¡Queda inaugurado el Mundial 82! forma parte de una trilogía de álbumes que se inicia con En marcha el Mundial 82 y culmina con El balón catastrófico, todos de 1982. Como saben, el Mundial se celebró en nuestro país, y Bruguera aprovechó el filón de diversas formas. La trilogía ibañezca de la que hablamos es una de ellas, sin que exista sospecha de un especial interés del autor en el tema, ya que no es, en absoluto, aficionado a este deporte.
El álbum sufrió varios cambios de título. En la página octava, Ibáñez lo introduce, como de costumbre, con letra destacada y allí podemos leer, a secas,“¡Queda inaugurado el “Mundial!”. Sin embargo, se aprecia en el bocadillo el hueco destinado al “82” que, inexplicablemente, fue eliminado. Para la edición del primer Super Humor dedicado exclusivamente a los Mundiales fue rebautizado como “Mundial 82 bis”, por seguir una continuidad con otros títulos del volumen.
El álbum presenta la continuación de lo propuesto en En marcha el Mundial 82, es decir, la concreción del evento en nuestro país. El dibujo del álbum que nos ocupa se presenta, sin embargo, más acabado, con unos fondos más trabajados y un entintado de más calidad. Además, abundan en él viñetas espectaculares, que llegan a ocupar hasta media plancha, profusamente detalladas. También el coloreado ha mejorado, aunque se aprecia un uso excesivo de las tonalidades azules en sus primeras ediciones.
En el primero de los episodios de ocho páginas, se nos presenta el argumento, no exento de sorna. Uno de los equipos invitados es falso, esto es, está formado por espías que pretenden conocer nuestro poderío nuclear. Para atraparlos, Mortadelo y Filemón tendrán que hacerse pasar por deportistas, como en los álbumes precedentes, Mundial 78 (1978) y Olimpiada 1980 (1980).
La primera viñeta, de carácter espectacular por su tamaño y detallismo muestra el aterrizaje de los aviones extranjeros e incide críticamente en la cutrez de los medios españoles, así como en la manipulación de los medios de información que, incluso en democracia, muestran un discurso “oficial” que difiere de la realidad. Posteriormente, encontramos una escena equivalente a los desfiles de cada acontecimiento deportivo, la bajada del avión de diversos pueblos extranjeros, cada uno ostentando los rasgos tópicos asociados a su nación.
En la TIA, una Ofelia más ancha que nunca convoca ante el Súper a Mortadelo y Filemón, que están tirando del carro, tras la asignación de tareas según el coeficiente intelectual realizada por la computadora, lo que nos remite a la historieta corta Pruebas de aptitud, (Mortadelo Extra de Verano, 1971). Tras la explicación de la misión (gracias a la cual sabemos que la TIA colabora con la Interpilpil), nuestros agentes son entrenados por Melanio Perrera, trasunto del antiguo entrenador del FC Barcelona Helenio Herrera. Estos entrenamientos, normalmente realizados en el patio de la TIA, muestran ante la desesperación del “mister” la torpeza de Mortadelo y Filemón, así como su desconocimiento del argot deportivo. Este recurso fue tomado de Vázquez, quien lo presenta en una historieta de Anacleto publicada en el Mortadelo Especial Fútbol de 1976, e Ibáñez la desarrollará, en mayor o menor medida en Mundial 78, Olimpiada 1980, Mundial 94 (1993), Mundial 98 (1997) o Mundial 2002 (2002). Sin duda, en la historieta que nos ocupa encontramos una de las más felices formulaciones de este tópico humorístico, con gags auténticamente geniales que ponen en evidencia tanto la ineptitud de los protagonistas como una repentina vocación de ermitaño del señor Perrera.
