domingo, 28 de diciembre de 2008

FULCIO BATRACIO



En esta época tan bíblica, de belenes, pastorcillos, centuriones y emperadores romanos, presentamos hoy una figurita que tal vez falte en su colección: se trata de Fulcio Batracio "El César", personaje poco conocido de Francisco Ibáñez.

Nuestro escaso conocimiento sobre el mismo puede deberse a que la serie apenas duró un número, o bien a que se encuadra dentro de su época pre-Bruguera. Concretamente, fue publicado en La Risa, número 121, allá por el año 1956, con un Ibáñez que oscilaría entre los 19 y 20 años.

A través de las viñetas seleccionadas, pueden deducir fácilmente el argumento de esta historieta, basada en la confusión lingüística clásica, que tanto explotará nuestro autor cuando llegue a Bruguera y que tanto habían usado ya hasta la fecha los autores de la mítica editorial. Del mismo modo, los choques entre la jerarquía y los subordinados, que tanto marcarán la trayectoria de nuestro dibujante, ya están presentes en esta serie primitiva.

Desde el punto de vista gráfico, vemos a un Ibáñez hábil aunque todavía poco suelto en el dibujo y el movimiento de las figuras, que parecen algo encorsetadas. Será el influjo decisivo de Vázquez (ya presente, no obstante), el que dé agilidad al estilo definitivo de nuestro autor.

No obstante, constatamos ya algunos rasgos interesantes, como la expresividad de los personajes (que no hará sino aumentar con los años), el uso de tramas (que crean la ilusión de texturas o incluso los albores del cielo), y unos decorados ligeramente más suntuosos que los que veremos en sus realizaciones inmediatamente posteriores (esculturas, cortinas decoradas, vasijas, escudos, etc.). Sin duda, este detallismo se debe tanto a la ilusión emergente del autor como al mayor tiempo de realización para cada página, tiempo del que no dispondrá en los años siguientes.


Como nota interesante, nótese también el uso de las metáforas visuales, claro precedente de los disfraces de Mortadelo, utilizadas inteligentemente, esto es, dotadas de sentido. Así, los aduladores que rodean a Fulcio Batracio aparecen transformados en gusanos, dejando bien clara la diferencia entre ellos y el César que tanto los desprecia.




Definitivamente, una historieta interesante que, por desgracia, no tuvo continuidad, pero que nos permite vislumbrar la semilla del Ibáñez venidero.

domingo, 21 de diciembre de 2008

NAVIDADES CON CRISIS

Y así, sin esperarlo apenas, llegamos a nuestra segunda Navidad juntos. Esta vez, aportamos unas viñetas que reflejan la crisis esa, que, por lo visto, se hace más patente en estas fechas, como bien saben nuestros Mortadelo y Filemón.


Para los españolitos quejosos y autocompasivos, sirva de consuelo recordar que los personajes de Bruguera siempre estuvieron en crisis, y que en su vida vieron más de dos duros juntos (y cuando los vieron una catástrofe los acechaba indefectiblemente).

Tal es el caso de Mortadelo y Filemón en esta historieta navideña de mediados de los sesenta, en la que reflejan, de manera profética, una situación más que actual en estos días tan especiales.








Sin embargo, con eso de que en estas fechas buscamos ser positivos, les vamos a dejar con una viñeta en la que nuestros personajes, a pesar de sus estrecheces, consiguen comer en Nochebuena.

Evidentemente, como habrán deducido los lectores asiduos de las aventuras de los dos detectives, la cosa en esta historieta no acabará bien. Cuando ambos creen haber dado con un pavo comprado por el otro, aparece el vecino bestiajo de turno reclamando al animalito que se le había escapado e introduciendo a nuestros personajes en un horno.

Pero no queremos quedarnos hoy con esto, sino con la ilusión. Sí, la ilusión que demuestran nuestros dos calvorotas pensando que su compañero del alma es el que ha conseguido el pavo para disfrutar en tan señaladas fechas. Aunque el lector avizor se habrá percatado desde primera hora de que algo falla ahí, nuestros ingenuos personajes se dejan llevar por el optimismo, por la confianza en su compañero, por la fe en el que tienen a su lado.

