domingo, 31 de agosto de 2008

FILEMÓN, DON PANTUFLO Y EL FÚTBOL

Aunque Francisco Ibáñez y José Escobar son representantes de las dos líneas bruguerianas que más han triunfado en nuestro país, no se puede decir que existan muchas semejanzas entre los dos autores. Por ello, no deja de ser curioso el hallazgo de escenas análogas entre ambos. Un ejemplo de ello lo tenemos en estas historietas publicadas a raíz de la cobertura que tuvo en Bruguera el Mundial 82, celebrado en España. Ambos autores, veremos, reflejan la saturación de información deportiva a través de dos de sus personajes: Filemón Pi y Don Pantuflo Zapatilla.


En primer lugar, dichos personajes mostrarán su rechazo ante la prensa impregnada de espíritu futbolístico:








Tras consultar variedad de periódicos, los dos terminan por romperlos de forma rabiosa y buscar la información en otros medios.









Dado que la radio tampoco satisface sus necesidades de información general, acaban recurriendo a la televisión, con idénticos resultados:









Mientras que en Don Pantuflo esta actitud no es nueva, en Filemón se puede decir que es menos sólida. Esto es, el padre de Zipi y Zape, como digno catedrático de Colombofilia y Filatelia siempre se ha mostrado enemigo del Deporte Rey, cuyas cantadas virtudes no comparte. Del mismo modo, critica la afición desmedida que sus vástagos tienen a esta actividad deportiva, de la que, piensa, nunca saldrán "hombres de provecho". Por ello, la reacción de Don Pantuflo ante la saturación futbolística del 82 resulta coherente.


No sucede lo mismo con Filemón, cuyo interés por el deporte puede variar de una historieta a otra. Está claro que como jugador nunca ha llegado a ser gran cosa, como hemos presenciado en numerosos Mundiales, pero como espectador ha hecho sus pinitos, mostrando incluso su interés por ir al estadio en álbumes como La gallina de los huevos de oro.



Con respecto a las reacciones de ambos personajes en los ejemplos propuestos, similares en el fondo pero diferentes en la forma, cabe destacar la plasmación gráfica de la irritación que hace Ibáñez, que traza unas expresiones de odio y crispación (con baba rabiosa incluida) que superan las del maestro Escobar, más simple y comedido en su trazo.



Se puede observar, por tanto, que el autor de Mortadelo gana la partida en expresión gráfica y comicidad, mientras que el progenitor de Zipi y Zape se lleva la palma en la caracterización psicológica de los personajes.


Y no, no es casualidad que hayamos puesto este post la semana en que empieza la Liga. Y es que muchos estamos ya del fútbol como dice Filemón en la siguiente viñeta:

No obstante, felicidades a los forofos, que ya empieza lo bueno (para ellos, claro).

domingo, 24 de agosto de 2008

MORTADELO Y FILEMÓN: LÍOS EN LA ESTACIÓN

En esta época de vacaciones, de idas y venidas en puertos, comarcales y estaciones, les advertimos acerca de los tres peligros más frecuentes que ustedes deben evitar en estos últimos sitios. Si nuestras advertencias les parecen exageradas...no lo crean, que hay por ahí un tipo llamado Filemón Pi al que le suceden estas cosas de manera cotidiana.

1ºPELIGRO: REMOJARSE CON EL DEPÓSITO DE AGUAS.
Al tal Filemón le ocurrió por primera vez en 1969, en su aventura Contra el gang del Chicharrón.

Le volvió a pasar en 1976, mientras buscaba La gallina de los huevos de oro.


Y tan solo un año después, en Los guardaespaldas (1977) repitió mala suerte.




2º PELIGRO: SER APLASTADO POR LOS TOPES

Esto llegó a convertirse en el pan nuestro de cada día para el pobre agente de la TIA, quien vio su cuerpo (preferentemente la cabeza) aplanado por los topes de los trenes en más de una ocasión. Así, la primera vez que le ocurrió fue en 1976, en La gallina de los huevos de oro:




Al año, siguiente, en la consabida Los guardaespaldas:



Durante la dédada posterior, cuando los especialistas consiguieron librarlo del trauma de los dos accidentes seguidos, la cosa volvió a suceder, esta vez en manos del dudoso dibujante de La cochinadita nuclear (1988)

Ya en los noventa, un Filemón más seguro de sí mismo, aseguró que no volvería a recibir ese golpe tonto en la cabeza y así fue; no lo recibió (en la cabeza). Miren, si no, estas viñetas de Los verdes (1997):



3º PELIGRO: PILLARSE EL PIE EN EL CAMBIO DE AGUJAS

Esta es, tal vez, una de las desgracias que más veces le han ocurrido al pobre Filemón, pues se encuentra en todas las décadas desde que vive aventuras largas. La primera vez le ocurrió en
1976, tras La gallina de los huevos de oro.



