domingo, 23 de junio de 2013

LOS SOBRINETES (1988)



           Los sobrinetes es una historia anómala dentro de la biografía de Mortadelo y Filemón, ya que en esta ocasión la misión les afecta en lo personal: un enemigo de la TIA, Anselmo el “Cefalópodo”, ha secuestrado a los sobrinos de la pareja de agentes y amenaza con liquidarlos si la TIA no destruye las pruebas que tiene contra él. En realidad, la aventura es una excusa para mostrar las travesuras de unos “Zipi y Zape a la Ibáñez”.

            No son estos los primeros “niños terribles” de Ibáñez, ya que encontramos precedentes entre los infantes de los Trapisonda y, especialmente, en los hijos del ama de casa de 13, Rue del Percebe. El efecto humorístico que persigue Ibáñez en todos estos casos radica en el contraste entre la presupuesta inocencia y bondad intrínsecas en los niños y el carácter gamberro y diabólico de los mismos. En la historia de nuestra historieta hay que destacar que fue Manuel Vázquez uno de los autores que llevaron estas constantes a su máxima expresión con el inmortal Angelito ( Tío Vivo, 1964). El hecho de que los protagonistas se vean acompañados de unos sobrinitos con gran parecido a ellos mismos, cuyos padres no aparecen, recuerda a los cartoons clásicos, concretamente a los de la factoría Disney.

            En cuanto a la parte gráfica de la historia, Juan Manuel Muñoz ha afirmado en este mismo blog que las primeras doce páginas son obra de Ibáñez, mientras que el resto corrió a su cargo. Lo cierto es que si no fuera por esta apreciación de Muñoz, no hubiéramos asegurado que los dos primeros capítulos fueran obra de Francisco Ibáñez. De todas formas, Juan Manuel ya nos advierte del deficiente entintado, que recayó en manos ajenas y que  resta presencia al conjunto de la obra.

            La premisa inicial del álbum nos recuerda a la presentación en el mundo mortadelero de Tete Cohete, cuyo álbum homónimo data de 1981. En este primer caso, Mortadelo lleva a su vecino a las instalaciones de la TIA, mientras que ahora los dos agentes son acompañados de sus sobrinos (como si fuera lógico llevar a los niños de la familia a visitar una organización secreta). Sin embargo, frente a la falta de argumento de Tete Cohete, Los sobrinetes presenta una historia ligeramente más sólida: los niños no se limitan a deambular por la TIA, sino que son secuestrados por un criminal que chantajea a la organización. Del mismo modo, mientras que Mortadelo y Filemón mantienen su protagonismo en la historia de inicios de los ochenta, aquí son los sobrinos, junto a Anselmo el “Cefalópodo”, los que llevan el peso de la historieta.



            El primer capítulo de seis páginas presenta la típica introducción histórica, con referencias a personajes históricos como Calígula, Nerón, Billy “el Niño”, los siete niños de Écija o un jovencito Albertito Einstein. Se trata de un capítulo de presentación en el que los niños se dedican a hacer gamberradas por la TIA, con un gag como el de la brocha sacado de Los gamberros (1978), con poco más que destacar. El segundo episodio supone una continuación con el anterior, con la salvedad de que entra en acción el malo de la historia, un tipo que recuerda (incluso en el coloreado) al villano de La Tergiversicina (1991). El “Cefalópodo” secuestrará a los sobrinos de Mortadelo y Filemón y no tardará en convertirse en su triste víctima.

