En esta primera aproximación subiremos hasta el ático, ocupado por Manolo, el moroso, uno de las criaturas más recordadas del vecindario. El personaje es una clara caricatura de Manuel Vázquez, el inolvidable autor de Anacleto o Las hermanas Gilda. Con respecto a la inclusión de este compañero de editorial en la serie de Ibáñez, existen varias hipótesis. En el blog de Lady Filstrup, los Burgomaestres, basándose en pruebas palpables, demuestran que fue Manuel Vázquez el que primero desarrolló este formato de manera humorística (hay conocidos antecedentes con otras características) y que, probablemente, Ibáñez le devolvió el “regalo” incluyéndolo como inquilino. No sabemos si esto ocurrió así o si tal vez Vázquez dibujó alguna página más en la que ya aparezcan los personajes que después daría a conocer Ibáñez, quien se limitaría a dar continuidad a la serie heredada de su compañero (que era muy dado a incluirse en sus historietas, alimentando así su imagen de moroso recalcitrante). A falta de pruebas que confirmen esto, mantendremos la hipótesis de los Burgomaestres.
Centrándonos en la vida del personaje elegido en esta ocasión, diremos que el tal Manolo ocupa una de las viviendas más peculiares del número 13 de la conocida Rue, pues no habita en un piso, sino en una especie de buhardilla que linda con el tejado sobre el que se erige el título de la serie. Esta localización le da un aire bohemio que se refuerza al no conocérsele oficio alguno. No obstante, partiendo de sus primeras apariciones, bien podríamos decir que se trata de un artista, ya que aparecen varios lienzos hacinados en su angosta vivienda. Comparte su cubículo con un gato que parece ser su alter-ego, llegando a reproducir en más de una ocasión los gestos de su amo y reforzando sus actitudes, actuando, incluso, como cómplice de sus mil y una tretas para evadirse de sus responsabilidades. Este gatito, única compañía del personaje más solitario de la comunidad, es uno de esas pequeñas joyas que nos dedica Ibáñez y una de las que han pasado más desapercibidas para el gran público.
En su primera aparición, parece como si Ibáñez no tuviera todavía muy bien definido al personaje, pues no muestra su esencia como moroso recalcitrante. Simplemente lo vemos aprovechando un desagüe para darse una ducha. No obstante, ya desde su segunda página, Ibáñez encuentra la característica que habría de definir a este extraño inquilino: su afición a las deudas impagadas (clara reminiscencia del Vázquez real).
Sin embargo, quien piense que Ibáñez le sacó poco partido a esta cualidad, está muy equivocado, pues, partiendo de ella, nuestro autor desarrolló chistes magistrales que se pueden catalogar en diferentes apartados, dependiendo de los mecanismos humorísticos que se utilizan. La clasificación que proponemos no es la única ni la mejor, pero sí está plenamente justificada, basándonos en las páginas de esta inmortal serie. Así, Ibáñez traza los chistes de este personaje partiendo de la repetición de los siguientes esquemas alternantes:
Mecanismos para aprovecharse de los acreedores. Y es que nuestro deudor no sólo no se inquieta ante la presencia de sus cobradores sino que le saca partido, dándonos una curiosa lección de lo que es tener sentido práctico en la vida. Quedan para este apartado las páginas en las que son los acreedores los que, dándole a una manivela atada a un ventilador o echando petróleo por un tubito a la casa de Manolo, ayudan a este a pasar un buen verano o invierno, aclimatando así la modesta buhardilla. Estos chistes se usan, sobre todo, en los especiales de dichas estaciones.
Camuflaje. En ocasiones, el gag deriva del camuflaje del personaje, al que, cual Mortadelo, vemos caracterizado como señora, estatua, chimenea e incluso lombriz.
El recado. En más de una ocasión hemos visto el departamento de nuestro protagonista vacío y, en su lugar, una nota dedicada a los acreedores en la cual estriba la gracia del gag en cuestión.
Dispositivos de defensa. No pocas veces hemos visto al “bueno” de Manolo defenderse de sus acosadores mediante animales como perros feroces, tigres, leones o bien formando literalmente una trinchera desde la que defiende su bastión de morosidad.
La factura como elemento cómico. También encontramos viñetas en las que el uso que el personaje hace de las facturas es el desencadenante de la risa. Como ejemplo, recordamos las ocasiones en las que las ha quemado para calentarse en invierno.
