Continuamos
con el análisis de las historietas cortas de Mortadelo y Filemón, por lo que
volveremos a utilizar la clasificación que Miguel Fernández Soto propone para
estas pequeñas aventuras de los 70 en El mundo de Mortadelo y Filemón. Hoy
abordaremos el apartado que el autor de Cartagena engloba bajo el título
“Filemón contra Mortadelo”, es decir, aquellas historias en que los agentes se
enfrentan no tanto a un enemigo común, sino el uno contra el otro. Aunque la clasificación propuesta es
subjetiva y matizable, la consideramos lo suficientemente útil y adecuada para
el análisis, reconociendo, eso sí, que no es la única posible.
Sin duda, se
encuadran en este apartado algunas de las páginas más divertidas de la serie,
pues el enfrentamiento entre ambos agentes constituye una parte importante de
la esencia de la misma, y se remonta a la época de Agencia de información, en
la que la casi exclusiva presencia de los dos detectives hacía que muchas
historietas se centraran en las mutuas zancadillas que ambos se obsequiaban recíprocamente.
La
primera, aunque no más antigua historieta que vamos a analizar es la que da
título al subgrupo:
Filemón contra Mortadelo, aventura de 7 páginas publicada
originalmente en el número 2 de
Super Mortadelo, en 1972. Filemón, cansado de
que Mortadelo sea el más popular de la pareja, estalla de ira cuando el Súper
le pide que busque al agente transformista para llevar “todo el peso de la
organización”. Esto hace que Filemón piense, un tanto ingenuamente, que dejando
a
Mortadelo fuera de juego, tan honrosa
posibilidad recaería en él mismo, como si no hubiera más opciones en la TIA,
agencia en la que trabajan cientos de hombres.
La
historieta parte de lo que podría ser una reflexión sobre la propia serie. Dos
años antes de la misma, Mortadelo se había convertido en el único miembro de la
pareja que daría título a la propia revista semanal. En 1972 será nuevamente el
agente gafotas el elegido para titular Super Mortadelo, cuyas portadas
acaparará en un primerísimo término, relegando a su jefe a un segundo lugar.
Poco a poco, se irá extendiendo entre la chiquillería del país aquella
expresión de “leer un tebeo de Mortadelo”, ignorando a Filemón en dicha
mención. El propio autor se ha referido en alguna ocasión a su pareja estrella
como “Mortadelo y el otro”. Con estos antecedentes, no es de extrañar que el
bueno de Filemón acabara explotando en una historieta, esta, en la que el
personaje demuestra tener sentimientos. Precisamente será esta faceta de
Filemón, más humana que la de Mortadelo, la que se reflejaría en la película de
Javier Fesser La gran aventura de Mortadelo y Filemón (2003), que carga las
tintas en las emociones y sentimientos del ignorado Filemón.
A
partir de aquí
se sucederán una serie de gags al más puro estilo de la Warner
Bros, que nos recuerdan a las peripecias de el
Coyote y el Correcaminos, que
pasarán desde los intentos de eliminación más inocuos a los más contundentes,
de los más burros (bombazo y tentetieso) a los más sofisticados (la silla que
se pliega ante el depósito de ácido). De todos ellos Mortadelo saldrá indemne,
mostrando en todo caso una ingenuidad
que resulta jocosa. Finalmente, Filemón decide hablar directamente con
el Súper y exponerle su preocupación, diciéndole que considera que él es el
hombre más adecuado para llevar todo el peso de la organización.
Esta actitud
tan sensata, dicho sea de paso, ha sido la segunda opción de Filemón, tras los
intentos de asesinato de su compañero. Al final, lo de llevar “todo el peso” de
la empresa se plasmará literalmente en una viñeta que muestra el traslado
individual por parte de Filemón de todos los muebles de la TIA, al cambiar esta
de sucursal.