            En el tercer episodio, ya con el relevo de Muñoz a los lápices, sienta las bases de lo que será el resto del álbum. La entradilla de cada historia vendrá marcada por el modo en que Filemón se ve perjudicado por los disfraces de Mortadelo, al malinterpretarlos. Esto nos recuerda a álbumes como  A la caza del cuadro (1971), Misión de perros (1976), Los que volvieron de allá (1987) o los futuros Maaaastrich…¡Jesús! (1992) y El disfraz, cosa falaz (1995). Por algún motivo, el villano de turno la ha tomado especialmente con el sobrino de Filemón, al que amenaza con mutilar, ante la insensibilidad de Mortadelo, otra constante que se repetirá en cada capítulo. Destaca el hecho de que en ningún momento se hable de los padres de los niños, ya que serán los tíos los que se encarguen de la investigación. El resto del capítulo transcurre en una granja, donde los verdaderos protagonistas del álbum, los niños y el malhechor, protagonizan algún momento destacable, como el running gag de los dedos del “Cefalópodo”. Son de plena actualidad las críticas a los políticos (relativas al olor del Congreso y a los nombramientos a dedo). Otras historias de Mortadelo y Filemón que han tenido momentos ambientados en granjas son A la caza del cuadro,  Los diamantes de la gran duquesa (1972), Los gamberros y el futuro ¡Espías! (2012), entre otros. Cabe señalar que la portada del álbum estará basada en este episodio.



            El cuarto capítulo comienza con un disfraz poco logrado de Mortadelo y un chiste forzado: el del bestiosaurio. Aquí los agentes vuelven a recuperar el protagonismo, en un episodio que transcurre en las alcantarillas, como vimos también en Los diamantes de la gran duquesa y en el futuro El atasco de influencias (1990). El quinto capítulo empieza con el rebuscado gag del disfraz de romana (nos preguntamos cuántos niños conocen la polisemia del término) y lleva a nuestros hombres a Nueva Celedonia, repartiendo el protagonismos entre agentes y sobrinos de forma equitativa, tres páginas para cada uno. Hay que destacar el poco ímpetu que Mortadelo y Filemón ponen en esta investigación, aun tratándose de sus sobrinos, pues tampoco se matan por encontrar a sus sobrinos, de manera que la llegada de los agentes coincide siempre con el momento en que el villano abandona el lugar con sus rehenes. A observar el gag surrealista de las olas que golpean de forma extraña.

            Prueba de la poca inquietud que suscita este caso en los protagonistas es el hecho de que el tío de una de las víctimas, Mortadelo, pase el día disfrazándose, algo para lo que el capítulo sexto no será una excepción. El reparto de intervención será aquí menos equitativo, dos páginas para Mortadelo y Filemón y cuatro para el malo y los niños, que desarrolla sus gags en un barco, escenario habitual de otras aventuras como A la caza del cuadro, Los secuestradotes (1976), El plano de Ali-Gusa-No (1974), Contrabando (1978), Los gamberros, El bacilón (1984) La estatua de la libertad (1984), La Gomeztroika (1989), La ruta del yerbajo (1993), El trastomóvil, Llegó el euro (2001)…así como en las historietas cortas de la pareja El carguero Chatárrez (Super Mortadelo, nº 13), Rumbo a la isla (Mortadelo Extra Primavera, 1973) y Misión en el Queen Cascajo (Mortadelo Extra de Verano, 1974), al igual que en el álbum A Seúl en un baúl (1987), de Chicha, Tato y Clodoveo.
 
            El último episodio, de ocho páginas, muestra nuevamente la fijación del “Cefalópodo” por Filemoncete, al que pretende liquidar definitivamente. En esta ocasión tiene a los niños ocultos el la Cueva del Ojo Negro, cuyo nombre da pie al surrealista gag del parpadeo. En este capítulo se observa una evolución de los personajes infantiles, que lejos de ser los gamberros de antaño, son totalmente inocentes, incluso algo tontainas, lo que en Ibáñez se síntoma de peligro público. Y eso serán precisamente para Anselmo el “Cefalópodo”, al que acabarán derrotando bajo el peso de una roca en una misión, en la que, no lo olvidemos, Mortadelo y Filemón no han hecho nada.  Desgraciadamente, al final los infantes se cargarán las pruebas contra su raptor (¿un subconsciente síndrome de Estocolmo?) y acabarán siendo perseguidos por el Súper, mientras ellos aluden al conflicto generacional con comentarios que supuestamente reproducían el lenguaje de los jóvenes de la época, algo que ya vimos en Tete Cohete.

