domingo, 27 de septiembre de 2009
FRANCISO UMBRAL HABLA SOBRE FRANCISCO IBÁÑEZ
domingo, 20 de septiembre de 2009
¡A POR EL NIÑO! (1979)
Como ya ocurrió en El transformador metabólico, del mismo año, ¡A por el niño! consta de seis episodios de seis páginas seguidos de un último apartado de ocho. El primer episodio se abre con una introducción en la que los secuaces de Roco el “Bestiajo” intentan secuestrar a uno de los alumnos de la escuela “El Cerebelo”. Una primera viñeta bastante elaborada nos sitúa espacialmente el colegio, con un dibujo más detallado de lo habitual cuando se trata de edificios. Rompetechos hará su pequeño “cameo” al presentarse como candidato para las elecciones. Dada su “visión de futuro”, puede que nuestro entrañable cegato se haya visto seducido por el éxito de su pariente tirano “Rompetechen” (El sulfato atómico, 1969)y se decidiera a dar el paso a la esfera política.
Hay que señalar que estas dos primeras páginas presentan un entintado más cuidado que el resto del álbum, de manera que tan solo el cansino color amarillo que puebla las páginas de Bruguera durante esta época (¿saldría más económico?) desluce el resultado final. Como era de prever, el Súper manda a Mortadelo y Filemón a la citada escuela para proteger a los inocentes infantes. Durante la explicación de la misión, presenciamos alguna sarcástica alusión a la riqueza de los intermediarios de cómic (algo que ya veíamos en Misión de perros- 1976) y comprobamos que Mortadelo nunca pasó del segundo curso de la antigua EGB.
El recibimiento que tendrán nuestros agentes será tan accidentado por culpa de los niñitos como lo fue en la guardería que visitaron en A la caza del cuadro (1971) o como lo será en el colegio de El jurado popular (1995), así como en la casa de acogida de La rehabilitación esa (2000). Por otra parte, la actitud de los niños terribles, remedos de aquellos que habitaban ya la 13, Rue del Percebe, recuerda a la del futuro álbum Los sobrinetes (1988). La escuela “El Cerebelo” posee unos criterios didácticos abiertos que permite a los niños desarrollar su propia vocación; vocación que en este caso parece coincidir totalmente con la de sus padres, por lo que veremos las consecuencias de lidiar con los hijos de un banquero, de un carpintero, de un director de zoológico o de un funcionario (Ibáñez, por supuesto, aprovechará para lanzar sus dardos contra este gremio). La intervención de Libertito Mecha, hijo del fabricante de explosivos, culmina este episodio de una forma bastante abierta.
Tanto es así que será la doble firma de Ibáñez la que nos permita saber que los dos primeros capítulos fueron publicados en entregas diferentes. En esta segunda parte, el Súper se persona en la escuela para ver si sus agentes cumplen bien sus instrucciones, pero una serie de equívocos y descalabros darán pie a situaciones divertidas en las que se veja al personal del centro. También conocemos ahora el objetivo de los secuestradores: Alfonsito Dividendo, hijo del director del Banco Dividendo. Por error, los villanos secuestran a Libertito Mecha, quien logra ponerse a salvo, no sin antes destrozar el auto del jefe de la banda, para hacer después lo propio con el del Súper, haciendo una locuaz explicación de lo sucedido. Nótese la ineficacia de nuestros agentes, cuya mera presencia no impide el secuestro de uno de los alumnos del colegio, aunque fuera por error.
En el tercer capítulo, Roco, disfrazado de señora, matricula a su “hijito”, Margarito Azuceno, que no es otro que un enano “reconvertido” en niño. Se trata de Raf, el “Enano”. No es la primera vez que Ibáñez utiliza el nombre de su compañero de Bruguera para caracterizar a los malhechores. Ya lo hizo con Raf, el “Gorgojo” durante la época de Agencia de Información, así como en ¡Operación bomba!(1972), donde el enemigo se llama Raf , el “Espiazador”. La comicidad del episodio reside en el contraste entre el aspecto infantil del personaje y sus maneras decididamente groseras, con un vocabulario tan plagado de tacos como el que tendrá Mac el “Antropoíde” en La rehabilitación esa. En este capítulo presenciamos también un error referido al hijo del campeón mundial de kárate, que pasa de llamarse Ursulino a Humbertito. El tramo acaba con otro coche de los “malos” destrozado nuevamente por la acción indirecta de Libertito Mecha.
