domingo, 27 de enero de 2008

DOS PORTADAS, DOS AUTORES

En esta entrada queremos apuntar algunas pinceladas de la concepción del cómic y de la profesión de dibujante de los dos autores bruguerianos más exitosos de nuestro país, Francisco Ibáñez y José Escobar, a través de sendas portadas especiales en las que los maestros se dibujan con sus respectivas creaciones.

En la ilustración de Ibáñez vemos a un gigante Mortadelo que maneja a su antojo a sus compañeros de serie, a la par que a su propio creador (una caricatura de Francisco Ibáñez semejante a la que aparecerá en el álbum El 35 aniversario). Por su parte, José Escobar aparece en su portada homóloga manejando a sus criaturas, jugando malabares con algunas de las más representativas.

Parece como si, mientras que Escobar se sabe Demiurgo creador de su propio universo, como ha demostrado en tantas y tantas historietas en las que juega con el destino de sus criaturas, Ibáñez se resignara a ser absorbido por la popularidad de su hijo más famoso, ya que es Mortadelo el que “mueve los hilos” en su portada. Tampoco deja de ser curioso que mientras que Escobar rescata incluso algunas de sus series menos conocidas (El profesor Tenebro, Don Óptimo y Don Pésimo, Plim…), Ibáñez sólo refleja su serie estrella, destacando de la misma a la figura principal, piedra angular de buena parte de su carrera como autor.

Por último, cabe destacar que mientras que Ibáñez ha caracterizado a sus personajes con posturas meramente cómicas y poco representativas de los mismos (Filemón jugando al golf, por ejemplo), Escobar ha dibujado a la mayoría de ellos realizando alguna actividad que resulte indicadora de su personalidad: El Manitas robando, Peloto “cepillando” a Don Minervo, Don Óptimo haciendo gala de una suerte que envidia su compañero Don Pésimo, etc. Los personajes de Ibáñez, en cambio, se limitan a aparecer en posturas simpáticas, creando algún “gag por el gag” (Filemón ha golpeado a Ofelia con la pelota de golf), sin profundizar en lo que cada uno representa.

Si bien en otras comparaciones (odiosas siempre) establecidas en este blog me he decantado siempre por Ibáñez frente al maestro Escobar (con el consiguiente tirón de orejas de los escobarianos), he de decir que en esta ocasión prefiero la portada de Escobar, por su mayor profundidad y por el toque humano (no de meras marionetas) que imprime a sus personajes, así como por su autopercepción como creador polifacético, padre de múltiples criaturas a las que ama por igual.

domingo, 20 de enero de 2008

50º ANIVERSARIO DE MORTADELO Y FILEMÓN ¡FELICIDADES!



Hoy, 20 de enero de 2008, es un gran día para todos nosotros. Los personajes de cómic más longevos del panorama de la historieta española cumplen cincuenta años desde que el gran Francisco Ibáñez Talavera los publicara por primera vez en el número 1394 de la Revista Pulgarcito, de Editorial Bruguera. Nadie podía predecir en aquel momento que Mortadelo y Filemón se convertirían en dos iconos de la cultura popular en España y otros países.

Dicha etiqueta está más que justificada, ya que nuestros personajes favoritos no cumplen sus bodas de oro apolillados entre telarañas. No señor; lo hacen en activo, viviendo nuevas aventuras y saltando de un medio a otro con la misma facilidad con la que Mortadelo se disfraza. De hecho, dentro de cinco días se producirá el estreno de la segunda película con actores de carne y hueso basada en los agentes de la TIA: Mortadelo y Filemón. Misión: Salvar la tierra, de Miguel Bardem.

Vigencia y actualidad son, por tanto, dos características aplicables a la figura de Mortadelo y Filemón hoy por hoy, ya casi al final de la primera década del siglo XXI. ¿La clave del éxito? Probablemente, si alguien la supiera ya habría vendido la fórmula, pues compradores no le faltarían. Independientemente de dónde esté el quid del “fenómeno Ibáñez”, quiero aprovechar este aniversario de su máxima creación para reflexionar acerca de los elementos que llevaron a las criaturas de Ibáñez a encabezar el Top Ten de mis pasiones y aficiones, sentimientos que, con matices, supongo compartirán muchos de los devotos lectores que han colocado a Ibáñez en su merecido pedestal de reconocimiento popular.