             Concluye así un álbum en general poco valorado por los lectores, que lo consideran una muestra de la “época negra” de Ibáñez, aunque nuestro autor sí intervino en el guion y en el lápiz de las doce primeras páginas. El resto, a cargo de Muñoz, deja ver cómo el ayudante de Ibáñez se defiende notablemente en solitario, si bien es cierto que las tintas en manos ajenas deslucen el resultado final, al igual que la pésima rotulación de los diálogos, con una letra que no está a la altura del nivel gráfico de la serie. A pesar de todo, se trata de un álbum entretenido y en cierta forma, algo original, ya que el protagonismo no recae en los agentes, que apenas aparecen casi testimonialmente en algunos capítulos.

domingo, 16 de junio de 2013

FILEMÓN CONTRA MORTADELO



Continuamos con el análisis de las historietas cortas de Mortadelo y Filemón, por lo que volveremos a utilizar la clasificación que Miguel Fernández Soto propone para estas pequeñas aventuras de los 70 en El mundo de Mortadelo y Filemón. Hoy abordaremos el apartado que el autor de Cartagena engloba bajo el título “Filemón contra Mortadelo”, es decir, aquellas historias en que los agentes se enfrentan no tanto a un enemigo común, sino el uno contra el otro.  Aunque la clasificación propuesta es subjetiva y matizable, la consideramos lo suficientemente útil y adecuada para el análisis, reconociendo, eso sí, que no es la única posible.

Sin duda, se encuadran en este apartado algunas de las páginas más divertidas de la serie, pues el enfrentamiento entre ambos agentes constituye una parte importante de la esencia de la misma, y se remonta a la época de Agencia de información, en la que la casi exclusiva presencia de los dos detectives hacía que muchas historietas se centraran en las mutuas zancadillas que ambos se obsequiaban recíprocamente.

            La primera, aunque no más antigua historieta que vamos a analizar es la que da título al subgrupo: Filemón contra Mortadelo, aventura de 7 páginas publicada originalmente en el número 2 de Super Mortadelo, en 1972. Filemón, cansado de que Mortadelo sea el más popular de la pareja, estalla de ira cuando el Súper le pide que busque al agente transformista para llevar “todo el peso de la organización”. Esto hace que Filemón piense, un tanto ingenuamente, que dejando a  Mortadelo fuera de juego, tan honrosa posibilidad recaería en él mismo, como si no hubiera más opciones en la TIA, agencia en la que trabajan cientos de hombres.

            La historieta parte de lo que podría ser una reflexión sobre la propia serie. Dos años antes de la misma, Mortadelo se había convertido en el único miembro de la pareja que daría título a la propia revista semanal. En 1972 será nuevamente el agente gafotas el elegido para titular Super Mortadelo, cuyas portadas acaparará en un primerísimo término, relegando a su jefe a un segundo lugar. Poco a poco, se irá extendiendo entre la chiquillería del país aquella expresión de “leer un tebeo de Mortadelo”, ignorando a Filemón en dicha mención. El propio autor se ha referido en alguna ocasión a su pareja estrella como “Mortadelo y el otro”. Con estos antecedentes, no es de extrañar que el bueno de Filemón acabara explotando en una historieta, esta, en la que el personaje demuestra tener sentimientos. Precisamente será esta faceta de Filemón, más humana que la de Mortadelo, la que se reflejaría en la película de Javier Fesser La gran aventura de Mortadelo y Filemón (2003), que carga las tintas en las emociones y sentimientos del ignorado Filemón.

