sábado, 3 de noviembre de 2012

MORTADELO DE LA MANCHA (2004)



La conmemoración del  IV Centenario de la publicación de la primera parte de Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes  fue la excusa ideal para que Ibáñez diera a luz una de sus obras más populares en los últimos tiempos: Mortadelo de la Mancha (2004). No es esta la primera vez que vemos a Mortadelo enfundado en el atuendo del Caballero de la Triste Figura. Ya en 1983, protagonizó una campaña publicitaria de Plumas Parker titulada Las incredibles fazañas del caballero Mortadelo de la Mancha.  En esta ocasión, un invento del Bacterio lleva a Mortadelo y Filemón a asumir las personalidades de Don Quijote y Sancho Panza, respectivamente. Un esquema similar semejante desarrolló Ibáñez en la historieta corta Mortadelilly el “Niño”, publicada en 1976. Existe una historieta de Ramón Mª Casanyes, titulada La gran locura (1980) en la que Mortadelo asume, asimismo, la personalidad de El Cid Campeador.

                Quizá el planteamiento del nuevo álbum hubiera sido más atractivo si Ibáñez hubiera llevado a nuestros agentes a la novela de Cervantes, sobre todo por la diferente ambientación que esto hubiera supuesto, a lo que podemos sumar  los buenos resultados que esto dio en El Quinto Centenario (1992). Aunque Ibáñez confiesa que nunca leyó entero El Quijote, ya que en su época era utilizado como instrumento para enseñar a leer a los infantes con la aversión que ello genera, las múltiples referencias que se hallan en Mortadelo de la Mancha, más allá de las alusiones más obvias, revelan un cierto conocimiento de la obra por parte del autor.  

                En realidad, en muchos sentidos, el humor de Francisco Ibáñez es heredero del que ya en 1605 enarboló Miguel de Cervantes. Si el autor de Alcalá de Henares planteó a su protagonista como una parodia de los infalibles caballeros andantes que poblaban las novelas de caballerías, Ibáñez diseñó a sus personajes como la réplica a los también omnipotentes agentes secretos del estilo de James Bond. De hecho, algunos de los rasgos del humor de Ibáñez fueron ya cimentados en la novela de Cervantes, como son la pareja protagonista de personalidades opuestas y complementarias, el predominio del humor físico (díganme que Ibáñez no podría haber firmado el gag de los molinos de viento), la desmitificación de los ideales de la ficción, etc.

                Centrándonos ya en Mortadelo de la Mancha, la historia comienza con tres páginas y media de simpática introducción sobre el mundo de los libros. Entre las alusiones de dicha introducción destacan la figura del propio Ibáñez firmando la camiseta de una exuberante fan, algo que, según ha declarado el dibujante en alguna ocasión, le encanta hacer. También encontramos representadas las figuras de Moisés, de Joe Dalton (es inevitable que nos acordemos del Lucky Luke de Morris), así como la de George Bush (hijo). Este último aparece ataviado como un tejano cargando una pistola, ya que el álbum se produjo durante la polémica guerra de Irak promovida por este político. Algunas páginas más adelante será la gallina del Bacterio convertida en político la que llamará a Bush para declarar otra guerra. Ibáñez siempre supo cómo pulsar el sentir popular en cada momento. Destacamos también de estas páginas la alusión a aquellas personas que compran libros al por mayor solamente como elemento decorativo del salón, sátira que viene muy al pelo en relación con el libro de que nos ocupamos, El Quijote, que tiene el dudoso honor de ser uno de los libros que está en más hogares, aunque no el más leído.


                El hecho de pasar por el sitio menos adecuado en el momento menos adecuado lleva a Mortadelo y Filemón a convertirse en conejillos de indias del nuevo invento del Bacterio, gracias al cual se puede asumir la personalidad de cualquier personaje literario. Nuestros hombres, ante el temor de probar otro invento del científico, salen corriendo hasta esconderse entre los faldones del por entonces Papa Juan Pablo II, el cual critica la medida del expresidente del Gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero, que legitimaba el matrimonio homosexual. Ibáñez no solo refleja al Sumo Pontífice como un personaje decrépito y cruel (propone que se queme a los gays), sino que se dio el infortunio de que el Papa muriera cuando el álbum salió a la luz. Esto traerá a Ibáñez algún dolor de cabeza, pues es solo la punta de lanza del anticlericalismo que se respira en todo el álbum, ejemplificado también en el sacerdote evidentemente homosexual que pide clemencia para estos pecadores. Abordaremos este aspecto más adelante.