Recuerdo a Mortadelo y Filemón desde siempre. Antes de saber leer, ya me inventaba sus historietas basándome en los dibujos y, poco después de aprender “La Cartilla”, pasé a aplicar mis conocimientos sobre las aventuras de estos dos merluzos. Tan lejana es mi relación con ambos personajes que recuerdo haberlos dibujado antes de entrar en Primaria. Dibujos constantes, repetitivos, siempre buscando una perfección que parecía no llegar. Tan chiquitajo sería que solía dibujar los dos pelos de Filemón tiesos, como antenas; luego, miraba un original de Ibáñez y notaba que no era igual, pero mi mente infantil no era capaz de dilucidar dónde radicaba la diferencia.

Mis queridos personajes me acompañaron durante toda mi niñez, proporcionándome algunos de los mejores momentos de la misma. Mi interés por ellos llegó a la fascinación, a una no disimulada pasión que fue la primera de las que habría de encontrar en la vida. Pasión sincera, eufórica, vehemente, no disimulada, como solo puede ser la pasión. Difícil es que algún compañero de la temprana infancia se acuerde de mí sin que le venga a la mente la imagen de Mortadelo y Filemón, mi pequeño vicio confesable.

Recuerdo perfectamente cómo en una tutoría de 3º de EGB el maestro contó a los padres que uno de sus alumnos había dibujado a los Apóstoles y a la Virgen con la cara de Mortadelo y Filemón. El sonrojo de mi madre no se hizo esperar, ni tampoco las miradas y dedos acusadores de los progenitores de mis amigos. Por supuesto, no había mural, dibujo o trabajo de Plástica en el que yo no incluyera a los agentes de la TIA. No se me debía de dar demasiado mal eso de dibujarlos, pues los profesores siempre me decían que me subirían la nota si incluía un Mortadelo en alguno de mis trabajos.

No hay que decir que también en casa pintarrajeaba toneladas de papel con rústicas historietas e ilustraciones de los personajes. Años más tarde, estas modestas historietitas llegaron a ser álbumes de 44 páginas, de los cuales llegué a hacer seis completitos, con dibujo y guion propios (pero personajes ajenos, claro): Las diez pruebas de Mortadelo y Filemón, El caso de los anglicismos, ¿Quién espía en la TIA?, Historia de una democracia…con pitorreo y con gracia, Conflicto pesquero y El cacharro del psicoanálisis.

La escasa calidad de los mismos era correlativa al mermado auditorio que tenían (mi padre y mi madre), pero llegaron a ser un buen ejemplo de hasta qué punto Mortadelo y Filemón influyeron en mí, de hasta qué punto fueron ellos (Ibáñez) el motor de la imaginación de muchos niños, el punto de apoyo de futuros dibujantes y guionistas, la llama que, además de mi pobre ingenio, debió prender el de mentes mucho más preclaras.


Agarrado de la mano de Ibáñez me he sumergido en universos de fantasía en los que todo era posible. He visitado países reales e imaginarios sin moverme del sillón, he probado inventos increíbles, he luchado contra villanos delirantes, presenciado ajetreadas carreras e inocuos golpes y porrazos. He montado en barco, en tren, avión, lancha, submarino, globo… ¡hasta en burro! Padecí al Bacterio, me vengué del Súper, soñé con la señorita Irma y me burlé de la Ofelia con la inocencia con la que solo un niño puede burlarse…tal vez sólo para ver cómo se enfadaba conmigo y emprendíamos otra de esas absurdas carreritas que le dan salsa a la monotonía de lo cotidiano.