La estrella del cuarto episodio será Carburito, quien con su afición a poner motor incluso a las judías verdes, anticipa el nacimiento del inminente Tete Cohete, el último personaje de Ibáñez para Editorial Bruguera. Se trata de un apartado dinámico y ágil, con situaciones muy cómicas, como la actuación de la directora en paños menores, y con un Roco más pragmático que nunca, que decide personarse en el colegio para raptar al menor sin contemplaciones. Afortunadamente, no concibe su objetivo y su visita se salda con un nuevo modelo de coche chafado. Especialmente memorable es la escena en que tanto él como Filemón salen despedidos por la ventana agarrados de un aspirador.
El hijo del director del zoo será el eje del quinto episodio, al llevar al colegio un buitre que causa los mismos efectos distorsionadores de la rutina que los animales que el Botones Sacarino solía llevar antaño a su redacción. Destacan las confusiones que provoca el animal, así como sus sarcásticos comentarios, en otro episodio saldado con un nuevo coche de Roco destrozado. Curiosamente, la firma de Ibáñez aparece dentro de un rectángulo, pinchada en la pared con una chincheta, rasgo más propio de las portadas que del interior de una historieta.
Apenas hay transición entre este episodio y el siguiente, pues la acción es inmediatamente posterior, recurso muy utilizado en el álbum, lo cual agiliza y otorga fluidez a la lectura. Será ahora Libertito Mecha quien amenizará el capítulo con sus mil y una bombas, así como con sus sarcásticos comentarios, con los que Ibáñez se burla de las contemplaciones de la moderna pedagogía. La implacable protección paterna hacia el chico también se presta a interpretaciones irónicas, lo cual se traduce en bofetadas por doquier al pobre Filemón.
En el último tramo, toda la banda de Roco, el “Bestiajo” se introduce en el colegio. Como suele ocurrir en los finales de las aventuras de Ibáñez, los villanos serán puestos fuera de juego involuntariamente uno a uno, por los “inocentes” escolares y sus aficiones. Será Roco quien irrumpa en el aula y secuestre a Alfonsito Dividendo, desencadenando así una delirante persecución en el triciclo de la directora, escena que servirá de base gráfica para la portada del álbum. Sin embargo, el padre de Alfonsito está en la ruina (aparecen algunas alusiones a la realidad nacional e internacional, como la del Ayatollah) y el niño es puesto en libertad. Tras ser vapuleado por sus secuaces, Roco, el “Bestiajo” es atrapado casualmente por Mortadelo y Filemón. En esta ocasión, nuestros agentes, en lugar de llevarlo a la TIA, lo entregan directamente a comisaría, desde donde se inicia una persecución por parte del desesperado secuestrador, debida a un comentario de Mortadelo.
En general, podemos decir que a Ibáñez le sentó bien ampliar el número de páginas por episodio, lo cual le permitió romper con un esquema (11 capítulos de 4 páginas cada uno) que empezaba a resultar repetitivo. La historieta resulta más ágil y cohesionada que otras, tanto por el hecho de que algunos de sus capítulos no se cierran completamente como por la inolvidable galería de secundarios (los niños, el personal de la escuela, la banda de malhechores) que eclipsan en ocasiones a unos Mortadelo y Filemón que no gozan del mismo protagonismo que en otras entregas de la serie, lo cual no impide que hablemos de uno de los grandes álbumes de la pareja, anticipo de muchas pequeñas joyas que habrán de venir en los primeros años ochenta.
viernes, 11 de septiembre de 2009
FRANQUIN E IBÁÑEZ O EL MAESTRO DEL MAESTRO (Parte VI y última)
Algunos de los datos más conocidos de los aportados aquí han generado en ciertos sectores un rechazo a la obra de Francisco Ibáñez, achacándole falta de originalidad y aduciendo que está basada en la utilización de ideas de otros autores. Nada más lejos de la realidad. Esta postura se ha visto mantenida por el chauvinismo francés y por no pocos críticos españoles, pero lo cierto es que si unimos en un solo tomo las influencias franquinianas de Ibáñez, el resultado no llegaría cien páginas. Algo que puede parecer mucho, pero no lo es para un autor que llegó a producir veintidós planchas semanales durante un largo periodo de tiempo (esto es, si las matemáticas no engañan, si mantenemos ese ritmo como medida estándar, Ibáñez supera las cien páginas cada mes y medio).