                Finalmente, presionados por su superior, los personajes acceden a probar el invento del Bacterio, pero el Súper, al meter una novela de James Bond (claro referente de la serie) sella, como apunta un Ibáñez metido a narrador, el destino de los personajes, en una frase que nos recuerda a la que el propio Ibáñez alude en El caso de los señores pequeñitos (1982). En realidad, las tapas de la novela de James Bond ocultaban un ejemplar del Quijote que estaba leyendo la inesperadamente culta Ofelia, por lo que nuestros hombres asumen la personalidad de nuestros protagonistas, convirtiéndose en Mortadelo de la Mancha y Filemoncho Panza. A partir de aquí, una vez ataviados con las ropas y las monturas adecuadas, los personajes deambulan por las calles de la ciudad viviendo “aventuras”, al más puro estilo de la novela cervantina. En realidad, los personajes, con sus extraños atuendos y actitudes, generan el mismo desconcierto en la sociedad que los antihéroes de Cervantes.

                La primera aventura parodia el encuentro de Don Quijote con los molinos de viento, en esta ocasión convertidos en un cabaret de moral disoluta, una obsesión de Ibáñez que ya hemos tratado en este blog. Ante el cruento desenlace, el narrador Ibáñez corre un velo diplomático. El toque soez llega cuando Mortadelo pretende llevarle a su amada Dulcinea una orquídea que no es otra cosa sino una caca de perro. Como no puede ser de otra manera, la mujer que Mortadelo confundirá con Dulcinea será Ofelia, siendo esta la primera vez que el personaje se siente enamorado de ella, aunque esté enajenado. Esto da pie a varios gags chuscos relacionados con la boñiga, que llevan a Mortadelo y Filemón a refugiarse en la azotea, allí confundirán unos gigantescos globos que parecen pellejos de vino con gigantes. En estos globos van Aznar (que a pesar de que por entonces ya ni siquiera era líder de la Oposición, sigue llevándose palos por parte de Ibáñez), Rajoy, Zaplana, Cascos y Acebes. Ibáñez presenta a estos miembros del Partido Popular, especialmente a Aznar como prepotentes, malos perdedores, creedores de tener la verdad absoluta, etc. Por si no fuera bastante, por culpa de Mortadelo estos líderes políticos se dan el golpe de su vida. Una escena prácticamente idéntica a la descrita encontraremos pocos años después en Eurobasket 2007 (2007).



                Después asistimos a otro encuentro desgraciado con Ofelia, del que los personajes salen airosos gracias a un disfraz de Mortadelo. Nótese que este es uno de los álbumes en que el protagonista se prueba menos disfraces, aunque también es en el que menos rato lo vemos con su clásica levita. Cuando la grúa se lleva el caballo de Mortadelo, este y su escudero se ven a lomos de un caballo de madera que, debido a un atentado, acaba saliendo por los aires, en remembranza del episodio de Clavileño. Este gag desemboca en otro relacionado con la obra Ricardo III, ya usado en Moscú 80, con lo que además de Cervantes, también Shakespeare se hace presente en esta historieta. 

                Posteriormente, Mortadelo sustrae de un kiosco un ejemplar del Kama-Sutra que se empeña en enseñar a dos monjas una de las cuales, como suele ocurrir en Ibáñez, se muestra encantada. El chiste es una salida de tono que, sin ser explícita, no resulta adecuada para los posibles lectores infantiles del cómic, lo cual demuestra que Ibáñez sigue teniendo presente al público adulto. Cuando  le hacen tragar al kiosquero sus propios periódicos, el autor logra una inteligente alusión al célebre discurso de “las armas y las letras” de Don Quijote.  Las siguientes cinco páginas reproducen paródicamente la aventura del león, que sigue aquí el esquema del atacante que sale mal parado ante nuestros agentes, en un episodio que guarda cierta semejanza con una historieta corta de los 70 en la que un león es también víctima de Pepe Gotera y Otilio. Destacan de este pasaje la alusión a la Cueva de Montesinos y la inclusión de Ibáñez como narrador, esta vez ataviado de época y remitiendo al capítulo de la obra de Cervantes, algo que irá haciendo a lo largo de todo el álbum.

