Esta tipología no es de las más explotadas en la Escuela Bruguera, pues aunque había otras señoras que vivían solas, como Doña Urraca (de Jorge) o Doña Lío Portapartes (de Raf) los leiv-motiv de ambas se centraban, respectivamente, en las maldades de una y los inquilinos de otra. Tampoco las solteronas Hermanas Gilda (obra de Vázquez) se relacionan directamente con este personaje ibañezco, pues ambas tienen compañía mutua, que hace innecesaria el refugio en la acogida de animales. Más relación guarda con la obra escobariana de Doña Trini y sus animalitos, en las que el padre de Carpanta refleja las anécdotas de un entusiasta personaje que acompaña su soledad con la presencia de seres vivos de distintas especies.
Volviendo a nuestra protagonista de hoy, recordaremos que su principal característica es su desmedido amor a los animales, aunque en sus primeras páginas su atención se centraba en los gatos (concretamente en uno llamado “Pichichi”, en la prehistoria de la serie), aunque Ibáñez decidió ampliar las posibilidades de este casillero diversificando la fauna, con el objeto de dar pie a nuevos gags.
1.- Los animales peligrosos. No es raro que los inocentes animalitos intenten perjudicar a su ama. Así, tanto la camada inicial de gatitos como los que vendrán después harán la vida imposible a la dueña de distintas formas: conectando un enchufe a su nariz, metiéndola en una jaula, quemando un armario, quitándole las gafas, haciéndole llaves de judo, etc.
2.- Perjuicio de animales extraños. En ocasiones no son las propias mascotas las que provocan el daño, sino otras que asoman por la ventana, bien sea una cigüeña que escoge la casa de la anciana para anidar, bien sea un gorila que se cuela en el piso.
3.- Desengaño ante el animal comprado o recogido. A veces, la mascota puede salir “rana”, como el gatito que resultó ser un tigre o el loro que no era tal, sino un buitre.
4. Recriminación a la mascota. En otras ocasiones, el gag se basa en una recriminación de la dueña ante el animal, por cometer alguna acción poco recomendable. Recordamos así las broncas a los gatitos por llegar borrachos, beber del porrón o asustarse ante los ratones. También los elefantes son susceptibles de llevarse una reprimenda por dar pisotones, al igual que los loros gamberros que llaman a los bomberos.
6.- La anciana toma el control. En ocasiones, la buena viuda se venga de sus animalitos y los pone firmes con medidas tan contundentes como hacerles vestir con trajes de presidiarios o incluso lanzar un bichejo mayor (un cocodrilo, por ejemplo) contra la mascota.
7.- Baja en la Sociedad protectora de animales. Resulta recurrente que el eje central del gag consista en una llamada de la anciana para darse de baja en la Sociedad protectora de animales, dado el maltrato a que es sometida por ellos.
8.- Acumulación de mascotas. En otras ocasiones, nos encontramos ante gags meramente visuales basados en la sobreocupación del piso de la dueña, bien sea con la acumulación de animales de una misma especie (la primera página, referida a los gatos) o de los tipos más variados (hipopótamos, cocodrilos, rinocerontes, elefantes…).
9.- Exceso de mimo. El amor a la mascota puede llevar a protegerla en exceso, algo que nuestro personaje hace constantemente, ante el asombro de su amiga, quien observa atónita cómo la anciana alimenta tanto a los animales que estos llegan a hundir el piso, por ejemplo. También vemos que algunas de las mascotas tienen coche propio, que la viejecita llena el piso de agua para sus peces, que lo inunda de nieve para el perro San Bernardo o da una cena de lujo a su perro de raza.
10. Exigencias zoológicas. Y es que, claro, tanto mimo hace que los bichejos se vuelvan exigentes y sibaritas, dando pie a algunos de los gags más hilarantes de la serie. Así, cuando la comida no es del agrado del animal, éste puede llegar a tirarle los huesos a la dueña o incluso a lavarse los pies en la sopa. En otras ocasiones, el bicho en cuestión golpea a su ama para indicar que tiene hambre o le dispara si esta le pisa la cola.