Este gag, que
Fesser
consideró tan característico de la serie como para culminar con él su película
de 2003, fue
ya utilizado por Ibáñez anteriormente y procede realmente de las
historietas de La familia Cebolleta, de Vázquez, concretamente de la que
aparece en el número 1814 de
Pulgarcito, como comenté en
El gran Vázquez. Coge el dinero y corre, libro de la editorial Dolmen coordinado por
Juan José
Vargas.
Sin
duda, esta historieta saca la peor faceta de Filemón, quien se revela como un
auténtico sádico que, a imitación del gran visir Iznogud, quiere ser
protagonista en lugar del protagonista, saliendo escaldado. Destaca globalmente
el gag en que Filemón, hastiado de sus continuos fracasos, se resigna ante la
idea de que sus planes saldrán mal y se deja morder por el cocodrilo que
originalmente tiene preparado para Mortadelo. Este último sale mejor parado y
sus apariciones en esta historieta nos dejan ver a qué dedica el tiempo
Mortadelo en la TIA cuando no está desempeñando ninguna misión: se prueba
disfraces, pinta la puerta de la cámara acorazada, se prueba capas anti-ácidos,
hace la colada…
En
cuanto al dibujo,
se aprecia el acabado de Martínez Osete, con las
características habituales, como son el mayor tamaño de las manos. Como nota,
señalaremos que
la viñeta 13 de la página 1, en la que Filemón llora
desconsoladamente su anonimato fue reutilizada por Casanyes en alguna
historieta corta, no en balde se dice que este autor apócrifo hizo siempre
hincapié en la humanidad de los personajes, más que su propio creador.
La
siguiente historieta propuesta por Fernández Soto es la magnífica El abuelo,
aventura de 4 páginas publicada originalmente en el Pulgarcito extra 50
aniversario, de 1971 y que fue una de las pocas historias cortas recogidas por
Antonio Guiral para la colección de RBA Clásicos del Humor, lo cual nos dará
una idea de su calidad. En ella, tras una bronca del Súper en que llama a
Filemón “lepidóptero estrábico”, este consulta un diccionario en el que aparece
una foto del abuelo de Mortadelo, quien cuenta la historia de tan simpático
personaje, a quien ya conocimos en La historia de Mortadelo y Filemón, aventura
corta publicada en el Almanaque de Gran Pulgarcito para 1970 (1969).
Como
ocurre en otras semblanzas biográficas de Ibáñez, desde las de
La Historia esa
vista por Hollywood hasta álbumes como
Pero…¿quiénes son estos tipos? (1986),
de
Chicha, Tato y Clodoveo, o
El 35 aniversario (1993), de Mortadelo y Filemón,
el humor surge del contraste entre la voz del narrador y lo que muestran las
viñetas. Esto da pie a algunos gags brillantes basados en la arrolladora
personalidad del abuelo de Mortadelo, tan caradura como su nieto, que muestra
una malsana fijación por su vecino, que es, por supuesto, el abuelo de Filemón.
Una fijación parecida a la que Mortadelo desarrollará hacia su jefe en álbumes
como
Su vida privada (1998).
Destacan
escenas como la del supuesto ayuda de cámara del abuelo de Mortadelo, el cameo
en prisión de José María “el Tempranillo”, y la anagnórisis final, con un joven
Filemón desheredado por su abuelo. Sobresale también la escena en que ambos
abueletes se ven en la cárcel, en la que, como siempre en Ibáñez, la emotividad
es sucedida por la desdramatización, pues tras los abrazos y lágrimas, lo único
que pretende el abuelo de Mortadelo es dejar a su rival en la celda, en un gag
similar al que veremos en Billy “el Horrendo” (1983). En conclusión, una magnífica historia con una
notable ambientación de época, un acabado adecuado de Martínez Osete y la
muestra de que el odio entre Mortadelo y Filemón tiene algo de determinista,
pues viene de generaciones anteriores. El hecho de que Mortadelo cuente la
historia de sus antepasados pudo ser el germen de la historieta de principios
de los ochenta El árbol genealógico, publicada en el número 9 de Bruguelandia.
