lunes, 31 de diciembre de 2007

¡FELIZ 2008!

Como recordarán nuestros asiduos visitantes, la semana pasada todos los personajes de las principales series de Ibáñez nos felicitaron la Nochebuena a través de este blog, todos menos Pepe Gotera (y Otilio, se entiende), que andaba muy ocupado preparando el pavo para tan señalada noche. Como desagravio, nuestros entrañables chapuzas han pedido ser ellos los que despidan el año con ustedes, brindando a su salud por este 2008 que entra.



Para ello, hemos escogido una insólita aventura en la que estos dignos operarios visitan un castillo plagado de monstruos (sí, la historieta se titula "Los monstruos del castillo"). Insólita porque este argumento no acaba de encajar con la rutina de ambos personajes (sí hemos visto en situaciones similares a sus hermanos de tinta de la Agencia de Información) y también por la resolución de la historieta, más onírica y metaficcional (y vazquiana, en definitiva) que de costumbre:







Desde Corra, jefe, corra, les deseamos también que, al igual que nuestros personajes, dejen atrás sus monstruos y temores personales y sepan saltar con agilidad a esa viñeta en blanco que es el año 2008.

¡Feliz año nuevo, lectores!





martes, 25 de diciembre de 2007

¡Y VAN CINCUENTA TACOS! (50º Aniversario Mortadelo y Filemón!



¡Y van cincuenta tacos! es el título de la aventura conmemorativa del medio siglo de vida de Mortadelo y Filemón, la serie estrella de Ibáñez. El dibujo que enmarca el título, con unos envejecidos agentes de la TIA y una firma moribunda nos puede dar una idea del estado de salud de la serie, sobre todo si la comparamos con épocas mejores. No obstante, hay que reconocer que en esta ocasión la historieta, sin ser nada especial, eleva ligeramente el nivel de la media del momento.

El motivo argumental son los achaques de los agentes de la TIA, que están bajo la vigilancia del Inspector Somormujo, que pretende hacer una limpieza en las filas de la organización. Ciertamente, no anda muy descaminado este personaje, pues la presentación del protagonista de esta aventura no puede ser menos épica. Así, la primera página del álbum se abre con un Mortadelo que amanece en baja forma, tomando píldoras, usando pañales y utilizando sonotone. Estamos ante las entrañas del humorismo: lo cómico es lo opuesto a lo heroico, el héroe entre bastidores.

El recurso de “quedar bien” ante un superior ya ha sido utilizado en aventuras como El inspector general (1989), El nuevo “cate” (1993) o Impeachment! (1999), entre otras, con la salvedad de que en la historieta que nos ocupa, el inspector en cuestión resulta mucho más desagradable, tal vez por el empeño que demuestra en quitar de en medio a nuestros protagonistas. Aunque pase con discreción por su bibliografía es, sin duda, uno de los más peligrosos enemigos que han tenido Mortadelo y Filemón. Por otra parte, recordemos que los gags basados en aparentar normalidad ante un superior derivan de la doble influencia artística de Ibáñez: Franquin (concretamente, Gastón el Gafe) y la tradición de la Escuela Bruguera, en la que no pocas veces encontramos este argumento.
Siguiendo con el curso de la historia, tras un desayuno en El calvario, nuestros agentes llegan a la TIA, donde el Súper hace un repaso al estado decadente en que se encuentran algunos de los superhéroes clásicos: Supermán, Batman, Spiderman, El hombre enmascarado, Tarzán y La masa. La decadencia de estos mitos, claro reflejo del pensamiento entre jocoso y desencantado del autor, se abordó también en álbumes como Las embajadas chifladas (1991), 100 años de cómic (1996) o en historietas cortas como ¡Bichejos a mí! y Los superhéroes, la primera de los años setenta y la segunda de los noventa. Esta presentación, en la que La masa aporta el toque chusco, retoma gags similares a los de sus precedentes.

Ya en la TIA observamos los achaques físicos de sus miembros, lo cual no deja de ser una incongruencia ya que, como se ha dado a entender en no pocas ocasiones, El Súper y el Bacterio tienen mayor edad que Mortadelo y Filemón, por lo que no deja de sorprender que los achaques les aparezcan al mismo tiempo. Con respecto a la edad de Filemón, no deja de ser curiosa la observación del médico en la página 5, en la que hace mención a los esfuerzos que no han de hacerse pasados los cincuenta. Este dato no concuerda con la edad mental que el lector tiene de Filemón, que debe andar, junto con su compañero, entre la treintena y la temprana cuarentena. Sea como fuere, nuestros protagonistas han recibido tantos palos que no nos extraña que aparenten más edad de la que tienen y aparezcan tan cascados como vemos en esta aventura.




Tras una breve visita al gimnasio, el Bacterio inyecta a Filemón un elixir contra el lumbago y la ciática que lo deja con el cuello tieso, mirando hacia arriba. A esto hay que sumarle la dislocación cervical de Mortadelo, lo que provoca cómicas situaciones derivadas de que uno de ellos siempre mira hacia arriba y otro hacia abajo. La cosa se complica cuando Mortadelo decide transportar a su jefe en coche, especialmente cuando lo ata al techo del mismo. Esta escena recuerda claramente a una similar, con Gassoil como objeto, en el álbum inmediatamente anterior (Eurobasket 2007); de hecho, un comentario de Mortadelo revela la asociación mental que también estableció el autor entre ambas situaciones: “hay espacio para llevar a un jugador de baloncesto disecado” (pág. 13).


De este episodio es especialmente reseñable la escena, ya comentada por Mortadelón en su blog, en la que nuestros agentes ven cómo una señora usa uno de sus álbumes para recoger las caquitas de su perro. Se establece aquí un curioso juego de planos de realidad y ficción, pues Mortadelo es consciente de la publicación de sus aventuras en álbumes, aunque lo que para otros autores (Escobar, por ejemplo) daba pie a un rico juego metaficcional, se convierte en Ibáñez en un mero gag sin mayor profundidad.