            A partir de aquí se sucederán una serie de gags al más puro estilo de la Warner Bros, que nos recuerdan a las peripecias de el Coyote y el Correcaminos, que pasarán desde los intentos de eliminación más inocuos a los más contundentes, de los más burros (bombazo y tentetieso) a los más sofisticados (la silla que se pliega ante el depósito de ácido). De todos ellos Mortadelo saldrá indemne, mostrando en todo caso una ingenuidad  que resulta jocosa. Finalmente, Filemón decide hablar directamente con el Súper y exponerle su preocupación, diciéndole que considera que él es el hombre más adecuado para llevar todo el peso de la organización. Esta actitud tan sensata, dicho sea de paso, ha sido la segunda opción de Filemón, tras los intentos de asesinato de su compañero. Al final, lo de llevar “todo el peso” de la empresa se plasmará literalmente en una viñeta que muestra el traslado individual por parte de Filemón de todos los muebles de la TIA, al cambiar esta de sucursal.  Este gag, que Fesser consideró tan característico de la serie como para culminar con él su película de 2003, fue ya utilizado por Ibáñez anteriormente y procede realmente de las historietas de La familia Cebolleta, de Vázquez, concretamente de la que aparece en el número 1814 de Pulgarcito, como comenté en El gran Vázquez. Coge el dinero y corre, libro de la editorial Dolmen coordinado por Juan José Vargas.

            Sin duda, esta historieta saca la peor faceta de Filemón, quien se revela como un auténtico sádico que, a imitación del gran visir Iznogud, quiere ser protagonista en lugar del protagonista, saliendo escaldado. Destaca globalmente el gag en que Filemón, hastiado de sus continuos fracasos, se resigna ante la idea de que sus planes saldrán mal y se deja morder por el cocodrilo que originalmente tiene preparado para Mortadelo. Este último sale mejor parado y sus apariciones en esta historieta nos dejan ver a qué dedica el tiempo Mortadelo en la TIA cuando no está desempeñando ninguna misión: se prueba disfraces, pinta la puerta de la cámara acorazada, se prueba capas anti-ácidos, hace la colada…

            En cuanto al dibujo, se aprecia el acabado de Martínez Osete, con las características habituales, como son el mayor tamaño de las manos. Como nota, señalaremos que la viñeta 13 de la página 1, en la que Filemón llora desconsoladamente su anonimato fue reutilizada por Casanyes en alguna historieta corta, no en balde se dice que este autor apócrifo hizo siempre hincapié en la humanidad de los personajes, más que su propio creador.

            La siguiente historieta propuesta por Fernández Soto es la magnífica El abuelo, aventura de 4 páginas publicada originalmente en el Pulgarcito extra 50 aniversario, de 1971 y que fue una de las pocas historias cortas recogidas por Antonio Guiral para la colección de RBA Clásicos del Humor, lo cual nos dará una idea de su calidad. En ella, tras una bronca del Súper en que llama a Filemón “lepidóptero estrábico”, este consulta un diccionario en el que aparece una foto del abuelo de Mortadelo, quien cuenta la historia de tan simpático personaje, a quien ya conocimos en La historia de Mortadelo y Filemón, aventura corta publicada en el Almanaque de Gran Pulgarcito para 1970 (1969).



            Como ocurre en otras semblanzas biográficas de Ibáñez, desde las de La Historia esa vista por Hollywood hasta álbumes como Pero…¿quiénes son estos tipos? (1986), de Chicha, Tato y Clodoveo, o El 35 aniversario (1993), de Mortadelo y Filemón, el humor surge del contraste entre la voz del narrador y lo que muestran las viñetas. Esto da pie a algunos gags brillantes basados en la arrolladora personalidad del abuelo de Mortadelo, tan caradura como su nieto, que muestra una malsana fijación por su vecino, que es, por supuesto, el abuelo de Filemón. Una fijación parecida a la que Mortadelo desarrollará hacia su jefe en álbumes como Su vida privada (1998).