Al año repitió en Los guardaespaldas (1977)


Los años ochenta, de la mano de La cochinadita nuclear (1988), no fueron mucho mejores para este asuntillo




En 1997 la historia se repite en Los verdes.





E incluso en pleno siglo XXI, el jefe de Mortadelo sigue con su mala pata, tal y como vimos en El UVA (2003)¡Si es que no aprende el hombre!


Ustedes, por nuestra parte, ya están advertidos.

Tengan cuidado.

domingo, 17 de agosto de 2008

TRAS LA PISTA DE BESTIÁJEZ

La entrada de esta semana parte de la publicación del tema ¡Operación bomba! en El blog de Mortadelo, del amigo Óscar+ab, que hace mención a la aparición del Agente Bestiájez en esta y otras historietas. Bestiájez es, exceptuando a Mortadelo y Filemón, el único agente de la TIA que ha tenido cierta continuidad en el universo de Ibáñez (el Bacterio, la Ofelia y la Irma no se consideran agentes, pues su misión en la organización es otra). Sin embargo, para Ibáñez, la continuidad siempre suele ser efímera y este personaje no siguió apareciendo de forma regular en sus historietas. En este topic intentaremos seguir los rastros que nos fue dejando Bestiájez antes de desaparecer (¿definitivamente?) del mundo de Mortadelo y Filemón.

El personaje tuvo su aparición más destacada en Los inventos del profesor Bacterio (1972), donde descubrimos su misión en la TIA: ir a "reclutar" a los agentes más displicentes. Desde este punto de vista, podríamos pensar que Bestiájez pertenece a una categoría de agente inferior a Mortadelo y Filemón, pues sirve más para "asuntos internos" que para ejecutar misiones. Por qué el Súper no aprovecha la fuerza bruta del ciclópeo agente para misiones arriesgadas, no lo sabemos, pero lo cierto es que las apariciones de Bestiájez quedarán limitadas a esta labor de "recolección" de otros miembros de la TIA.


Todo parece indicar que en el álbum del que estamos hablando, Ibáñez no tenía pensado desde un principio incorporar un personaje fijo, pues en los primeros episodios de la historia son otros los rostros que llevan a nuestros héroes al cuartel general de la TIA. Probablemente Ibáñez viera las posibilidades cómicas del brutote y decidiera dejarlo en nómina durante un tiempo.


Tras su celebrada aparición en Los inventos del profesor Bacterio, donde tiene el privilegio de compartir con el Súper y el científico de la TIA el castigo final, Bestiájez vuelve a aparecer, aunque de forma meramente testimonial en ¡Operación bomba!, del mismo año. La recurrencia a este personaje fue tan habitual que Ibáñez incluso lo convocó para historias cortas, como las doble páginas de El detector de oro. También lo volvemos a encontrar en magníficas historias de ocho páginas de Super Pulgarcito, como El carguero Chatárrez(SP 13) y Misión peligrosa (SP 15).




Sin embargo, conforme avanza la década de los 70 el agente en cuestión desaparece, al punto de que lo vemos depurado de las filas de las TIA en la producción posterior de Ibáñez. ¿Se ha ido para siempre? ¡No! A lo largo de los años, una serie de referencias nos permiten ir siguiendo la pista y tejer la madeja de la vida del agente Bestiájez durante este tiempo. Somos conscientes de que, en estas referencias, Ibáñez, tan ajeno a la continuidad, no está pensando en el Bestiájez de principios de los setenta, sino que utiliza ese nombre como reflejo de la fuerza y rudeza de algún agente cualquiera, cuando le viene al pelo. Sin embargo, haremos nuestro estudio obviando esta realidad, como mero divertimento mortadelofilemoniano, para deleite de nosotros, los fans.



