Como ya ocurrió en El transformador metabólico, del mismo año, ¡A por el niño! consta de seis episodios de seis páginas seguidos de un último apartado de ocho. El primer episodio se abre con una introducción en la que los secuaces de Roco el “Bestiajo” intentan secuestrar a uno de los alumnos de la escuela “El Cerebelo”. Una primera viñeta bastante elaborada nos sitúa espacialmente el colegio, con un dibujo más detallado de lo habitual cuando se trata de edificios. Rompetechos hará su pequeño “cameo” al presentarse como candidato para las elecciones. Dada su “visión de futuro”, puede que nuestro entrañable cegato se haya visto seducido por el éxito de su pariente tirano “Rompetechen” (El sulfato atómico, 1969)y se decidiera a dar el paso a la esfera política.
Hay que señalar que estas dos primeras páginas presentan un entintado más cuidado que el resto del álbum, de manera que tan solo el cansino color amarillo que puebla las páginas de Bruguera durante esta época (¿saldría más económico?) desluce el resultado final. Como era de prever, el Súper manda a Mortadelo y Filemón a la citada escuela para proteger a los inocentes infantes. Durante la explicación de la misión, presenciamos alguna sarcástica alusión a la riqueza de los intermediarios de cómic (algo que ya veíamos en Misión de perros- 1976) y comprobamos que Mortadelo nunca pasó del segundo curso de la antigua EGB.
El recibimiento que tendrán nuestros agentes será tan accidentado por culpa de los niñitos como lo fue en la guardería que visitaron en A la caza del cuadro (1971) o como lo será en el colegio de El jurado popular (1995), así como en la casa de acogida de La rehabilitación esa (2000). Por otra parte, la actitud de los niños terribles, remedos de aquellos que habitaban ya la 13, Rue del Percebe, recuerda a la del futuro álbum Los sobrinetes (1988). La escuela “El Cerebelo” posee unos criterios didácticos abiertos que permite a los niños desarrollar su propia vocación; vocación que en este caso parece coincidir totalmente con la de sus padres, por lo que veremos las consecuencias de lidiar con los hijos de un banquero, de un carpintero, de un director de zoológico o de un funcionario (Ibáñez, por supuesto, aprovechará para lanzar sus dardos contra este gremio). La intervención de Libertito Mecha, hijo del fabricante de explosivos, culmina este episodio de una forma bastante abierta.
Tanto es así que será la doble firma de Ibáñez la que nos permita saber que los dos primeros capítulos fueron publicados en entregas diferentes. En esta segunda parte, el Súper se persona en la escuela para ver si sus agentes cumplen bien sus instrucciones, pero una serie de equívocos y descalabros darán pie a situaciones divertidas en las que se veja al personal del centro. También conocemos ahora el objetivo de los secuestradores: Alfonsito Dividendo, hijo del director del Banco Dividendo. Por error, los villanos secuestran a Libertito Mecha, quien logra ponerse a salvo, no sin antes destrozar el auto del jefe de la banda, para hacer después lo propio con el del Súper, haciendo una locuaz explicación de lo sucedido. Nótese la ineficacia de nuestros agentes, cuya mera presencia no impide el secuestro de uno de los alumnos del colegio, aunque fuera por error.
En el tercer capítulo, Roco, disfrazado de señora, matricula a su “hijito”, Margarito Azuceno, que no es otro que un enano “reconvertido” en niño. Se trata de Raf, el “Enano”. No es la primera vez que Ibáñez utiliza el nombre de su compañero de Bruguera para caracterizar a los malhechores. Ya lo hizo con Raf, el “Gorgojo” durante la época de Agencia de Información, así como en ¡Operación bomba!(1972), donde el enemigo se llama Raf , el “Espiazador”. La comicidad del episodio reside en el contraste entre el aspecto infantil del personaje y sus maneras decididamente groseras, con un vocabulario tan plagado de tacos como el que tendrá Mac el “Antropoíde” en La rehabilitación esa. En este capítulo presenciamos también un error referido al hijo del campeón mundial de kárate, que pasa de llamarse Ursulino a Humbertito. El tramo acaba con otro coche de los “malos” destrozado nuevamente por la acción indirecta de Libertito Mecha.
La estrella del cuarto episodio será Carburito, quien con su afición a poner motor incluso a las judías verdes, anticipa el nacimiento del inminente Tete Cohete, el último personaje de Ibáñez para Editorial Bruguera. Se trata de un apartado dinámico y ágil, con situaciones muy cómicas, como la actuación de la directora en paños menores, y con un Roco más pragmático que nunca, que decide personarse en el colegio para raptar al menor sin contemplaciones. Afortunadamente, no concibe su objetivo y su visita se salda con un nuevo modelo de coche chafado. Especialmente memorable es la escena en que tanto él como Filemón salen despedidos por la ventana agarrados de un aspirador.