            Destacan escenas como la del supuesto ayuda de cámara del abuelo de Mortadelo, el cameo en prisión de José María “el Tempranillo”, y la anagnórisis final, con un joven Filemón desheredado por su abuelo. Sobresale también la escena en que ambos abueletes se ven en la cárcel, en la que, como siempre en Ibáñez, la emotividad es sucedida por la desdramatización, pues tras los abrazos y lágrimas, lo único que pretende el abuelo de Mortadelo es dejar a su rival en la celda, en un gag similar al que veremos en Billy “el Horrendo” (1983).  En conclusión, una magnífica historia con una notable ambientación de época, un acabado adecuado de Martínez Osete y la muestra de que el odio entre Mortadelo y Filemón tiene algo de determinista, pues viene de generaciones anteriores. El hecho de que Mortadelo cuente la historia de sus antepasados pudo ser el germen de la historieta de principios de los ochenta El árbol genealógico, publicada en el número 9 de Bruguelandia.

            La siguiente historia corta propuesta por Fernández Soto sería Un ayudante competente (Super Mortadelo, nº 7), historieta de 6 páginas en la que Mortadelo y Filemón deben llevar al Museo de la Guerra un cañón manejado por Gengis Khan. La historia reproduce un esquema clásico de las aventuras de la pareja: Mortadelo cometiendo torpezas en cadena y Filemón enfadándose por ello, pero supone una vuelta de tuerca al exagerar la nota: Mortadelo pocas veces ha sido tan torpe y Filemón no siempre ha resultado tan hilarante en sus enfados como en esta ocasión. Nuevamente la envidia será la gota que colme el vaso del jefe de Mortadelo, cuando el director del Museo de la Guerra le reprocha que no sea tan competente como su ayudante.

            El hecho de que desde el título de la historieta se nos recuerde que Mortadelo sigue siendo el ayudante de Filemón nos hace ver que, frente a lo que apuntan Fernández Soto y Antonio Guiral, Filemón sigue estando en un rango superior que Mortadelo en la TIA, como defendimos en este mismo blog. Gráficamente, destacamos algunas viñetas como la 9 de la página 3, en la que parece que faltan un par de onomatopeyas “en off”, la 3 de la página 2, en la que Filemón no luce sus característicos dos pelos y la 10 de la página 4, en la que Mortadelo lleva un doble par de gafas. Sobresale en esta historieta, también acabada por Osete, el nivel de los disfraces de Mortadelo, algunos de ellos muy atractivos, como el de burro, mayordomo, bombero, portero…

            En la historieta ¡Robots! (Super Mortadelo, nº 8), no encontramos que Mortadelo y Filemón se enfrente directa  y conscientemente, sino que, a lo largo de 6 páginas, van a confundirse mutuamente con unos robots similares a ellos que han aparecido en la TIA. La historia sigue el esquema clásico del Anfitrión de Plauto, pero tiene como antecedente más claro la historieta de Anacleto El Sosías, que Vázquez publicó en Din Dan, Extra de Primavera, de 1971. El propio Ibáñez desarrollará este esquema en la aventura larga El señor Todoquisque (1992).

            En ¡Robots! el arranque consiste en un Filemón fastidiando a Mortadelo mientras se prueba disfraces, aunque como verá el lector atento, Mortadelo gana la partida. Reseñable es también el papel del pelmazo ante la contraseña “En Albacete son casi las siete”. Ibáñez remata el chiste con la aparición del portero de la TIA, que redondea el sketch. Miguel Fernández Soto ha destacado también lo surrealista de algunos diálogos de este episodio.

            La historieta, sin embargo, nos plantea algunas dudas, algunos flecos no resueltos. Por ejemplo, no sabemos quién es el villano, que se escapa indemne, y que promete volver. Tampoco se aclara cuál es la misión que originalmente llevó al Súper a convocar a sus agentes, ni por qué el enemigo decidió, de entre todos los agentes, construir robots de Mortadelo y Filemón. Igualmente inexplicable es que, en la última viñeta, un amigo común haya construido dos pequeños robots con las figuras de los agentes.