Y es que, aunque no se den cuenta, el verdadero regalo para Mortadelo y Filemón es que nunca estarán solos. Siempre se tendrán, para bien o para mal, el uno al otro.

Obviemos, pues, el verdadero final de esta historieta y contagiémonos de esta esperanza tontorrona aunque sea durante unos días, antes de que la realidad nos meta en el horno.

Por tanto, desde Corra, jefe, corra, deseamos a todos nuestros lectores y amigos una Feliz Navidad.

domingo, 14 de diciembre de 2008

ROBERTO SEGURA HA MUERTO

Diez días hace ya que nos dejó Roberto Segura, uno de los autores más característicos de la Escuela Bruguera. Nació en Badalona en 1927 y murió el 4 de diciembre de 2008, en Premia de Mar, a los 81 años de edad.


Si en lugar de hablar de cómics nos estuviéramos refiriendo al mundillo cinematográfico, diríamos que Roberto Segura fue lo que se suele llamar un "secundario de lujo". Entró en la editorial en la misma hornada que Ibáñez, Raf o Gin, para cubrir el hueco dejado por "los cinco grandes" (Escobar, Cifré, Peñarroya, Conti y Giner) tras ese intento de emancipación llamado Tio vivo.



Una vez dentro, Segura se convirtió en "uno de los indispensables". Creaciones como Rigoberto Picaporte, solterón de mucho porte ( 1957), Los señores de Alcorcón y el holgazán de Pepón (1959), El capitán Serafín y el grumete Diabolín (1963), La alegre Pandilla (1963), La Panda (1969) o Pepe Barrena (1970) son tan solo algunas de las series más populares que este autor incorporó a la vida cotidiana de millones de españoles durante varias décadas.



Dentro de la editorial se especializó en series de temática juvenil, protagonizadas por jóvenes pecosos y con granos y por muchachas estilizadas y, por qué no decirlo, bastante monas. Y es que ese era otro de los campos donde nuestro autor destacaba, de ahí que se hicieran conocidas las "chicas de Segura", quien dibujó como nadie a la mujer joven de los sesenta y setenta en nuestro país: pizpireta, soñadora, no totalmente rompedora pero sí con un peso específico dentro de una sociedad que ya iba tomando nota de aquello de que "las chicas son guerreras". Esta identificación con el público femenio permitió a Roberto Segura ser una de las bazas de las portadas de revistas tan populares en el momento como Lyly.


Aunque populares, sus personajes nunca llegaron a tener el tirón de los de Ibáñez, Escobar o Vázquez, quizá porque tal vez los guiones no fueron el punto fuerte de nuestro autor, quizás porque su trazo no era el más comercial del momento. No obstante, existieron álbumes monográficos dedicados a algunas de sus series más populares, como Rigoberto Picaporte, Los señores de Alcorcón y el holgazán de Pepón o La panda. A pesar de la discreta acogida que estos tuvieron, su firma era una de las que uno siempre esperaba encontrar en las revistas de tebeos de los años sesenta, setenta y ochenta.




Tras el cierre de Bruguera, fue repescado por Grijalbo, formando parte de un elenco de lujo, capitaneado por Ibáñez,que forjó la revista Guai! (junto con Raf, Martz-Schmidtz, etc.).Allí, como hicieron algunos de sus compañeros, y se plagió a sí mismo con Los Muchamarcha´s, que combinaba los logros conseguidos en sus series juveniles con la personalidad del holgazán de Pepón, reconvertido en Keke.



La aventura de Grijalbo, como sabemos, duró relativamente poco, por lo que Segura llegó, como el resto de sus compañeros en Ediciones B, heredera del patrimonio Bruguera. Allí continuó con algunas de sus series clásicas y sacó su lado más desenfadado y atrevido colaborando en el mítico TBO, donde endureció ocasionalmente el suave erotismo que siempre habían destilado sus delicadas figuras femeninas.



En los últimos años, Segura apenas publicó historietas con una auténtica repercusión popular. Recientemente, pocos años de su muerte, pudo disfrutar de una reedición de algunas de sus páginas antiguas en el número 4 de la colección Super Humor Clásicos, de Ediciones B, donde escribió un epílogo que, visto hoy, resultó ser una despedida pública a sus seguidores desde hacía cincuenta años.

En relación con el Universo Ibáñez, no fue Segura el autor que más interconexiones estableció con el mismo. Tampoco fue del que Ibáñez hablaba más en sus entrevistas, pues siempre se refirió con más frecuencia al éxito de Escobar, la maestría de Raf o a su admiración por Vázquez.

Sería en 1983 cuando los personajes de ambos se cruzaran en las historietas que realizaron los autores de Bruguera para celebrar el 25º aniversario de Mortadelo y Filemón; como muestra de la cual aportamos esta curiosa viñeta, en la que los agentes de la TIA aparecen junto a algunos de los chicos de La panda.



Segura se ha ido sin que nos diéramos cuenta, sin que los medios se hayan hecho apenas eco de su desaparición, como ese actor de reparto sin el cual la función nunca sería la misma...


Con la misma discreción de aquel que ha alegrado la vida de tantos sin que nos percatáramos.

Con la discreción de todo lo indispensable.


Descanse en paz, Roberto Segura.

domingo, 7 de diciembre de 2008

CHICHA, TATO Y CLODOVEO: PERO...¿QUIÉNES SON ESTOS TIPOS? (1986)


Pero…¿Quiénes son estos tipos? (1986) es el segundo álbum de Chicha, Tato y Clodoveo, tras su debut para Grijalbo con Una vida perruna (1986). Supone la presentación de los antecedentes de los personajes, pues a través de un curioso procedimiento argumental, como es la entrevista para “El Majara de la colina”, los tres protagonistas van contando su historia personal. Parece ser que Ibáñez prefirió que el público conociera primero una historieta estándar de la serie para, en la siguiente, ahondar en los orígenes del trío. Este hecho es índice de que los viejos tiempos en que los personajes Bruguerianos no tenían pasado alguno habían quedado atrás.

Por otra parte, el planteamiento mismo del álbum hace que esta sea una historieta “sin aventura”, pues no hay una trama argumental en la que los protagonistas se vean envueltos. De hecho, la acción se desarrollaría casi “en tiempo real”, pues duraría tanto como los personajes tardaran en narrar sus respectivas historias. Una de las mayores bazas de este recurso radica en el contraste entre lo que cuenta la voz narradora y las escenas que evocan el pasado, procedimiento narrativo que ya tanteó Ibáñez en una serie heredada de Vázquez: La historia esa vista por Hollywood. Del mismo modo, lo encontramos en La historia de Mortadelo y Filemón, que apareció publicada en Gran Pulgarcito, Almanaque para 1970 y, años después, en El 35 aniversario (1992). Las viñetas netamente narrativas, como es costumbre en el autor, se ven amenizadas con recursos cómicos, como el tedio manifiesto que provocan las declaraciones en el entrevistador, o con los comentarios de la cola del paro, tan característicos de la serie.






El primer episodio de seis páginas comienza con una introducción sobre las tipologías sociales y sobre las manifestaciones que recuerda, respectivamente, a las páginas temáticas y a los carteles de Los verdes (1997) y Okupas(2001). La presentación de los personajes se hace mediante una atractiva viñeta con el título, que los presenta de espaldas (Salmoneto incluido, aunque de inmediato se eclipse) que va seguida de una caricatura de Reagan, uno de los “famosos” preferidos del autor por esa época. Tras hacer la barrabasada de turno a Joro, dueño del Snack-bar, será Chicha la primera en contar su historia, en la que descubrimos sus orígenes, de manera que se inicia una serie continua de flashbacks o analepsis.