El hijo del director del zoo será el eje del quinto episodio, al llevar al colegio un buitre que causa los mismos efectos distorsionadores de la rutina que los animales que el Botones Sacarino solía llevar antaño a su redacción. Destacan las confusiones que provoca el animal, así como sus sarcásticos comentarios, en otro episodio saldado con un nuevo coche de Roco destrozado. Curiosamente, la firma de Ibáñez aparece dentro de un rectángulo, pinchada en la pared con una chincheta, rasgo más propio de las portadas que del interior de una historieta.
Apenas hay transición entre este episodio y el siguiente, pues la acción es inmediatamente posterior, recurso muy utilizado en el álbum, lo cual agiliza y otorga fluidez a la lectura. Será ahora Libertito Mecha quien amenizará el capítulo con sus mil y una bombas, así como con sus sarcásticos comentarios, con los que Ibáñez se burla de las contemplaciones de la moderna pedagogía. La implacable protección paterna hacia el chico también se presta a interpretaciones irónicas, lo cual se traduce en bofetadas por doquier al pobre Filemón.
En el último tramo, toda la banda de Roco, el “Bestiajo” se introduce en el colegio. Como suele ocurrir en los finales de las aventuras de Ibáñez, los villanos serán puestos fuera de juego involuntariamente uno a uno, por los “inocentes” escolares y sus aficiones. Será Roco quien irrumpa en el aula y secuestre a Alfonsito Dividendo, desencadenando así una delirante persecución en el triciclo de la directora, escena que servirá de base gráfica para la portada del álbum. Sin embargo, el padre de Alfonsito está en la ruina (aparecen algunas alusiones a la realidad nacional e internacional, como la del Ayatollah) y el niño es puesto en libertad. Tras ser vapuleado por sus secuaces, Roco, el “Bestiajo” es atrapado casualmente por Mortadelo y Filemón. En esta ocasión, nuestros agentes, en lugar de llevarlo a la TIA, lo entregan directamente a comisaría, desde donde se inicia una persecución por parte del desesperado secuestrador, debida a un comentario de Mortadelo.
En general, podemos decir que a Ibáñez le sentó bien ampliar el número de páginas por episodio, lo cual le permitió romper con un esquema (11 capítulos de 4 páginas cada uno) que empezaba a resultar repetitivo. La historieta resulta más ágil y cohesionada que otras, tanto por el hecho de que algunos de sus capítulos no se cierran completamente como por la inolvidable galería de secundarios (los niños, el personal de la escuela, la banda de malhechores) que eclipsan en ocasiones a unos Mortadelo y Filemón que no gozan del mismo protagonismo que en otras entregas de la serie, lo cual no impide que hablemos de uno de los grandes álbumes de la pareja, anticipo de muchas pequeñas joyas que habrán de venir en los primeros años ochenta.
14 comentarios:
Jajaja, este libro lo he leido yo, esta genial, me encanta.
Ciertamente, una de sus historietas más divertidas.
Una de mis historietas favoritas de MyF. Entre mis 15 favoritas por lo menos. Saludos.
Pues tiene usted buen gusto, amigo Anónimo. Y no es de las más recordadas.
Para mi gusto supera con bastantes creces a Los Sobrinetes aunque compartan varios rasgos.
Es que Los sobrinetes es negrete negrete.
Eso de las cuatro filas de viñetas por página sería una novedad por entonces en MyF, y mira que hace ya 30 años... Si hiciéramos la "división" un poco extraña de ese estilo, yo creo que de cuatro filas de viñetas esta podría ser una de las mejores historietas de Ibáñez. No digo la mejor porque hay muchísimas buenas en esa época, pero sí de las mejores.
Efectivamente, inició una nueva época de grandes historietas.
Lo que pasa es que con cuatro filas, aunque el dibujo luce mas la historieta se acaba antes ;-)
Jaja, y para el sobrecargado Ibáñez sería de agradecer. Aunque bueno, también se pasaba de cuatro páginas a seis.
Ayer releí este gigantesco cómic, posiblemente mi favorito de los ciento sesenta y pico que hay. Creo que no hay ninguno con tantos pasajes que me hagan descojonarme de la risa como ocurre con éste ("¡niños! ¡niños! ni... niños...", o los destrozos del coche de Rocco, especialmente cuando entra a trompicones en el garaje la mitad delantera de uno de ellos). Sin contar el magnífico nivel gráfico, y el entusiasmo general latente en la realización de la primera aventura larga de cuatro tiras.
Recordaba vagamente un análisis del cómic aquí en CORRA, JEFE CORRA, y veo que acerté. Un verdadero placer leerlo.
Pd.: En el link de mi nombre, una cosa interesante para los seguidores de pro de Ibáñez; un poco por altruismo y un poco por autopromoción, la verdad sea dicha.
Promocione, promocione, amigo.
Sin duda, el cambio de tiras por plancha permitió que Ibáñez renovara bríos.
Técnicamente la estructura de capítulos de 4 páginas ya se había roto antes con "El transformador metabólico".
Este comic, la de recuerdos
que me trae, porque me lo compraron en mi primer año
de colegio y casualmente la directora y una de las maestras
se parecen un monton a la directora y a una maestra
que tuve.
El harton de reir que nos hicimos un dia yo y unos colegas
cuando les enseñe este comic.
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