sábado, 1 de febrero de 2014

LOS DIAMANTES DE LA GRAN DUQUESA (1972)



Los diamantes de la Gran Duquesa (1972) fue publicada en la revista Mortadelo en los números comprendidos entre los números 87 y 97 (ambos inclusive). Se trata de un episodio clásico de principios de los setenta, un “Mortadelo típico”, el que bien le podríamos ofrecer a cualquiera que desconociera la serie, para que se hiciera una idea sobre la misma. Por su esquema de buscar “diez objetos en diez sitios distintos”, se puede decir que sigue la estela de La caja de diez cerrojos (1971), pero al estar desprovista la historia del exotismo de los viajes, se puede encontrar mayor relación con historietas más “urbanas”, como A la cazadel cuadro (1972), Operación ¡bomba! (1972) y los futuros El plano deAli-Gusa-No (1974) y El
caso del calcetín (1976).

            El dibujo, como corresponde a esta etapa, se caracteriza porque los personajes parecen algo achaparrados y menos estilizados de lo que estarían años después, con unas manos algo grandes, seguramente por la influencia del entintador y encargado de acabar el lápiz de Ibáñez en aquel momento, Martínez Osete.  La historia se articula en once capítulos de cuatro páginas cada uno.

            En el primero de ellos, observamos gracias a un narrador en tercera persona que nuestros agentes aparecen ya metidos en faena, sin que se vea cómo el Súper les asigna la misión. ¿En qué consiste la misma? En custodiar los diamantes de la Gran Duquesa Tatialagüeña, personaje que a pesar de figurar en el título del álbum, solo aparece físicamente en una notable primera viñeta en la que la vemos desfilar con todo su séquito. Es una lástima que el personaje no se deje ver más, dado el acertado diseño con que Ibáñez la ha caracterizado. Desconocemos la procedencia de esta noble señora, aunque por el diseño de los cascos de algunos de sus acompañantes, bien podría emparentarse con la nobleza prusiana.

            Como no podía ser de otra forma, los diamantes peligran al estar guardados en un maletín diseñado por Mortadelo, quien de esta forma recuerda su etapa de inventor en la época de Agencia de Información. Una vez perdidos los diamantes, esta especie de prólogo se completa con una serie de cambiazos en los que destacan un par de disfraces de Mortadelo: el de Discóbolo y el de fantasma, que le confiere la propiedad de atravesar las paredes. Finalmente, la incompetencia de la pareja (porque Filemón no se queda corto), hace que los diamantes sean robados.

            En el segundo capítulo, Mortadelo hace una mítica entrada disfrazado de “camelo” y Filemón le expone la misión, tras una tensa entrevista con el Súper. Vicente “el Urraco” ha robado los diamantes de la Gran Duquesa y los ha ocultado en diez sitios distintos, que nuestros hombres deberán visitar en busca de los preciados objetos. Este planteamiento ofrece algunas dudas: ¿por qué el villano decidió esconder los diamantes en lugar de venderlos?, y por otra parte, ¿por qué el Súper encarga a Mordelo y Filemón que los recuperen de forma lineal, en lugar de mandar a diez agentes simultáneamente? Respecto al apelativo del ladrón, no deja de ser significativo que se llame “el Urraco”, ya que es conocida la atracción que los objetos brillantes, como los diamantes, ejercen en animales como las urracas. Esto nos lleva a recordar el papel que desempeña la urraca en una aventura de Tintín que, ya desde el título, presenta similitudes con Los diamantes de la Gran Duquesa. Se trata de Las joyas de la Castafiore (1962), aunque los caminos que siguen las obras de Hergé y de Ibáñez son tan dispares que es absurdo hablar de influencia. El primer destino de nuestros agentes será una comunidad de vecinos, en la que destaca una trifulca entre dos “marujas”. Una vez rescatado el diamante, por casualidad, la imprudencia de Mortadelo lleva a hacer que el Súper acabe tragándoselo.

            El tercer episodio sentará las bases de las entradillas típicas de este álbum, marcadas por los conflictos con el Súper. Esto ocurrirá también en álbumes como La perra de las galaxias (1988), donde incluso se encuentran chistes parecidos al que abre este capítulo. No obstante, en las páginas que nos ocupan encontramos una contradicción en la que no sabemos si habrán reparado nuestros lectores. El chiste que se plantea es el siguiente: Mortadelo, teléfono en mano, le dice a su jefe que ha llamado el Súper. Filemón le pregunta que si tiene el teléfono bien tapado y, una vez asegurado, insulta al Superintendente. Sin embargo, resulta que Mortadelo estaba realmente hablando con su tía por teléfono, mientras que el Súper se había personado en la residencia de los agentes. Obviamente, la situación se salda con una paliza del Superintendente a Filemón.

