No, aunque lean 13, Rue del Percebe y algo de una casera, no tiene nada que ver esto con la conocida marca de gaseosa que esponsoriza la serie de Ibáñez. Simplemente continuamos con nuestro recorrido por esta singular villa parándonos esta vez en el piso de la señora del primero que alquila habitaciones a precio (ejem) módico.
Como ocurre con otros personajes de la finca, poco sabemos de esta mujer, salvo que se llama Leonor, que es rubia y que suele vestir un vestido estampado de lunares. También sabemos que es tan deshonesta como otros de sus vecinos, tanto así que llega a alquilar incluso dependencias que no son de su propiedad, como ocurre con la alcantarilla municipal que, según se dice en la primera entrega de la serie, alquila a don Hurón.
En realidad, tampoco sabemos si es en realidad propietaria del piso que renta, pues se refiere a sus huéspedes como “realquilados”, término que se aplica a quien está de alquiler en casa de alguien que, a su vez, paga un alquiler. Sin embargo, en más de una ocasión, los inquilinos se han referido a ella como “la dueña” (del piso, se entiende), de manera que su situación real pasa a engrosar la carpeta de cabos sueltos que el universo de Ibáñez brinda a sus seguidores para que se devanen los sesos.
El personaje, como tantos otros del edificio, es un reflejo del momento histórico que le tocó vivir a su autor. En los años sesenta, pareja al desarrollismo ese, se produce un movimiento demográfico del campo a la ciudad que conlleva una notable dificultad a la hora de encontrar piso. La pensión de Leonor sería, pues, uno de tantos puntos de encuentro en los que se cruzan los caminos de cientos de “emigrados” que viajan a la ciudad en busca de fortuna.
Esta situación ha sido ocasionalmente idealizada, sobre todo a través de un medio de comunicación de masas como es el cine, que durante la época mostró una visión descafeinada y, en general, poco comprometida con los problemas de los españoles. Sin embargo, los tebeos eran otra historia. Y aunque censura, haberla, habíala (no lo duden), el público aparentemente infantil al que iban dirigidas estas revistas permitía a los autores denunciar o, cuando menos, reflejar, lo que otros medios no podían hacer.
Así pues, la pensión de 13, Rue del Percebe tiene poco de idílico lugar de encuentro en el que los realquilados forman una gran familia y la casera ejerce de matrona. Todo lo contrario. Muestra, más bien, lo más gris de una sociedad despersonalizada, en la que las personas son tratadas como mercancía y en la que la mezquindad para con el prójimo estaba a la orden del día. Hoy en día, el triste equivalente serían los pisos en los que se hacinan inmigrantes de distintas nacionalidades que no pueden permitirse una residencia digna. La figura de Leonor (nombre que coincide con el de la madre-luego tía- de los Trapisonda), aunque matriarcal, ejerce más de madrastra que de madre de sus realquilados, mostrando por ellos un total desapego y una deshumanización que hace que su pensión presente rasgos más propios de un campo de concentración que de otra cosa.
No fue Leonor el primer personaje de cómic en alquilar su habitáculo para sacarse un dinerillo. En este sentido, destaca una de las más logradas (y no demasiado conocida) creaciones de Escobar. Hablamos de la serie Doña Tomasa, con fruición, va y alquila su mansión (1959), en la que, aunque con un tono muy distinto, se trata el tema del realquiler.
Centrándonos en 13, Rue del Percebe, proponemos un intento de clasificación de los chistes que ofrece nuestra peculiar casera y sus realquilados. Insistimos en que esta clasificación pretende ser una más y que no excluye otras posibles. Así pues, en la pensión de Ibáñez podemos encontrar:
-) Gags basados en la cantidad de huéspedes que cohabitan. Poco hay que explicar en este gag, recurrente sobre todo en la primera época que nos permitió ver a los realquilados hacinados en baúles, cajas, recovecos...llegando incluso hasta hundir el piso.
-)Ventajas y prestaciones. ¿Qué vamos a comentarles de la publicidad engañosa? A veces las cosas no son como nos las anuncian. Así, las “vistas” prometidas pueden contemplarse…en fotografía, la calefacción individual consiste en saltar la comba, la refrigeración no es otra cosa que la dueña de la pensión soplando y el espectáculo prometido para la hora de la cena es la propia señora tocando el tambor.
-) Exigencias de la casa. Resulta que la dueña de la pensión puede ser muy quisquillosa a la hora de aceptar a ciertos inquilinos. Esto es, suponemos, lo que la lleva a disfrazarse de jefa para pedir la identificación, a lavar a los realquilados con lejía, negarle la entrada a los que beben, recriminar al que trabaja de sereno por llegar tarde de noche…
-) Racaneando, que es gerundio. Y es que un negocio no se levanta derrochando dinero. De ahí que Leonor compre una única barrita de turrón para todos sus inquilinos, un mísero leño para alimentar la chimenea de toda la pensión…e incluso les haga gritar “Ring” con la boca, para no desgastar el timbre.