Finalmente, los agentes se curan de sus males gracias a unas pastillas del Bacterio que les da el agente Berenjénez, que tendrán efectos secundarios como la flojera para Filemón y los gases (nuevos gags soeces) para Mortadelo. Será Ofelia la que, con remedios culinarios, sane a los agentes, justo antes de empezar el siguiente tramo de la aventura.

Así, el Súper propone a los agentes demostrar al inspector que se encuentran todavía en plena forma. Para ello, la misión elegida consistirá en atrapar a Caricemento Pedrúsquez, responsable de los tejemanejes de Marbellalandia (ya tardaba en aparecer la Operación Malaya en un cómic de Ibáñez). Sin embargo, la cosa no resultará fácil, pues la flojera de Filemón llevará a que nuestros agentes usen un carrito de la compra para trasladarse, carrito que acabará arrastrando a Ofelia y al mismo Súper, que protagonizarán una desangelada carrera ante la mirada satisfecha del inspector.

Por si esto no fuera bastante, unas gotas del Bacterio provocan ceguera en Filemón, que tendrá que usar como lazarillo a Mortadelo durante tres páginas de gags simpáticos que recuerdan a El ángel de la guarda (1995). Por una confusión más propia de Rompetechos (que aparece en dos ocasiones en este álbum- confundiendo en una de ellas, nuevamente, a Mortadelo con un cura), los agentes se embarcan en una excursión para la tercera edad en la que se retratan de manera jocosa las estafas a los ancianos. Este inciso, parcialmente original, no tiene que ver demasiado con la historia, salvo por el tema de la edad.






Pero los achaques de nuestros agentes no cesan, y Filemón se pasa cinco páginas intentando orinar en algún sitio,como ya le pasara al Súper en El bacilón (1985). No hace falta decir que será pillado in fraganti en varias ocasiones (por gente de la alta sociedad, monjas, señoras respetables, etc.) Finalmente, Filemón se desahoga sobre el presidente de los Estados Juntintos (clara caricatura de Bush), en una de las escenas más recordadas del álbum. Hay que destacar que vuelve a aparecer Zapatero, al que el autor sigue sin atacar directamente, ya que no pasa de la mera caricatura , así como Mariano Rajoy, tomando nota del incidente, en un claro reflejo de la actitud de resentimiento crispante del líder del Partido Popular. Finalmente, y para regocijo de los lectores, Filemón acaba orinándose sobre el inspector Somormujo, lo cual no le otorga, obviamente, demasiados puntos.

Durante las siguientes cuatro páginas, asistimos a un ataque de gota por parte del Súper, que será atendido por los agentes, repitiendo un esquema harto manido que, sin embargo, resulta simpático en este álbum. La desastrosa protección al Súper se contempla también en álbumes como El ángel de la guarda (1995) –incluida la escena del atropellamiento- y Los invasores (1974). La localización de la dolencia en el pie la apreciamos también en el sufrido Filemón de Contrabando (1978) y, de nuevo en el Súper, en El SOE (1992).

Después de probar otro vano invento del Bacterio para rejuvenecer, nuestros protagonistas entran en la sede de Inmobiliaria de Marbellalandia, de donde podemos ver salir a una folklórica y a un señor bigotudo, entre otros. Parece clara la alusión a Isabel Pantoja (ya nombrada en la página 20) y a Julián Muñoz, supuestamente vinculados a la citada Operación Malaya, pero el autor no se moja y no llega a la caricatura directa de estos personajes, quedándose en un vago recuerdo. Inteligente decisión ésta si tenemos en cuenta que el gag no trascendería, pasado el tiempo.

Una vez dentro, descubren casualmente que el inspector está compinchado con Caricemento Pedrúsquez en asuntos relacionados con la edificación en zonas verdes, construcción de apartamentos en la catedral, etc. Esto nos remite inevitablemente a Soborno (1977), El atasco de influencias (1990) y El señor de los ladrillos (2004). Este descubrimiento de los protagonistas provoca la huida de los malhechores, pero la persecución se ve truncada por el “tembleque longevovetusto” de Filemón, que obliga a Mortadelo a ponerle un supositorio. En pleno acto, la tos de Filemón lo lleva a expulsar el supositorio que hace chocar el coche de los villanos, tras incrustársele en un ojo a Pedrúsquez. A pesar del toque grosero de la escena, el clímax humorístico resulta adecuado.



Gracias al recurso de la elipsis, leemos en los periódicos que el bloc de Somormujo ha desaparecido (lo han quemado nuestros agentes) y que la trama de corrupción ha sido desarticulada, lo que lleva al Súper a felicitar la labor de Mortadelo y Filemón. Y es que, ciertamente, en esta ocasión nuestros agentes han estado más brillantes que de costumbre (dentro de sus posibilidades, claro): han tenido iniciativa, han sabido guiar sus paso y , aunque sea de casualidad, han logrado resolver la misión con éxito. La felicitación del Súper cierra momentáneamente el ciclo iniciado con la primera aventura larga: El sulfato atómico (1969). Nuestros agentes han batallado mucho durante estos años y se merecían, por parte de su autor, este happy end por su aniversario.

A modo de epílogo, Mortadelo y Filemón visitan a su padre y creador, que vuelve a fusionarse con sus personajes (como en todos los aniversarios). Nuevamente encontramos una autocaricatura basada en los achaques de la edad, que nos muestra un Ibáñez más cansado y avejentado que nunca, como ya lo vimos en El estrellato (2002) y en Bajo el bramido del trueno (2006), lo que nos lleva a pensar que tal vez nuestro autor también necesite unas vacaciones.