            Sin embargo, encontramos algunos indicios que nos muestran que tal vez el chiste original sería otro: Mortadelo tiene el teléfono colocado del revés y está tapando el auricular, no el micrófono del mismo. Puede que por ello el Súper hubiera oído a Filemón y acudido a su casa en busca de venganza. Esto justificaría que Mortadelo especifique en la viñeta 9 de la página 15 que tenía el teléfono tapado “pero no el micro”. Si el Súper ya estaba en la casa, ¿qué más da que el micro estuviera tapado? ¿Ha habido un cambio en los diálogos? ¿A Ibáñez se le ocurrieron los dos chistes y se confundió en la ejecución en lugar de optar solo por uno de ellos? Dejaremos que los lectores decidan. 



            El segundo diamante está escondido en una obra, escenario que se repetirá en álbumes como en El sulfato atómico (1969), El plano de Ali-Gusa-No, Los secuestradores (1975), La gallina de los huevos de oro (1976), Soborno (1977), El atasco de influencias (1990), El trastomóvil (1996), El señor de los ladrillos (2003) o Jubilación…¡A los 90! (2011), además de en historias de Chicha, Tato y Clodoveo como El negociete (1986) y  La obra (1989). Sobresale en esta ocasión algún gag relacionado con el canibalismo, así como el uso del contrapicado en la viñeta 1 de la página 9. La extraña postura de la persecución de la viñeta 1 de la página 12 nos sirve para desvelar que el diamante se encontraba en realidad en un pedrusco de cartón-piedra oculto en la obra. Una vez recuperado el diamante, Mortadelo demuestra no haber aprendido la lección, pues si en el capítulo anterior hizo que el Súper se lo tragara por lanzárselo, ahora lo manda directo a una alcantarilla – a pesar de lo poco probable es que en un despacho haya una alcantarilla-, por lo que el agente de la TIA acaba sumergido en el detritus buscando la importante joya.

            El siguiente diamante se encuentra en el fondo del puerto, y para este tramo Ibáñez decide acompañar a  Mortadelo y Filemón de una tortuga, que será el gran hallazgo cómico, con sus impertinentes réplicas, esas que el dibujante suele tener reservadas para los caballos y otros animales. Nuevamente encontramos algunos chistes destacables, como el referido (nuevamente) al canibalismo o el de la sopa de tortuga. Algunos planos interesantes en contrapicado, como el de la viñeta 2 de la página 16 amenizan la narración hasta llegar a encontrar el diamante, oculto en un jarrón, todo esto culminado con el desafortunado comentario del Súper, que desencadena la venganza. En el quinto episodio, el diamante está escondido en la copa de un árbol. Para darle un poco de salsa a lugar tan simplón, Ibáñez centra los gags en los golpes que va recibiendo Filemón en su malherido pie, recurso tomado del cine cómico clásico, como atestiguan algunos cortos de Laurel y Hardy. Este recurso cómico se utilizó también en Contrabando (1978), La perra de las galaxias y en El SOE (1992). Los continuos golpes en el pie de Filemón culminan con el “toque de gracia” que le da el Súper, provocando la ira de su agente. Así, se concluye un capítulo que poco tiene de destacable más allá de mostrarnos al tierno Mortadelo de los setenta jugando con soldaditos.

            El sexto episodio se desarrolla, una vez que el Súper ha pillado a Mortadelo y Filemón afrentándole en su domicilio, en un salón de belleza, escenario poco habitual. Con el chiste del “pelo en pecho”, Ibáñez se quita a un susceptible y masculino Filemón de encima para que sea Mortadelo el que se luzca creando el caos en la peluquería. Una vez entregado al Súper el diamante, que estaba en un secador, las alusiones al “pelo” hacen que esta vez sea Mortadelo el que se vengue de su superior, lo cual nos trae reminiscencias de los primeros álbumes. El séptimo capítulo arranca con una exhibición de dos costumbres muy españolas, como son la de holgar cuando el jefe no está y la de marcarse “faroles”. Destaca la metáfora visual en la que Mortadelo se queda literalmente “helado”. El episodio transcurre en las cloacas, como veremos en Los sobrinetes (1988) y  El atasco de influencias. Nuevamente un plano picado sorprende en la viñeta 6 de la página 26, concluyendo el capítulo de forma tópica: el diamante es hallado en un ladrillo y la alusión al mal olor de los agentes detona su venganza.