Así, la siguiente referencia a Bestiájez la tenemos en El balón catastrófico (1982), aventura en la que, por boca de Mortadelo, descubrimos por qué nuestro agente no ha salido más: el Súper lo ha despedido, lo que ha motivado una venganza poco sutil por parte de Bestiájez, colocando una viga sobre la puerta:

Pero ya sabemos que en universo de Ibáñez los rencores, aunque frecuentes y atávicos, duran poco, y en Hay un traidor en la TIA (1983) vemos que el agente ha sido contratado de nuevo, como tantas veces les ha pasado a Mortadelo y Filemón. Esta vez, Bestiájez se ofenderá mucho con Mortadelo por sospechar que él puede ser el traidor de la organización (¿tal vez pensó nuestro agente que a Bestiájez le podía durar el resentimiento por haber sido despedido en el pasado?). Como se puede ver, la realización gráfica del personaje poco tiene que ver con la de la década anterior, lo cual es una prueba de que se trata únicamente de usar un nombre que sugiera bestialidad y fuerza, sin mayor alarde de continuidad:


La última referencia al agente la encontramos, de momento, en El nuevo "Cate" (1993), realizado diez años después, en el que nuestros agentes pretenden reforzar la hombría y autoridad del Súper cantando a los cuatro vientos supuestas "hombradas" del jefazo, para mejorar su imagen en la organización. El hecho de que se diga que agredió a Bestiájez solo por estornudar nos lleva a confirmar que el agente constituye en la TIA el paradigma de la fuerza bruta.


Quede este rastreo como una mera curiosidad anecdótica, pues insistimos en que Ibáñez nunca se preocupó, pasados los primeros años de los 70, de que este personaje perdurara. No ocurrió lo mismo con la serie de dibujos animados de la BRB internacional, en la que convierten a Bestiájez en un personaje fijo que suple los diálogos de otros agentes y que presenta una apariencia mucho más próxima a la de Billy el Horrendo que al original. Se trata de una búsqueda lógica de referencias fijas que ayuden a los animadores a agilizar su labor, trabajando sobre modelos ya hechos y conocidos, en lugar de improvisar diseños de personajes cada tres por cuatro.

Sobre el resultado de esa serie de tv...ya hablaremos, que es otro cantar.

domingo, 10 de agosto de 2008

EL GRAN SARAO (1990)


El gran sarao (1990) es una de las últimas historietas de la “etapa negra” de Francisco Ibáñez, fijada entre 1987 y 1990, pero no por ello en este álbum dejan de ser evidentes las huellas ajenas en toda su plenitud. De hecho, se distinguen en su realización dos partes bien diferenciadas. Así, las 8 primeras páginas están realizadas de forma más o menos eficaz (aunque, en todo caso, insuficiente) por un autor desconocido que imita el estilo de Ibáñez con rasgos que recuerdan vagamente a Ramis (véase la entrada al respecto de marzo de 2008). Este primer episodio aparece con la firma-tampón de Ibáñez.

No ocurre lo mismo en el resto de capítulos, de tan ínfima calidad que el creador de Mortadelo y Filemón ni siquiera aportó dicha firma-tampón. Estos episodios, que constituyen la mayor parte del álbum, se caracterizan por una escasísima calidad, que se plasma en la pobreza de los encuadres, en la poca habilidad a la hora de fijar los disfraces de Mortadelo (especialmente desafortunados resultan los de pata, signo de interrogación, perchero y seguro de bomba, a pesar de su originalidad) y en la escasa efectividad visual de los gags, lo cual contraviene la tónica general de la serie. Llama también la atención la desnudez de los fondos, libres ya de los detalles absurdos característicos del periodo. Este rasgo se aprecia en todas las realizaciones de este desconocido dibujante que colaboró también en historietas como Armas con bicho (1988), El rescate botarate (1989) o El inspector general (1990). Los álbumes de Ibáñez alcanzan en este periodo su peor nivel gráfico, afortunadamente truncado por el desplante de Julia Galán, editora que cuestionó a Ibáñez acerca de cómo estaba tirando por tierra su carrera entregando personalmente este material.