A modo de conclusión, podemos decir que ¡Y van cincuenta tacos!, sin ser una historieta que parezca digna de la efeméride, eleva ligeramente el nivel de la época. Los diálogos son jocosos y acertados, destacando el especial uso del léxico relacionado con lo achaques de la edad. Los tramos de longitud entre escenas distintas son más cortos que a los que nos tiene acostumbrados Ibáñez últimamente, lo cual favorece una lectura ágil, a pesar de lo repetitivo de algunos gags. Por último, la aventura está bien estructurada y el clímax final permite el trepidante desenlace que otorga, por una vez, gloria a los personajes que tantas delicias nos hicieron pasar. Tal vez todos los aficionados ( y me incluyo en primer lugar) nos hemos parecido en los últimos años al Inspector Somormujo, anotando en una libretita los achaques humorísticos de nuestros queridos personajes. Sirva esta digna historieta para que lancemos una mirada más benevolente sobre la serie estrella de Ibáñez, incluso en estas horas bajas y, deseémosles un Feliz 50 aniversario, recordando las palabras finales de Mortadelo en este álbum:


“¡Mire cómo nos siguen admirando nuestros fans, mire!”











domingo, 23 de diciembre de 2007

¡FELICES PASCUAS, LECTORES!

Interrumpimos el hilo habitual de este humilde blog ibañezco para aprovechar para felicitar estas fiestas a todos aquellos que nos leen, visitan o comentan. Y como no podía ser de otra forma, dejaremos que sean los mismísimos personajes de Ibáñez los que les feliciten las Pascuas esas.


¡Que ustedes lo pasen bien!








































domingo, 16 de diciembre de 2007

SU VIDA PRIVADA (40º Aniversario de Mortadelo y Filemón)



El 40º aniversario de Mortadelo y Filemón, celebrado en 1998, motivó la aparición de Su vida privada, álbum de lujo en el que por primera vez se muestra de manera pormenorizada lo que nuestros agentes preferidos hacen al salir del trabajo: aficiones, residencia oficial, filias, fobias, ligues y novias. El resultado es un álbum que eleva la media del momento y de recuerdo especialmente grato entre los lectores. Gran parte de este éxito reside en la originalidad del planteamiento, pues se trata de una historieta sin misión, sin aventura, basada en la sucesión de episodios cotidianos, enlazados con un ritmo narrativo ágil y rematados por gags de gran calidad.

A modo de introducción, Ibáñez plantea las irónicas incoherencias entre la vida pública y privada de las personas, partiendo del tópico del “lobo con piel de cordero”. Nadie escapa al jocoso escepticismo del autor en estos preliminares: los golpistas revolucionarios, políticos y eclesiásticos de alta y baja jerarquía, aristócratas, o la vecina del tercero…todos ellos son criticados tan democrática como sabiamente, dando una idea de la concepción global que tiene del prójimo Francisco Ibáñez, concepción que se plasma asimismo en cada una de sus historias.

Tras tres páginas introductorias que permiten vislumbrar el nivel de gags que nos depara el álbum, Ibáñez nos presenta a sus personajes tal y como los conocemos: como personificación de la torpeza en lo que a espionaje se refiere. Así, se rememoran algunos de sus fracasos profesionales, lo que da pie a un par de cameos ilustres (el papa Juan Pablo II y Bill Clinton), así como al gag “del ascenso y la horca” (es el tercer aniversario en el que lo encontramos). Sin embargo, nada más lejos del discurso que tomará el álbum a partir de este momento, pues encontramos ya en esta página la viñeta-título en la que descubrimos que el narrador que ha venido contando la historia hasta ahora no es otro que el mismo Ibáñez, el cual aparece descorriendo una cortina que muestra a nuestros héroes en actitudes tan poco épicas como las relacionadas con la intimidad amatoria o la soledad del retrete. Esta viñeta subraya la mezquindad y ridiculez que supone indagar en la vida íntima de las personas, idea que ya se apuntaba en La prensa cardiovascular (1995).

Una breve aparición del Súper (será uno de los álbumes en los que menos intervenga) anuncia la hora de salida del trabajo de nuestros personajes (las siete, para los lectores más completistas), que, raudos, abandonan su ubicación laboral para aprovechar su tiempo de ocio. Mientras que Filemón se dedica a practicar el salto de altura (anécdota que narra el propio personaje, pero no se muestra), Mortadelo compagina su tradicional visita al bar con una partidita de billar con sus amigos. En su primer destino, Mortadelo se nos presenta como un deudor irredento ante el dueño del bar, que asume el rol de Joro, el abnegado camarero de la serie Chicha, Tato y Clodoveo. Tanto es así, que incluso uno de los gags que protagoniza junto a Mortadelo es similar al que encontramos en la historieta del trío de desempleados Gran hotel (nos referimos al de la celebración de un año de deudas).
Después de un rato en los billares, donde Mortadelo hace un alarde de torpeza digno del de sus misiones, nuestro personaje regresa a la pensión El Calvario, que se presenta en esta aventura y que será, desde este momento, la residencia fija de nuestros dos agentes, hasta ahora ubicados donde mejor conviniera al gag de turno. Ahora entran en escena la dueña de la pensión y Bernarda, la limpiadora, que serán personajes fijos a partir de este momento, dotando a la serie de un halo de continuidad prácticamente inexistente hasta la fecha. Como la residencia ha de ir acorde con los personajes, la pensión aparece como un lugar de baja estofa y de insalubre menú, lo cual dará pie a gags recurrentes en el futuro, en historietas como El tirano (1998) o Eurobasket 2007 (2007).

Precisamente el mal aspecto de la comida servida lleva a Mortadelo a tirarla por la ventana, de forma que cae (cómo no) sobre la cabeza de Filemón, en una secuencia muy cinematográfica (con zoom incluido). Llegados a este punto, Ibáñez se introduce para aclarar que próximamente se explicaría cómo ambos personajes llegaron a anidar en el mismo cuchitril (en un procedimiento narrativo poco usual para el autor: la prolepsis o anticipación).




Ya en la pensión, la cotidianeidad nos deja algunas de las mejores escenas del álbum, como el cortejo de Filemón a la señorita Fofita, continuamente saboteado por Mortadelo en intervenciones cada cual más delirante. Del mismo modo, el equívoco con el matrimonio Repóllez (que remite a los “gags de infidelidad” que ya se apuntaban en El caso del señor Probeta-1991), mantiene el alto nivel de estas páginas. Gracias a esta intromisión en la vida privada de nuestros héroes podemos llegar a comprender la ojeriza que Filemón tiene a Mortadelo, pues, si no fuera suficiente castigo tener que soportarlo en el ámbito laboral, también en la intimidad el jefe se ve sometido al acoso constante de este subalterno que interfiere en su vida saboteando la tranquila rutina a la que aspira, ya que ni siquiera puede ver la televisión en su cuarto sin que se entrometa su ayudante.