            El octavo episodio comienza con los agentes haciendo vudú al Súper (algo que reaparecerá en La perra de las galaxias), lo que desata una persecución que el idealista Rompetechos interpreta como una cruzada. El diamante se halla en una estatua de un local llamado El club de la broma, en el que una serie de trampas y trucos dan lugar a gags mecánicos, poco preparados, en un capítulo rutinario que supone lo peor del álbum.  El noveno episodio muestra el gusto de Mortadelo por lo paranormal y misterioso, pues si en el anterior creía en las propiedades del vudú, ahora cree en espejos mágicos, ataviado como la madrastra de Blancanieves. El gag del espejo, uno de los más divertidos. El resto del tramo transcurre en una granja, escenario habitual de otras aventuras como A la caza del cuadro, Los gamberros (1978), Los sobrinetes, Las vacas chaladas (1997), Gasolina…la ruina (2008) o ¡Espías! (2012). Finalmente, el diamante es hallado en un cubo y el episodio culmina con otra venganza por el comentario improcedente del Súper.

            El comienzo del penúltimo capítulo es hilarante: mientras que Filemón asume la catártica actividad de pintar al Súper con cuerpo de burro, Mortadelo lo esculpirá en barro. Esta faceta de Mortadelo esculpiendo a sus compañeros de oficina la volveremos a ver en Clínicas antibirria (1993). El escenario escogido por “el Urraco” para este diamante será un parque, escenario de futuras aventuras como Timazo al canto (1994) y El disfraz, cosa falaz (1995). Allí se enfrentarán con un guarda antes de encontrar la joya, que estaba enterrada.


            En el último episodio, en el que parece que se confirma que los agentes viven juntos, pues Mortadelo habla de “nuestra ausencia” cuando le explica a su jefe la alarma (nada discreta) anti-robos que ha instalado. En esta ocasión, nuestros protagonistas deben ir a por el último diamante, que está en casa de Mike Buharro, aunque no sabemos por qué “el Urraco” (del que no se vuelve a hablar) confió en otro delincuente para custodiar parte de su botín. Al ver el tamaño del sombrero de su enemigo, Mortadelo huye como hará al ver el collar de un perro enorme en Misión de perros (1975). Finalmente, tras algunos intentos fallidos de entrar en su casa, comprueban que el villano es un canijo dotado de una enorme cabeza, que recuerda mucho al  futuro malo de Losmonstruos (1973). Una vez recuperados todos los diamantes, el afán juguetón de Mortadelo y su irresponsabilidad lo llevan a que el maletín que contenía todas las joyas sea triturado por una apisonadora. A pesar de que Filemón no ha tenido nada que ver con esto último, el Súper y la Gran Duquesa (que aparece en off) lo persiguen también, mientras Mortadelo le presta su original disfraz de cirro-cúmulo.

            En conclusión, Los diamantes de la Gran Duquesa, aunque no es muy original ni presenta elementos realmente destacables, es un buen álbum de Mortadelo y Filemón, con momentos divertidos, que hará pasar un buen rato a los aficiondos a la serie de Ibáñez.Quizá esto llevara a BRB Internacional a escoger esta aventura para su adaptación a los dibujos animados en la serie de 1994.

martes, 21 de enero de 2014

¡56 AÑITOS, FIERA!

Ayer, día 20 de enero de 2014, la creación más conocida de Francisco Ibáñez, Mortadelo y Filemón, cumplió 56 años. Aprovechamos esta cita anual para recordar la envidable salud comercial de la serie, con casi doscientos números en su haber (solo en historietas largas), tres adaptaciones al cine en animación, dos en carne y hueso, una serie de televisión de dibujos animados, un musical , etc.

Pero que nada de esto suene a recuerdo apolillado, pues a finales de este 2014 se estrenará un nuevo largometraje de animación dirigido por Javier Fesser y, lo que es más importante, Ibáñez sigue enfrascado en la creación de nuevas aventuras de la pareja de agentes secretos con un entusiasmo envidiable (sí, aunque en las entrevistas se queje mucho), ya que estar separado del tablero le cuesta horrores, pues vive para dibujar. Una actitud encomiable, si tenemos en cuenta que ya no falta tanto para que nuestro autor favorito sea octogenario.

