Tan solo seis años después de
El ascenso , una de las historias más recordadas por los fans, Mortadelo y Filemón vuelven a lidiar con la ambición propia y ajena en
El ansia de poder, que junto con la historieta anteriormente mencionada y con
Hay un traidor en la TIA (1983) constituye la trilogía de historietas en que los agentes de la organización pugnan entre sí, bajo el signo de la competencia o la desconfianza. Estaríamos ante una de las que hemos llamado
"historietas sin misión", ya que el Super-intendente no asigna ningún cometido a Mortadelo y Filemón a lo largo de las 44 páginas del álbum. De hecho,
nuestros agentes deambulan haciendo trabajos menores por los pasillos de la TIA, sin ningún objetivo concreto salvo la ambición personal de medrar. Es por ello que apenas salimos de la organización, conformando así una "
historieta de interiores", de las que tanto abundan en esta época.
Centrándonos en el contexto, estamos dentro de lo que se ha dado en llamar "etapa negra", época que va de 1987 a 1990 y que se caracteriza por la desigual participación de Ibáñez en su propia obra. El ansia de poder, de hecho, ha sido dibujado íntegramente por Juan Manuel Muñoz, si bien es cierto que las tintas corrieron a cargo de manos menos expertas. La firma de Ibáñez es la característica firma-tampón con la que se adornan varias de las historietas de este periodo.
El trabajo de Muñoz, como siempre eficaz, llevó a que durante muchos años la aventura fuera considerada, incluso por los fans más avezados, como un "Ibáñez auténtico". Solo rasgos apenas perceptibles para el ojo experto relativos a la composición de alguna viñeta o al hieratismo de alguna figura, delatan que no estamos ante una obra de Ibáñez. También se nota en algunos de los disfraces, campo en el que los distintos dibujantes que han intentado imitar al maestro no logran destacar como él. Algunos ejemplos los tenemos en los disfraces de ciempiés (pág. 4), lata, (pág. 8), morcilla (pág. 11) o guitarra (pág. 12). No obstante, Muñoz, discípulo aventajado del maestro, logra algunas caracterizaciones muy conseguidas, como la del Mortadelo-demonio, en la página 9.
Como corresponde a muchas aventuras de esta época, El ansia de poder se compone de seis capítulos de seis páginas y uno de ocho, serializados en los números comprendidos entre el 119 y el 125 de la revista Mortadelo en Ediciones B. El primer episodio comienza con un breve prólogo que es una declaración de intenciones con respecto a lo que será el álbum: una disección del ansia de poder del ser humano, de su ambición insana por llegar a la cúspide pisando a quien haga falta. La visión del guionista Ibáñez no está exenta de crítica, cuando presenta los medios agresivos gracias a los cuales se ha intentado medrar a lo largo de la historia, no sin antes señalar que el cerebro humano ha sido el menos utilizado.
La historia comienza con Mortadelo vestido con un disfraz inusual, el de Goliath, que no será el único disfraz bíblico que encontremos en el álbum. Al principio del capítulo sexto, se disfrazará de profeta, con un físico que recuerda al futuro álbum El profeta Jeremías, cuyos dibujos también corresponden parcialmente al lápiz de Muñoz. En este episodio vemos a un Filemón especialmente responsable, que llama a su subordinado para pedir un expediente al agente Venancio, al que ambos (cosas veredes) critican por vago. Este es quien les informa de que el director general va a jubilarse y está buscando sucesor. Mortadelo y Filemón no se lo piensan: el puesto debe ser suyo, aunque parece que no les mueve otra motivación que la de jorobarse mutuamente. En las páginas siguientes, sus intentos de peloteo hacen quedar mal al Súper, con simpáticos equívocos que parece que dan ya por muerto al director. En estas páginas vemos de nuevo la sorprendente faceta resposable de Mortadelo, que pretende arreglar la alcantarilla general de la TIA, y la detallista de Filemón, que le lleva un ramo de flores a Ofelia por su cumpleaños.
En cuanto al
diseño del director general,que aparece por primera vez en este capítulo,
no se corresponde con los arquetipos que normalmente suele dibujar Ibáñez: el señor de las cejas y bigote poblado o el de las gafas redondas. Esta vez se trata de un personaje creado ex profeso, quizás porque se sabía que no volvería a ser utilizado: en él se destaca su aspecto avejentado y achacoso, para justificar su pronta jubilación. La TIA ya tuvo otro director bastante anciano en
Concurso-Oposición (1975).