Casi todas las cosas importantes de la vida las aprendí de la mano de Ibáñez y de Mortadelo y Filemón. Con ellos descubrí lo que era un radiador, un obús, un hotentote, un soplete, una bragueta (sí, sí, esas dos rayitas que tiene Filemón en el pantalón), un potingue y un ungüento; con ellos aprendí que tarde o temprano, acabaremos perseguidos por el Súper o por el jefe, a pesar de que nuestra intención no era mala; aprendí que todos tenemos derecho a fallar, a tropezar veinte veces con la misma piedra, a equivocarnos, aunque la sociedad invite a un triunfalismo malsano y casi siempre ficticio; aprendí que la vida es un equívoco macabro, una confusión de algún super-intendente que piensa que “tiene gracia” que hayamos sufrido tanto para nada; aprendí que son más importantes los desarrollos que los finales; aprendí que, por muy de negro que vista nuestra enlutada realidad, siempre podemos ponerle un disfraz; aprendí a reponerme de los chichones en una viñeta; y, sobre todo, aprendí a reír.

Todo ello de la mano de dos personajes que han estado a mi lado en los buenos y en los malos momentos. Que hicieron por mi ánimo lo que ningún terapeuta podría hacer jamás. Que demostraron ser más reales y leales que muchas personas de carne y hueso. Mortadelo y Filemón han sido, pues, y son, mi lectura, mi escritura, el motivo de las carcajadas más puras que puede emitir una persona (que son aquéllas que se emiten con espíritu de niño), el tema de innumerables conversaciones con los mejores amigos, la chispa de no pocos destellos creativos, el bálsamo de algunas cicatrices del alma, el HUMOR con mayúsculas…la vida.

Y de todo esto sólo tiene la culpa un señor, alguien que se coló en mi espíritu sorpresivamente, como el Bacilón, y me hipnotizó, cual Magín el Mago, con las mil y una ocurrencias que salían de su mente, de una prominente calva de la que, cual sombrero de Chapeau “el Esmirriau”, brotaban las más divertidas escenas cómicas. Este señor, que se adueñó de mis sueños infantiles como si de Freddyrico Krugidoff se tratara, me hizo feliz rociando lo mejor de mí mismo con un Sulfato engrandecedor que sólo él sabe preparar.

No soy tan ingenuo como para pensar que los millones de lectores de Mortadelo y Filemón de todo el mundo sienten unas emociones tan intensas como las mías respecto a estos personajes y a su autor, pero sí estoy seguro de que hoy, 20 de enero, somos muchos los que, con distinta intensidad pero con la misma honestidad (honestidad de niños que no han crecido del todo), decimos:

¡Muchas gracias, Señor Francisco Ibáñez !
¡Feliz primer Cincuenta Aniversario, queridos Mortadelo y Filemón!

domingo, 13 de enero de 2008

EL GRAN LIBRO DE MORTADELO Y FILEMÓN

Siguiendo con las temáticas de Aniversario, y a una semana del Gran Día, toca hoy hablar de El gran libro de Mortadelo y Filemón, de Antonio Guiral, editado por Ediciones B para la efeméride. Su publicación vino acompañada de un gran despliegue informativo que permitió dar a conocer a bombo y platillo un volumen que ha agradado a casi todo el mundo, sin olvidar las excepciones que implica el hecho de que el público de Mortadelo y Filemón sea tan diverso.

Así, cabe advertir que si usted es un experto conocedor de Ibáñez y su mundo, esta obra le interesa más por puro completismo sentimental que por sus valores intrínsecos. El gran libro de Mortadelo y Filemón ha sido dirigido al gran público, a ese que lleva medio siglo consumiendo las obras de Ibáñez y que lo ha situado en su indiscutible pedestal. Desde este punto de vista, podemos decir que el tomo cumple con su cometido, pues su no demasiado profundo repaso por la producción de Ibáñez puede resultar más que interesante para este espectro social. Para puristas, más interesados en el rigor que en la gloria de dibujante y criaturas, recomendamos sin dudar El mundo de Mortadelo y Filemón, de Miguel Fernández Soto, trabajo de investigación indispensable para cualquier acercamiento mínimamente serio a la obra del autor catalán.