                Tras un chusco encuentro con un jardinero municipal al que confunden con un marqués, Mortadelo se enfrenta a la aventura de la liberación de los galeotes, en la que el efecto cómico viene provocado por la irónica versión de los motivos de su arresto que hace cada preso, confrontada con la viñeta que reproduce la realidad. Al igual que en la novela de Cervantes, los reos liberados pagan mal a su paladín y acaban apaleándolo. Hay que observar cómo el episodio cervantino, al ser ya propiamente humorístico, apenas necesita modificación por parte de Ibáñez, lo cual es otro ejemplo de la proximidad del humor de los dos autores. Durante las siguientes 5 páginas, Ibáñez da un respiro a la actividad callejera y lleva a sus hombres a la TIA, reproduciendo el episodio del encantamiento de Dulcinea (Ofelia). En este caso, Mortadelo preparará un brebaje (posible alusión al bálsamo de Fierabrás) y provocará el desastre, ante la poco comprensiva respuesta de sus compañeros, que no tienen en cuenta el estado de enajenación en que se halla.

                Así se produce la segunda salida de Mortadelo de la Mancha, vestido esta vez con chatarras y que utiliza, junto con su escudero, una vaca y un perro como medio de transporte. Así van a parar a las bodas de Camacho, escena que por supuesto también tiene su homóloga en El Quijote. Impagable desde el punto de vista cómico es la explicación que da Filemoncho de quién es el tal Camacho, aludiendo al entonces recién destituido entrenador del Real Madrid.  En este episodio, Ibáñez incide en su anticlericalismo, presentando al sacerdote como glotón y colérico, no sin incluir el irónico comentario: “La infinita bondad de los ministros de la Iglesia”. Mortadelo y Filemón organizan el caos en la boda, dando lugar a escenas grotescas como aquella en la que el sacerdote casa al novio (cegato como Rompetechos) con un perro.


                En su afán por otorgarle a Filemoncho una ínsula (clara alusión a la de Barataria), se generan simpáticas confusiones debido a la ceguera de Mortadelo, que confunde los letreros de los establecimientos, dando lugar a malentendidos. Este tipo de gags, que tan bien funcionan en las historietas de Rompetechos, quedan aquí algo forzados, pues no se sabe de dónde surge de repente la falta de visión de Mortadelo de la Mancha. Finalmente, el personaje y su escudero se electrocutan con un cable de alta tensión e Ibáñez cierra su aventura, aludiendo a algunos de los versos con los que Cervantes glosa a su héroe tras la muerte. Para concluir, los agentes se vengan del Bacterio y se pretenden alejar de todo lo sucedido…caminando precisamente por la Ruta del Toboso, donde un desafortunado lugareños va a ofrecerles unos fascículos del Quijote

                En general, Mortadelo de la Mancha es un álbum que eleva ligeramente el nivel de la media de la época, por lo novedoso de algunas situaciones y especialmente por el peculiar lenguaje de falso castellano antiguo. Este recurso, ya utilizado en El Quinto Centenario, puede que aleje la obra del público más infantil, pero es una prueba de que Ibáñez es capaz de asumir ciertos riesgos si la trama lo requiere. Sin duda, las referencias anacrónicas a personajes y situaciones del presente (Mario Conde,  el Brujo Arguiñáñez, el Burgomaestre Rajoy, el partido Madriles-Barcino) son hilarantes, grandes aciertos del autor.