En el segundo capítulo, los agentes tratan que el Súper quede mal delante del director general. En lugar de intentar acumular méritos propios, la naturaleza ruin de Mortadelo y Filemón los lleva a echar por tierra a los demás. Por otra parte, hay que decir que los medios por los que intentan promocionar en El ansia de poder son bastante menos meritorios que los de El ascenso. En la historieta antigua, los agentes basaban su progreso en puntos que iban acumulando de misiones resueltas. Ahora se basan en el mero pelotilleo al superior, que es igualmente responsable de esta actitud de sus hombres, ya que basa sus criterios de aprobación en detalles superficiales y nada profesionales. Lo hilarante de este capítulo es que los intentos de dejar mal al Súper se vuelven contra Filemón, y solo al final el Super-intendente se verá desprestigiado ante el director general.
El capítulo tres comienza con un disfraz original de Mortadelo: el de cinco pesetas de vellón. En esta ocasión es Ofelia la que intentará prosperar, influida por las mujeres de las revistas que lee. El machismo de este fragmento no se limita al director general,que queda prendado de la bella Irma a pesar de que es Ofelia la que lleva la voz cantante; la misma Ofelia también recurre a tópicos machistas, ya que pretende prosperar mediante sus dotes culinarias y su actitud servil ante el varón. Este capítulo tiene como subtrama el dolor de pies de Filemón, que volverá a meter la pata ante el director al final del episodio, aunque Ofelia ya habrá quedado totalmente desprestigiada ante él. El fragmento contiene una subida de tono que prefiguraba los álbumes más modernos: el director, con una viga de hierro le dice a Ofelia en la página 17 que él sí que le va a dar "una cosa ferruginosa", a lo que ella responde calificándolo de atrevido, por decirle eso a una chica soltera. En este caso, la alusión sexual es clara para el público adulto, aunque pase inadvertida para el infantil.
En el cuarto capítulo, descubrimos de nuevo la ambición de Bacterio, que ya mostró en El ascenso. Eso sí, el científico pretende prosperar por méritos propios, mostrando sus inventos al director. El esquema del episodio será el siguiente: Mortadelo y Filemón se los birlarán al científico para presentarlos como propios al director, con el subsiguiente desastre. Resulta paradójico que, dada la desconfianza que las invenciones de Bacterio han suscitado siempre a nuestros hombres, ellos le enseñen a su superior los inventos sin haberlos probado antes. Una estupidez tan grande como la del propio Bacterio, que a lo largo de todo el capítulo no ha caído en la cuenta de que le birlaban los inventos...justo después de hablar con Mortadelo y FIlemón. En el episodio destacan la imagen del mosquito gigante,que remite a El sulfato atómico (1969), la mención explícita de una marca comercial, como es el Cola-Cao y el fallo del colorista que deja en blanco una lámina que, según se especifica en los diálogos, debía de haber sido roja.
El quinto episodio cede el protagonismo a Gilifláutez, personaje pequeño y apocado que, sin ser fijo en la serie, resulta un remedo de Migájez, el celebrado secundario de El ascenso. El hecho de reutilizar el arquetipo demuestra la conveniencia de que Ibáñez hubiera dejado como personaje fijo a Migájez, un agente al que todo le sale bien, en la línea del Feliciano de Vázquez, y que hubiera sido un buen contraste con el resto del personal de la TIA. En este tramo encontramos algunos de los gags más ingeniosos del álbum, como el de la daga malaya, el whisky y el cristal de bohemia, el del cuadro de Picotazo...Lo hilarante es que aquí todos los intentos de dejar mal a Gilifláutez redundan en su beneficio. De hecho, el capítulo acaba con unos Mortadelo y Filemón desesperados y un director encantado con Gilifláutez, por lo que no sabemos por qué no le da el puesto a él directamente.
