertos parecidos. Se divide en siete episodios de seis páginas y uno de cuatro, superando así en dos páginas (como otros álbumes del trío) a la mayoría de los de la pareja de detectives.

En el primer capítulo encontramos una ilustración inicial que presenta el título que podría bien ser lo único realmente dibujado por Ibáñez (aunque tenemos nuestras reservas). Los dibujos del margen, alusivos a las distintas disciplinas olímpicas, sin embargo, constituyen un recurso extraño y no demasiado propio del autor. En la cola del paro que abre la historia destaca la figura de Sir Tim O´theo, personaje de Raf que, tras el cierre de Bruguera, también se había quedado en el “paro”. Hay que destacar este guiño como uno de tantos que Ibáñez hizo a uno de sus mejores amigos de la editorial. Como sus propios personajes ya habían aparecido varias veces en la famosa cola, ahora le toca el turno a los de otros compañeros de Bruguera que compartieron su situación.



Tras el humor, encontramos en este álbum situaciones realmente crudas, como el momento en que Chicha, Tato y Clodoveo tiran al agua a un hombre que acaba de conseguir una papeleta de empleo para robársela (nadie parece reparar en que ellos son tres). Ya en el municipio, se encuentran con un superior que ejerce el mismo rol que el Súper en la TIA. De hecho, las situaciones que van a vivir nuestros protagonistas en este álbum imitan ya sin disimulo las de la conocida agencia de espionaje. Incluso se repite el esquema consistente en que el superior les realiza algunas preguntas sobre deportes y los candidatos responden con absurdos, lo cual da pie también a rescatar la afición de Tato al boxeo.

En esta ocasión, el pueblo de Conejar de la Marquesa quiere sabotear todas las iniciativas para que Barcelona (al principio del álbum no se dice el nombre de la ciudad) no presente su candidatura ante el comité olímpico, pues desean que el evento se celebre en su pueblo. De ahí que la primera misión de nuestros protagonistas sea entregar en mano al presidente del comité el sobre con la candidatura, una misión más propia de agentes secretos, con pasadizo secreto en árbol incluido. Las continuas idas y venidas, con pérdida y recuperación del sobre recuerdan a los tiempos de “Agencia de información”, así como al capítulo inicial de El caso del calcetín (1976), de Mortadelo y Filemón. En este episodio, Clodoveo retoma sus disfraces, aunque ya con más mesura que en épocas anteriores y se hace alusión a la mascota de Chicha, Rabete, sin que aparezca en ningún momento su gato Salmoneto.







A no ser que el felino que inicia el segundo capítulo (y el resto de entradillas del álbum) sea el citado Salmoneto. En todo caso, los gags en segundo plano que protagoniza están relacionados con sus intentos de cazar a un ratón que acaba chafándolo, como ya ocurriera en 13, Rue del Percebe. Dichas entradillas se basan en los desplantes que el dueño del Snack Joro Bar hace a sus morosos clientes. Algunos de estos gags, de corte surrealista, serán la base de otros de álbumes posteriores, como el del “cortado”, semejante al del “chatiyo” que veremos en La vuelta (1999).

En este episodio, el trío deberá recibir en el aeropuerto y custodiar al delegado olímpico, Sam Arach, clara referencia a Juan Antonio Samarach, presidente del COI durante muchos años. El diseño de este personaje no resulta, para nada, adecuado al estilo de Ibáñez, por lo que probablemente fue trazado por otras manos. El recibimiento en el aeropuerto, que da pie a gags como la inevitable caída por las escaleras es algo que hemos visto ya en Secuestro aéreo (1979) y en ¡En marcha el mundial 82! (1982), así como en la historieta corta ¡Bienvenido, Mister Morsa!, publicada en el número 25 de Súper Pulgarcito. El esquema se repetirá en Barcelona 92 y La ruta del yerbajo (1993). El transporte posterior en burro echa mano del esquema de los animales ineficaces. Tanto es así, que al final es el animal el que tiene que ser cargado por el pasajero, como ocurrirá en ¡Llegó el euro! (2001). Entre los gags en segundo plano destaca el del Yeti, no tanto por su calidad sino porque aparece en una viñeta y no se retoma hasta varias posteriores.