                Pero al mismo tiempo, el lenguaje es también la principal rémora de esta historieta, especialmente por la vulgaridad que alcanza. Así, términos y expresiones como “ cagüentusmuertos”, “cara de culo”, “ mamón”, “giripolla”, “mear”, “cataplines”… campan a sus anchas por esta historieta, lo cual, lejos de hacerla más adulta, la infantiliza. Los detalles chuscos, como las boñigas y demás, también abundan, curiosamente, en la obra original, en la que incluso Sancho Panza se hace sus cosas encima por el miedo en alguna ocasión.

                El presente álbum fue ampliamente publicitado, incluso como parte de la conmemoración del IV Centenario del Quijote. Posteriormente, fue el foro conservador Hazteoír quien elevó la polémica ante el anticlericalismo de que hace gala Ibáñez en toda esta obra, controversia que tuvo un relativo eco mediático. No obstante, no cabe duda de que estamos ante un álbum simpático, no desprovisto de ingenio, superior a otros de su misma época. El propio Juan Manuel Muñoz, colaborador de Ibáñez, lo destaca como uno de sus favoritos en la entrevista que concedió a Corra, jefe, corra, destacando el uso de los diálogos.

9 comentarios:

clauskywalker dijo...

a mi no me gusto mucho pero tiene buenos gags me gusto mas el del capitan trueno

Chespiro dijo...

Bueno, el del Capitán Trueno es uno que suscitó mucha polémica, pero por otras razones.
Gracias por comentar.

Raw dijo...

La mención de Camacho, tan murciano como yo, me alegró y sorprendió bastante. Ese gag deja en buen lugar al entrenador, que no tuvo la culpa de tener unos jugadores "harto chuletas".

El momento escatológico, por contra, es uno de los peores que he visto y creo que era prescindible, aparte del chiste sobre el Papa, en mi opinión.

Por lo demás, me parece uno de los mejores álbumes del siglo XXI de Mortadelo y Filemón. Original lo de ver a unos MyF enloquecidos.

Chespiro dijo...

La verdad, es que el Súper se lo podría haber currado un poco más y encargar a otros agentes la misión de atraparlos, ¿no?

Anónimo dijo...

lo mas parecido al humor de "el jueves" que ha hecho ibañez ,solo superado por el dedicado al capitan trueno(en cuanto a chabacano y cutre).una opurtunidad perdida ,ya que podria haber dado mucho juego el tema ,solo hay que leerse el quinto centenario y te das cuenta de lo malo que es el del quijote.
melodiapositiva.

Chespiro dijo...

Bueno, yo no creo que sea comparable a Bajo el bramido del trueno. Creo que Mortadelo de la Mancha peca solo de algo de escatología, pero no es un mal álbum

El Viejo dijo...

Creo que soy bastante duro con este album. La lectura de la reseña tan completa del amigo Chespiro me ha hecho rememorar algún gag muy bueno y cuestiones interesantes que hacen sea una de las historias más curiosas del Mortadelo más reciente.

Pese a ello, creo que Ibáñez podría haber intentado arriesgarse a una súper-producción mayor mandando a los personajes a los días cervantinos (Bacterio era una excusa idea para ello).

Muy honesto por cierto que el maestro confesase no haber leído "El Quijote", aunque efectivamente, una lectura ya superficial del cómic advierte que, o conoce bastantes pasajes y las suficientes referencias para captar la esencia de ese libro entre libros.

Chespiro dijo...

Gracias por el comentario, Marcos. La verdad, este álbum nos ofrece algo de lo mejor y de lo peor.
En mi opinión, predomina lo positivo.

Anónimo dijo...

A mí me parece que, a pesar de todo, el nivel de este album es muy bajo con respecto a la mayoría, incluso de los publicados en la época. La parodia de castellano antiguo es precisamente el mayor error, ya que delata definitivamente que Ibáñez no leyó el Quijote. Éste es el único que habla así en la obra de Cervantes; ni Sancho ni el resto de los personajes lo hacen, ya que cuando se escribió el Quijote (que es cuando se desarrolla la acción) el castellano hablado era ya mucho más parecido al de hoy. De este modo se ríe Cervantes de aquellos libros escritos de modo arcaico y afectado que a mucha gente le parecían el colmo del buen estilo literario.