Este episodio concluye con la persecución de rigor, tras la cual una reflexión de Filemón da pie a una analepsis que nos permite conocer cómo ambos personajes llegaron a la pensión El calvario. Así, los dos se marcan faroles mutuamente acerca de las condiciones de sus pensiones actuales, logrando el autor un gran efecto cómico mediante el contraste entre la narración de cada uno y la realidad descrita en las viñetas. Un sano deseo de prosperar lleva a ambos agentes a mudarse a la pensión El Calvario, recomendada por Mortadelo. Después de varios gags que inciden en las paupérrimas condiciones del nuevo alojamiento (entre los que destacan las simbólicas vistas al cementerio), el Ibáñez-narrador nos remite al Mortadelo al que habíamos dejado solo “hace cuatro páginas” (recurso metaficcional no muy usado por nuestro autor).

Dado que uno de los objetivos de esta historieta era desmentir los rumores acerca de la posible homosexualidad de Mortadelo y Filemón, el autor deja muy claro que a nuestros agentes les gustan las mujeres, por lo que asistimos a varias peripecias amorosas. En esta ocasión, es Mortadelo quien, “tomando prestado” el coche de su jefe, invita a la Conchi (una jovencita moderna) a ir a la discoteca. Unas páginas delirantes culminan con el ingreso del personaje en un convento y con un inesperado cameo de Chicha, uno de los personajes abandonados por el autor hacía años. Destaca en este episodio el poco acertado uso del lenguaje juvenil utilizado por el autor, que nos recuerda al de la serie de los tres “sin empleo” que todos conocemos.


Si Mortadelo y Filemón encarnan posturas vitales contrapuestas, no es de extrañar que sus hobbies también lo estén. Tras una brevísima introducción (más propia de las páginas temáticas que de una historieta) sobre las aficiones, comprobamos cómo los gustos de nuestros agentes resultan tan incompatibles entre sí como ellos mismos: la afición de coleccionar sellos y ventiladores al mismo tiempo es un ejemplo bastante ilustrativo. Hay que destacar la hasta ahora desconocida pasión de Filemón por la música y cómo Mortadelo arruina los discos de su jefe (en una de las secuencias, los utiliza para practicar el tiro al plato, lo cual nos remite a la entrega 710 de Gastón el Gafe, de Franquin). También los disfraces de Mortadelo traerán problemas a su jefe en su relación con las féminas (incluida la patrona de la pensión).

Cuando la convivencia se hace insostenible, y como si de un matrimonio se tratara, Mortadelo y Filemón se van de vacaciones cada uno por su lado. Filemón visita uno de los pueblos recurrentes del autor, Samarruga de la Punta, con una bella compañía femenina. Sin embargo, la fortuna le será adversa y Mortadelo, pluriempleado él, desempeñará el rol de cochero de la feliz pareja, poniendo de manifiesto con su ingenuidad el lado más crápula de su jefe y haciendo que la bella acompañante del mismo huya para siempre jamás. Un freudiano exhaustivo seguramente buscaría alguna explicación para las repetidas ocasiones en que Mortadelo le chafa los planes amorosos a su jefe (¿envidia de las novias?), pero dejemos eso para los psicoanalistas del tebeo, que también los hay, y pasemos al siguiente apartado, no sin antes destacar el dinamismo y la magistral plasmación del movimiento que demuestra Ibáñez en estas páginas, con la inolvidable escena de la calesa.

Tal vez las mejores escenas del álbum ya se hayan ofrecido, pues la intromisión de la familia (definida por Ibáñez como “ejército de ocupación”) resta originalidad a la hasta ahora inusitada historia. Así, a pesar de las reticencias de su compañero, Mortadelo convence a Filemón para que visite su pueblo, Borricón de Arriba, para conocer a su familia. Se aprecia aquí cierta devoción de Mortadelo hacia su jefe, al que presenta orgulloso a sus convecinos, con una inocencia que nos recuerda a ratos al Mortadelo más “puro” de los años setenta.





Como dijimos antes, este episodio resulta menos original, pues no son pocos los lugares comunes que encontramos. Tanto es así, que se puede establecer un claro paralelismo con uno de los capítulos de La caja de los diez cerrojos (1971), historieta en la que el pueblo de Mortadelo resultó ser Villarrebuzno de Abajo. Así, en ambas historietas Filemón padece el embiste de bovinos varios y los pésimos resultados de los remedios curativos rurales, en esta ocasión practicados por la abuela de Mortadelo, que asume el rol de viejecita terrible. Otros personajes que se muestran en esta ocasión son los desproporcionados padres de Mortadelo y el primo Pezuño, que serán rescatados en Misión ¡Triunfo! (2002). Como detalle anecdótico, tanto en la historieta de 1971 como en la que nos ocupa encontramos un “tío Berzas”, para los amantes de la continuidad casual. Por otra parte, el chiste acerca de lo anticuados que están en el pueblo de Mortadelo (penúltima viñeta de la página 37) ya fue usado anteriormente en la portada de la revista Mortadelo (nº 294) y en la de Dinosaurios (1993), para la colección Magos del Humor.

Para estar en igualdad de condiciones, también aparecen los padres de Filemón, que serán rescatados igualmente en Misión ¡Triunfo! (2002) y, en el caso de la madre, en El estrellato (2002), en clara referencia a la película La gran aventura de Mortadelo y Filemón, donde María Isbert interpreta a este personaje de la mano de Javier Fesser. Tras un par de anécdotas menores que el padre de Filemón nunca olvidará, la historia se cierra precipitadamente con la aparición del narrador Ibáñez convertido en hombre-lobo, detalle de su vida privada que no parece agradar del todo a sus vecinos.