La ya consolidada transición permite a Ibáñez lanzar críticas al país, relativas a su capacidad de improvisación o los asuntos sindicales y la huelga, por ejemplo. En la escena del desfile, en otra viñeta muy detallada, se ironiza nuevamente sobre los tópicos nacionales, si bien es cierto que el coloreado inicial de la historieta, que asigna un color uniforme a cada masa de deportistas (en las primeras ediciones) desluce el resultado final. Cierra esta parte otra viñeta de gran tamaño en la que aparece la caricatura del por entonces presidente Calvo-Sotelo.
El comienzo del segundo capítulo muestra a unos holgazanes Mortadelo y Filemón que eluden su responsabilidad y ponen en su lugar un par de muñecos, como veremos en Cacao espacial (1985) y en Va la TIA y se pone al día (1989). Destaca en este apartado que el prólogo a la misión propiamente dicha ocupa nada menos que tres páginas. Este apartado muestra más gags divertidos, como los jugadores haciendo cola para el autobús o pagando su entrada en la taquilla.
La inoperancia deportiva de los protagonistas llevará a la desesperación al entrenador de la Selección española, de la que forman parte. Así, se suceden los intentos de suicidio por su parte, algo que veremos en futuros seleccionadores y deportistas en álbumes como Mundial 98, Atlanta 96 (1996), Atenas 2004 (2004), Pekín 2008 (2008) y Mundial 2010 (2010). El episodio se salda con divertidísimos gags como el de Mortadelo pisando sin querer a los del banquillo o el provocado por Filemón al atarse el zapato, así como con viñetas espectaculares, como la segunda de la página 15 o la última de la 16.
El tercer apartado empieza con un alegato en contra de la excesiva publicidad del Mundial, puesto en boca de Filemón y que, seguramente, refleja la acritud del propio Ibáñez hacia el tema. En esta ocasión, Mortadelo y su jefe tendrán que espiar al equipo de Camerún, lo que da pie a chistes que hoy se considerarían racistas y que superan a los aparecidos en el africano Mundial 2010. Con la excusa de tener que franquear el muro donde entrena el equipo, Ibáñez se libra de llevar sus personajes al terreno de fútbol. Los gags relacionados con la imposibilidad de saltar una pared los encontramos también en historias como El antídoto (1973), Pánico en el zoo (1975), Misión de perros (1976), La maldición gitana (1989), Corrupción a mogollón (1994) y El trastomóvil (1976). La avalancha provocada al quitar una de las rocas que ayudaban a encaramarse al muro recuerda a la provocada en El quinto centenario (1992). Llama la atención la referencia en el capítulo de “la moda de las pelambreras”, fiel reflejo de la época.
En el cuarto episodio vemos que el Súper tiene más agentes trabajando en el caso, como es X-18 (¿por qué nunca le asignó números a Mortadelo y Filemón?). Este eficaz agente presenta al Súper una película que, al velarla, mostrará cuál es el equipo falso, lo que supondría el final de una misión que, como el mismo Súper apunta, está costando mucho a la pareja protagonista. Como era de esperar, nuestros superagentes acaban velando la película, inutilizando así el trabajo de su compañero.
Esta vez tendrán que aprovechar el partido de la Selección española contra Nueva Zelanda (no, se ve que todavía no estábamos descalificados) para descubrir al equipo de los
farsantes. Para ello, prueban suerte con el oteo aéreo, utilizando tanto el disfraz de urraco como un helicóptero que roban con el piloto dentro (les devolverán la moneda años después en
El carné al punto, 2005). Una serie de gags escatológicos relacionados con el retrete y el trasero de un futbolista, que quedará al descubierto cuando Mortadelo ejerza de enfermero, como en
Mundial 2006, desarrollan el episodio, que culmina con la venganza de Mortadelo y Filemón contra el Súper, al no haberles advertido este de que tenían un par de entradas para vigilar cómodamente desde la grada.
El episodio muestra algún ejemplo de composición inusual, como la primera mitad de la plancha trigésima, así como con alguna confusión de Ibáñez, quien se refiere a la serie Dallas, donde aparecía el mítico personaje de J.R., como “película”. Esta confusión entre series y películas la apreciamos también en algunas de las entrevistas que concede nuestro autor. Como último dato destacable, señalamos que, en general, en este tramo de historieta, Mortadelo sale peor parado que Filemón, pues recibe la mayoría de los golpes.
