Como toda persona ( o personaje ) que se precie, también nuestro admirado Mortadelo tiene sus sueños (o pesadillas) que lo definen como individuo, resultado de su propia personalidad o de la interpretación que el subconsciente hace de las experiencias vividas. Aunque en contadas ocasiones, Ibáñez nos ha acercado a los sueños de su criatura principal, Mortadelo, ayudándonos así a conocer mejor su interior.
Llaman la atención, por su rareza, las pesadillas que el personaje sufre en la portada del número 102 de su revista homónima. Veamos en qué consisten.
En la primera de ellas, vemos a Mortadelo suplicando piedad ante el ataque de
una rata gigante que camina por la pared, como podrán observar en la ilustración. Se trata de un dibujo verdaderamente conseguido por parte del autor, que crea un clima realmente onírico en tan solo una viñeta. Así, al tamaño desproporcionado de la rata hay que sumarle el peculiar diseño de la misma, alejado de la típica realización ibañezca y cercano a un naturalismo sórdido que enfatiza los aspectos mas desagradables. Se trata de un animal verdaderamente repulsivo que, como ocurre en los sueños, lejos de atacar directamente a Mortadelo, se limita a angustiarlo con el mero roce de su nauseabunda cola.
Para completar la idea de angustia, Ibáñez ha situado la acción de noche, y ha adornado la idea principal con detalles secundarios más o menos inquietantes, como el escarabajo que trepa por la pared, el gusano que se arrastra por la acera y dos pares de ojos que asoman desde una siniestra rendija cercada por barrotes. El uso adecuado de la trama hace de esta viñeta una de las más notables ilustraciones de su autor.
Inmediatamente después, nos encontramos con un ataque a Mortadelo por parte de un extraño híbrido, mezcla de mosquito gigante (¿reminiscencias de los aspectos más traumáticos de El sulfato atómico?), rata y buitre. A la angustia provocada por la persecución de esta desagradable mixtificación, hemos de sumar el ambiente tenebroso creado por los murciélagos y la luna llena.
Dicha persecución se viene produciendo,como se ve, a lo largo de un escueto y zigzagueante senderillo que da por ambos lados a un impresionante precipicio. Los niveles de abstracción aquí conseguidos, únicamente se pueden comparar en la editorial a los logrados por el gran Martz-Schmidt.
La última de sus pesadillas en esta portada es más tópica: el clásico sueño de caída, esta vez ejemplarmente reforzado por las líneas cinéticas que envuelven al personaje y lo arrastran al negro abismo. A destacar el pavor que se respira en los ojos de
Mortadelo.
Dada la ajetreada vida que lleva el agente de la TIA, no es de extrañar que tenga este tipo de sueños. Sin duda, estar siempre en la cuerda floja, con la inestabilidad que esto conlleva, repercute negativamente en la psique del personaje, que vive en un permanente estado de tensión.
No obstante, también para Mortadelo existen sueños agradables. Así, tanto en Gatolandia 76 como en Sidney 2000, vemos a nuestro entrañable agente disfrutando, aunque sea durante unos instantes, de su minuto de gloria ficticia. En ambas citas olímpicas se observa al camaleónico agente soñando satisfecho con un triunfo deportivo y un reconocimiento social de los que carece en su vida cotidiana. No hace falta decir que tales dulces quimeras vendrán quebradas en estos por un amargo despertar.
Lo mismo ocurrirá en el álbum El estropicio meteorológico, en el que Ofelia será la víctima de las barrabasadas que Mortadelo comete, incluso en sueños, hacia ella. El elemento inspirador de esas ensoñaciones (pues de eso se trata más que de sueños, en el sentido literal de la palabra) será la señorita Irma, a la que nuestro agente se imagina conquistando en mil y una lides que permitan mostrar su heroísmo ante la rubia secretaria. Sin duda, en pocas ocasiones hemos visto un Mortadelo más feliz que en estos momentos.
Un carácter distinto, por ser el hilo argumental, presenta el sueño en el álbum Pesadillaaa..., en el que el personal de la TIA se tendrá que enfrentar a una horripilancia que les mantendrá en jaque durante 44 páginas. Destaca en esta aventura el tono onírico que Ibáñez consigue en la creación de los sueños, y que comentaremos oportunamente en una futura entrada dedicada a ese álbum.
Mientras, deseamos a nuestros lectores habituales que aprovechen la estación estival para soñar plácidamente y que, al contrario que Mortadelo, no se vean desengañados por la triste realidad.
A petición popular, incluimos la portada completa de la que se han extraído algunas de nuestras viñetas: