domingo, 25 de noviembre de 2012

TAKAÑAKA, ¿UN NUEVO "PERSONAJE FIJO" EN MORTADELO?

A finales de los 80, Ediciones B pretendía seguir sacando al mercado historietas largas de sus recién adquiridos personajes Mortadelo y Filemón. Hasta que se firmara el acuerdo con Ibáñez, allá por 1988, diversos serán los autores que se encargarán de guionizar y dibujar a la pareja estrella del autor catalán. Uno de ellos será el antiguo redactor de Bruguera Julio Fernández, responsable del guion de El profesor Probeta contraataca.

En esta historietas, Fernández introduce un pequeño personaje,  Takañaka, un asiático de minúscula estatura dotado para las artes marciales y cuya especialidad es la de "convencer" a Mortadelo y Filemón para que acudan a las misiones más peligrosas que les encarga el Súper. 



La aparición no dejaría de ser anecdótica si no fuera porque un par de álbumes después, Takañaka vuelve a aparecer en la historieta larga apócrifa El "lavador" de cerebros. Esta vez, debido al "baile" de dibujantes, el diseño del personaje es distinto, no teniendo en común con el anterior Takañaka más que la pequeña estatura y su origen asiático. El nuevo Takañaka es calvo y luce un típico bigote oriental. 

Sin embargo, no hay que dudar de que se trata del mismo personaje, pues además del nombre, mantiene su habilidad para las artes marciales y su cometido de llevar a los dos agentes protagonistas ante la presencia del Súper. Por si fuera poco, no olvidemos la expresión de Filemón al verlo aparecer en El "lavador" de cerebros : "¡Él otra vez!" (viñeta 4, pág. 2).


La inclusión de este personaje puede atribuirse a la pasión del fallecido Julio Fernández por las artes marciales, que dio lugar a que no pocas veces sus compañeros lo caricaturizaran presentándolo como un luchador oriental. Un ejemplo de ello lo tenemos en el personaje de Kar-Akol,el mongol, uno de los villanos de Contra el "gang" del Chicharrón (1969), caricatura de Fernández.

En estas historietas guionizadas por el antiguo redactor, encontramos que se pone el acento en la afición del guionista, con numerosas escenas de lucha de artes marciales, que desglosan en distintas viñetas los distintos tipos de golpe de estas especialidades de lucha, creando así secuencias de peleas muy poco Ibañezcas.



A colación con este tema, apuntaremos que es más que probable que la aventura El crecepelo infalible fuera también guionizada por Julio Fernández, no solamente porque El profesor Probeta contraataca sea su continuación, sino porque en ambas encontramos algunos rasgos de guion similares, como el gusto por rescatar elementos anteriores de la obra de Ibáñez, como los villanos del Gang del Chicharrón o inventos clásicos del profesor Bacterio.

La reaparición de Takañaka en El "lavador" de cerebros nos lleva a preguntarnos si su autoría corresponde también a Julio Fernández o si, quizás, algún otro guionista del Equipo B consideró que este secundario tenía potencial y decidió reutilizarlo. Nosotros nos inclinamos por la primera opción, ya que el rescate de Takañaka como personaje fijo y de peso en la historieta parece sacar a relucir una indudable predilección por este personaje, que solo comprendemos desde la óptica de ser el alter-ego de su creador, Julio Fernández.

Quede este análisis como testimonio de que, al menos durante un breve periodo de tiempo, Mortadelo y Filemón tuvieron un nuevo compañero, un nuevo personaje fijo (aunque apócrifo), obra de Julio Fernández.

domingo, 18 de noviembre de 2012

DOÑA PURA Y DOÑA PERA, VECINAS DE LA ESCALERA


En el número 161 de Tío Vivo se publicó la primera entrega de Doña Pura y Doña Pera, vecinas de la escalera, una de las series que creó Ibáñez en 1964, junto con El doctor Esparadrapo y su ayudante Gazapo o Rompetechos, la única que prosperó.  No sabemos exactamente qué criterios fueron decisivos para que una serie tuviera continuidad, pero de lo que no cabe duda es de que las cuatro páginas que se publicaron de Doña Pura y Doña Pera parecen insuficientes para determinar la cancelación de la tira.