En el tercer episodio, nuestros profesionales se encargarán de proteger deportistas, aunque lo que harán será eliminarlos uno a uno por accidente. Tanto por su ambientación como por su esquema humorístico, este capítulo recuerda a otros de álbumes como Los secuestradores (1975), Soborno -en este caso con toreros- (1977), La máquina de copiar gente (1978) y a la base de muchos especiales de Mundiales y Olimpiadas. Algunos momentos en la piscina recuerdan a los de la piscina del hotel de Gran hotel (1987), próximo álbum de los peludos en paro.




En el cuarto capítulo, tras la entradilla relacionada con el siempre hostil Joro, encontramos otro esquema ya conocido por los lectores: la búsqueda de un espía en la propia organización, que ya está presente en Soborno y, especialmente, en Hay un traidor en la TIA (1983), álbum del que se han extraído literalmente muchas ideas para el que estamos analizando. Así, hay algunas semejanzas más sutiles como las del incinerador de las páginas 21 y 22, que se corresponden con el de la historieta de Mortadelo (página 29). Sin embargo, otras situaciones son prácticamente calcadas, como las que vemos en las viñetas 1 y 6 de la página 21, en las que Chicha hace lo mismo que Mortadelo en las viñetas 4 y 9 de la página 10 (incluido algún fondo similar).





Del mismo modo, en la historieta de los parados, el gag en torno al agujero en el suelo presenta en sus viñetas 9 y 11 de la página 22 y la 1 de la 23 sospechosos parecidos con las viñetas 1 y 4 de la página 14 del álbum de los agentes. También la idea del fichero de la página 24 parece sacada de la página 36 de la historia de Mortadelo. Los gags, sin embargo, resultan menos eficaces en esta nueva versión, quedando mucho más forzados. Igualmente, la repetición sistemática con apenas cuatro años de diferencia no resulta beneficiosa para la nueva serie, que ya a estas alturas ha claudicado en su intento de seguir pareciendo algo original. La referencia a la CIA en este episodio, subraya aún más los paralelismos con la TIA.













El quinto apartado empieza con una serie de gags en el bar de Joro, que incluyen una referencia a Ibáñez, entre los que destaca un chiste de fondo políticamente incorrecto en el que un negrito devora a su amada. El intento de Chicha, Tato y Clodoveo de proteger una importante documentación resulta ahora idéntico al que hicieron Mortadelo y Filemón en la historieta corta Los flamantes vigilantes (Mortadelo, Almanaque para 1972). El borracho de la aventura original es aquí sustituido por un porrino medio tonto, de manera que las páginas 27 y 28 presentan gags calcados de la tercera y la cuarta del original. Del mismo modo, la escalera que aparece en el episodio de Mortadelo, en la página 8, parece inspirar el gag de la página 29 de los flamantes personajes. No obstante, como en otras ocasiones, la gracia y fluidez del original pierde fuelle en esta pálida imitación que roza el pastiche.



En el sexto episodio, la entradilla con el barman Joro incluye un gag referido al juego de los chinos, que volveremos a encontrar en El 35 aniversario (1992) y Clínicas anti-birria (1993). En este episodio, nuestros protagonistas se encargarán de custodiar la integridad del amenazado coordinador de los juegos, lo cual tendrá nefastas consecuencias para el mismo, debido a la poca coordinación de los agentes. Este esquema se ha repetido hasta la saciedad en las historietas de la pareja. Citaremos solamente algunas de estas ocasiones. Por ejemplo, entre las historietas cortas destacan El espía Matahariez (Súper Mortadelo, nº 3), Protegiendo al embajador (Súper Mortadelo, nº 5), El transformador molecular (Súper Pulgarcito, nº 20), Los protectores (Mortadelo Gigante, nº 11), En defensa del Súper (Súper Mortadelo nº 9) y en la citada ¡Bienvenido, Mister Morsa! Dentro de las historietas largas, destacan algunas como Los invasores (1974), Los cacharros majaretas (1974), Los secuestradores (1976), Contrabando (1978), Los bomberos (1979), Secuestro aéreo, Tete Cohete (1981), El preboste de seguridad (1984), El cochecito leré (1985), El candidato (1989), El rescate botarate (1989) , Las embajadas chifladas (1991), Barcelona 92, El racista (1991), Maastricht ¡Jesús! (1992), El ángel de la guarda (1995), etc. Los gags de este episodio resultan, en general, ineficaces. Destaca el razonamiento de Clodoveo, parecido a los que aparecen en Contra el gang del “Chicharrón” (1969) y El premio No-Vel (1989).



