La brigada bichera (1981) es una de las muchas aventuras de
Mortadelo y Filemón basadas en la convivencia de nuestros agentes con los más variopintos animales. Empezó este subgénero con
Safari callejero (1970) y continuó con álbumes como
Pánico en el zoo (1975) y en los posteriores
Armas con bicho (1988),
Animalada (1994) y
Mascotas (2002), así como en el álbum de
Chicha, Tato y Clodoveo Mogollón en la granja (1989). En esta ocasión, la TIA pone en marcha una brigada de animales que, con ayuda de los potingues del Bacterio, desarrollan sus cualidades innatas hasta el punto de poder colaborar “eficazmente” con nuestros agentes secretos. Desde el punto de vista estilístico,
esta etapa de la obra de Ibáñez (que ya dividía la plancha en cuatro tiras en lugar de cinco)
se caracteriza por cierta desnudez en los fondos, algo que se verá compensado por un mejor acabado que desarrollará un par de años después. Inconfundible es, para los amantes de las primeras ediciones, la
sobreexplotación del color amarillo en los fondos llevada a cabo por Bruguera en esta época, quizás por cuestión de tiempo o de precios.
El primero de los siete episodios de la historia comienza con una serie de juegos de palabras y malentendidos con un gorrino que implican que casi todos los personajes (especialmente Filemón) se sientan aludidos al llamarles cerdos, directa o indirectamente. Un comienzo más que divertido. La aparición del Súper supone la exposición de la misión y en sus diálogos se anuncian algunos de los animales que habrán de participar en la misma, aunque también se alude a un loro para repetir conversaciones que nunca llegará a aparecer…¿Lapsus de
Ibáñez al escribir este diálogo o cambio de planes durante el desarrollo del álbum? Suben el nivel del episodio los irónicos comentarios del cerdo, como es costumbre en el autor a la hora de caracterizar a los animales. Cuando el bicho en cuestión agujerea una tubería del gas, Filemón advierte a su subordinado de que no debe encender ninguna cerilla, señal de que lo conoce bastante bien a estas alturas. Obviamente, Mortadelo responde que él ya usa mechero y…No es necesario explicar más.
En el segundo capítulo observamos atónitos que el fichaje de una nueva agente de la TIA se anuncia en el periódico (algo impropio de una organización secreta). La belleza de la tal Brigitte provoca un incidente con una Ofelia más que discreta en sus intervenciones en este álbum. Tras este pequeño prólogo, nuestros personajes han de hacerse cargo de otra Brigitte, una cabra que constituye un buen ejemplo de
la capacidad que tiene Ibáñez de caricaturizar animales, con resultados desternillantes. Un diseño similar presentará la cabra de
Los verdes (1997), con algún gag parecido. El olfato del animal (cualidad desarrollada
por el Bacterio) servirá, además de para confirmar que Filemón es un vulgar raterillo, para buscar al Vito Gamba en el monte.
La cabrita en cuestión, que
resulta ser tan decepcionante como los perros que suelen acompañar a Mortadelo y Filemón en sus misiones, los llevará a todos a la desgracia final, de ahí la venganza de nuestros agentes ante el médico que osa recomendarles leche de cabra para su recuperación.
En el tercer episodio vemos a un Mortadelo pesimista y apesadumbrado, lo que no acaba de cuadrar con su carácter habitual. Tras una guerra sin tregua con el Bacterio, nuestros agentes se hacen cargo de Doroteo, un buitre que habrá de encontrar el cadáver del magnate Cebollónez. La ineptitud del animal, caracterizado por unos comentarios que delatan una estupidez solo comparable a la de
Ran-Tan- Plán en la serie
Lucky Luke, se ve reforzada por los comentarios de los secundarios que pasan por la calle, un recurso cómico muy hábilmente explotado durante esta época. Entre los gags recurrentes destaca el del taxi volador, sobre el que ahondaremos en próximas entradas.
Muy recordado es el cuarto episodio en el que nuestros agentes, que en vano intentan ocultarse de las pesquisas del Súper, se hacen cargo de Cleopatro, el perro que con su olfato tendrá que encontrar a Aniceto “el Metralla”. Destacan nuevamente los comentarios irónicos del animal y encontramos algunos gags que se repetirán posteriormente en El premio No-Vel (1989), como el de arrojar algo de comida para que el perro ande sin que Filemón le haya soltado la correa. El episodio finaliza sin que quede concluida la misión para la que estaban utilizando al perro.
El siguiente apartado empieza con referencias a una situación económica más que precaria (¿alusión a la suspensión de pagos de Bruguera?), por lo que Mortadelo acaba metiendo en la cazuela a la paloma que habrá de acompañarles en este episodio (gag que ya vimos en Chapeau “El Esmirriau”- 1971- y Los cacharros majaretas -1974). En este apartado la escatología empieza a hacer acto de presencia en la serie, dados los retortijones del animal y las alusiones a cisternas y demás. La fuga de la paloma da pie a una serie de gags divertidos, entre los que destacan los encuentros con un niño y su padre bestiajo. Cuando un labriego pronuncia ante Filemón las palabras equivocadas, la consabida venganza de este (venganzas en las que nuestros agentes siempre son fieros e implacables) se convierte en un tiro salido por la culata, quedando nuestro personaje herido y maltrecho.
El séptimo capítulo no sigue exactamente la tónica del resto. En él, Rodríguez “El Hotentote” quiere liquidar al millonario Gasolini. Nuestros agentes pretenden acabar con el malhechor usando el mosquito Tsi-Tsi, de picadura mortal, pero la huida de este desemboca en una serie de gags tópicos relativos a la ineficaz capacidad de protección de los protagonistas.
Como ocurre en otros cómics de animales (Safari callejero, Animalada…) la parte final, el colofón, viene de manos del elefante. Esta vez el bichejo tendrá la particularidad de golpear con la trompa a todo aquel que lleve en la cabeza algo parecido a un turbante, al igual que el de Animalada lo hacía con los que vestían de negro. Este tipo de recursos son usados con habilidad por Ibáñez para darle más salsa a las situaciones, siendo un ejemplo de su capacidad para el gag acumulativo. Los intentos de usar al animal para capturar al Rana (¿Será el mismo de Objetivo: Eliminar al Rana? -1976) se verán entorpecidos por los roces continuos con Sigerico Pituitaria, narigudo acomplejado que se llama como el elefante. Destacan también las apariciones de secundarios con sus comentarios, así como algún gag que se repetirá en Animalada, como el de los ladrones de camiones. El clímax final vendrá con la presencia del director general (el mismo que en La máquina de copiar gente- 1978) y señora, que verán chafado tanto su despacho nuevo como su propia fisonomía, poniendo así fin a la brigada bichera y deportando a nuestros protagonistas a una minúscula isla desierta. El episodio contiene alguna metáfora visual interesante como la trompa del animal convertida en puño indicando la intención de golpear.
En conclusión, podemos decir que se trata de un álbum estándar de Mortadelo y Filemón, con unos diálogos bastante divertidos y en el que se comprueba una vez más la enorme expresividad con la que Ibáñez dota a sus animales. De hecho, fue uno de los episodios mejor adaptados para la serie de BRB Internacional, con un ritmo más o menos adecuado y un acertado doblaje.