Sin embargo, a ninguno de estos autores se le criminaliza por su “inspiración” como se ha hecho con Ibáñez. El motivo es que tanto los personajes de Ibáñez como los referentes extranjeros en que se basaron han traspasado la frontera del tiempo y forman parte activa de la vida de nuevas generaciones que, apoyadas en la tecnología, pueden establecer fácilmente relaciones entre obras. Probablemente, si a nuestras manos llegaran antiguas series bruguerianas de autores de segunda o tercera fila con un atractivo suficiente como para incitar al estudio y análisis de su obra, encontraríamos otras tantas referencias, consustanciales tanto a la forma de trabajar de Bruguera como a la propia creación artística.
Francisco Ibáñez confiesa[1] que en la época en que hacía más de veinte páginas semanales para entregar un miércoles, muchos martes por la noche recurría, para cubrir el expediente, a materiales de Uderzo, Peyó o Franquin que le proveía la misma editorial a tales efectos. Es decir, a Bruguera le importaba que se produjeran páginas, al margen de la originalidad de las mismas. El intento de salida al mercado europeo revitalizó la presión editorial en este sentido. Incluso Manuel Vázquez, paradigma de la originalidad creativa y uno de los más críticos con las imposiciones artísticas de Bruguera (especialmente a la hora de decir a quién había que imitar), recurrió en esta época al material de Berck, autor del semanario Tintín, con el objeto de cumplir con las expectativas impuestas.
Otro punto a favor de Ibáñez es la capacidad de desarrollar un estilo propio partiendo de sus fuentes. Nuestro autor consiguió desasirse de Franquin en su serie El botones Sacarino, como demuestra la etapa más brillante de la serie (a partir de 1967), en la que las caídas, batacazos y jocosos malentendidos son una constante personal. Lo mismo podemos decir de las historietas largas de Mortadelo y Filemón. No cabe duda de que gran parte del éxito de la carrera de Ibáñez se ha cimentado sobre estos álbumes. Pues bien, atendiendo a su análisis, podemos comprobar que sólo dos de las más de ciento cincuenta aventuras largas de la pareja tienen una influencia franquiniana directa y, en muchos aspectos, dicha influencia es más anecdótica que relevante. ¿Puede decirse, pues, que el éxito de este autor está basado en la copia a otra persona? Antes bien, es Ibáñez el que, partiendo de influencias ajenas, ha creado un estilo que ha sentado la cátedra y que ha influido a autores como Enrich, Pineda Bono, Rovira, Casanyes, March, Ramis y Cera, amén de una larga lista de dibujantes y guionistas españoles y extranjeros, conocidos o anónimos.
jueves, 10 de septiembre de 2009
FRANQUIN E IBÁÑEZ O EL MAESTRO DEL MAESTRO (V)
Otro ejemplo lo tenemos en el mítico Magín el Mago, protagonista de la historia homónima de 1971, sigue teniendo algo del doctor Kilikil y de Zorglub. Del mismo año, un poco anterior, es La caja de los diez cerrojos (1971), donde vemos el gag de los hipopótamos-piedra de La mina y el gorila, de Spirou tal y como señalamos en este mismo blog [1]. En El elixir de la vida (1973) encontramos una impagable secuencia en la que el Súper se ve afectado por el invento que da nombre al álbum, secuencia que está basada en la plancha 444 de Gastón el Gafe, esta vez con Fantasio como afectado. Por otra parte, la escena de los nativos en canoa con la que se abre Los invasores (1974) supone una adaptación ibañezca del inicio de Tembo Tabú (1960), aventura de Spirou y Fantasio. Los invasores, como señala Mortadelón en su blog[2], toma también un gag con una sombrilla de una tira de Gastón el Gafe. Del mismo personaje se toman los aviones de la página tercer episodio de Los cacharros majaretas (1974). Ejemplos de todo ello los pueden ver en el Foro de la TIA [3], donde ya fueron publicados por otros estudiosos. Más sutil es la semejanza entre la tira 324 de Gastón y la escena de Los gamberros (1978) en que descubrimos el nombre de la oronda secretaria del Súper, con dibujo en la madera y chasco sentimental incluido.