El penúltimo capítulo llevará a nuestros protagonistas a espiar al pueblo saboteador, donde encontramos una serie de gags recurrentes de entorno rural. Esto nos recuerda a álbumes como La caja de los diez cerrojos (1971), Lo que el “Viento” se dejó (1980), ¡En marcha el Mundial 82!, El balón catastrófico (1982); volveremos a ver este esquema en otra aventura del trío: Los sanitarios (1989), así como en Su vida privada (1998) y Llegó el euro. En muchos de estos álbumes se repiten tópicos como el mal estado de las carreteras y las ínfimas condiciones del alojamiento y la comida en estos lugares. No puede faltar tampoco la escena de la estampida de ganado, tan del gusto del autor. Finalmente, los personajes llevarán la bomba ante las mismas narices de su superior, como en Lo que el “Viento” se dejó y Mundial 94 (1993).

El último episodio se caracteriza por un nivel de dibujo ligeramente menos cuidado. Esta vez se trata de “quedar bien” ante las cámaras, recurso usado también, entre otros, en El preboste de seguridad. Lo malo será que los enemigos han soltado una serie de animales de granja como armas ofensivas. Esto dará pie a gags en los que personas de dignidad se verán insultados al creer ser comparados con estos animales, algo muy típico de las historietas cortas de El botones Sacarino y que vemos también en álbumes como Mascotas (2002), ¡Por Isis…llegó la crisis! (2009) y Nuestro antepasado, el mico (2009). A pesar de la intervención de nuestros personajes, Barcelona sale elegida como futura sede olímpica, mientras que nuestros protagonistas huyen perseguidos haciendo alusión a la próxima semana, recurso típico de la publicación semanal que no resulta adecuado para el álbum.

En definitiva, se trata de una historieta corriente, con un dibujo pasable y un guion compuesto de retazos inconsistentes, con recuerdos a historietas previas demasiado recientes. Hay algún fallo de coherencia interna sin importancia, como el número de años que llevan debiéndole a Joro los protagonistas (¿desde el 76 o desde el 82?) y múltiples referencias que nos recuerdan que estamos en los años 80, como las menciones a Margaret Thatcher, Gorbachov, Epi, Mari Carmen y sus muñecos o a la enfermedad del SIDA, tan característica del momento.

domingo, 14 de febrero de 2010

HOY ES EL DÍA DE LOS ENAMORADOS...

Que sí, que sí, que hoy es el San Valentín ese y para conmemorarlo hemos hecho una pequeña selección de algunas de las viñetas más acarameladas de la obra de Ibáñez. Nos referimos a aquellas en la que una pareja de novios pela la pava en el banco de un parque.

Una tipología, la de los novios, que no podía faltar en la comedia humana trazada por Ibáñez. Les dejamos con algunos de estos tortolitos:









Como reto, les planteamos que averigüen a qué álbumes pertenecen las viñetas anteriores.