                No es de extrañar, buscando en los antecedentes de esta historieta, encontrar paralelismos entre la obra de Vázquez e Ibáñez. Así, por ejemplo, la Familia Trapisonda de Ibáñez es un remedo de la de su maestro. Ande y ríase usté con el Arca de Noé tiene su antecedente en La osa mayor, agencia teatral de Vázquez. Incluso 13, rue del Percebe parte de un modelo vazquiano. Además, no podemos olvidar que la reconversión de Mortadelo y Filemón en agentes de la TIA sigue la estela que iba dejando Anacleto, agente secreto. 

                Desde este punto de vista, se podría decir que Doña Pura y Doña Pera podrían haber sido “las hermanas Gilda” de Ibáñez. Así, Doña Pura, afable e inocentona comparte rasgos de Hermenegilda, mientras que la sombra de Leovigilda se proyecta en la adusta y aprovechada Doña Pera.  El protagonismo dual femenino de personalidades enfrentadas puede tener también su origen entre la ingenua Petra y su desairada señora, Doña Patro, creaciones de Escobar.  Del mismo autor es Doña Trini y sus animalitos, serie que encontraría acomodo en Tío Vivo en la que nuevamente la entusiasta Doña Trini sufre la intolerancia de Úrsula, su contraparte.



                En realidad, Doña Pura y Doña Pera conforman la clásica pareja cómica que tanto gusta a Ibáñez, con un payaso serio (Doña Pera) y el clown (Doña Pura), que hace la vida imposible a su augusto. ¿Dónde está la aportación, pues, de este nuevo dúo en la obra de Ibáñez? En primer lugar, la novedad radica en ser la primera serie dual de protagonismo femenino, algo nada usual en la trayectoria del autor. Por otra parte, por primera vez la pareja de antagonistas ibañezcas no se circunscriben al ámbito laboral, sino a la vida cotidiana. De hecho, se puede decir que con Doña Pura y Doña Pera, vecinas de la escalera, Ibáñez desarrolla de forma más exhaustiva las relaciones vecinales que la mítica serie 13, rue del Percebe, en la que los personajes aparecen individualizados en sus cubículos y solo en contadas ocasiones se producen interacciones entre ellos. Ambas series muestran la faceta más costumbrista de Francisco Ibáñez.

                En cuanto a los personajes, por una parte tenemos a Doña Pura, una anciana beatífica e ingenua que, sin mala intención, genera el caos a su paso. Este esquema será desarrollado por Vázquez a partir de 1969 con La abuelita Paz, quien provocará desaguisados con la palanca de la inocencia.  Doña Pera, por su parte, es una mujer algo más joven de Doña Pura; es envidiosa, fisgona y retorcida, en la línea de otros personajes de la editorial como Doña Urraca (Jorge) y Doña Lío Portapartes, señora con malas artes (Raf).
                En su afán de adornar con chistes paralelos la trama principal, Ibáñez dota a las protagonistas de su tira con sendas mascotas que dan viveza a las viñetas. Así, Doña Pura tendrá un loro, Robespierre, que actúa como el subconsciente de la anciana, diciéndole a Doña Pera aquello que su dueña no se atreve. Por su parte, Doña Pera tiene un gato que, como el pulpo de Don Noé en Ande y ríase usted con el Arca de Noé, hace las veces de “alter ego” de su dueña. Al igual que esta, el gato es agresivo, morboso y desleal, como demuestra en las diferentes historietas que co-protagoniza. La relación entre ambas mascotas pone de manifiesto la lucha de sus dueñas. La evidente tensión que hay entre Doña Pura y Doña Pera y que no llega a explotar salvo en raras ocasiones debido al freno que suponen las normas de conducta se desata entre los animales de ambas, quienes libres de cualquier presión social, dan rienda suelta a su enemistad, algo que sus amas no pueden hacer abiertamente.  A su vez, el gato de Doña Pera tiene un conflicto permanente con un ratonzuelo que habita en su casa, generando gags como los del ratón y el felino de 13, rue del Percebe. El sadismo de los golpes que se reparten ambos animales en casa de Doña Pera puede interpretarse como un trasunto de ella misma. Al igual que en su propio interior, tampoco en su casa se puede hallar la paz completa: el conflicto es la forma de enfrentarse al mundo.



                En cuanto a los argumentos de la serie, Ibáñez se aleja aquí del delirio surrealista de Rompetechos y de la falsa epicidad de Mortadelo y Filemón, para centrarse en tramas de andar por casa. Así, en la primera historieta publicada observamos cómo Doña Pura sale escaldada por su propia curiosidad. En esta historia se puede observar cómo Doña Pera proyecta en su vecina sus propios defectos y debilidades, pues la acusa de llevar una botella de tintorro, cuando en realidad es ella la que se pirra por las bebida alcohólicas. La segunda historieta, publicada en el número 167 de Tío Vivo nos muestra la pasión de Doña Pura por el cante flamenco y nuevamente nos permite ver a Doña Pera fisgando en la vida ajena, con su consiguiente “castigo”. Esta historieta fue adaptada por Ibáñez para el álbum conmemorativo de Mortadelo y Filemón El 35 aniversario (1992).

                En el número 168 de la misma revista, observamos que Doña Pera es una señora a la vieja usanza, coqueta y presumida, que prefiere arriesgar su vida antes de que la vean en camisón. Tanto en esta historieta como en la anterior se pone de manifiesto la rancia costumbre de guardar los ahorros debajo del colchón. En la última entrega de la serie, publicada en el 169 de Tío Vivo, asistimos al desarrollo de un argumento “propiamente vecinal”, algo que apenas vemos en 13, rue del Percebe: la obligación de fregar la escalera y el deseo de Doña Pera de escaquearse de su labor, endosándosela a Doña Pura, a la que desprecia por su ingenuidad.

 
  Desde el punto de vista gráfico, la serie coincide con un periodo en el que Ibáñez (y otros dibujantes de la editorial) pule su estilo, notándose incluso la influencia del cómic franco-belga. Tanto es así, que como ya apuntamos en Corra, jefe, corra, el diseño de Doña Pura parece estar sacado del de Madame Adolphine, personaje del álbum de Valentín Acero La señorita Josefina (Madame Adolphine,en el original) de 1963, obra de Peyó. No será la última vez que Ibáñez use este modelo, pues a partir de 1964, veremos que la anciana de los animalitos de 13, rue del Percebe recibe la visita constante de una amiga que se parece notablemente a la propia Doña Pura. Doña Pera, sin embargo, tiene rasgos más ibañezcos, lo cual favorece la expresividad. Será ella la principal portadora de las muecas, gestos y piruetas que tanto caracterizan a los personajes de Ibáñez.

                Gráficamente, hay que añadir la habilidad de Ibáñez a la hora de diseccionar los movimientos de sus personajes. Tómese como ejemplo la caída de Doña Pera por la escalera en la entrega del número 169 de Tío Vivo. También hay que destacar la cuidada puesta en escena de las anécdotas que narra Ibáñez en esta serie. Como muestra, tomen la primera historieta de la misma, gran parte de la cual transcurre en un patio a cuyas ventanas se asoman las protagonistas. Obsérvese la variedad de ángulos y encuadres que muestra el autor, evitando así la monotonía, otorgando movimiento a la plancha y dinamizando la lectura.
 
                Aparte de sus virtudes gráficas, la serie pone de manifiesto más que otras de Ibáñez, los problemas de convivencia entre afines, los rencores e intrigas de escalera, la mala idea sublimada y reprimida por la norma social que solo de vez en cuando se permite que aflore, símbolo de una sociedad que, aunque supuestamente marcada por el desarrollismo, sigue albergando algunas lacras desde la guerra civil, las grietas de un país en el que el enemigo es el vecino de al lado

No es de extrañar que en la obra El universo de Ibáñez, el autor dijera a Antonio Guiral que, de todas sus series abandonadas prematuramente, Doña Pura y Doña Pera, vecinas de la escalera, es la que le gustaría recuperar, ya que en muchos sentidos es una muestra del mejor Ibáñez de los años sesenta y en tan solo cuatro páginas ofrece numerosas posibilidades que, lamentablemente, no acabaron por cristalizar.

domingo, 11 de noviembre de 2012

EL OTRO "YO" DEL CONDE DE CHAMPIGNAC



No es extraño que las diferentes series de cómic infantil o juvenil tengan entre su elenco protagonista algún científico o inventor que dé algo más de salsa a las aventuras del grupo. Así, en Tintín tenemos a Tornasol; en Astérix a Panorámix; en Spirou a Champignac y en Mortadelo al profesor Bacterio. Las ventajas de incluir un personaje de estas características son obvias: abre infinitas posibilidades con sus inventos y permite introducir a los protagonistas en situaciones fantásticas que, de otra manera, no se explicarían.

                El mismo Ibáñez ha reconocido en más de una ocasión las virtudes de Bacterio desde el punto de vista del guion, pues los inventos del profesor le han sacado de algún atasco creativo en diferentes momentos de su carrera. Dicta el tópico que el científico (o inventor, o druida) de estas series de cómic sea un tipo si no loco, algo excéntrico en sus hábitos y comportamientos. Lo cierto es que Bacterio no cumple del todo con este arquetipo, pues, por más chiflados que parezcan sus inventos, el profesor no es un lunático. Todo lo más, un tipo despistado que vive embebido en sus creaciones, una mente inquieta y algo chapucera que, no obstante, tiene en su haber varios inventos notables, algunos de los cuales, incluso, funcionan correctamente.

Desde que debutara en El sulfato atómico (1969), Ibáñez se dio cuenta de que el barbudo científico sería fundamental para el desarrollo de su serie, y no tardó en hacer que su nombre apareciera en el título de dos aventuras fundamentales de la época dorada de Mortadelo: Los inventos del profesor Bacterio (1972) y El otro “yo” del profesor Bacterio (1973), ya reseñada en este blog. 

  Una relectura de esta y otras obras nos ha planteado la posibilidad de que El otro “yo” del profesor Bacterio esté basada en una historieta de Spirou que Franquin firmó bajo el título de El pánico llegó por teléfono en el año 1959. Realmente, el tema no es demasiado novedoso, pues desde la mítica novela  El extraño caso del doctor Jekill y Mr. Hyde (1886), de Robert L. Stevenson, el tópico de la otredad ha sido desarrollado en diferentes medios siguiendo este mismo modelo.

                Sin embargo, varios elementos de la obra de Franquin, guionizada por Greg, nos permiten establecer algún paralelismo entre esta historieta corta  y el álbum de Ibáñez, cuya devoción por la obra de Franquin ha quedado más que demostrada a través de múltiples “inspiraciones” por parte del autor español. En primer lugar, encontramos que en ambos casos el científico se toma su propio brebaje. Dicho brebaje, en ambas obras estimula el subconsciente del individuo, a quien no se puede responsabilizar de sus acciones, encaminadas a sembrar el caos por donde pasa. 



                Fundamental es la importancia que se le concede al teléfono en ambas historietas. En la de Franquin incluso ocupa un lugar  destacado en el título, debido a la escena en la que Champignac habla con Spirou y los efectos del brebaje empiezan a hacerse evidentes. En la obra de Ibáñez, Bacterio será quien llame al Súper tras cada gamberrada, compartiendo con el conde de Champignac la risa histérica de niño travieso y desquiciado. También la forma de hablar de ambos personajes a la hora de explicar sus planes y “hazañas” recuerda sobremanera. Véanse algunos ejemplos:

“¡Jejeje! ¡Diablos! ¡Ja! ¡Ja!...¡Yo me divierto!...Y mañana, ¡Bum! ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! ¡La cabeza del alcalde!...¡Cuarenta litros, señor!...¡Ji! ¡Ji! ¡Bum!...Y toda la ciudad…”  (Conde de Champignac).

“¡Sí, el león suelto! ¡Ja, Ja! ¡Y el cocodrilo,en lugar de la foca! ¡Jo, jo! ¡Y un cangrejo en el zapato del director! ¡Y voy a por más! ¡JUAAA, JUA, JUA!” (Profesor Bacterio).

                No se puede acusar en este caso a Ibáñez de plagio, en todo caso sería una inspiración en esta historieta de Franquin y Greg, pues lejos de seguir exactamente el mismo patrón, solo poseen algunos elementos coincidentes. De hecho, como reconoce el mismo Franquin, la historia en sí no es original, pues él mismo recordaba un cómic de Disney en que el Caballo Horacio sufría un proceso similar y perdía la cabeza durante algunas páginas. En  todo caso, siendo Ibáñez un reconocido discípulo de Franquin, no estás de más que apuntemos la coincidencia entre ambos autores.