La
siguiente historia corta propuesta por Fernández Soto sería Un ayudante
competente (Super Mortadelo, nº 7), historieta de 6 páginas en la que Mortadelo
y Filemón deben llevar al Museo de la Guerra un cañón manejado por Gengis Khan.
La historia reproduce un esquema clásico de las aventuras de la pareja: Mortadelo
cometiendo torpezas en cadena y Filemón enfadándose por ello, pero supone una
vuelta de tuerca al exagerar la nota: Mortadelo pocas veces ha sido tan torpe y
Filemón no siempre ha resultado tan hilarante en sus enfados como en esta
ocasión. Nuevamente la envidia será la gota que colme el vaso del jefe de
Mortadelo, cuando el director del Museo de la Guerra le reprocha que no sea tan
competente como su ayudante.
El
hecho de que desde el título de la historieta se nos recuerde que
Mortadelo
sigue siendo el ayudante de Filemón nos hace ver que, frente a lo que apuntan
Fernández Soto y Antonio Guiral,
Filemón sigue estando en un rango superior que
Mortadelo en la TIA, como defendimos en este mismo
blog. Gráficamente,
destacamos algunas viñetas como la 9 de la página 3, en la que parece que
faltan un par de onomatopeyas “en off”, la 3 de la página 2, en la que Filemón
no luce sus característicos dos pelos y la 10 de la página 4, en la que
Mortadelo lleva un doble par de gafas. Sobresale en esta historieta, también
acabada por
Osete, el nivel de los disfraces de Mortadelo, algunos de ellos muy
atractivos, como el de burro, mayordomo, bombero, portero…
En
la historieta
¡Robots! (
Super Mortadelo, nº 8), no encontramos que Mortadelo y
Filemón se enfrente directa
y
conscientemente, sino que, a lo largo de 6 páginas, van a confundirse
mutuamente con unos robots similares a ellos que han aparecido en la TIA. La
historia sigue el esquema clásico del
Anfitrión de Plauto, pero tiene como
antecedente más claro la historieta de
Anacleto El Sosías, que
Vázquez publicó
en Din Dan, Extra de Primavera, de 1971. El propio Ibáñez desarrollará este
esquema en la aventura larga
El señor Todoquisque (1992).
En
¡Robots! el arranque consiste en un Filemón fastidiando a Mortadelo mientras se
prueba disfraces, aunque como verá el lector atento, Mortadelo gana la partida.
Reseñable es también el papel del pelmazo ante la contraseña “En Albacete son
casi las siete”. Ibáñez remata el chiste con la aparición del portero de la
TIA, que redondea el sketch. Miguel Fernández Soto ha destacado también lo
surrealista de algunos diálogos de este episodio.
La
historieta, sin embargo, nos plantea algunas dudas, algunos flecos no
resueltos. Por ejemplo, no sabemos quién es el villano, que se escapa indemne,
y que promete volver. Tampoco se aclara cuál es la misión que originalmente
llevó al Súper a convocar a sus agentes, ni por qué el enemigo decidió, de
entre todos los agentes, construir robots de Mortadelo y Filemón. Igualmente
inexplicable es que, en la última viñeta, un amigo común haya construido dos
pequeños robots con las figuras de los agentes.
En
El timador (
Super Pulgarcito, nº 63), podemos hablar de enfrentamiento entre
los agentes en la medida en que Mortadelo mantiene durante las cuatro páginas
de historieta la rechifla ante su jefe, al haber sido este timado por el tipo
al que deben perseguir. Destacan momentos hilarantes, como los gags del fajo de
billetes y el lazo, el disfraz de Filemón caracterizado como “primo”, etc.
Finalmente, logran capturar al timador, pero
Filemón sale malparado de la aventura, pues ha perdido todo su dinero.
