martes, 30 de julio de 2013

A ROMPETECHOS YA LE OCURRIÓ

 En 1987 Ibáñez realiza El estropicio meteorológico, aventura de 44 páginas con la que continúa la nueva serie de historietas de su pareja estrella, aun cuando el pleito con Bruguera (ahora Ediciones B) no estuviera cerrado. Mucho se ha especulado acerca de la autoría de algunas de estas historias de 1987, con opiniones que van desde las que niegan la participación de Ibáñez hasta las que reivindican su omnipresencia en el periodo, pasando por aquellos que contemplan que el dibujante pudo intervenir en estas páginas, apoyado en un equipo de ayudantes.

El caso es que hay en durante este año, 1987, un cierto olor a "refrito" en las planchas de la recién retomada serie Mortadelo y Filemón. El estropicio meteorológico es un ejemplo de ello. La idea misma del álbum es ya un remake de la historieta corta El hombro del tiempo, con algún que otro gag tomado de otras historietas cortas. En esta ocasión nos vamos a centrar en el episodio sexto, en el que los agentes prueban la propiedad de "niebla intensa" del cacharro temporal del Bacterio. 



A partir de aquí, se desarrollan los gags relacionados con la escasa visión provocada por la niebla. Es por ello que Ibáñez recurre a varios autoplagios, concretamente sacados de la historieta corta de Rompetechos  Viaje en coche. En esta ocasión, la falta de agudez visual no se debe a la miopía del personaje principal, sino a las condiciones climáticas. Así, se suceden algunos gags idénticos en ambas historietas.



Por ejemplo, en la historia corta Rompetechos confunde el sombrero redondo de una señora con el semáforo en verde, chocando con un camión. Mortadelo hará lo mismo, esta vez con un farolillo de un restaurante chino. Más elaborado es el gag en el que Rompetechos confunde a un señor con el pavo navideño de un amigo, mientras que Mortadelo confunde a otro viandante con el pollo tomatero que le ha regalado su tío. La parte más brillante del chiste reside en el hecho de que la víctima de ambos gags acusa de caníbales a sus agresores justo cuando pasan por ahí dos personas de raza negra que, lógicamente, se sienten agredidas y se vengan del desgraciado transeúnte. En la versión de finales de los 80 se alude al tema del racismo, algo poco presente en la España de inicios de los 70, de la que data la historia de Rompetechos.



Por si fuera poco, el gag que remata el episodio de Mortadelo y Filemón, con el primero lanzando un ladrillo a un centinela de la guardia nacional, también está tomado de la historieta de Rompetechos, con una reproducción casi idéntica de la secuencia y (en menor medida) del diálogo.




Aunque en Ibáñez nunca han sido extrañas las " transfusiones del humor" del propio autor, el hecho de que se reproduzcan de manera encadenada estos gags de una historieta anterior (cosa que también ocurre en las aventuras de Chicha, Tato y Clodoveo de la época) nos lleva a dudar de que el guion corriera cien por cien a cargo de Ibáñez, existiendo la posibilidad de que el autor solo lo trazara de una forma muy general y que fuera concretado por un equipo de ayudantes.

Dejamos abierta la posibilidad para que opinen.
Saludos.

domingo, 7 de julio de 2013

LAS ONOMATOPEYAS EJEMPLARES DE IBÁÑEZ



Si consideramos que parte un rasgo definitorio de la historieta (como medio) consiste en la combinación de palabras e imágenes, no cabe duda de que se puede afirmar que la onomatopeya constituye la quintaesencia de la misma. Antonio Altarriba lo explica mejor que yo en Los hijos de Pulgarcito:

            Existe un punto, allá al fondo de la viñeta, donde la palabra se visualiza como imagen y la imagen se lee como palabra. Cada vez que, con motivo de cualquier acción contundente, hace obligada aparición, el autor no sabe muy bien si tiene que escribirla o dibujarla”.

             Dicho esto, se puede concluir que un buen barómetro para calibrar la habilidad de un autor a la hora de desenvolverse en el medio historietil son sus onomatopeyas. En este aspecto, como en tantos otros, Francisco Ibáñez vuelve a destacar.


            Una prueba de ello la tenemos en la obra de 1986 Dibujemos cómics, escrita por Jordi Vives y editada por Labor. En esta guía para jóvenes dibujantes, aunque el autor se decanta claramente por los cánones del dibujo realista y no parece apasionado por la obra de Ibáñez, recurre a nuestro dibujante cuando tiene que ejemplificar a los pequeños lectores lo que son las onomatopeyas, como pueden ver en la imagen.

                                              


            Llama la atención que todos los ejemplos pertenezcan a Francisco Ibáñez (no se acredita, pero resulta obvia su autoría) y que no se trate de una combinación de aportaciones de dibujantes diversos. 

            Esto es, sin duda, fruto del innegable talento que el padre de Mortadelo y Filemón posee para el arte de la historieta. Sus onomatopeyas, síntesis entre la palabra y la ilustración, son directas, contundentes, creativas, de enorme valor expresivo. No en vano fueron escogidas por Jordi Vives como ejemplo para los jóvenes creadores.