            En El timador (Super Pulgarcito, nº 63), podemos hablar de enfrentamiento entre los agentes en la medida en que Mortadelo mantiene durante las cuatro páginas de historieta la rechifla ante su jefe, al haber sido este timado por el tipo al que deben perseguir. Destacan momentos hilarantes, como los gags del fajo de billetes y el lazo, el disfraz de Filemón caracterizado como “primo”, etc.  Finalmente, logran capturar al timador, pero Filemón sale malparado de la aventura, pues ha perdido todo su dinero. Nuevamente, vemos el lado más humano del agente bipelo, que es aprovechado miserablemente por Mortadelo para timarlo una vez más, haciendo que pierda lo único que le queda. Esta guasa de Mortadelo ante la ingenuidad de su jefe aparece también el El plano de Ali-Gusa-No (1974). Los agentes serán también timados por aquellos a quien persiguen en Timazo al canto (1994).



            Secuestro es otra pequeña joya de ocho páginas publicada en el Mortadelo Gigante Navideño de 1974. En ella, el protagonista absoluto es Mortadelo, quien tiene la tarea de liberar a Filemón, que ha sido secuestrado.  Poco tiempo más tarde, a Mortadelo le tocará desempeñar una misión parecida en el álbum Los secuestradores (1976). El inicio del episodio nos vuelve a mostrar a Mortadelo y Filemón como dos héroes infantiles poco edificantes, que se van de copas juntos (a pesar de no poder verse) en su tiempo libre hasta acabar totalmente ebrios. El episodio revela también un detalle poco conocido de Mortadelo: la camisa que se aprecia bajo su levita no es sino un postizo, como observamos en la viñeta 1 de la segunda página. Resulta curiosa la camaradería que se constata entre los agentes, que se van de juerga juntos, e incluso quedan por la mañana para ir juntos al trabajo (aquí viven en lugares diferentes).

            Pero no se dejen engañar. Como siempre en Ibáñez, el sentimentalismo dura poco y es prolegómeno de alguna otra escena desdramatizadora en la que se demuestra nuevamente la dureza de corazón de Mortadelo, quien insensiblemente, solo quiere que paguen el rescate para que no devuelvan a su jefe. Algo parecido ocurre en la ya citada Los secuestradores. Tampoco se muestra entusiasmado ante la “faena tonta” de rescatar a su jefe, encomendada por el Súper, pues el agente prefiere irse a ver una película de la bella Elke Sommers. Una vez que en el laboratorio de la TIA (pero no el profesor Bacterio) han analizado la procedencia del anónimo dejado por el secuestrador, se descubre que se trata de Joe Alcachofo, a quien Mortadelo tratará de atrapar en solitario, dando pie a una serie de gags que nuevamente parecen heredados de los dibujos animados de la Warner Bros, concretamente de los protagonizados por el Coyote y el Correcaminos. Seguramente por falta de espacio, la captura del villano es narrada en off por Mortadelo, quien lo entrega al Súper olvidándose de Filemón, a quien deja en una situación poco agradable, gag que culmina esta más que notable historieta.