Nuevamente, vemos el lado más humano del agente bipelo, que es aprovechado
miserablemente por Mortadelo para timarlo una vez más, haciendo que pierda lo
único que le queda. Esta guasa de Mortadelo ante la ingenuidad de su jefe
aparece también el
El plano de Ali-Gusa-No (1974). Los agentes serán también
timados por aquellos a quien persiguen en
Timazo al canto (1994).
Secuestro
es otra pequeña joya de ocho páginas publicada en el Mortadelo Gigante Navideño
de 1974. En ella, el protagonista absoluto es Mortadelo, quien tiene la tarea
de liberar a Filemón, que ha sido secuestrado.
Poco tiempo más tarde, a Mortadelo le tocará desempeñar una misión parecida
en el álbum Los secuestradores (1976). El inicio del episodio nos vuelve a
mostrar a Mortadelo y Filemón como dos héroes infantiles poco edificantes, que
se van de copas juntos (a pesar de no poder verse) en su tiempo libre hasta
acabar totalmente ebrios. El episodio revela también un detalle poco conocido
de Mortadelo: la camisa que se aprecia bajo su levita no es sino un postizo,
como observamos en la viñeta 1 de la segunda página. Resulta curiosa la
camaradería que se constata entre los agentes, que se van de juerga juntos, e
incluso quedan por la mañana para ir juntos al trabajo (aquí viven en lugares
diferentes).
Pero
no se dejen engañar. Como siempre en Ibáñez, el sentimentalismo dura poco y es
prolegómeno de alguna otra escena desdramatizadora en la que se demuestra
nuevamente la dureza de corazón de Mortadelo, quien insensiblemente, solo
quiere que paguen el rescate para que no devuelvan a su jefe. Algo parecido
ocurre en la ya citada Los secuestradores. Tampoco se muestra entusiasmado ante
la “faena tonta” de rescatar a su jefe, encomendada por el Súper, pues el
agente prefiere irse a ver una película de la bella Elke Sommers. Una vez que
en el laboratorio de la TIA (pero no el profesor Bacterio) han analizado la
procedencia del anónimo dejado por el secuestrador, se descubre que se trata de
Joe Alcachofo, a quien Mortadelo tratará de atrapar en solitario, dando pie a
una serie de gags que nuevamente parecen heredados de los dibujos animados de
la Warner Bros, concretamente de los protagonizados por el Coyote y el
Correcaminos. Seguramente por falta de espacio, la captura del villano es
narrada en off por Mortadelo, quien lo entrega al Súper olvidándose de Filemón,
a quien deja en una situación poco agradable, gag que culmina esta más que notable
historieta.
Invisibles
(Super Mortadelo, nº 54) es una historieta de 4 páginas incluida por Fernández
Soto en este capítulo basándose en los continuos perjuicios que Mortadelo causa
a su jefe, aunque su incorporación es matizable, pues todos se producen sin
querer. En esta ocasión, Filemón es convocado por el Súper para probar un
invento del Bacterio, al que no vemos seguramente por falta de espacio, que
convertirá al agente en invisible, como el pelo de Ibáñez. El objetivo es huir
del Tronchabúfalos, que se prevé que aparezca por la TIA con sed de venganza.
Mortadelo, mucho más práctico que Filemón, decide coger el toro por los
cuernos, diseñando una serie de trampas contra el malhechor, en lugar de
intentar desaparecer como Filemón. Evidentemente, de forma inconsciente,
Mortadelo irá golpeando en repetidas ocasiones a su jefe. Esta historieta presenta como peculiaridad el
combinar dos de los finales clásicos de Ibáñez: por un lado, la evasión en el
desierto tras la agresión al Bacterio y, ya en dicho escenario, la persecución
de Filemón a Mortadelo por pronunciar la palabra clave que desata su ira. Un
toque de originalidad para una historieta que debió de ser fácil de dibujar
para Ibáñez, pues en rara ocasión aparece más de un personaje por viñeta, dado
que los “héroes” actúan por separado (y de forma invisible, en el caso de
Filemón).