Así, conocemos que Chicharra es hija de la marquesa del Rebote y del duque del Remeneo y asistimos a sus primeros flirteos con la música. En el segundo episodio observamos su afición por los pendientes raros y su paso por el colegio, con una directora y una profesora que recuerdan en algo a las de ¡A por el niño! (1979), lo cual nos hace sospechar que llegados a esta parte, Ibáñez ya no intervino demasiado en el dibujo del álbum. Tras la desastrosa presentación de su novio en sociedad, vemos cómo se independiza de sus padres y busca sus primeros trabajos. Las promesas de un jovencísimo Felipe González (en una de las primeras caricaturas del autor) acerca de los ochocientos mil puestos de trabajo resultan, todavía hoy, jocosamente irónicas. Esta imagen del entonces presidente del gobierno hará converger, a su tiempo, las historias de los tres protagonistas que simbolizan, así, a una buena parte de los españoles que se sintieron ilusionados y después decepcionados por la situación política del momento.

El tercer episodio comienza con la historia de Tato, nacido, al contrario que su amiga, en una vivienda humilde. Los gags se basan en el tamaño de la cabeza del niño, sus dientes, sus dificultades de crecimiento y su fracaso escolar. A partir de ahí, Ibáñez lo dota de una miopía galopante que lo emparienta directamente con Rompetechos, aunque esto no se mencione en el álbum anterior. Tanto sus meteduras de pata como sus quejas a la “justicia” o sus devaneos carcelarios recuerdan al cegatón eterno de Ibáñez. Probablemente, esta característica se le ocurrió al autor en esta aventura, en la que ha ido explotando cada uno de los rasgos físicos notables del personaje. Siguiendo con su política de “reutilización”, Ibáñez decidió convertir a Tato en un nuevo Rompetechos. El capítulo se cierra anunciando la temática del siguiente: los tanteos del personaje con el mundo del boxeo, algo que sí se había apuntado ya en Una vida perruna.

El cuarto capítulo se centra en sus entrenamientos como boxeador, siguiendo aún la estela de Rompetechos y enfureciendo a la limpiadora del gimnasio, que hace el papel ocasional de Ofelia en los álbumes de los agentes de la TIA. Finalmente, la pelea en el ring nos recuerdan al Mortadelo cegato de Operación ¡bomba! (1972) y de Moscú 80 (1980). A pesar de la autocopia, los resultados son humorísticamente eficaces. Tras el paso por la “Mili” de Tato (que recuerda al de Ibáñez en El 35 aniversario por el tipo de gag), nuestro segundo protagonista acaba viendo al entonces presidente del gobierno prometiendo la consabida cifra de puestos de trabajo. Cierra el capítulo una irónica alusión tanto a Rumasa como a Bruguera, antigua editorial de Ibáñez, ya cerrada por quiebra.



El siguiente episodio es estelarizado por Clodoveo, que se convierte así en el gran protagonista de la historieta, con casi el doble de páginas que sus compañeros. Descubrimos que es hijo de Fadrique Melapego y Medila Trompada, artistas de circo. De hecho, será el circo es escenario de este último tramo, escenario utilizado ya en álbumes como Operación ¡Bomba!, El otro “yo” del profesor Bacterio (1973) y, especialmente, en El circo (1973). Durante sus primeros años, Clodo se dedica a fastidiar números ajenos por su afición a los nuditos y se inicia como trapecista, lo que dará pie a numerosos gags en el siguiente episodio, en el que ayuda a preparar números circenses a sus padres. Especialmente con el padre, Clodoveo forma una interesante pareja de payaso listo y payaso tonto, que tan buen resultado ha dado siempre a Ibáñez, en un apartado realmente divertido.

En el octavo capítulo, las jocosas e irónicas transformaciones que provoca en Bautista, el Transformista, para el que trabaja como ayudante, lo llevan a interesarse por cambiar continuamente de aspecto, provocando gags similares a los que antes motivaba Mortadelo. Sus desastres, lo llevan a ser abandonado por el circo y a buscar empleos como transformista y prestidigitador, con tan malos resultados como en su aventura anterior.





La octava parte, de cuatro páginas (el álbum tiene cuarenta y seis), vemos a Clodoveo fastidiando al periodista con sus trucos (¿empezaba a agotarse ya el recurso de las historias biográficas?), antes de contar su incursión como artista en Villacardo del Melonar, pueblo bestiajo como el de La caja de los diez cerrojos (1971), Lo que el viento se dejó (1980), En marcha el Mundial 82 (1981) y El balón catastrófico (1982). Allí, padece tanto la burrería innata de sus habitantes como las iras del alcalde, que reaparecerá en la última viñeta para darle su merecido al protagonista. Finalmente, el entrevistador despide la historieta dirigiéndose directamente a los lectores, tras haber presentado a “estos tipos”.