-) Huéspedes insatisfechos. Con tal servicio, no es de extrañar que muchos de los chistes tengan como protagonistas a los propios inquilinos quejándose del mal trato. Así, algunos exigen un colchón más blando, otros se quejan de tener una vaca como compañera de vivienda, del agua, que está demasiado caliente, de lo pequeño de las camas, de la presencia de bichos, de los pelos (kilométricos) en la sopa…
-) Huéspedes solidarios. Ya saben que en condiciones adversas los seres humanos sacan lo mejor de sí mismos. Es por ello que las víctimas de la dueña de la pensión protagonizan muchos chistes en los que recomiendan a posibles futuros realquilados que se vayan a otro sitio, especialmente debido a la mala comida y al abuso de algún alimento en especial (las patatas, los caracoles, el pescado…).
-)Características del inquilino. No pocas veces, el chiste se basa en las peculiares características del propio realquilado. Y es que por esta pensión ha pasado de todo: esquimales, hombres prehistóricos, genios en sus ánforas, caníbales, feos recalcitrantes, gordos que obligan a ampliar las puertas, pastores con su oveja, etc.
-) Día de cobro. A pesar de las pésimas condiciones de la pensión, la dueña no vacila a la hora de cobrar, llegando incluso a poner del revés a sus inquilinos y sacudirlos, “convencerlos” con un guante de boxeo, recurrir a la tortura, prensarlos, sacar la escopeta…
-) Reclamaciones de la portera. ¡Y con razón! En más de una ocasión, la casera hace de su capa un sayo y aloja a sus realquilados en el ascensor e incluso en el descansillo de su puerta, haciendo demoler el muro de la pared, lo que hace que la portera del inmueble tenga que subir para poner freno a estos abusos.
-) Susceptibilidad de una luchadora. Uno de los tipos de gags más divertidos es el que se refiere a la orgullosa sensibilidad de la dueña de la pensión, que puede llegar a ser muy vengativa con sus inquilinos, llegando a tirarles la sopa por la cabeza o a batirse en duelo por diferencias futboleras o por haber sido criticada como cocinera.
Estos son algunos de los gags recurrentes a los que suele dar pie la pensión de 13, Rue del Percebe. El personaje de la dueña es, por su carácter miserable y por su cinismo, uno de los más divertidos de esta comunidad de vecinos. Sin embargo, no es de los más rescatados por Ibáñez. Tiene, eso sí, su homóloga en 7, Rebolling Street, esta vez con pelo negro y fiero colmillo en ristre. En El 35 aniversario (1992), no aparece la pensión en la visita de Mortadelo y Filemón al edificio, mientras que en El estrellato (2002) no se ve a Leonor, pero sí la pensión y a sus inquilinos, que comen forraje como los caballos. En la película de Fesser La Gran aventura de Mortadelo y Filemón, a la que hace referencia este álbum, es la madre de Filemón (María Isbert) la que funge como dueña de esta casa de huéspedes. En 2002 el personaje fue rescatado, como todos los vecinos, en una página especial que diseñó Ibáñez para la ocasión en la que la otrora pensión estaba plagada de okupas que no abonaban, según la dueña, ni un euro.
Dentro del mismo universo de Ibáñez, la pensión de 13, Rue del Percebe parece haberse reencarnado en la Pensión El Calvario, donde conviven Mortadelo y Filemón y en la que la miseria y la deshumanización se dan la mano, bajo la batuta de una dueña bastante parecida a la de la mítica calle de los sesenta.
También en la novela Hotel Dorado de Alberto Gimeno, basada en el inmueble de Ibáñez, encontramos referencias al piso que nos .Doña Leonor se llama María de la Fuensanta Gil Panadero, y es de origen murciano. El autor se recrea en este personaje, imbuido en su vestido de lunares, al que da un carácter ligeramente más amable que en los cómics. Eso sí, la señora sigue siendo implacable con los realquilados que mantiene hacinados en tan corto espacio. Serán las escenas de la pensión, precisamente, las más simpáticas del libro. Gimeno, consciente de las limitaciones de los personajes de la serie original, crea una serie de realquilados a los que da personalidad propia, enriqueciendo así el elenco original.
En las adaptaciones televisivas no autorizadas de la serie, encontramos personajes que se pueden considerar análogos. Especialmente en la popular Aquí no hay quien viva, en la que Emma Penella interpretó a una señora mayor (Doña Concha) que alquilaba uno de sus pisos y que trataba a sus inquilinas con notable menosprecio. También en su serie sustituta, La que se avecina, encontramos al matrimonio Recio (Jordi Sánchez y Nathalie Seseña) que fungen como caseros pejigueras que no dan cuartelillo a sus alquilados.
Cabe mencionar que también en los anuncios de la marca La Casera, dirigidos por Javier Fesser, nuestra señora tiene su espacio con su chiste, muy ibañezco, del “archivo de estudiantes”. Como ven, la salud de esta sección de 13, Rue del Percebe es inmejorable.