Salud, amigos.

domingo, 7 de febrero de 2010

SUPER HUMOR DE 7, REBOLLING STREET

Recientemente, Ediciones B ha publicado un Super Humor (nº 48) de 7, Rebolling Street, en su línea de dedicar tomos de esta colección a otros personajes de Ibáñez, al margen de Mortadelo y Filemón. No extrañó en su día que salieran los recopilatorios de 13, Rue del Percebe, Rompetechos, Pepe Gotera y Otilio o Sacarino. Más sorprendente fue la republicación de Chicha, Tato y Clodoveo (y ya se anuncia un segundo tomo) y la que nos ocupa: 7, Rebolling Street.

Sorprendente porque son dos obras de Ibáñez menos conocidas por el gran público, debido a dos razones. La primera, que se crearon en una época en que las tiradas de los tebeos en España habían descendido vertiginosamente. La segunda, porque Ediciones B no los había vuelto a reeditar en todos estos años.


Centrándonos en el volumen de 7, Rebolling Street, hay que matizar que no se trata de "todas las páginas que dibujó Ibáñez para la serie", como se ha dicho desde la editorial. Es una mera recopilación de los 4 Tope Guai que en su momento lanzó Grijalbo al mercado, con este caserón como tema protagonista. Esto se hace aún más evidente si tenemos en cuenta que cada "bloque" de historietas viene precedido de la portada de original de dicha colección.


Desgraciadamente, a los lectores más jovencitos, el volumen les parecerá muy extraño, pues esta labor de rescate (de historietas menos conocidas que no se han reeditado, insistimos, en veinte años) no viene acompañada de un prólogo del autor o del editor en el que contextualice la obra en su momento histórico y editorial, así como dentro de la producción del autor. También resulta algo decepcionante la portada, hecha por un Ibáñez en horas bajas o, quizás, por alguno de sus ayudantes.

En cuanto al interior, poco les diremos que no sepan. Se trata de una actualización de 13, Rue del Percebe hecha a doble página, con algunos personajes que repiten los esquemas y roles de los de la serie primigenia y otros arquetipos nuevos, más acordes con los tiempos. Las primeras entregas (dudo de que lleguen a cinco), son obra de Francisco Ibáñez, y eso se nota. El dibujo es atractivo, los guiones chispeantes y la rotulación y el color manuales vienen de maravilla. Sin embargo, como ocurrió también con Chicha, Tato y Clodoveo, Ibáñez dejó pronto la serie en manos de sus ayudantes, dejándonos algunas dudas acerca de si, al menos, el guion sí era suyo.

Es por ello que el lector no encontrará apenas uniformidad gráfica en las planchas de este tomo. Desde los auténticos Ibáñez hasta los realizados por ayudantes destacados, como el siempre eficiente Juan Manuel Muñoz, que nos dejó páginas más que notables. No obstante, otros colaboradores hicieron auténticas barbaridades, especialmente uno, anónimo, con un grafismo muy parecido al de Juan Carlos Ramis (aunque Ramis me especificó personalmente que él nunca ha trabajado en esta serie de Ibáñez). Para mayor desgracia, relativamente pronto se llega a un punto en el que el color manual desaparece a favor de los colores planos tan característicos de nuestro tebeo, algo que no beneficia a la factura gráfica final.


Dicho lo anterior, la pregunta inevitable es ¿merece la pena comprar el volumen? Indudablemente, solo puedo responder a esta cuestión desde un punto de vista subjetivo y personal. En mi caso no la compraré, pues conseguí hacerme en los salones del cómic y en los mercadillos de segunda mano con los álbumes de Tope Guai que se recopilan aquí, pagando por ellos precios más o menos elevados, dada la rareza de estas páginas de nuestro conocido autor. No obstante, si no tuviera estos cómics, no dudaría en hacerme con el nuevo Super Humor, ya que, aunque no se puede decir que aporte mucho al conocimiento de la obra de Ibáñez, forma parte de la misma y, al margen de la mayor o menor participación de su autor en algunas planchas, es innegable que muchas de ellas arrancan la sonrisa y no pocas la carcajada.


En conclusión, una oportunidad única de hacerse con una de las series menos estudiadas de Francisco Ibáñez y de pasar bastantes buenos ratos, que de eso se trata.