            Invisibles (Super Mortadelo, nº 54) es una historieta de 4 páginas incluida por Fernández Soto en este capítulo basándose en los continuos perjuicios que Mortadelo causa a su jefe, aunque su incorporación es matizable, pues todos se producen sin querer. En esta ocasión, Filemón es convocado por el Súper para probar un invento del Bacterio, al que no vemos seguramente por falta de espacio, que convertirá al agente en invisible, como el pelo de Ibáñez. El objetivo es huir del Tronchabúfalos, que se prevé que aparezca por la TIA con sed de venganza. Mortadelo, mucho más práctico que Filemón, decide coger el toro por los cuernos, diseñando una serie de trampas contra el malhechor, en lugar de intentar desaparecer como Filemón. Evidentemente, de forma inconsciente, Mortadelo irá golpeando en repetidas ocasiones a su jefe.  Esta historieta presenta como peculiaridad el combinar dos de los finales clásicos de Ibáñez: por un lado, la evasión en el desierto tras la agresión al Bacterio y, ya en dicho escenario, la persecución de Filemón a Mortadelo por pronunciar la palabra clave que desata su ira. Un toque de originalidad para una historieta que debió de ser fácil de dibujar para Ibáñez, pues en rara ocasión aparece más de un personaje por viñeta, dado que los “héroes” actúan por separado (y de forma invisible, en el caso de Filemón).



            Las siguientes historietas pueden ser examinadas conjuntamente. Se trata de ¡Inocente, inocente!, divertimento de cinco páginas publicado en el número 6 de Mortadelo Gigante, de tema Navideño (1975),  así como ¡Inocente!, publicada en el Almanaque de Mortadelo para 1977 (1976). Ambas se engloban dentro de una larga tradición dentro de la propia historia de los personajes, en aventuras cortas como Día de inocentes (1961) o Inocentadas (1969). En realidad, la base de estas historietas hay que buscarla en antiguas historietas de las Hermanas Gilda, de Manuel Vázquez, cuyo esquema copia el padre de Mortadelo y Filemón. El propio Ibáñez reincidirá en este formato en ¡Inoceeeenteee!, otra historieta corta de 1991, que supone la última aparición de la señorita Irma en las viñetas de Ibáñez (que no en las portadas).

            ¡Inocente, inocente! comienza, al igual que la otra, con uno de los personajes sufriendo una agresión tras consultar el calendario, lo cual desata la caja de los truenos. En esta obra, Filemón perpetra todo tipo de cafrerías y burradas contra Mortadelo, quien sale indemne de todas. Curiosa la mención al sobrino de Mortadelo, que no sabemos si es el mismo que conoceremos en Los sobrinetes (1988). En ¡Inocente! el esquema se complica, pues en él se involucran además de los protagonistas el Súper y el Director general, dando pie a una situación explosiva que, definitivamente, se les va de las manos a todos. Nótese que en la viñeta 3 de la página 5 aparece el concepto de “Mortadelada”, que dará pie en los años 80 a una serie de historietas cortas de Casanyes, de una sola página.


 
            Como dijimos al principio del artículo, estas historietas que enfrentan entre sí a nuestros agentes constituyen la esencia misma de la serie, pues aunque en la canción de la serie de dibujos animados de BRB Internacional se dijera aquello de “Buenos colegas los dos”, lo cierto es que Mortadelo y Filemón son dos personajes que viven permanentemente enfrentados, al margen de las visiones románticas que se puedan tener de las criaturas. No en vano, cuando el director de cine Javier Fesser dijo a Ibáñez que su visión de la pareja de agentes era la de “dos perdedores unidos por su amistad”, el dibujante catalán contestó que en realidad se trataba de dos “cabrones” que venderían a su madre por dos duros. Y algo sabrá el autor de sus propias criaturas, ¿no creen?

            A lo largo de su carrera, Mortadelo y Filemón se han enfrentado mutuamente de forma tan explícita como en estas historietas en aventuras largas como Misión de perros (1976), con el inolvidable capítulo en que Filemón quiere darle morcilla al perro de Mortadelo,  Hay un traidor en la TIA (1983), El ascenso (1983) o El ansia de poder (1989), historietas en las que fuimos testigos de las peleas internas entre los dos protagonistas.