Volviendo a El gran libro de Mortadelo y Filemón, hay que decir que la presentación resulta inmejorable. Una portada mucho más adecuada para un especial que la del álbum ¡Y van cincuenta tacos! (recientemente reseñado en este blog) nos muestra a nuestra pareja favorita bailando vestida de gala, con frac y chistera, demostrando que aún tienen brío y garbo, a pesar de los achaques. De fondo, el Súper, Bacterio y una engalanada Ofelia siguen el compás. El predominio de los grises y la textura de la portada es otro de los atractivos visuales, ampliamente cubiertos con el precio al que se vende la obra.

El prólogo viene de la mano del cineasta Álex de la Iglesia, devoto confeso de los personajes, como demuestra en su película Muertos de risa (1999), tal vez la adaptación más pura del espíritu de Ibáñez que se ha llevado a la pantalla grande. El director, que muestra una clara predilección por obras como Safari callejero (1970), Valor…¡y al toro! (1970) y Chapeau “el Esmirriau” (1971), dedica unas sentidas palabras al autor y destaca su capacidad para hacerle (hacernos) descubrir el mundo a través de sus viñetas de humor.


Una primera sección, “¡Mogollón de historietas cortas!”, realiza un repaso por los primeros diez años de la serie, los de la Agencia de Información, centrándose en lo meramente anecdótico y sin profundizar demasiado. No podía faltar la evolución gráfica de los personajes, hecha también de forma superficial (muy lejana de aquella que Migsoto ofrece en su web 13, Rue de Bruguera) y difundida por periódicos varios.



La segunda etapa de los agentes, que Guiral fecha de 1969 a 1986, hace hincapié en la entrada en la TIA de los mismos: los gadgets, las entradas secretas, inventos del Bacterio, vehículos, etc., siguiendo un esquema parecido al que, de forma más modesta, se realizó en los álbumes de Olé conmemorativos del 25 aniversario de la serie. Se habla también del salto a la fama con la revista Mortadelo, los primeros álbumes en tapa dura, los villanos… No deja de ser curiosa la mención a los autores apócrifos, algo que pocos pensaban que se iba a tocar, así como la alusión explícita a Ramón María Casanyes, autor apócrifo por antonomasia de muchos Mortadelos de los setenta y ochenta. Aunque la citada alusión era justa y necesaria, no se ha caracterizado Ediciones B por recordar ese periodo de la antigua editorial. Tal vez, el gran conocimiento que, gracias a la tecnología tenemos hoy de las intimidades de Bruguera a través a los foros de Internet, así como las investigaciones de Miguel Fernández Soto, hayan contribuido a que el autor decidiera no negar lo evidente, cubriendo el expediente con esta ligera mención, que, por una parte, permite tocar un tema embarazoso bien conocido por casi todo el mundo sin profundizar demasiado y , por otra, se puede considerar un irónico homenaje a la figura de Casanyes, ya que, al menos, su nombre está presente en el libro-aniversario de unos personajes a cuya difusión ha contribuido notablemente.

Esta sección se cierra con curiosidades aisladas entre las que destaca el análisis del lenguaje de los personajes de Ibáñez (con alguna que otra similitud , incluso en ejemplos, con el artículo del que suscribe que analizaba este aspecto en el libro de Miguel Fernández ), así como una sucesión de rarezas que parecen estar extraídas, en su mayor parte, de El rincón de Mortadelón, conocido blog de Internet (véase la primera portada de Yo y Yo, la referida a los problemas cervicales de Ibáñez o la indagación en el premio Mortadelo de oro).

La tercera etapa de la serie permite al autor hablar de la presencia de la señorita Irma, las caricaturas de famosos varios, el apego a la actualidad, la parodia de lo eterno y lo perecedero, las efemérides a las que se han sumado nuestros personajes, así como la escatología que planea sobre la obra en los últimos años (tratada con mucha mano derecha por Guiral). Más forzadas resultan las inclusiones en este apartado de los disfraces de Mortadelo y la llamada “el estilo de Mortadelo y Filemón”.