Gags basados en el número de acreedores. En no pocas ocasiones, es el número y la insistencia de los cobradores el que desencadena el chiste. Así, recordamos aquellas páginas en que se hunde literalmente el piso del ático, así como aquellas en las que los porfiados aparecen incluso debajo de su cama.
El cinismo de Manolo: fuente de risas. Algunos de los mejores chistes de este personaje están relacionados con su propio cinismo. Lejos de abochornarse por su modo de vida, el moroso hace gala de una desfachatez moralmente intolerable pero humorísticamente eficaz. Así, llega a colgar letreros en los que se autocalifica como “Licenciado en Deudas exactas”, insulta a los acreedores, les entrega placas honoríficas por su constancia, los hace bailar en torno a un billete e incluso los clasifica por grupos, dependiendo de si deben más o menos de mil pesetas e incluso les hace fotos de grupo. Definitivamente, Manolo se siente cómodo con su imagen de rey del sablazo.
El acreedor también vence. Como no hay nadie infalible, hay ocasiones en las que son los cobradores los que ganan la partida, como aquellas páginas en que le inundan la casa al moroso, lo hipnotizan o le obligan a ver primeros planos del actor Rock Jonson. También puede que sea el imponente físico del reclamante el que le haga salir victorioso.
Estafas a granel. Pero no solo de deudas vive el hombre. Y Manolo, como buen buscavidas, no duda en estafar a las personas que lo rodean. Véase, a modo de ejemplo, cuando vendió billetes de lotería que no poseía y que, por supuesto, resultaron premiados.
La casa de empeños: un segundo hogar. Al igual que el Vázquez original, nuestro moroso es asiduo a este local, por lo que es capaz de empeñar cualquier objeto que llegue a sus manos. Como colmo de los colmos, llegó a empeñar el mismo ático en que vive.
Sin ser los únicos, estos son algunos de los recursos humorísticos que Ibáñez desarrolló para este genial personaje durante muchos años. Tras el cierre de la inmortal calle por exceso de trabajo, tuvimos que esperar hasta 1992 para ver de nuevo a Manolo en el álbum de Mortadelo y Filemón El 35 aniversario, reseñado en este blog en diciembre de 2007. En esta ocasión, se las apañó para sacarles a los agentes de la TIA dinero para fines benéficos que acabó gastándose en bebida. Menos suerte tuvo en esa misma historieta con la cigüeña a la que pidió un pitillo y le obsequió con un picotazo.
En 2002 Ibáñez hace una página de la 13, Rue del Percebe actualizada y ahí vemos que nuestro estafador ahora se dedica, como tantos otros, a deber a través de la Red. Todo un invento si sabe cómo usarse. Del mismo modo, hay una referencia a su persona en el álbum de 2002 El estrellato.
Como no podía ser de otra forma, nuestro personaje se ha visto más o menos presente en las adaptaciones (confesas o no) de 13, Rue del Percebe. Así, en la película de Álex de la Iglesia La comunidad (2000) el inquilino muerto cuya fortuna desencadena la trama parece llevar una vida tan aislada del resto del mundo como la de nuestro Manolo. No obstante, estamos seguros de que si alguien entrara en el departamento del personaje de Ibáñez, lejos de encontrar un maletín con dinero únicamente hallaría facturas y más facturas impagadas.
Con respecto a la conocida serie de televisión Aquí no hay quien viva, de los hermanos Laura y Alberto Caballero, cuyas semejanzas con 13, Rue del Percebe han sido objeto de muchas polémicas, encontramos en ella al personaje de Andrés Guerra, interpretado por el siempre eficaz Santiago Ramos, que no solamente hereda de la criatura de Ibáñez su carácter tramposo, moroso y vividor, sino que acaba viviendo en el ático del número 21 de la calle Desengaño. También en la primera temporada de esta serie, La que se avecina, encontramos la figura de un moroso que vive aislado de los demás vecinos y cuya identidad es, hasta el estreno de la siguiente tanda de capítulos, un misterio.
Estas reminiscencias no son de extrañar si tenemos en cuenta que la caracterización del moroso de 13, Rue del Percebe (el personaje que más le debe a Manuel Vázquez, en muchos sentidos) ha dado pie a gags magistrales que han sido tipológicamente clasificados en esta entrada.
Les esperamos, queridos amigos, para próximas visitas por este singular edificio.