Contra el gang del Chicharrón fue la segunda aventura larga de Mortade
lo y Filemón publicada, justo después de
El sulfato atómico (también de 1969). En esta, aunque se mantiene un gran nivel gráfico, se rebaja el listón estético fijado por su predecesora, ya que, como observaron en su momento tanto
Ibáñez como su director,
Rafael González, un álbum como
El sulfato atómico lleva el doble de tiempo de realización y vende exactamente igual que los otros.
Este primer paso hacia la estandarización abarca todos los niveles. En primer lugar, la historieta, lejos de ser narrada de forma continua, es la primera en fragmentarse en once episodios autoconclusivos (aunque con un hilo conductor) de cuatro páginas cada uno. Cada uno de estos capítulos va precedido de un pareado que resume su contenido, recurso que será utilizado posteriormente en los episodios finales de
El caso del bacalao (1970),
La máquina del cambiazo (1971),
Chapeau “El Esmirriau” (1971) y
La caja de los diez cerrojos (1971). El mismo título del álbum parece responder a un deseo de rimar en verso octosílabo con el título de la serie, esto es, parece pensado para ser leído del siguiente modo: “
Mortadelo y Filemón: Contra el “gang” del Chicharrón”. Esta teoría explica el uso de la palabra “gang” (monosílaba) frente a otras más frecuentes como “banda”.
En cuanto al desarrollo de la historia, Ibáñez nos obsequia con una obra maestra, como corresponde a esta época de redescubrimiento de la serie. Este es el primer álbum en que se nos desvela el nombre del Superintendente, es decir, Vicente (seguro que por cuestiones de rima) y el primero en que se observan las letras clásicas de la organización, la TIA. Con respecto a la misma, se nos dice que fue fundada por el abuelo del Súper, lo que le otorga a este personaje una supremacía que perderá años más tarde. Esta versión fundacional contradice la que se da en El gran sarao (1990), ya que en dicho álbum se menciona que fue la esposa del director general quien puso la primera piedra de la TIA. Al igual que ocurría en El sulfato atómico, la agencia parece nuevamente un lugar subterráneo pobremente adornado, en lugar del sitio de oficinas que representará años después.
Desde el punto de vista argumental, se sacará un gran partido al componente paródico (aquí todavía fresco y novedoso) de las películas y novelas de agentes secretos. En este sentido, cabe destacar la doble influencia del Anacleto de Vázquez y del inefable Superagente 86, la inolvidable comedia televisiva. Sobresale el rendimiento humorístico que se saca a palomas mensajeras, mensajes que se autodestruyen, incómodos puntos de cita, llamadas del cuartel, así como a los disfraces de otros agentes que actúan de “enlace” entre Mortadelo y Filemón y su superior. Especial partido se saca a los transportes, ya explotados en la historieta anterior.
Estos elementos humorísticos servirán de variadas entradillas que precederán a la acción de cada capítulo. El esquema en este caso es simple: Mortadelo y Filemón han de capturar a los miembros de la peligrosa banda internacional de Gedeón “El Chicharrón”, dispuesta a boicotear los puntos neurálgicos del país. El esquema, que roza lo políticamente incorrecto dada la diversidad racial de los enemigos y sus estereotipadas características, será repetido en La banda de los guiris (1997), con peor fortuna. Otros álbumes consistentes en capturar un enemigo por episodio son Los monstruos (1973) y Los que volvieron de allá (1987).
A estas alturas, Ibáñez ya ha trabajado con éxito el esquema de “la caza del caco”, en infinidad de historietas de dos páginas de esta época, en las que el autor se hace con el dominio pleno del movimiento y del gag secuenciado. Pero será en las aventuras largas cuando despliegue su talento de forma más contundente. Aquí, además de los gags relativos a la captura del criminal, incluye otros referentes a la ambientación (una estación, un aeropuerto, una mina, etc.), recurso solo esbozado en épocas anteriores.
Centrándonos en cada capítulo, el esquema es el siguiente. En primer lugar, se captura a
Mike Ratatá “El Metralleta” en una estación, escenario que luego será muy usado en álbumes como
La gallina de los huevos de oro (1976) o
Los guardaespaldas (1977), entre otros. Por su parte,
Anselmo “El Paquidermo” será apresado en el puerto, mientras que
Wo-ti-jo “El Canijo” frecuentará un lugar tan común como el aeropuerto (
Secuestro aéreo,1979,
Corrupción a mogollón, 1994). En la captura de este último, nuestros agentes actúan con menos limpieza que en las anteriores, pues estrellan un avión lleno de pasajeros.
El episodio de carretera de
Joe Potopotopop, “El Motocicleta” se ve enriquecido con una motocicleta preñada de gadgets que anticipan el sombrero de
Chapeau “El Esmirriau” y con una interesante metáfora visual de un Mortadelo “hecho polvo”. Juzgue el lector si podemos hablar de un
cameo de Otilio en este capítulo. Con referencia a la intertextualidad, la intercepción en carretera fue luego utilizada en álbumes como
El caso del bacalao (1970) o
La crisis del golfo (1991).
La captura de
Orzuelo “El Moro” en el Ministerio de Escaramuza trae consigo un inolvidable cameo de
Feliciano (de
Vázquez) y un mítico choque de alfombras voladoras que dio pie a alguna ilustración alusiva. La captura de
Mac Mochuelo “El Sanguijuelo”, saboteador de las defensas costeras submarinas, nos permite ver
el segundo invento conocido del Bacterio, un líquido que vuelve las aguas (teóricamente) cristalinas. A pesar de que nuestros agentes conseguirán su objetivo, el profesor será agredido por ellos cuando vuelvan de la misión, sentando así las bases de un esquema que se repetirá en álbumes como
Los inventos del profesor Bacterio (1972),
Los superpoderes (1987) o
Los espantajomanes (1990).