Una mayor controversia puede desatar el apartado titulado “Top Ten”, claramente subjetivo por parte del autor y con un claro afán mercantilista por lo que toca a la editorial que, seguramente, ha orientado en la realización de esta sección. Así, junto a obras de indudable calidad como El sulfato atómico(1969) o Safari callejero (1970), se incluyen otras tan anodinas y olvidables como El disfraz, cosa falaz… (1995) o ¡Llegó el euro! (2001). Cada historieta viene acompañada de una completa ficha con diálogos, secundarios, escenas, etc. Además, se recomiendan álbumes supuestamente afines a los elegidos. Si bien los criterios parecen acertados en los primeros (por ejemplo, se recomiendan Pánico en el zoo [1975] y La brigada bichera [1981] a colación de Safari callejero), la arbitrariedad parece reinar a la hora de relacionar, por ejemplo Mortadelo de la Mancha [2004] con Prohibido fumar [2004] y El carné al punto[2005] (se pasa de un criterio temático al cronológico, aparentemente).

La sección “El precio de la fama” permite que veamos a los personajes en distintos formatos, idiomas, e incluso haciendo publicidad, en unas páginas especialmente deudoras del primer libro de Miguel Fernández Soto: Mortadelo y Filemón, cuatro décadas de historietas. En la sección “popurrí” cabe destacar la mención a nuestro muy querido Foro de la TIA, referente indispensable, probablemente sin que ninguno de sus miembros lo buscara, de toda investigación mortadelera que se precie.

Por último, en Honor y gloria al creador, podemos presenciar algunas (hubiéramos querido más) fotos de Ibáñez rodeado de personas tan relevantes como Montse Vives, Vázquez, Nadal, Tran, Gin, su gran amigo Raf y el genial dibujante Morris. Tras unos breves recortes de prensa, se hace referencia a las múltiples autocaricaturas del autor para pasar a una sección demasiado breve que habla de las otras series de Ibáñez. Más llamativa es la recopilación de ilustraciones-homenaje al autor. Podemos encontrar, pues, el tributo de plumas tan ilustres como Jan, Mingote, Idígoras y Pachi, Macabich y José Luis Martín. Hubiera sido recomendable algo más de variedad (Ramis y Cera repiten homenaje) e incluso la actualización de los dibujos dedicados, ya que los de Maikel, Gosset, March, Segura, Rovira, etc., se han extraído de antiguas revistas de Bruguera, es decir, no han sido hechos para la ocasión. Por último, el Atlas de Mortadelo y Filemón, donde se reflejan los distintos lugares del mundo por los que han pasado nuestros agentes (en el tema Las siete (y algunas más) maravillas de Ibáñez, publicado en julio de 2007 en este blog, podrán ver algunas ideas coincidentes).

Se cierra el libro con los listados de los álbumes de Mortadelo y Filemón en los que faltan algunas obras de la denominada “época negra” (1987-1990) como Las tacillas volantes (1988), La maldición gitana (1989) o El rescate botarate (1989). Puede que se trate de una omisión involuntaria, pues, si se hubiera atenido a criterios de calidad, no tendría sentido que aparecieran en el listado obras como El inspector general (1990) o El gran sarao (1990), no mejores que las omitidas. En la bibliografía encontramos una gran ausencia: El mundo de Mortadelo y Filemón, de Miguel Fernández Soto, cuya publicación no acaba de gustar a Ediciones B, empeñada en erradicar cualquier escrito sobre los agentes que no sea “el oficial”. Sí aparece, por méritos propios y por considerarse más inofensiva, la primera obra de Miguel Fernández, ya citada en este artículo. En descargo de Guiral, cabe decir que en su reciente obra Los tebeos de nuestra infancia, y libre ya de la presión de Ediciones B, nombra los dos libros de Miguel Fernández como referentes a la hora de estudiar la producción de Ibáñez. Sea como fuere, este libro oficial de Mortadelo y Filemón debe mucho a ese otro que no aparece en la bibliografía utilizada. Por último, encontramos unas palabras de agradecimiento ponen fin a esta obra hecha para tan recordada ocasión.