Desde el punto de vista argumental, se trata de que nuestros agentes se encarguen de festejar el 25 aniversario de que la esposa del director general pusiera la primera piedra de la TIA. No sabemos si se refiere a la primera piedra de la organización (lo cual significaría que fue fundada en 1965) o del edificio (lo cual carecería de sentido, dadas las veces que la sede ha volado por los aires). Sea como fuera, nada aclara esta historieta acerca de los orígenes de la TIA como institución.

Nuestros agentes se ven envueltos esta vez en una misión “interna”, que transcurre en su mayoría dentro del edificio, como muchas otras historietas de este periodo (Las tacillas volantes [1988] , El ansia de poder [1989],El inspector general …). La irrelevancia de la misma demuestra que los protagonistas sirven tanto para un “roto” como para un “descosido”, desde cuidar de la seguridad mundial hasta celebrar saraos internos. En definitiva, la misión es a sus carreras tan irrelevante como el álbum a su bibliografía.

Los episodios de ocho páginas (excepto los dos últimos, de seis) tienen como nexo común las entradillas, en las que se narra lo que le sucede al Súper al convocar a sus atolondrados agentes. Sin embargo, en este álbum esta cohesión está menos lograda que en otros, siendo el esquema más flexible. El primer capítulo arranca con una introducción aceptable, en la que se habla cínicamente de los políticos, sacerdotes, e incluso de los malos tratos. Tras ella, el Súper encarga a los agentes la misión, siendo consciente de su monotonía. No falta una escena en la que los protagonistas admiran chicas de revista, como hicieran en Las tacillas volantes, presumiblemente de la misma autoría que este álbum. Esta primera parte, no obstante, resulta simpática y divertida gracias a las posibilidades cómicas que el traslado de un piano ofrece. Esta escena encuentra su referente más conocido en los grandes Laurel y Hardy, que obtuvieron algunos de sus mayores éxitos con un argumento análogo. La esencia de la raíz del humor de Mortadelo al desnudo. Los comentarios de los personajes secundarios de este episodio amenizan este comienzo no del todo desdeñable.

El segundo capítulo pasa por que los agentes desalojen la quinta planta del edificio de la TIA para el evento, para lo que contarán (por enésima vez) con un invento anti-gravitador del profesor Bacterio (tan típico es esto de la serie que en la película de Miguel Bardem Mortadelo y Filemón. Misión: salvar la tierra se recurre a una variante de este tipo de inventos). Tras algunas escenas previsibles, como la del ascensor que sale volando, la misma sede de la TIA acaba surcando el espacio.
En el tercer episodio, se organiza un simulacro de recogida de invitados a bordo de un autocar pilotado por Mortadelo, lo cual tiene como claro antecedente algunos de los mejores momentos de Mundial 78 (1978), con escenas muy similares como la de equivocarse de dirección, quedarse sin gasolina, etc. El capítulo, divertido, no obstante, concluye con el destrozo del vehículo. La cuarta parte tiene que ver con los fuegos artificiales de la fiesta, de tal forma que se convierte en una sucesión de simpáticos estropicios vinculados a los petardos y cohetes. Como muestra de escasa coherencia argumental, vemos un error que consiste en mostrar a Ofelia saliendo del trabajo para que, poco después, vuelva a aparecer en su silla, todavía en la oficina.

El quinto capítulo, en el que los personajes han de encargarse de los números del espectáculo es quizás el más divertido de todos. Una serie de confusiones ingeniosas llevan a pensar a Filemón y al Súper que Mortadelo es un psicópata asesino empeñado en desmembrar a los agentes de la TIA. Se trata del punto álgido del álbum, que despierta más de una carcajada y que tiene como referente directo una brillante historieta corta de Sacarino de mediados de los 70: Fiesta carnavalera.



Resulta raro que el sexto episodio siga rentabilizando esta idea (frente al habitual corte tajante) durante una página más, para pasar a la preparación de bebidas para el sarao, con un potingue final de Mortadelo que acaba convirtiendo a todos en cerdos, en un final que recuerda al de la magnífica historieta corta de 1974: Historia burra.

Finalmente, no hay sarao, siendo ésta una historia de nula trascendencia y repercusión en la carrera de los agentes. El lenguaje empieza a teñirse de tintes soeces y de referencias políticas que ya se venían apuntando en años anteriores y que marcarán la tendencia de la década: menciones a Juan Guerra, Mario Conde, etc.