En líneas generales, podemos decir que Su vida privada, a pesar de ser concebida por presiones editoriales para la celebración del 40º aniversario de Mortadelo y Filemón, eleva el nivel de las historietas de la época, que ya habían iniciado su decadencia. Esto nos demuestra que lo que se ha ido quedando obsoleto no son los personajes en sí, ni siquiera el humor de Ibáñez, sino determinadas situaciones que se repiten por inercia creativa. Nuestros queridos calvos han demostrado con holgura que pueden desenvolverse humorísticamente con sobresaliente eficacia en situaciones nuevas, cotidianas y originales. De hecho, no deja de ser una pena que algunos de los personajes que en esta historia sólo se bosquejan (los compañeros de pensión, por ejemplo) no hayan tenido una vida más larga en el universo del autor, pues hubieran enriquecido la serie considerablemente.

A este guion ágil y narrativamente excepcional hay que unirle una calidad gráfica excelente, digna de la efeméride. Destacan especialmente la fisonomía de las féminas que pueblan estas páginas (todas espectaculares), así como los disfraces de Mortadelo, especialmente brillantes y suntuosos. Teniendo en cuenta todos estos elementos, no es de extrañar la buena acogida de esta aventura, referente indispensable para una nueva puesta al día de los personajes y una de las últimas obras maestras nacidas de la mano de su autor.




domingo, 9 de diciembre de 2007

El 35 ANIVERSARIO


El 35 aniversario de Mortadelo y Filemón, allá por 1993, fue una maniobra mediática hábilmente manejada por Ediciones B, con un despliegue publicitario sin precedentes en la historia de la pareja de agentes de la TIA, que se convirtió en tema de artículos periodísticos, documentales, homenajes y demás. Francisco Ibáñez, el padre de las criaturas, supo estar a la altura firmando un nuevo álbum, El 35 aniversario, que, por diversas razones, alcanza la categoría de “excepcional”, hasta el punto de convertirse en uno de los favoritos de los lectores (véanse los resultados de la encuesta realizada a los aficionados, publicados en el último tema del mes de septiembre de 2007, en este mismo blog).

El 35 aniversario se vendió en Alemania como un álbum conmemorativo del vigésimo aniversario de los personajes en tierras germanas (del 73 al 93), y la estructura de la primera página ya nos informa de ello, pues ya la tercera y cuarta viñeta del álbum hacen mención expresa al desembarco de nuestros personajes en tierras germanas. La historia pretende narrar el nacimiento de Mortadelo, en singular, pues desde el primer momento se habla de “ese tipejo”. Para ello, se nos remite en primer lugar a la figura del autor, Francisco Ibáñez, que será el verdadero protagonista de esta historia sin aventura.

Distinguimos, pues, dos planos de ficción. En primer lugar, una autobiografía que, entre veras y burlas, narra los acontecimientos más destacados de la vida profesional y personal de Ibáñez y , por otra parte, un plano netamente ficticio protagonizado por Mortadelo y Filemón, que irán encontrándose con sus “hermanos de tinta” a lo largo de las páginas. Ambos planos se alternan de manera sutil y rítmica, hasta fundirse en la viñeta final del álbum, donde encontramos a autor y personajes juntos por primera vez.

El autor

Centrándonos en la vida de Francisco Ibáñez, vemos cómo el dibujante traza las circunstancias político-sociales que le tocaron vivir: la situación del clero, los fantasmas de la guerra, las restricciones de luz, la escasez de papel… Todos estos elementos quedan reflejados en la socarrona narración en tercera persona que va guiando la lectura. Precisamente, el contraste entre lo que se narra y el contenido de cada viñeta provoca tal vez los momentos más hilarantes del álbum. Este recurso no es original, pues lo encontramos ya en la serie heredada de Vázquez La historia ésa vista por Hollywood, en la historieta corta La historia de Mortadelo y Filemón y en el álbum de Chicha, Tato y Clodoveo Pero…¿Quiénes son estos tipos?

Desde el punto de vista gráfico llama la atención que la autocaricatura de Ibáñez en esta aventura se aleja de las tradicionales: no aparece su pronunciado mentón, la cabeza parece más pequeña e incluso su fisonomía difiere de la que muestra en sus no pocas apariciones en el universo de sus personajes. La explicación podría ser sencilla: había que simplificar gráficamente al personaje que iba a ser eje de la historia, para poderlo dibujar con mayor facilidad. El resto de la aventura responde al nivel de dibujo estándar de la época, caracterizado por una excesiva estilización y un leve hieratismo que nos lleva a dudar acerca de hasta dónde llegó la mano de los ayudantes durante estos años.

Volviendo a la autobiografía ibañezca, vemos que se introducen anécdotas reales de la vida del dibujante: su afición a pintarrajear todo papel que encontrara, su paso por el banco como botones y posteriormente como auxiliar administrativo (que “malgastaba” el rato dibujando), su periplo por distintas editoriales que pronto quebrarían, su despedida del ámbito de la banca, etc. Todo ello hasta su desembarco en Editorial Bruguera.

Allí aparece un nuevo co-protagonista: Rafael González (nunca llamado por su verdadero nombre, pero fácilmente identificable), que hace las veces de tiránico superior. También hay alguna anécdota real referida a este gran cerebro de Bruguera, como su reacción al verse retratado en El horrendo Quasimodo, tipo torcido del todo, que recuerda, sin duda, al cabreo pillado por González al verse caricaturizado en algunas planchas de El botones Sacarino.


En cierta forma, este álbum supone toda una poética del autor, pues encontramos no pocas situaciones que vienen a coincidir con la concepción del oficio que Ibáñez ha defendido. De este modo, se burla de la inspiración directa del natural a la hora de crear un personaje (página 9), así como del concepto de “originalidad”, al presentar como “personaje nuevo” al Pato Donald con la ropa de Mortadelo. Ibáñez, entre broma y broma, muestra su escepticismo ante la búsqueda de ideas que no tengan un arraigo inmediato en algún otro precedente. Del mismo modo, la toma de apuntes de la naturaleza se ve sustituida por el trabajo duro y la cantidad de bocetos que hay que hacer para que surja un personaje nuevo: Mortadelo.