Comentario especial merecen los dibujos realizados por Ibáñez ex profeso, en una sección que da fin a cada uno de los apartados en la que se bromea con distintas noticias que, en su momento, hicieron historia. Queden estas ilustraciones como muestra de la capacidad de Ibáñez para la caricatura y fíjense especialmente en el impagable cameo de Tintín y Milú en el alunizaje de nuestros agentes favoritos.

En líneas generales, y a pesar de los pequeños fallos que ojos expertos en la materia pueden ver, podemos decir que El gran libro de Mortadelo y Filemón es una obra correcta, adecuada al público al que se dirige y con todos los ingredientes necesarios para garantizar su comercialidad. El tomo se acompaña con un DVD que recoge material vario (una suerte de homenaje a Ibáñez por los cuarenta años de sus criaturas, el trailler de la nueva película de los agentes y la visita del autor al rodaje de la misma) y que comparte las virtudes y defectos del libro.

Como principal lacra, destacamos la excesiva deuda que la obra mantiene en relación a El gran libro del Capitán Trueno, editado por Ediciones B como homenaje al inmortal personaje de Mora y Ambrós. Este defecto es achacable a otros productos de la editorial que, una vez que ha encontrado un modelo adecuado, repite la fórmula tal cual sin tener en cuenta la idiosincrasia de cada uno de ellos. También resulta censurable que el nombre del autor del texto no aparezca claramente señalado en la obra, ya que tenemos que ir a las últimas páginas para comprobar la autoría de Guiral.

Centrándonos ahora en el autor, hay que destacar su buen trabajo con respecto al libro. Todos sabemos que este investigador puede dar mucho más de sí, pero plegarse a las directrices de una editorial ávida de ventas y acomodaticia no ha tenido que ser tarea fácil. Dicho esto, podemos decir que Guiral ha cumplido su cometido con eficacia y ha conseguido transmitir una sensación de respeto y cariño hacia los personajes y su autor que es muy de agradecer por parte de los lectores. Sin embargo, sería injusto concluir este análisis sin dedicar unas palabras al excelente trabajo de diseño y maquetación de Juan Carlos Ramis, ya que el padre de Sporty y Alfalfo Romeo nos ha deleitado con una extraordinaria presentación de los contenidos, siempre dinámica, cambiante y atenta al detalle. Le damos la enhorabuena por ello.

Y la enhorabuena damos igualmente a Francisco Ibáñez, el gran homenajeado (sobre todo si tenemos en cuenta que Mortadelo y Filemón son personajes ficticios). Desde Corra, jefe, corra, esperamos que nuestro autor favorito haya recibido con gusto el tributo de sus compañeros de editorial y de miles de fans de todo el mundo que lo admiran. Por nuestra parte, lo hemos leído con delectación, estudiando con detalle los distintos apartados, acariciados por la nostalgia e invadidos de cierto triunfalismo, fruto de la innegable realidad que supone el hecho de que Mortadelo y Filemón sigan vivos (aunque con achaques) y en activo cinco décadas después de su nacimiento.

A esto he de añadir la satisfacción personal de tener este ejemplar único firmado por el mismísimo Ibáñez (en la foto, dibujándome un Mortadelo disfrazado de fantasma), algo que tengo que agradecer tanto a Miguel como a Lola, cosa que hago públicamente.

sábado, 5 de enero de 2008

YA VIENEN LOS REYES MAGOS...DEL HUMOR

Sin enrollarnos más de la cuenta, hoy solo queremos desearles que Sus Majestades los Reyes de Oriente cumplan todos sus deseos y se porten bien en tan señalada fecha. Y si a alguno de ustedes le van a regalar algo relacionado con los personajes de Ibáñez,no dejen de avisar para que podamos felicitarles. Hoy, día de Cabalgata, les dejamos con este portadón de un señor que dice que no sabe dibujar (atentos al camello,señores):

¡Que disfruten de los regalos!