Se trata de un álbum de buena factura, aunque la presencia de Ibáñez como dibujante apenas se puede constatar en páginas aisladas, como la primera, la cuarta, la quinta y la sexta. Que no nos engañe el recargamiento de la página ni el atractivo coloreado a acuarela, pues la mayor parte del álbum recae en manos ajenas que, aunque hacen un trabajo notablemente bueno, se dejan caer con viñetas con desproporciones (la cuarta de la página 27) o secundarios poco elaborados. El cameo estelar de Mortadelo, Filemón, Pepe Gotera, Otilio y Rompetechos en la página 31 evidencia aún más que no es Ibáñez el artífice de la misma.



No obstante, decimos, el álbum en general no se resiente de esta delegación en otras manos, pues incluso se permite algunas originalidades como el uso de las letras al revés para caracterizar el habla de un cajero de imprenta o bien el bocadillo-huevo del que sale un buitre. Algún fallo gramatical de poca importancia, como el “hubieron sus más y sus menos” de la viñeta cuarta de la página 14 no es necesariamente achacable a un guionista ajeno, pues no sería la primera vez que Ibáñez incurre en un error de ese tipo. Sea como fuere, Pero…¿Quiénes son estos tipos? es una historieta simpática, bien resuelta que presenta la trastienda de unos personajes emergentes, todo lo contrario que ocurrió con Su vida privada (1998), que nos desvela los entresijos de la vida íntima de Mortadelo y Filemón pero no para presentar a los personajes, sino a modo de consagración por su cuarenta aniversario.

domingo, 30 de noviembre de 2008

13, RUE DEL PERCEBE: EL CIENTÍFICO LOCO

Reanudamos hoy nuestro paseo por la finca 13, Rue del Percebe deteniéndonos en uno de sus pisos más siniestros: el del científico loco. Tenebroso, sádico hasta límites inmorales, creador de mil y un seres extravagantes, pero patético al fin y al cabo, dados algunos de los resultados de sus experimentos, el personaje entronca con una tradición brugueriana que tiene como máximo exponente a la Doña Urraca de Jorge y al Profesor Tenebro, de Escobar (este menos conocido pero absolutamente genial en cuanto a gags que muestran el humor más sádico del padre de Carpanta).

Por otra parte, los referentes para el personaje no son otros sino los clásicos de la literatura y el cine de terror, cobrando especial fuerza el monstruo de Frankestein, cuya parodia se convertirá en un personaje fijo del piso del doctor. La vida de nuestro personaje principal consiste, como después la del profesor Bacterio, en vivir para inventar (aunque en esta ocasión sus experimentos tienen una finalidad menos altruista que la del científico de la TIA) y en recibir visitas a las que exponer los resultados de su trabajo. Pasados los años, nuestro doctor es víctima de la censura franquista, pues “nadie salvo Dios podía crear vida”, por lo que asistimos a su última viñeta, en la que dice marcharse de piso para construir un monstruo de mayores dimensiones. Con el tiempo, Ibáñez ha declarado que no se echó las manos a la cabeza por esta absurda decisión, pues sustituyó los gags del personaje, que empezaban a estar algo gastados, por otros, y la cosa siguió como la seda.


Como hemos hecho con otros inquilinos del peculiar edificio, proponemos una serie de esquemas que nos permiten clasificar los gags de este piso del popular inmueble. Reiteramos que estas clasificaciones no son ni las mejores ni las únicas, pero las mantenemos por pensar que pueden resultar orientativas a la hora de estudiar la forma de hacer del autor con respecto a esta serie. Reconocemos los siguientes tipos de chiste:

-) Gags que muestran el sadismo del doctor. Son aquellos que siguen la línea, aunque con algo menos de sutileza, del Profesor Tenebro de Escobar. Así, vemos la afición de nuestro protagonista por cortar o reducir cabezas, así como la costumbre de meter a las visitas dentro de un exprimidor gigante.