Saludos, amigos.

sábado, 3 de noviembre de 2012

MORTADELO DE LA MANCHA (2004)



La conmemoración del  IV Centenario de la publicación de la primera parte de Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes  fue la excusa ideal para que Ibáñez diera a luz una de sus obras más populares en los últimos tiempos: Mortadelo de la Mancha (2004). No es esta la primera vez que vemos a Mortadelo enfundado en el atuendo del Caballero de la Triste Figura. Ya en 1983, protagonizó una campaña publicitaria de Plumas Parker titulada Las incredibles fazañas del caballero Mortadelo de la Mancha.  En esta ocasión, un invento del Bacterio lleva a Mortadelo y Filemón a asumir las personalidades de Don Quijote y Sancho Panza, respectivamente. Un esquema similar semejante desarrolló Ibáñez en la historieta corta Mortadelilly el “Niño”, publicada en 1976. Existe una historieta de Ramón Mª Casanyes, titulada La gran locura (1980) en la que Mortadelo asume, asimismo, la personalidad de El Cid Campeador.

                Quizá el planteamiento del nuevo álbum hubiera sido más atractivo si Ibáñez hubiera llevado a nuestros agentes a la novela de Cervantes, sobre todo por la diferente ambientación que esto hubiera supuesto, a lo que podemos sumar  los buenos resultados que esto dio en El Quinto Centenario (1992). Aunque Ibáñez confiesa que nunca leyó entero El Quijote, ya que en su época era utilizado como instrumento para enseñar a leer a los infantes con la aversión que ello genera, las múltiples referencias que se hallan en Mortadelo de la Mancha, más allá de las alusiones más obvias, revelan un cierto conocimiento de la obra por parte del autor.  

                En realidad, en muchos sentidos, el humor de Francisco Ibáñez es heredero del que ya en 1605 enarboló Miguel de Cervantes. Si el autor de Alcalá de Henares planteó a su protagonista como una parodia de los infalibles caballeros andantes que poblaban las novelas de caballerías, Ibáñez diseñó a sus personajes como la réplica a los también omnipotentes agentes secretos del estilo de James Bond. De hecho, algunos de los rasgos del humor de Ibáñez fueron ya cimentados en la novela de Cervantes, como son la pareja protagonista de personalidades opuestas y complementarias, el predominio del humor físico (díganme que Ibáñez no podría haber firmado el gag de los molinos de viento), la desmitificación de los ideales de la ficción, etc.

                Centrándonos ya en Mortadelo de la Mancha, la historia comienza con tres páginas y media de simpática introducción sobre el mundo de los libros. Entre las alusiones de dicha introducción destacan la figura del propio Ibáñez firmando la camiseta de una exuberante fan, algo que, según ha declarado el dibujante en alguna ocasión, le encanta hacer. También encontramos representadas las figuras de Moisés, de Joe Dalton (es inevitable que nos acordemos del Lucky Luke de Morris), así como la de George Bush (hijo). Este último aparece ataviado como un tejano cargando una pistola, ya que el álbum se produjo durante la polémica guerra de Irak promovida por este político. Algunas páginas más adelante será la gallina del Bacterio convertida en político la que llamará a Bush para declarar otra guerra. Ibáñez siempre supo cómo pulsar el sentir popular en cada momento. Destacamos también de estas páginas la alusión a aquellas personas que compran libros al por mayor solamente como elemento decorativo del salón, sátira que viene muy al pelo en relación con el libro de que nos ocupamos, El Quijote, que tiene el dudoso honor de ser uno de los libros que está en más hogares, aunque no el más leído.


                El hecho de pasar por el sitio menos adecuado en el momento menos adecuado lleva a Mortadelo y Filemón a convertirse en conejillos de indias del nuevo invento del Bacterio, gracias al cual se puede asumir la personalidad de cualquier personaje literario. Nuestros hombres, ante el temor de probar otro invento del científico, salen corriendo hasta esconderse entre los faldones del por entonces Papa Juan Pablo II, el cual critica la medida del expresidente del Gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero, que legitimaba el matrimonio homosexual. Ibáñez no solo refleja al Sumo Pontífice como un personaje decrépito y cruel (propone que se queme a los gays), sino que se dio el infortunio de que el Papa muriera cuando el álbum salió a la luz. Esto traerá a Ibáñez algún dolor de cabeza, pues es solo la punta de lanza del anticlericalismo que se respira en todo el álbum, ejemplificado también en el sacerdote evidentemente homosexual que pide clemencia para estos pecadores. Abordaremos este aspecto más adelante.