Las
siguientes historietas pueden ser examinadas conjuntamente. Se trata de
¡Inocente, inocente!, divertimento de cinco páginas publicado en el número 6 de
Mortadelo Gigante, de tema Navideño (1975),
así como ¡Inocente!, publicada en el Almanaque de Mortadelo para 1977
(1976). Ambas se engloban dentro de una larga tradición dentro de la propia
historia de los personajes, en aventuras cortas como Día de inocentes (1961) o
Inocentadas (1969). En realidad, la base de estas historietas hay que buscarla
en antiguas historietas de las Hermanas Gilda, de Manuel Vázquez, cuyo esquema
copia el padre de Mortadelo y Filemón. El propio Ibáñez reincidirá en este
formato en ¡Inoceeeenteee!, otra historieta corta de 1991, que supone la última
aparición de la señorita Irma en las viñetas de Ibáñez (que no en las
portadas).
¡Inocente,
inocente! comienza, al igual que la otra, con uno de los personajes sufriendo
una agresión tras consultar el calendario, lo cual desata la caja de los
truenos. En esta obra, Filemón perpetra todo tipo de cafrerías y burradas
contra Mortadelo, quien sale indemne de todas. Curiosa la mención al sobrino de
Mortadelo, que no sabemos si es el mismo que conoceremos en Los sobrinetes
(1988). En ¡Inocente! el esquema se complica, pues en él se involucran además
de los protagonistas el Súper y el Director general, dando pie a una situación
explosiva que, definitivamente, se les va de las manos a todos. Nótese que en la
viñeta 3 de la página 5 aparece el concepto de “Mortadelada”, que dará pie en
los años 80 a una serie de historietas cortas de Casanyes, de una sola página.
Como
dijimos al principio del artículo, estas historietas que enfrentan entre sí a
nuestros agentes constituyen la esencia misma de la serie, pues aunque en la
canción de la serie de dibujos animados de BRB Internacional se dijera aquello
de “Buenos colegas los dos”, lo cierto es que Mortadelo y Filemón son dos
personajes que viven permanentemente enfrentados, al margen de las visiones
románticas que se puedan tener de las criaturas. No en vano, cuando el director
de cine Javier Fesser dijo a Ibáñez que su visión de la pareja de agentes era
la de “dos perdedores unidos por su amistad”, el dibujante catalán contestó que
en realidad se trataba de dos “cabrones” que venderían a su madre por dos
duros. Y algo sabrá el autor de sus propias criaturas, ¿no creen?
A
lo largo de su carrera, Mortadelo y Filemón se han enfrentado mutuamente de
forma tan explícita como en estas historietas en aventuras largas como
Misión
de perros (1976), con el inolvidable capítulo en que Filemón quiere darle
morcilla al perro de Mortadelo,
Hay un
traidor en la TIA (1983),
El ascenso (1983) o
El ansia de poder (1989),
historietas en las que fuimos testigos de las peleas internas entre los dos
protagonistas.
En
este sentido, Mortadelo y Filemón no difieren en exceso del resto de personajes
de la Editorial Bruguera, pues, como ellos, son un reflejo de una sociedad
fracturada, partida en dos, rasgada por la zanja indivisible de la guerra
civil. Mortadelo y Filemón no se enfrentan a un enemigo común, como Astérix y
Obélix, símbolo del carácter combativo del inconformismo francés, del que tan
buenas pruebas habían dado los galos en la relativamente reciente II Guerra
Mundial. Mortadelo y Filemón parten de un terreno abonado por la Guerra Civil
Española, en la que lucharon hermanos contra hermanos. Como reflejo
inconsciente de esto, en sus historietas ( y en las de la mayoría de los autores
de Bruguera), el enemigo en raras ocasiones será un supervillano, sino que
serán la suegra, la portera, el guardia urbano de la esquina, el patrón… Y es
que, no lo olviden, queridos lectores, ninguno de los villanos a los que se han
enfrentado ha jorobado tanto a Mortadelo como el propio Filemón (y viceversa).