Blancanieves “El Mondongo” será capturado en una mina de carbón, con la “colaboración” de unos cascos de minero ideados por el Bacterio, que agraden a quien tienen delante, como los sombreros que un par de años después utilizará Mortadelo para luchar contra Chapeau. El color de piel (negro) de Blancanieves dará pie a lo largo del álbum a una serie de juegos de palabras que serán desarrollados en el posterior
El racista (1992) Por su parte, nuestros agentes apresarán a
Godofredo Ajoporro, “El vizconde Godofredo”, en una fiesta de la alta sociedad, uno de los escenarios preferidos del autor, ya que es un buen campo para “lucir” la falta de educación de sus agentes. Esta ambientación se repetirá en
Los gamberros (1978),
La elasticina (1980),
El bacilón (1983),
La prensa cardiovascular (1995) y
Esos kilitos malditos (1997), entre otros.
Mención aparte merece
Kar-Akol, “El Mongol”, caricatura de
Julio Fernández, miembro de la editorial Bruguera. Además de presentar rasgos comunes a otras caricaturas que el autor ha hecho de este personaje, destaca su ceñida camiseta y su caracterización como buen corredor y deportista, cualidades que al mismo Fernández le gustaba fomentar y que han sido reflejadas por otros autores de la casa, como
Escobar. Con el objeto de atraparlo, Bacterio recurre a un spray para aumentar la velocidad, aunque lo que consigue es paralizar a las personas y objetos.
El último detenido será Gedeón “El Chicharrón”, que, como tantos otros villanos, penetra en la sede de la TIA en el episodio final (Objetivo: eliminar al “Rana”, 1976, Soborno,1977, Los gamberros, 1978, Venganza cincuentona, 2007, etc.). Al igual que el “Rana” se disfrazará de Súper en su respectiva historieta, esta vez Gedeón se caracteriza como el profesor Bacterio. La astucia de Mortadelo será la encargada de reunir al jefazo en chirona con el resto de su banda. Así pues, la segunda misión de Mortadelo y Filemón culmina con una nueva felicitación por parte del Súper, que les impone una condecoración al valor, aunque Mortadelo sospecha que se trata de una chapa de refresco, lo cual confirma una vez más la precariedad de la TIA. Sin embargo, Gedeón “El Chicharrón” planea en la última viñeta de este episodio que nos hace seguir leyendo con avidez hasta llegar al capítulo final.
Este último acto viene marcado por la delirante persecución de toda la banda, tras hacer diez agujeros distintos para escapar de la cárcel (este gag, tanto por su concepción como por su desarrollo parece sacado del álbum de Lucky Luke Les Dalton dans le blizzard- Los Dalton van a la nieve-1963). La fuga trepidante en la que los villanos acaban disfrazados de mujer aparece aderezada con diálogos agudos y una acción continua, que da como resultado un extraordinario efecto cómico. Gracias a la astucia de Filemón, los delincuentes acaban metiéndose en el cuartel general de la Police, para ser capturados finalmente, de manera que la última tira del álbum nos presenta un doble desenlace: por una parte, los villanos picando piedra, cual si de los Dalton se tratara, y , por otra, a los protagonistas perdiéndose en la lejanía, vistos de espaldas con un sombreado en negro. Esta despedida, tan poco repetida posteriormente, entronca tanto con los finales típicos del cowboy Lucky Luke como con las marchas de Charlot dando la espalda al espectador en busca de nuevas aventuras.
En este álbum (y la última viñeta es un ejemplo de ello) destacamos un mayor idealismo en el personaje de Filemón, que habla de la satisfacción del deber cumplido, frente al pragmatismo de Mortadelo, que recela tanto de la condecoración del Súper como de la recompensa de los gendarmes. En cuanto al pensamiento de Mortadelo, ha sido muy debatido su comentario de la última página acerca de su “ser de Derechas”, comentario que no merece la menor importancia y que está claramente diseñado en función de un juego de palabras al que no hay que buscarle dobles lecturas y que, por otra parte, en la época franquista, no podía ser de otra forma.
En definitiva, se puede decir que estamos ante uno de los grandes álbumes de la pareja (no en vano alcanzó el tercer puesto en nuestra clasificación del mes de septiembre de 2007). Hay que destacar el cuidado dibujo, el eficaz entintado (probablemente todavía de Ibáñez), así como el juego con la viñeta y el encuadre, cambiante y original (véase la viñeta 4 de la cuarta página). Del mismo modo, sobresale la altura cómica de los diálogos, especialmente en las viñetas finales de cada episodio, en las que cada uno de los miembros de la banda aporta un comentario divertido acorde con su personalidad. A la vez que ocurre esto, el gag por acumulación que se va generando a lo largo del álbum en estas viñetas finales llega a cotas de hilaridad inusitadas en la serie. Por todo esto, no extraña que haya sido uno de los más traducidos, presentándose con títulos tan diversos como La bande des vise-en biais (Francia), La banda Mirasbieco (Italia), Wir Brigen Nachschub für den Knast! (Alemania), Fedtegrevens bande (Dinamarca) o Jacht op de Zwarte bende (Holanda). En cuanto a la relevancia dentro de la misma serie, destacamos la reaparición de la banda en Un crecepelo infalible, historieta apócrifa (¿reaparición motivada por estar el mismo Julio Fernández –Kar-Akol “El Mongol”- detrás de la misma?) y cómo no, en Venganza cincuentona (2007), donde los miembros de la banda tendrán que lidiar, ni más ni menos, con el inefable Rompetechos.