La vida laboral de nuestro dibujante sigue fluyendo con cierto desorden cronológico (se cita antes la creación de 13, Rue del Percebe que la de La Familia Trapisonda, un grupito que es la monda). En realidad, la creación de esta última serie le sirve de excusa para mostrar cómo formó el propio autor su familia “de carne y hueso”, deleitándonos con la aparición de Nuria y Sonia, hijas de Ibáñez que preferían a Zipi y Zape, de Escobar, antes que a Mortadelo.

No deja de ser curioso que Ibáñez no dé más protagonismo a la Familia Trapisonda, serie de cierta fama, mientras que hace coincidir con Mortadelo y Filemón a Godofredo y Pascualino, viven del deporte fino y a los personajes de Ande y ríase usté con el Arca de Noé, con la novedad de ver a estos personajes en un álbum después de más de treinta años de haber sido creados. Sin embargo, esto no acaba de satisfacer del todo las exigencias de González, que amenaza a Ibáñez con un ascenso a base de soga (mismo chiste que en el 25 aniversario) y esto lo lleva a crear al Botones Sacarino.





No sabemos si intencionalmente o no, pero Ibáñez parece confesarse al presentar bocetos en los que muestra que Sacarino parte de un personaje ya existente al que le ha añadido el uniforme de botones. Aunque aquí no aparece la referencia real (Gastón el Gafe), vemos desfilar con el citado uniforme a Snoopy, Carpanta, Mickey Mouse, Spiderman y Olivia, novia de Popeye (otra conexión con el anterior aniversario). Un par de anécdotas relacionadas con la calvicie y con unas vecinas chismosas dan pie a justificar la creación de El doctor Esparadrapo y su ayudante Gazapo y Doña Pura y Doña Pera, vecinas de la escalera. Del mismo modo, tres páginas de gags acerca de la escasa agudeza visual del dibujante sirven de excusa para dar una propia versión del nacimiento de Rompetechos. Antes de eso, Ibáñez rescata del olvido a personajes tan poco conocidos como Balín y Balón, Don Adelfo y Remigio Capirote, geniecillo con bigote (este último, el más oscuro hoy día).

En un álbum tan “confesional” como este no podían faltar los achaques que aquejan a Ibáñez. Bien conocidos son sus problemas de columna, reflejados aquí en un consejo mal interpretado que le da su traumatólogo y que lo lleva a crear a Pepe Gotera y Otilio, tras un encuentro poco afortunado con dos “chapuzas a domicilio”. El éxito internacional de Mortadelo y Filemón también es puesto de manifiesto, dedicando un apartado especial para los fans alemanes (para los que, recordemos, este álbum conmemora el 20º aniversario de Cléver und Smart). De forma suscita, se habla del cierre de Bruguera e Ibáñez acaba en la oficina del paro (se omite toda referencia a Grijalbo), lo cual le da pie para crear a Chicha, Tato y Clodoveo, de profesión sin empleo.






De forma poco épica narra el autor la compra por parte de Ediciones B de todo el fondo editorial de Bruguera, así como la tentativa de continuar la serie sin él (algo que, de hecho, ocurrió). Tras el fracaso del intento de contratar a “Muríllez” diversos, Ibáñez cuenta con sorna las duras negociaciones que mantuvo con Grupo Z (tan duras que el asunto se libró por vía judicial). Solucionado el problema de derechos, el autor refleja la poco apasionante rutina de su continuismo laboral (representada en la escena de la cabra que le da la “bienvenida” a las oficinas de Ediciones B). Ya en su nueva editorial vemos caricaturas de Miguel Pellicer y de la que presuponemos es Blanca Rosa Roca, amén de un broma privada en torno a la iluminación del salón del cómic, que no llega a entenderse del todo.

Las criaturas

En cuanto al plano de la ficción pura, no deja de ser curioso que en las dos historietas de aniversario de Mortadelo y Filemón analizadas hasta ahora, los personajes pasen a un segundo plano. El caso más flagrante es el de Filemón, que no habla hasta la décima página y permanece totalmente ausente en la tercera entrega de ocho páginas de esta historieta. En ella, se da una nueva versión de cómo se conocieron los personajes (Filemón surge de una costilla de Mortadelo) que contradice a la de La historia de Mortadelo y Filemón.




Una vez asociados (por aquello de que un listillo y un tontillo siempre triunfan), se lanzan a buscar trabajos diversos. Con este objetivo visitan la 13, Rue del Percebe, donde sólo actúan Manolo (el moroso), Ceferino Raffles, el sastre, el veterinario y el inquilino de la alcantarilla. Por otra parte, el encuentro con Sacarino está casi literalmente sacado de una historieta corta del botones de los años setenta, titulada “El decimito”. Con El doctor Esparadrapo y su ayudante Gazapo observamos una compenetración especial entre sendos jefes y empleados, que se comprenden a la perfección. Al igual que pasará con Doña Pura y Doña Pera, vecinas de la escalera, y con Rompetechos, la manipulación del texto de historietas cortas originales permitirá reaprovecharlas para formar parte de la historia narrada en este álbum. La mala actuación con Doña Pera será la primera misión frustrada de nuestros agentes en este álbum.

Posteriormente, el encuentro con Rompetechos sólo arrastrará a Mortadelo hacia la desgracia, a causa de la miopía del querido personaje de Ibáñez. Por su parte, Pepe Gotera y Otilio van a hacer un chapuza a la TIA, de forma que permiten la aparición testimonial del Súper, Bacterio y Ofelia. En ningún momento se explica cómo nuestros personajes ingresaron en dicha organización, por lo que hemos de suponer que se ratifica la versión dada en La historia de Mortadelo y Filemón. Por último, la coincidencia con Chicha, Tato y Clodoveo traerá de cabeza a Joro, dueño del Snack Joro Bar, que siendo un secundario, tiene el lujo de aparecer en esta historieta tan especial. Tal vez sea con los tres parados con quienes nuestros agentes han hecho más migas, pues los cinco se compenetran a la perfección y es éste el único encuentro del que no salen mal parados.