El sexto episodio nos muestra a Mortadelo y Filemón como un equipo, ya que van juntos a hacerse los simpáticos ante el director. Su principal competidora en esta ocasión será la señorita Irma, que aquí ya no parece la mujer decidida que conocimos como encargada de la sección de terrorismo en Terroristas (1987), sino que es mucho más cursi en su forma de hablar, se asusta de las armas y no sabe reconocer ni siquiera una granada. Poco queda ya de esta antigua experta en terrorismo, ahora rebajada a mera secretaria. Algunos gags presentan gran ingenio, como el del agujero del cinturón o la forma en que descubren al traidor Cabrítez. Lo que en realidad es temeridad, como escribir con un cartucho de goma 2 en la máquina, es valorado como valentía por el director, que por otra parte se decepciona cuando Irma se asusta de una araña. Esto confirma el carácter voluble y el criterio poco riguroso del director general, que incluso piensa en llamar de nuevo a Mortadelo y Filemón (él también los considera un equipo), aunque ya tiene motivos de sobra como para descartarlos como sucesores.
El séptimo episodio, de ocho páginas, es un "todos-contra-todos" en el que destacan algunos gags divertidos como el de la trampa de ratones, el del hueso en el suelo del despacho, etc. No obstante, desde el punto de vista del guion encontramos algunas anomalías, como en la última viñeta de la página 40, en la que Ofelia le pregunta al director qué le ha parecido su regalo. Lo esperable es una reacción (burra,todo sea dicho) por parte del "dire", pero al volver la página encontramos que hemos cambiado de escena y que nos quedamos sin la viñeta que todos esperamos de Ofelia siendo agredida por el director.
Finalmente, encontramos un gag reutilizado de Misión de perros (1976), cuando Mortadelo consigue atrapar a un can disfrazado de hueso gigante, algo que ya hizo el Anacleto de Vázquez a principios de los setenta. El clímax humorístico del episodio llega con la hilarante escena en que el Súper, Bacterio, Ofelia e Irma van a llevar cada uno un regalo al director. Acto seguido, Mortadelo realiza el cambiazo y se crea un gran efecto cómico, pues ha sustituido los presentes por un bulldog, lo cual hace que las palabras de los lisonjeros resulten paradójicas y llenas de comicidad. Puestos todos ellos fuera de combate, Mortadelo y Filemón creen que son los únicos candidatos, por lo que nos preguntamos: ¿qué pasa con el resto de la organización, incluido el mismo Gilifláutez?
Sin embargo, el director general parece pensar igual que ellos, pues desvela el misterio de su sucesión solo a los protagonistas del álbum. Finalmente,
el elegido es Popeye, cuyas apariciones en la serie ya fueron reseñadas por
Mortadelón en su
blog. Esto desata el furor de los miembros de la TIA contra Mortadelo y Filemón, que acaban perseguidos por todos ellos. ¿Por qué un personaje como el director general, que llega a ser co-protagonista de esta historia no vuelve a aparecer en la serie? Fácil, señores, porque se ha jubilado.
El ansia de poder presenta un guion adecuado y superior a la media de los de la etapa negra, aunque no haya sido así reconocido aún por la mayoría de los seguidores de la serie. Existen algunos fallos ortográficos, como "almohadón" sin "h" en la viñeta 9 de la página 31 o "habían" como verbo principal en la viñeta 3 de la página 44. El guion, aunque es de Ibáñez, seguramente fue transcrito por Ana María Palé, lo cual puede explicar algunas expresiones impropias del autor, como "idiótilo" o "locatis", esta última mucho más propia de Martz-Schmidtz.
En conclusión, podemos decir que estamos ante un álbum bastante simpático, que entre risa y risa nos muestra la amarga naturaleza del espíritu humano. Quienes hayan tenido alguna experiencia laboral en este sentido, podrá haber comprobado que el ansia de poder desata lo peor, las miserias del alma humana. Ibáñez, siempre certero, disecciona a la perfección esta mezquindad y la plasma en un álbum que, sin llegar a la categoría de El ascenso, arrancará seguro más de una sonrisa. El mismo autor lo cita como uno de los álbumes que le recomendaría a Felipe González (así como a sus predecesores y sucesores), junto a El atasco de influencias (1990) o Corrupción a mogollón (1994),en una ingeniosa respuesta a una insidiosa pregunta de un periodista.
No en vano
es este el único álbum de la "etapa negra" que, sin haber sido dibujado por Ibáñez, fue adaptado para la serie de televisión de BRB internacional en 1994. Cabe destacar que en la versión animada,
el personaje final que aparece no es Popeye, sino Dartacán, por cuestiones obvias de derechos de autor
. El acertado guion y la habilidad de Juan Manuel Muñoz para recrear en papel el universo de Ibáñez hacen de El ansia de poder una obra digna de ser rescatada y revisada.