Si en los ya avanzada década de los setenta la influencia de Franquin apenas se deja ver, en los ochenta será más escasa. No obstante, sí podemos encontrar algunas semejanzas entre la historia corta de Mortadelo y Filemón “Hacer un extraordinario…¡Jo, menudo calvario!” (que conmemora el 25º aniversario de los personajes) y la de Spirou, Fantasio y Gastón Bravo le brothers (1966). Así, en ambas encontramos bromas recurrentes sobre la vida y el personal de la editorial, creación de ambientes similares, e incluso un par de chistes semejantes. Estos elementos comunes, meramente anecdóticos a estas alturas de la producción de Ibáñez se han examinado anteriormente en nuestro blog.[4]. Dentro de los ochenta, tampoco podemos olvidar el parecido entre el jersey de Tato, de Chicha, Tato y Clodoveo, y el de Gastón el Gafe.
En los noventa la influencia es aún menor y sólo en otro álbum especial, Su vida privada (1998), conmemorativo del cuadragésimo aniversario de los personajes de Ibáñez encontramos tanto un gag similar a la tira 710 de Gastón (con tiro al plato y tocadiscos incluido) como un disfraz de marciano de Mortadelo (pág. 28) que recuerda bastante a los dibujados por el autor belga, por ejemplo, en la tira 749. No obstante, no hay que descartar el hecho de que la firma “animada” que Ibáñez muestra a mediados de los noventa venga de un recurso similar que desarrolló Franquin cuando ya estaba avanzada su serie de Gastón, en la que la firma del autor aparecía siempre aludiendo a algún elemento de la historia.
[1]http://mortadeloyalgomas.blogspot.com/2008/09/la-caja-de-los-diez-cerrojos-1971.html
[2]http://mortadelon.blogspot.com/2009/01/parecidos-razonables-xxi-los-invasores.html
[3]http://www.elforo.de/latiacomforo/viewtopic.php?t=2407&start=0
[4] http://mortadeloyalgomas.blogspot.com/2007/12/hacer-un-extraordinariojo-menudo.html
Y mañana, la conclusión.
miércoles, 9 de septiembre de 2009
FRANQUIN E IBÁÑEZ O EL MAESTRO DEL MAESTRO (IV)
También las historietas de Spirou sirvieron de base gráfica a estas magníficas portadas: el portaviones de M.68 está sacado de la aventura El retorno de Z (1960). Poco a poco, las huellas de Franquin en las portadas de Mortadelo irán desapareciendo, a medida que se va bajando el nivel de exigencia editorial en la realización de las mismas.
Mañana, más.
martes, 8 de septiembre de 2009
FRANQUIN E IBÁÑEZ O EL MAESTRO DEL MAESTRO (III)
Decisiva será también la influencia de Franquin a la hora de elaborar las primeras aventuras largas de los personajes. En esta ocasión, volvemos a encontrar un decidido y descarado intento de Bruguera, con Rafael González como cabeza indiscutible (al menos artísticamente), de copiar la fórmula franco-belga de álbumes de 44 páginas. Se pide a los autores que emulen a sus homólogos extranjeros, con un dibujo más detallado e historias más consistentes. Como no podía ser de otra forma ya en 1969, Mortadelo y Filemón serán el buque insignia de este experimento que verá la luz en las páginas de Gran Pulgarcito. Su primera historieta larga, El sulfato atómico, será imprescindible para la puesta al día de los personajes, ahora reconvertidos en agentes de la TIA. Entre los referentes que adopta Ibáñez para abordar este nuevo reto profesional (como Peyó), destaca nuevamente André Franquin. Las viñetas similares de ambos autores en esta historieta y en Valor....¡Y al toro! (1970) son tan conocidos que no pretendemos incluir una documentación gráfica de las mismas; únicamente de algunas imágenes, a modo ilustrativo. Para los interesados en la comparación gráfica, ya la hicieron antes y mejor que nosotros en El blog de Mortadelón, en su sección de "parecidos razonables"[1] y en el Foro de la TIA [2].
No sabemos si la adopción de este modelo concreto fue también imposición editorial o fruto de la preferencia de Ibáñez, pero hay que destacar que ya en 1968- un año antes de este álbum- Ibáñez señala a Franquin como uno de sus dibujantes extranjeros favoritos, a la vez que solicita más espacio para dar a sus historias cuerpo y calidad[3]. El argumento de El sulfato atómico, a pesar de ser pasmosamente simple, deja entrever una notable capacidad por parte del autor a la hora de hilvanar historias más complejas, un dominio absoluto del ritmo y la narrativa, así como una contención de las propia tendencia hacia el humor esperpéntico, sustituido aquí por una dosificada hilaridad subordinada a un argumento central.