Fusión de planos

Como ya hemos dicho, los dos planos se funden en la viñeta final, la única en todos los álbumes de la pareja que ocupa toda una página. En ella vemos la unión entre autor y personajes, así como un mejor dibujo de los mismos. Esta mayor calidad gráfica no se aprecia sólo en que están más detallados, sino en que Mortadelo y Filemón pierden el hieratismo del que hablábamos y su trazo se hace más redondeado y acabado. No hace falta recordar que esta viñeta ha dado tristemente la vuelta al mundo por el detalle de fondo que presenta a un avión estrellado lateralmente contra una de las Torres Gemelas, lo cual ha llevado a Ibáñez a recibir quejas una década después.

Conclusión

Concluimos con esto el comentario del que, sin duda, es uno de los grandes álbumes de los últimos años, más por sus particularidades que por su calidad objetiva. En él, Ibáñez, tan reacio a mostrar las intimidades de su cocina, nos desvela detalles biográficos y artísticos que nunca antes había mostrado y que se verán corroborados por sus declaraciones en múltiples entrevistas. Tampoco dejan de ser relevantes las omisiones (se olvida de Tete Cohete), que muestran las filias y fobias del autor con respecto a su propia obra. En definitiva, como dijo Hergé con respecto a Las joyas de la Castafiore, El 35 aniversario es un “paseo por la celda” de Ibáñez, una historieta en la que todo su universo se funde y confunde, un autohomenaje y todo un placer para los lectores ávidos de conocer más al autor y a sus criaturas. Además, es francamente divertida.

sábado, 1 de diciembre de 2007

HACER UN EXTRAORDINARIO...¡JO, MENUDO CALVARIO! (25 ANIVERSARIO DE MORTADELO Y FILEMÓN)


Puesto que estamos ya en la recta final antes del tan renombrado 50º aniversario de Mortadelo y Filemón, dedicaremos durante este mes una serie de entradas a las distintas historietas de Ibáñez que han conmemorado el nacimiento de sus personajes a lo largo del tiempo, empezando por la “aventura” de 7 páginas “Hacer un extraordinario…¡Jo, menudo calvario!”, referida al 25 aniversario de nuestros héroes de papel. Estén, pues, los interesados atentos al blog, ya que en las próximas entradas haremos un recorrido por otras obras conmemorativas como El 35 aniversario, Su vida privada, ¡Y van cincuenta tacos…, así como El gran libro de Mortadelo y Filemón. Esperamos que disfruten de la presente.


Hacer un extraordinario…¡Jo, menudo calvario! se publicó en 1983, como conmemoración del 25º aniversario de Mortadelo y Filemón. Fue únicamente una pequeña parte de los fastos que Editorial Bruguera organizó en torno a la efeméride, pues esta historieta especial se vio complementada con homenajes de otros autores, que incorporaron a los agentes de la TIA a sus series, Mortadelos de oro y el libro-compilación “Mortadelo y Filemón: 25 años de Historia”, que recogía los cinco álbumes de la colección Olé destinados a homenajear a personajes y creador.

Argumento

Esta breve historieta presenta un leve argumento: una amenaza de bomba motiva la presencia de Mortadelo y Filemón en las dependencias de Editorial Bruguera, idea que llega a olvidarse por completo, pues la historia carga las tintas en la disparatada visión de la vida cotidiana de la editorial, sostenida por impagables cameos entre los que destacan el de Raf y el del propio autor, dos de los rezagados que (junto con Escobar) no han entregado todavía las páginas solicitadas por un impaciente Armando Matías Guiu. La solicitud de fuego por parte de la directora termina con las páginas chamuscadas, de manera que el embrollo editorial vuelve a empezar, mientras que un avejentado Ibáñez critica, paradójicamente, el nefasto vicio del tabaco.

Estilo

Desde el punto de vista gráfico, el dibujo de la historieta resulta inmejorable, con un acabado perfecto y ciertos intentos de juego con el margen de las viñetas, de manera que éste se rompe en ocasiones, llegando incluso a desaparecer. Del mismo modo, en esta historieta se comprueba de nuevo la pericia de Ibáñez para dibujar multitudes, con viñetas espectaculares (como la tercera de la primera página) atiborradas de personas y objetos. Observamos ya en esta época un uso moderado de los “detalles absurdos” de fondo, de los que de forma tan arbitraria e infantil se abusará entre 1987 y 1990.



En cuanto al guion, hay que destacar el hábil uso de los diálogos por parte del autor, especialmente en aquellas viñetas en las que aparecen multitudes, en las que cada intervención resulta realmente hilarante. En estos diálogos se aprecian no pocas referencias a la realidad exterior, como la boda entre el torero Paquirri y la tonadillera Isabel Pantoja (uno de los referentes favoritos de nuestro autor), celebrada en abril de 1983. Los nuevos aires políticos que soplaban también se reflejan en la viñeta final de la primera página, con no pocas alusiones a los movimientos sindicalistas y a la explotación patronal, siempre desde una óptica jocosamente irónica.

Fuentes

Aunque a principios de los 80 las influencias franco-belgas de Ibáñez puedan parecer ya superadas, la presente historieta tiene un claro precedente en el episodio de Spirou (aunque realmente protagonizado por Gastón el Gafe) “Bravo los Brothers”, firmado por André Franquin en 1966. En esta ocasión, sí podemos hablar plenamente de inspiración y no de plagio, pues el trabajo de Ibáñez se basa en una ampliación personal de una idea semejante, de forma que nos encontramos con dos historietas muy distintas. Sin embargo, los parecidos no deben parecernos casuales, sobre todo si tenemos en cuenta que no han sido pocas las veces que Ibáñez se ha inspirado en su maestro franco-belga.


Así, ambas historias presentan cómicamente la vida en la editorial, resaltando el ajetreo que supone la preparación de un número para una revista. Sirvan estas viñetas como comparación:




Del mismo modo, los dos maestros utilizan la referencia concreta a autores reales como recurso cómico. En algún caso, encontramos incluso un chiste similar:
















Por último, quede la aparición del mono-dibujante como muestra tanto del parecido entre ambas historias como de la bifurcación argumental de las mismas, puesto que lo que en Ibáñez es una mera anécdota, constituye el eje del episodio de su homólogo europeo.