-) El experimento se vuelve en contra. Como buen personaje brugueriano, los tiros han de salirle por la culata. Así, es víctima de su propia araña gigante, se convierte en burro o encoge tras ingerir sus propios potingues o padece los efectos de un martillo teledirigido fuera de control.

-) Se necesita colaborador. A veces, como buen científico, precisa de materia prima para sus experimentos, por lo que se sirve tanto de los realquilados del piso de abajo como de los acreedores del moroso del ático.

-) Parientes y familiares. En ocasiones, la gracia del gag radica en mostrar la vida cotidiana del siniestro personaje, como ocurre en sitcoms como La familia Adams o La familia Munster. Así, apreciamos las constantes visitas de brujas, fantasmas, familiares extraños o incluso el primo del pueblo de su famoso monstruo.




-) Creando terror. Porque también puede existir el terror de escalera, en ocasiones el doctor manda a sus creaciones a sembrar el caos por el edificio o a invadir pisos ajenos, como el monstruo que se mete en el piso de la señora de los animalitos o el robot que va espantando por el inmueble.

-) Robos en la propiedad. Pero no, no piensen que es el caco de arriba el que ha robado en más de una ocasión a nuestro protagonista. Son sus vecinos, los niños terribles los que le han sustraído tanto fórmulas como al mismo monstruo creado por él.

-) Experimentos inverosímiles. El gag puede basarse también en lo extraño o jocoso de los inventos del profesor: el proyectil teledirigido, el perro de tres cabezas o la fórmula que transforma una cabeza normal en la de un tocino (nuevo paralelismo con el profesor Bacterio, esta vez refiriéndonos al álbum de Mortadelo y Filemón El antídoto).

-) Resultados ridículos. Pero no siempre los experimentos del doctor sirven para dar miedo. A veces, por la torpeza o pobreza del genio nos encontramos con productos ridículos que nos recuerdan que estamos ante uno de los tantos profesionales fracasados del mundo de Ibáñez. Así, fabrica monstruitos de cuerda, en forma de marioneta, con la cara del pato Donald, con alopecia, con tres piernas en lugar de dos, construidos con papel de periódico, que funcionan a gas, etc.

-) El monstruo le sale rana. En relación con el apartado anterior, encontramos un buen número de gags basados en la ridícula personalidad o actitudes de los monstruos diseñados por el doctor. Así, aunque tenemos a hombres lobos cobardes y a plantas carnívoras que comen espaguetis, la verdadera estrella de esta sección es el monstruo parecido al del doctor Frankestein, al que hemos visto con cerebro de burro o canguro, resfriado, desvalijado tras jugar al póker, con traje de marinero, emborrachándose, limpiando su ropa para ir aseadito, bebiendo inocente limonada, bailando música melosa o directamente ballet. Por no hablar del disgusto que le dio a su creador cuando le dijo que, en lugar de dedicarse a asustar, quería ser perito agrónomo.

-) Gags basados en la rudeza del monstruo. Como masa informe que no controla su propia fuerza, en ocasiones el gag viene originado por esta característica de la creación del doctor, que causa destrozos al realizar acciones tan cotidianas como abrir una puerta, estornudar, pisar hormigas, dar portazos o tocar el timbre.


Esperamos que la rememoración de algunas de las escenas citadas les haya hecho, por lo menos, sonreír, ya que hemos hablado, sin duda, de una de las secciones más divertidas de la 13, Rue del Percebe, cuya repentina desaparición no la hizo languidecer como a otros apartados hermanos de edificio. Tal vez fue esta pronta desaparición la que hizo que no volviera a aparecer este inquilino en las posteriores inclusiones del popular edificio en la serie de Mortadelo y Filemón. Como único vestigio de su existencia, nos queda tanto el profesor Bacterio como el científico loco de 7, Rebolling Street, ambos desprovistos ya del sadismo de este singular inventor.

domingo, 23 de noviembre de 2008

LA FOTO DE OFELIA ( O EL GAG IDÉNTICO)

Todo el mundo sabe que, desde la aventura Los gamberros (1978), Ibáñez estrena un nuevo tipo de gag basado en los descorteses desplantes que Mortadelo hace a Ofelia, quien, indignada, da cuenta a Filemón, personaje que, a su vez, vuelve a minar la autoestima de la secretaria con un nuevo chasco. En ocasiones, la desafortunada aparición del Súper, a quien Ofelia reclama, remata esta rutina cómica.