            En este sentido, Mortadelo y Filemón no difieren en exceso del resto de personajes de la Editorial Bruguera, pues, como ellos, son un reflejo de una sociedad fracturada, partida en dos, rasgada por la zanja indivisible de la guerra civil. Mortadelo y Filemón no se enfrentan a un enemigo común, como Astérix y Obélix, símbolo del carácter combativo del inconformismo francés, del que tan buenas pruebas habían dado los galos en la relativamente reciente II Guerra Mundial. Mortadelo y Filemón parten de un terreno abonado por la Guerra Civil Española, en la que lucharon hermanos contra hermanos. Como reflejo inconsciente de esto, en sus historietas ( y en las de la mayoría de los autores de Bruguera), el enemigo en raras ocasiones será un supervillano, sino que serán la suegra, la portera, el guardia urbano de la esquina, el patrón… Y es que, no lo olviden, queridos lectores, ninguno de los villanos a los que se han enfrentado ha jorobado tanto a Mortadelo como el propio Filemón (y viceversa).

domingo, 9 de junio de 2013

EL MORTADELO DE CASANYES Y LA CENSURA...¿EN LOS OCHENTA?

 Estimados amigos, hoy vamos a hablar de un detalle anecdótico que aparece en la primera aventura larga de Mortadelo y Filemón realizada al margen de Ibáñez, se trata de la notable Las criaturas de cera vivientes, guionizada y dibujada por Ramón Mª Casanyes en 1982.

         Como se puede ver, esta historia se concibió y dibujó en plena democracia, con la censura ya supuestamente desaparecida. Sin embargo, hay algo que nos ha llamado la atención. Se trata de la viñeta 6 de la página 14. Aquí, Casanyes desarrolla un gag plenamente ibañezco: Mortadelo ha advertido la presencia del Monstruo del Lago Ness y va a comunicárselo a su jefe, pero el miedo paralizante hace que apenas pueda balbucear: "¡El mo...el mo...!" En lugar de "¡El monstruo!".

                 Filemón le contesta, como se ve en la ilustración: "¿Un mono? ¡Aquí no hay monos!", pero pronto el jefe pagará su ignorancia al comprobar que el temido monstruo está justo detrás de él. Hasta aquí, nada raro, si no fuera porque los gestos y movimientos de los personajes en la viñeta 6 no parecen corresponderse con el diálogo del bocadillo, bocadillo en el que, por cierto, sobra mucho espacio, como si el diálogo original que hubiera de haber sido insertado en él debiera ser otro.


                Si se fijan, Filemón saca un pañuelo y se lo ofrece a su subordinado. ¿Por qué saca Filemón un pañuelo para decir que no hay monos en ese lago? Aquí es cuando nuestra imaginación empieza a bullir y proponemos otra hipótesis. ¿No sería que en la versión original Filemón entendía algo parecido a "el moco" (en vez de "el mono") y por eso le ofrece un pañuelo al estupefacto Mortadelo? 


              Es cierto que no podemos demostrarlo, pero el gesto de Filemón sacando y ofreciendo su pañuelo nos hace pensar que tal vez el chiste original de Casanyes hacía mención al "moco" y no al "mono", pero fue en última instancia cambiado, no ya por una censura oficial, sino por la propia editorial, que tal vez lo juzgara de mal gusto de cara a los lectores más jóvenes. Esto es solo una hipótesis, pero no olviden que en los inicios de la democracia todavía había algunos titubeos acerca de lo que se podía o no se podía hacer, especialmente cuando el público receptor eran los más tiernos infantes.
   
            Sea como fuere, más que de censura podemos hablar de remilgos de la redacción de Bruguera, y en todo caso no se trató de un caso representativo. Un año después, Ibáñez publicaría la aventura larga Billy el "Horrendo" en la que por primera vez de forma oficial aparece la palabra "moco" en una historieta de Mortadelo y Filemón, concretamente en la viñeta 3 de la página 10, esta vez sin que hubiera ninguna modificación. No en vano había pasado un añito más de consolidación de la libertad de expresión esa...y el autor era el propio Ibáñez.

¿Qué opinan ustedes?