El sexto episodio se inicia con una secuencia de un durmiente Mortadelo cuyo sueño se ve interrumpido por una notificación del Superintendente, quien acabará golpeando a sus dos agentes, que cometen la “viveza” de insultarlo cuando está presente. El argumento de este capítulo suena a otro recurso de Ibáñez para evitar enviar a sus criaturas a los campos de juego tan odiados por él. En esta ocasión, han de probar un invento del profesor Bacterio, consistente en un diente postizo que dispara un rayo descuajeringante, artilugio destinado a los espías. Contrasta el sofisticado ingenio de Bacterio para inventar un artilugio así, frente a su intento de arrancar a Filemón uno de sus dientes con unas tenazas.
Esto da pie a algunas escenas bastante crudas, como la extracción a mano del fémur de Filemón o la imagen del profesor con medio cuerpo dentro del agente, buscándole el diente que este se había tragado. Tras probárselo al revés (como hiciera con la boina en Los inventos del profesor Bacterio, 1972), Ibáñez da una vuelta de tuerca, repitiendo el esquema del invento con, esta vez, un brazo artificial que también dispara rayos. Cuando Mortadelo se ofrece voluntario para probárselo, el Súper lo besa en la calva llamándolo “agente predilecto” (dudosa atribución), justo antes de recibir una descarga del brazo en cuestión. Como siempre, los momentos emotivos son seguidos en la obra de Ibáñez por algún gag que desmitifique por completo la situación. Ya en el estadio, Mortadelo fulmina sin querer a los jugadores con el rayo, obligando así a su jefe y a él mismo a huir a la selva. Como detalle curioso, les invitamos a localizar la firma de Ibáñez en la corteza de uno de los árboles.
A pesar de nuestros agentes, la Selección Española consigue llegar a la final, donde el pésimo juego de los rusos hacen pensar que son ellos los villanos, aunque en realidad esto se debe a una mala digestión de potaje, lo que nos remite al futuro álbum Mundial 2006. La primera plancha del episodio muestra algunos momentos destacables, como la aparición de Mortadelo y Filemón en los ojos del entrenador y el gag de la pompa de chicle que, al reventar, empaña la foto del equipo.
Los protagonistas, convencidos de que los rusos son los espías (no olvidemos que todavía coleaba la Guerra Fría), intenta eliminarlos uno a uno, y consiguen hacerlo…con los componentes del conjunto español. Como ocurre con los artistas de El circo (1973) y con los toreros de ¡Soborno! (1977), las inocentes víctimas son eliminadas una a una por error. La historia concluye con el aviso del Súper de que el falso equipo, China, no pudo actuar por haber sido descalificada en los preliminares. La última plancha, que resulta algo desnuda gráficamente, culmina con una explosión que elimina a los miembros restantes de los equipos finalistas, en un acto de anarquía ibañezco contra la competición epítome del Deporte Rey. El periódico que da la noticia incluye otro dardo de Ibáñez hacia los gerifaltes del mundo deportivo, pues la copa, que ha tenido que rifarse, le ha tocado al cuñado del presidente de la FIFA; otra muestra de la desconfianza de Ibáñez hacia los organizadores de este tipo de eventos.
En definitiva, se puede decir que estamos ante una buena historia, con un guion divertido y un dibujo que empieza a dejar entrever algunos leves detalles absurdos, de los que se abusará a finales de la década. El dibujo también atraviesa un buen momento, con un cierto recargamiento de la plancha. Incluso algunas de las viñetas de este álbum van a servir de modelo para algunos de los dibujantes “apócrifos” de Bruguera, como es el caso de Casanyes, que recogerá algunas posturas del álbum para su historia corta “La máquina del tiempo”, así como del desconocido autor de la breve historieta:”Bienvenido, Papá Noel”.