En esta vida, como reza el dicho popular, "nada es verdad ni es mentira, todo depende del cristal con que se mira". Este perspectivismo será expuesto literariamente por Miguel de Cervantes y su Quijote, quien, mediante la palanca de la locura revoluciona el mundo exterior, percibiéndolo de una forma distinta.
Características semejantes, salvando las distancias, encontramos en el Rompetechos de Ibáñez, a quien en muchas ocasiones se ha tachado de gruñón y malhumorado, erróneamente, en mi opinión. El colmo de esta tendencia fue presentarlo como un fascista permanentemente cabreado en la película de Javier Fesser La gran aventura de Mortadelo y Filemón.
Sin embargo, creo que se debe considerar que aunque, en efecto, Rompetechos acabe muchas de sus historietas enfadado, protestando, esto se debe al conflicto que se provoca entre el mundo real y la visión que él tiene de ese mundo. Visión que, me atrevería a decir, es sumamente idealista.
En la obra de Ibáñez comprobamos que Rompetechos no es solo un tipo capaz de ilusionarse con cualquier nuevo proyecto u objeto, sino que, además, su ceguera lo conduce a una visión del mundo bastante idealizada.
Así, nuestro cegatón puede ver a tres típarracos estrangulándose en la calle y pensar que son tres niños jugando al trenecito. O bien contemplar un tétrico murciélago y confundirlo con una grácil mariposa.
Podría argüirse que, efectivamente, eso es lo que ve Rompetechos, pero no podemos descartar la posibilidad de que este personajillo cabezón perciba únicamente sombras, movimientos, brumas...y sea su mente la que les dé forma. Al fin y al cabo, ya se sabe que uno ve lo que quiere ver.
Así, Rompetechos puede albergar una visión de la realidad idealizada, tendente a ver lo que de bello hay en lo crudo de la vida (que llamaremos "ceguera maternal") y otra en la que la idealización conduzca al inmovilismo, a la falta de lucha social (la llamaremos "ceguera política"). Esta última se da cuando ante una injusticia, nuestro personaje crea la imagen de una escena bucólica, idealizada, conformista.
Pero no pretendemos aquí sacar lecturas políticas del personaje, que de eso se encargan otros, sino más bien de reivindicar el buen talante de Rompetechos, personajillo positivo donde los haya, cuyo drama interno consiste en un enfrentamiento constante y quijotesco entre lo que percibe y la cruel realidad (que no es poco).