Desde Corra, jefe, corra, queremos felicitar a Mortadelo y Filemón y a su autor, Francisco Ibáñez, por estos 56 años de éxitos y de risas. Hacemos extensiva la felicitación a todos sus lectores, con los que nos une un vínculo de carcajadas y buenos ratos. 

¡A por los próximos 56 años!

sábado, 11 de enero de 2014

LA ESPAÑA DE FRANCISCO IBÁÑEZ



         Como seguidor de Ibáñez, a veces he tenido que oír las quejas de algunos de sus detractores, que también los hay, oigan. Una de las que más recuerdo, y que no comparto en absoluto es aquella que me hicieron hace años, acusando al historietista de representar una España chapucera y cutre, en lugar de enaltecer las cualidades propias de los habitantes de la nación, como sucede a menudo en la ficción norteamericana comercial . Aseguraba mi interlocutor que con la crítica que de los españoles hacía Ibáñez nos daba mala prensa en el extranjero ese y , lo que es peor, minaba la autoestima nacional de sus lectores, al lanzar siempre una visión de lo patrio alejada de todo triunfalismo.

            Aunque, como digo, no comparto la visión de esta persona, a veces uno se pregunta si Ibáñez, con su obra, perpetúa la imagen de una España que no existe, la imagen de una España creada por los propios españoles, con ganas de cachondeo. Una España cutre y retrógrada, pero mítica al fin y al cabo, como míticos son los Estados Unidos de las películas de acción de Hollywood.

            Estando en estos y otros pensamientos, me asaltó la realidad en forma de noticias. Dos acontecimientos bastante comentados esta semana rehicieron poner los pies en la tierra y reflexionar. El primer titular era verdaderamente jugoso:

Varios huidos en una operación contra ETA por un error de comunicación del Ministerio de Interior.

Pues sí, una hora antes de que se produjera la detención de ocho personas, Interior filtró la información, lo que permitió que algunos huyeran, amén de formar un circo mediático si precedentes en una detención de este tipo. Sin duda, la España de pandereta. Un fallo de coordinación entre el Ministerio y los agentes hizo que se anunciara la redada, de manera que los periodistas tuvieran tiempo de ir al lugar de los hechos desde una hora antes, y los perseguidos pudieran escapar tranquilamente.

¿No les recuerda a nada?  A mí, personalmente, la anécdota me retrotrajo al final de Hay un traidor en la TIA (1983), con el Superintendente anunciando a bombo y platillo la próxima acción de la organización y preguntándose por qué últimamente el enemigo intercepta todos sus planes y se anticipa a sus movimientos. Pero ¿hay diferencia entre ambas situaciones? ¡Claro que la hay! Mientras que el Súper se limita a anticipar sus planes a través de la ventana, el Ministerio de Interior de nuestro país lo hace en un comunicado de prensa para los medios. ¡Nada menos!



La segunda noticia, menos popular, nos remite a otros personajes de Francisco Ibáñez. El titular sería el siguiente:

Polémica en Chile por la construcción de un puente al revés por parte de una empresa española.

Efectivamente, el Puente Cau Cau de la ciudad chilena de Valdivia ha sido mal construido por una empresa española, de manera que las dos partes que deben unirse (se trata de un puente levadizo) no coinciden. La foto que adjuntamos a continuación es real, no ha sido manipulada por nosotros.



Visto esto, cabe preguntarse si no habrán intervenido en la construcción un par de tipos que todos conocemos: Sí, hablamos de Pepe Gotera y Otilio. En exclusiva para Corra, jefe, corra, hemos captado una de las imágenes de la construcción del puente que mostramos a continuación:




Analizado lo anterior, tenemos que llegar a la triste conclusión de que la España que refleja, retrata y critica Francisco Ibáñez no es ficticia. Claro que hay buenos profesionales en nuestro país en los más diversos campos, pero no cabe duda de que la chapuza sigue siendo marca de la casa, y más lo es cuanto más subimos en los escalafones de responsabilidad. Si no lo creen, solo miren la actuación cotidiana de los hombres y mujeres que nos dirigen.

No creemos que Ibáñez esté perpetuando de forma perversa ciertos arquetipos con fines destructivos, la verdad. Antes bien, los refleja con extraordinaria lucidez y los critica sin piedad. Y no olviden que la crítica de lo que uno hace mal es el primer paso para poder mejorarlo. Para triunfalismo barato ya están los políticos y el anuncio de Campofrío.