En definitiva, se trata de una historieta con un guion intrascendente pero humorísticamente eficaz a ratos, pero que padece las consecuencias de un pésimo dibujo, que llevaría a Ibáñez a tomar las riendas de la serie en los años siguientes. Para pasar el rato sin mayores honduras.

domingo, 3 de agosto de 2008

MORTADELO Y FILEMÓN: LA DECEPCIÓN



La presente viñeta ilustra uno de los finales recurrentes de las historietas de Ibáñez. Tras haber mandado a sus agentes a la más peligrosa de las misiones, el Súper aparece confirmado que todo ha sido un error, que el objeto que con tanto ahínco habían estado buscando Mortadelo y Filemón no es tan valioso como se pensaba en un principio, o que la declaración del testigo que debían proteger no era tan valiosa después de todo. Visto esto, no es de extrañar la reacción de sus subordinados: en esta historieta en concreto, Filemón, intentando cumplir las órdenes del Súper, se ha estrellado contra un árbol, ha sido víctima de una inundación, de una mordedura de serpiente, se ha cubierto de gloria después de que descargara sobre él un camión de desatascado de alcantarillas y pozos negros, y ha perdido los dientes al aterrizarle un pedrusco en la cara.


Posteriormente, la aparición del Súper aclarando que todo ha sido en vano, acaba desatando la ira del empleado, cuya frustración lo conduce a la venganza. ¿Para qué han servido, pues, sus esfuerzos, sus golpes y sacrificios? Al final, la misión resultó ser un chasco.Esta convivencia con el fracaso es algo habitual en las historietas de Ibáñez, y mucho más aplicable a nuestra propia vida de lo que podríamos pensar en un primer momento. Lo que le ha pasado aquí a Filemón es lo que le pasa a cada pareja que se separa después de sortear muchos obstáculos, a cada currante que es despedido de su empleo después de años de sacrificio. Tanto esfuerzo…¿para nada?


Incluso la vida humana, más allá de estos problemas concretos, es susceptible de someterse a este esquema. Los que pensamos que cuando se nos cierran los ojos y se nos tuerce el gesto no hay ningún “más allá” más allá del agujero, bien podríamos plantearnos esta reflexión. Te pasas la existencia intentando labrarte un futuro, una familia, un empleo, superando enfermedades, zancadillas y luego…Luego, de forma insolente, llega el señor Súper disfrazado (ahora le toca a él) de Parca y te dice que ya está, que se acabó, que se te acabó la página. Y el ser humano, que no es un personaje de Ibáñez, ni siquiera puede coger a este Súper y lanzarlo por un acantilado o encerrarlo en una jaula con siete cocodrilos del Nilo. La resignación parece ser lo único que queda. Visto así, el panorama sería bastante desolador.


Sin embargo, leyendo las historietas de Mortadelo y Filemón, uno se da cuenta de que las cosas no son tan simples. Ibáñez lleva años enseñándonos que el gag final, ése que cierra la historieta, no ha de ser el mejor, ni siquiera el más importante. Poco importa que el documento importantísimo que hayamos estado buscando durante toda la historieta resulte ser al final una receta de cocina: lo importante es la sucesión de gags, el desarrollo de la historia en sí. Eso es lo que ha divertido al lector, eso es lo que ha dado vida a los personajes, su motor, su esencia, su razón de actuar y de ser.


Del mismo modo, poco nos importa a nosotros el gag que un sádico dibujante nos tenga deparado para el final de las diversas aventuras que emprendemos a lo largo de nuestra vida. Nuestra esencia, como la de Mortadelo y Filemón, es la de ir viviendo nuestra propia misión, ir intentando, probando y fracasando para volver a intentarlo otra vez. Y es en ese devenir de caídas, de trompazos, de roces y de disfraces donde está el verdadero sentido nuestra existencia como personajes de la gran historieta que es el mundo.En definitiva, aunque puede que un irónico Super-intendente nos tenga preparada la más decepcionante de las desilusiones tras habernos dejado el pellejo por la TIA, por mi parte, no pienso renunciar al placer de seguir haciendo y deshaciendo mi historieta gag tras gag, descalabro tras descalabro, hasta acabar la página.


Al fin y al cabo, los chichones duran dos viñetas.