                Finalmente, presionados por su superior, los personajes acceden a probar el invento del Bacterio, pero el Súper, al meter una novela de James Bond (claro referente de la serie) sella, como apunta un Ibáñez metido a narrador, el destino de los personajes, en una frase que nos recuerda a la que el propio Ibáñez alude en El caso de los señores pequeñitos (1982). En realidad, las tapas de la novela de James Bond ocultaban un ejemplar del Quijote que estaba leyendo la inesperadamente culta Ofelia, por lo que nuestros hombres asumen la personalidad de nuestros protagonistas, convirtiéndose en Mortadelo de la Mancha y Filemoncho Panza. A partir de aquí, una vez ataviados con las ropas y las monturas adecuadas, los personajes deambulan por las calles de la ciudad viviendo “aventuras”, al más puro estilo de la novela cervantina. En realidad, los personajes, con sus extraños atuendos y actitudes, generan el mismo desconcierto en la sociedad que los antihéroes de Cervantes.

                La primera aventura parodia el encuentro de Don Quijote con los molinos de viento, en esta ocasión convertidos en un cabaret de moral disoluta, una obsesión de Ibáñez que ya hemos tratado en este blog. Ante el cruento desenlace, el narrador Ibáñez corre un velo diplomático. El toque soez llega cuando Mortadelo pretende llevarle a su amada Dulcinea una orquídea que no es otra cosa sino una caca de perro. Como no puede ser de otra manera, la mujer que Mortadelo confundirá con Dulcinea será Ofelia, siendo esta la primera vez que el personaje se siente enamorado de ella, aunque esté enajenado. Esto da pie a varios gags chuscos relacionados con la boñiga, que llevan a Mortadelo y Filemón a refugiarse en la azotea, allí confundirán unos gigantescos globos que parecen pellejos de vino con gigantes. En estos globos van Aznar (que a pesar de que por entonces ya ni siquiera era líder de la Oposición, sigue llevándose palos por parte de Ibáñez), Rajoy, Zaplana, Cascos y Acebes. Ibáñez presenta a estos miembros del Partido Popular, especialmente a Aznar como prepotentes, malos perdedores, creedores de tener la verdad absoluta, etc. Por si no fuera bastante, por culpa de Mortadelo estos líderes políticos se dan el golpe de su vida. Una escena prácticamente idéntica a la descrita encontraremos pocos años después en Eurobasket 2007 (2007).



                Después asistimos a otro encuentro desgraciado con Ofelia, del que los personajes salen airosos gracias a un disfraz de Mortadelo. Nótese que este es uno de los álbumes en que el protagonista se prueba menos disfraces, aunque también es en el que menos rato lo vemos con su clásica levita. Cuando la grúa se lleva el caballo de Mortadelo, este y su escudero se ven a lomos de un caballo de madera que, debido a un atentado, acaba saliendo por los aires, en remembranza del episodio de Clavileño. Este gag desemboca en otro relacionado con la obra Ricardo III, ya usado en Moscú 80, con lo que además de Cervantes, también Shakespeare se hace presente en esta historieta. 

                Posteriormente, Mortadelo sustrae de un kiosco un ejemplar del Kama-Sutra que se empeña en enseñar a dos monjas una de las cuales, como suele ocurrir en Ibáñez, se muestra encantada. El chiste es una salida de tono que, sin ser explícita, no resulta adecuada para los posibles lectores infantiles del cómic, lo cual demuestra que Ibáñez sigue teniendo presente al público adulto. Cuando  le hacen tragar al kiosquero sus propios periódicos, el autor logra una inteligente alusión al célebre discurso de “las armas y las letras” de Don Quijote.  Las siguientes cinco páginas reproducen paródicamente la aventura del león, que sigue aquí el esquema del atacante que sale mal parado ante nuestros agentes, en un episodio que guarda cierta semejanza con una historieta corta de los 70 en la que un león es también víctima de Pepe Gotera y Otilio. Destacan de este pasaje la alusión a la Cueva de Montesinos y la inclusión de Ibáñez como narrador, esta vez ataviado de época y remitiendo al capítulo de la obra de Cervantes, algo que irá haciendo a lo largo de todo el álbum.