11.- La anciana saca provecho. Pero nadie da duros a peseta y nuestra protagonista no es tan tonta como parece, de ahí que, de vez en cuando, saque provecho de sus animalitos. Esto ocurre, por ejemplo, cuando hace embutidos de sus cerdos, usa la trompa del elefante como ducha, la serpiente como cuerda o el pico del pelícano como bolsa de la compra.
12.- Comentarios de ventana. Aunque no sea un gag característico de este personaje hemos observado que, en ocasiones, Ibáñez no teje el gag en torno a los animales de la anciana, sino que se basa en lo que esta observa a través de su ventana, tal vez por la tendencia habitual de las personas mayores al chisme y al chafardeo. Así, la viejecita lo mismo atiende al secuestrado de su vecino el caco como al gendarme que va a detenerlo, del mismo modo que puede ofrecer un muelle a un pobre desgraciado que cae fachada abajo.
Estos son algunos de los tipos de gags básicos que podemos encontrar en relación con este personaje femenino, aunque, como se ha dicho, la clasificación sea moldeable. A pesar de ser uno de los personajes más característicos de la 13, Rue del Percebe, no parece ser uno de los preferidos de Ibáñez, pues este no la rescata en la visita de Mortadelo y Filemón al popular edificio en El 35 aniversario (1992). En El estrellato (2002) la vemos solapadamente, asombrada por la jirafa que, desde la consulta del veterinario, asoma por su ventana, pero se trata de más que de una aparición irrelevante.
En la revisión que Ibáñez hizo del edificio en 2002 vemos que la anciana ha sustituido sus animalitos por un robot que la abanica y el canario por un móvil con la sintonía de Operación Triunfo. Podemos sacar alguna conclusión de este cambio. En primer lugar, que los múltiples desengaños de la mujer la han llevado a preferir la compañía artificial (tecnológica) a la de los animales de carne y hueso, quizás porque a esta nueva tecnología sí la puede controlar, algo que en raras ocasiones conseguía con sus bichitos. El hecho de que recurra a la sintonía del conocido programa de televisión también nos indica que la señora se ha hecho seguidora de este espacio (también la televisión se puede considerar un adelanto tecnológico). En definitiva, podemos ver que lo que esta mujer necesitaba era sentirse acompañada, necesidad que, con el paso del tiempo, ha demostrado ser mayor que el amor hacia la fauna del que alardeaba en el pasado.
En cuanto a la herencia que ha dejado este personaje, encontramos dos ancianitas análogas en la serie 7, Rebolling Street, con un diseño gráfico más atractivo, aunque carentes del encanto original. Los gags a los que dan pie en poco o nada difieren de los de la serie primitiva.
En otro orden de cosas, podemos considerar “herederas carnales” de nuestra protagonista y su amiga a Marisa y Vicenta, las dos ancianas que compartían piso en la serie de televisión Aquí no hay quien viva, basada parcialmente en 13, Rue del Percebe. Estos personajes, interpretados respectivamente por Mariví Bilbao y Gemma Cuervo (después se les uniría la gran Enma Penella en el papel de doña Concha) tienen en común con las originales su avanzada edad, pero poco más, pues los guionistas de la serie televisiva, como hicieron con otros personajes, desarrollaron características propias, alejadas del cómic. Sí hay que subrayar la dependencia de Vicenta respecto a su perro Valentín, al que cuida como si fuera un hijo, tópica forma de sublimar un deseo de compañía característico de las mujeres mayores solitarias (tal y como le ocurre a nuestro personaje). Marisa y Vicenta tuvieron su réplica en Izaskun y Mari Tere (nuevamente Mariví Bilbao y Gemma Cuervo) en La que se avecina, serie derivada de Aquí no hay quien viva, aunque sin que surgieran del cambio analogías con el cómic destacables.
Les emplazamos a que, en próximas entradas, sigan haciendo con nosotros este recorrido por ese peculiar edificio que es 13, Rue del Percebe.