Personalidades ilustres

No podía faltar en la conmemoración de Ibáñez la aparición de miembros activos de la Editorial Bruguera, tanto dibujantes como redactores. Esto concuerda con la tendencia a la autorreferencia que primaba en la Editorial a principios de los ochenta (recuperación de viejas series, homenajes a los autores consagrados, Revista Bruguelandia, etc.). Presentemos a algunos de los “invitados”.
José Escobar. El padre de Zipi y Zape no necesita presentación. Ibáñez lo introduce paródicamente como uno de los dibujantes “morosos” que no entrega las páginas a tiempo en esta lámina que supone una de las escasas (por aquella época) introducciones de dibujos ajenos a la historieta en el “Universo Ibáñez”. Nuestro autor se burla tanto de la avanzada edad del venerable Escobar como de las “chispitas” que salpicaban con cierta frecuencia las planchas del creador de Carpanta.



Raf. Más relevante en la historieta es la aparición de Joan Rafart (Raf), creador de Sir Tim O´Theo y tal vez uno de los mejores amigos que Ibáñez encontró en la profesión. A pesar de que el citado dibujante sólo era ocho años mayor que nuestro autor (Raf nació en 1928), Ibáñez hace mofa de su avanzada edad y señala con jocosa crueldad los múltiples achaques de ese otro monstruo de la historieta. La parodia, por exagerada, resulta tan hilarante como inofensiva.



Julio Fernández. Guionista y redactor que estuvo al frente de varias publicaciones de Bruguera durante décadas. Hombre afable y vitalista, ha sido constantemente caricaturizado por “sus” dibujantes durante años. Era bien conocida su afición por los deportes, así como su fuerza física, no reñida con su baja estatura. En esta ocasión, Fernández aparece como un hombre ya entrado en años, por lo que Ibáñez se ceba en su aspecto menos heroico, creando gags en torno a su menuda figura.


Armando Matías Guiu.Sin embargo, si ha habido un redactor caricaturizado mil y una veces por los dibujantes bruguerianos, ése ha sido Armando Matías Guiu, a quien le debemos los delirantes Diálogos para besugos, además de múltiples guiones (entre ellos para Mortadelo y Filemón), firmados bajo el seudónimo de Francisco Serrano. En esta historieta no se refleja tanto su vertiente creativa, sino su faceta editorial, demandando constantemente originales a los autores.




Anna María Palé. La señora directora, que entronca con la tradición de jefas-explosivas de Ibáñez, no es otra que Anna María Palé, amante de la historieta y eficaz traductora con una gran capacidad de trabajo y organización que la llevó a puestos directivos. Tras la salida de Ibáñez de Bruguera, ella se ofreció a ser agente del dibujante y desempeñó un papel importante en la producción del autor durante un periodo de tiempo.




Montse Vives. Montse Vives, redactora de Bruguera y creadora intelectual de algunas series de la casa fue otro puntal de la editorial durante esta época. En la historieta que nos ocupa es un claro ejemplo de personaje latente, pues aunque no aparece físicamente hasta la última viñeta (bajo la forma de Olivia, la novia de Popeye), los chistes que Ibáñez coloca en la tarjeta de su mesa de trabajo son de lo más recordado de la historieta. Como reflejo de los vientos que soplaban, véase la foto de Felipe González sobre su escritorio en la página cuatro (no aparece en todas las ediciones).





El autor a escena

El punto culminante de la historia se logra con la llegada de Francisco Ibáñez a la editorial. Esta vez no aparece lamentándose por las esclavitudes del tablero, sino autoparodiado como una especie de divo (inolvidable la viñeta que le da entrada) con laureles, puro y dieta a base de faisán con ostras. Especialmente destacable es la retórica rebuscada y arcaizante con la que se autocaricaturiza el autor, de gran efecto cómico. La llegada de Ibáñez a la editorial versa en torno a dos ámbitos: el artístico y el económico. Desde el punto de vista artístico, vemos cómo sus ínfulas de grandeza se vienen abajo cuando Julio Fernández califica de “bodrio” su última historieta.



Acostumbrado a la premura de la entrega de la página, el autor se pregunta qué harán los “macilentos burócratas” cuando no puede llevarlas a tiempo, a lo que Matías Guiu contesta que, en esos casos, es “Chimpa”, un simio, quien las realiza sin que nadie note la diferencia. Para los malpensantes, quede esto como una sutil alusión a los equipos apócrifos que, como mercenarios, terminaban de completar un cupo de páginas impuesto por la editorial, imposible de realizar por un solo hombre.



El otro ámbito, muy presente en las obras de Ibáñez, es el económico. El autor hace muestra de su poder al ser recibido como un césar, pero no deja de mostrar la inquietud financiera que supone para la editorial (y para la cajera) tener que pagarle su elevado sueldo. No en vano recibe un disparo cuando va a pedir un aumento.

Aunque todo esto está narrado en clave de parodia, recordamos a los lectores que ya desde 1982 las relaciones entre el dibujante y sus jefes se fue tensando, debido tanto a la puesta en marcha de un equipo apócrifo que producía historietas de ínfima calidad como a los retrasos en los pagos al dibujante. Entre veras y burlas, Ibáñez deja caer estos elementos en esta historieta conmemorativa…y abandona la editorial dos años después.

Conclusión

A pesar de su brevedad, podemos decir que Hacer un extraordinario…¡Jo, menudo calvario! es una historieta más que digna para conmemorar el primer cuarto de siglo de nuestros personajes. La escasa presencia de los agentes (Filemón tiene sólo dos parlamentos) no impide que estemos ante una de las historietas cortas más divertidas de su autor. La ocasión era especial e Ibáñez ha estado a la altura. Tocaba aparcar momentáneamente a sus personajes-estrella para mostrar lo que hay detrás de su obra, las ironías de las bambalinas de una editorial que forjó nuestros sueños infantiles.