                Tras un chusco encuentro con un jardinero municipal al que confunden con un marqués, Mortadelo se enfrenta a la aventura de la liberación de los galeotes, en la que el efecto cómico viene provocado por la irónica versión de los motivos de su arresto que hace cada preso, confrontada con la viñeta que reproduce la realidad. Al igual que en la novela de Cervantes, los reos liberados pagan mal a su paladín y acaban apaleándolo. Hay que observar cómo el episodio cervantino, al ser ya propiamente humorístico, apenas necesita modificación por parte de Ibáñez, lo cual es otro ejemplo de la proximidad del humor de los dos autores. Durante las siguientes 5 páginas, Ibáñez da un respiro a la actividad callejera y lleva a sus hombres a la TIA, reproduciendo el episodio del encantamiento de Dulcinea (Ofelia). En este caso, Mortadelo preparará un brebaje (posible alusión al bálsamo de Fierabrás) y provocará el desastre, ante la poco comprensiva respuesta de sus compañeros, que no tienen en cuenta el estado de enajenación en que se halla.

                Así se produce la segunda salida de Mortadelo de la Mancha, vestido esta vez con chatarras y que utiliza, junto con su escudero, una vaca y un perro como medio de transporte. Así van a parar a las bodas de Camacho, escena que por supuesto también tiene su homóloga en El Quijote. Impagable desde el punto de vista cómico es la explicación que da Filemoncho de quién es el tal Camacho, aludiendo al entonces recién destituido entrenador del Real Madrid.  En este episodio, Ibáñez incide en su anticlericalismo, presentando al sacerdote como glotón y colérico, no sin incluir el irónico comentario: “La infinita bondad de los ministros de la Iglesia”. Mortadelo y Filemón organizan el caos en la boda, dando lugar a escenas grotescas como aquella en la que el sacerdote casa al novio (cegato como Rompetechos) con un perro.


                En su afán por otorgarle a Filemoncho una ínsula (clara alusión a la de Barataria), se generan simpáticas confusiones debido a la ceguera de Mortadelo, que confunde los letreros de los establecimientos, dando lugar a malentendidos. Este tipo de gags, que tan bien funcionan en las historietas de Rompetechos, quedan aquí algo forzados, pues no se sabe de dónde surge de repente la falta de visión de Mortadelo de la Mancha. Finalmente, el personaje y su escudero se electrocutan con un cable de alta tensión e Ibáñez cierra su aventura, aludiendo a algunos de los versos con los que Cervantes glosa a su héroe tras la muerte. Para concluir, los agentes se vengan del Bacterio y se pretenden alejar de todo lo sucedido…caminando precisamente por la Ruta del Toboso, donde un desafortunado lugareños va a ofrecerles unos fascículos del Quijote

                En general, Mortadelo de la Mancha es un álbum que eleva ligeramente el nivel de la media de la época, por lo novedoso de algunas situaciones y especialmente por el peculiar lenguaje de falso castellano antiguo. Este recurso, ya utilizado en El Quinto Centenario, puede que aleje la obra del público más infantil, pero es una prueba de que Ibáñez es capaz de asumir ciertos riesgos si la trama lo requiere. Sin duda, las referencias anacrónicas a personajes y situaciones del presente (Mario Conde,  el Brujo Arguiñáñez, el Burgomaestre Rajoy, el partido Madriles-Barcino) son hilarantes, grandes aciertos del autor.

                Pero al mismo tiempo, el lenguaje es también la principal rémora de esta historieta, especialmente por la vulgaridad que alcanza. Así, términos y expresiones como “ cagüentusmuertos”, “cara de culo”, “ mamón”, “giripolla”, “mear”, “cataplines”… campan a sus anchas por esta historieta, lo cual, lejos de hacerla más adulta, la infantiliza. Los detalles chuscos, como las boñigas y demás, también abundan, curiosamente, en la obra original, en la que incluso Sancho Panza se hace sus cosas encima por el miedo en alguna ocasión.

                El presente álbum fue ampliamente publicitado, incluso como parte de la conmemoración del IV Centenario del Quijote. Posteriormente, fue el foro conservador Hazteoír quien elevó la polémica ante el anticlericalismo de que hace gala Ibáñez en toda esta obra, controversia que tuvo un relativo eco mediático. No obstante, no cabe duda de que estamos ante un álbum simpático, no desprovisto de ingenio, superior a otros de su misma época. El propio Juan Manuel Muñoz, colaborador de Ibáñez, lo destaca como uno de sus favoritos en la entrevista que concedió a Corra, jefe, corra, destacando el uso de los diálogos.