Desde el punto de vista gráfico la influencia es mayor. Así, los nuevos protagonistas de la serie tendrán una profunda raigambre franquiniana: el Súper se asemeja en sus gestos al alcalde de Champignac, mientras que el Profesor Bacterio parece derivar del personaje de Zwart, en la aventura de Spirou La mina y el gorila (1956). Por otra parte, uno de los generales de Bruteztrausen se basa claramente en un personaje aparecido en El viajero del mesozoico (1957), otro álbum de Spirou. Pero será la aventura QRN en Bretzellburg la señalada como principal fuente de El sulfato atómico. El argumento plantea como punto en común la entrada a un país de régimen totalitario. Gráficamente, vemos que de ella surge el inolvidable autobús “El avión” en el que los agentes de la TIA llegan a Tirania. También vehículos, motocicletas y militares varios parecen sacados de esta aventura realizada por Franquin. Más sutiles, pero fácilmente identificables, son las semejanzas entre las posturas y movimientos de los personajes de ambos autores. Sirva como prueba el choque de Spirou y Fantasio con un guardia en la página cinco y el de Mortadelo y Filemón con un pintor en la página 20 (para los amantes de los detalles, observen que nuestros agentes chocan tras doblar una esquina muy parecida a la que Spirou y Fantasio doblan tras su encontronazo con el guardia).
Aunque se publicó en cuarto lugar, el estilo de la otra gran epopeya de Mortadelo y Filemón, Valor…¡y al Toro !(1970), muestra que fue realizada inmediatamente después de la primera. Nuevamente Franquin la impregna por completo desde el punto de vista gráfico: desde la entrada “triunfal” de Filemón hasta el final del álbum encontramos el espíritu del maestro belga. El malvado profesor de la banda del Rata parece un cruce entre Kilikil y Zorglug, dos villanos del universo de Spirou y Fantasio.
Pero también los secundarios llevan la impronta de Franquin: así, la marquesa que viaja a bordo del “Ile du Soria” no es otra que la señorita Jiménez, secretaria de De Mesmaeker en la serie Gastón el Gafe, mientras que el conserje del hotel en el que se hospedan Mortadelo, Filemón y el toro adopta los ademanes del mismo De Mesmaeker al andar. A esto hay que sumarle la huella de Franquin en el trazo de los hoteles, edificios, cabinas telefónicas, etc. Aventuras de Spirou y Fantasio como La mina y el gorila, Z como Zorglug, El viajero del mesozoico, El retorno de Z, o Las reducciones, así como los exteriores de Gastón el Gafe estarán detrás de este mobiliario urbano.
[1]http://mortadelon.blogspot.com/search/label/Parecidos%20razonables
[2]http://www.elforo.de/latiacomforo/viewtopic.php?t=2407&start=0
[3] ¿Quién es quién? Francisco Ibáñez, por Jaume Perich. El mundo de la historieta, en DDT, abril de 1968.
El presente artículo continuará mañana...
lunes, 7 de septiembre de 2009
FRANQUIN E IBÁÑEZ O EL MAESTRO DEL MAESTRO (II)
La relación entre Gastón el Gafe y el Botones Sacarino era un secreto a voces que no sorprende a nadie. Menos conocida es, tal vez, la que se establece entre las historietas de Mortadelo y Filemón (antes de llegar a El sulfato atómico) y la serie franco-belga. Así, en la que Miguel Fernández Soto llama “tercera etapa” de la serie estrella de Ibáñez[1] (1963-1965) encontramos una gran cantidad de historietas (tantas o más que en Sacarino) sacadas de Gastón el Gafe. Muy comentado ha sido el viraje que en esta época da la Agencia de Información desde la captura del delincuente hacia la cotidianeidad. La mayoría de las entregas de Mortadelo y Filemón durante estos años se basaban en el enfrentamiento de las personalidades opuestas dentro del ámbito de la agencia. Anécdotas cotidianas que, como se puede ver, entroncan perfectamente con los chascarrillos que André Franquin refleja en Gastón.
[3] http://laosamayor-migsoto.blogspot.com/2007/09/1963-un-verano-francobelga.html