Tampoco se le escapa a nadie que, a lo largo de su carrera, Ibáñez se ha autoplagiado a sí mismo en numerosas ocasiones, pero pocas veces encontramos una transcripción de un gag tan literal y extensa como la que se da entre la página 31 de Terroristas (1987) y la 17 de La ruta del yerbajo (1993).

Veamos con ejemplos prácticos las analogías casi idénticas entre ambas. En primer lugar, Mortadelo pide a Ofelia en ambas historietas su fotografía para, finalmente, meterla en su zapato. Obsérvese el desarrollo similar de las situaciones:




Nótese, también, cómo la comunicación del asunto a Filemón nos lleva a obtener un chiste similar:








La primera de las historietas citadas, Terroristas, se realizó en una época en la que los apócrifos de Ibáñez recurrían a situaciones prácticamente calcadas de álbumes anteriores, pero lo sorprendente aquí es que no es esta aventura la que plagia el gag que comentamos, sino que será La ruta del yerbajo, del año 1993, la que recurrirá a esta época tan poco afortunada de los personajes buscando fuentes de inspiración.
¿Será esto producto de un Ibáñez en horas bajas o acaso en el año 93 nuestro autor seguía apoyándose en un equipo que, llegado el caso, tiraba de archivo para salir del paso?
Que cada uno saque sus propias conclusiones.




domingo, 16 de noviembre de 2008

EL PILOTO ROMPETECHOS (O LA SABIDURÍA DE LAS ABUELAS)

Dicen que de casta le viene al galgo.
Y debe de ser así, porque mi abuela materna era una empedernida lectora de tebeos bruguerianos. Carpanta, Zipi y Zape o Las hermanas Gilda constituyeron una de sus principales (tal vez la única) fuente de diversión y entretenimiento en los duros años de la posguerra. Fue ella la que, en aquellas mágicas noches en que los padres de uno iban a visitar "a un señor que está enfermo" (por seguir con las referencias bruguerianas) me ilustraba con entrañable cariño las hazañas de algunos de estos héroes de papel. Por su pervivencia en el tiempo, ciertos personajes eran compartidos por ambas generaciones, como Zipi y Zape, que no necesitaban presentación. De otros, sin embargo, tuve la primera noticia gracias a mi abuela, como es el caso de Petra, criada para todo.



En una de estas maravillosas noches, un servidor, siendo un niño ávido de compartir experiencias tebeísticas transgeneracionales, le pregunté a mi querida abuela por algunos personajes de Ibáñez, como el caso de Rompetechos. Ella se quedó pensativa, mirando, y dijo:


-"Sí, lo conocí, pero al principio ese personaje era un piloto de aviones".


Yo me quedé fascinado ante el profundo saber y conocimiento de mi abuela, a la vez que imaginaba lo hilarantes que debieron de haber sido esas historietas de un Rompetechos primigenio que, sin duda, debió estrellar más de un avión, dadas sus facultades visuales.


Pasaron los años, uno fue creciendo y, con el tiempo, se convirtió en un modesto conocedor de la obra de Ibáñez. Así, recordé en más de una ocasión las palabras de mi abuela y no pude evitar ese sentimiento de impúdica superioridad que, en su día, tiene todo adolescente frente a las generaciones anteriores. Yo había investigado acerca de la obra de Ibáñez, conseguido varias antologías del querido cegatón y en ninguna el personaje fungía como piloto aéreo, al menos no como profesión fija. Los escritos al respecto por parte de los investigadores tampoco parecían ir en esa línea.



- "¡Pues vaya! ¡Menuda trola me colocó en su día mi abuela!"- era el pensamiento inevitable.


Pensé, incluso, que debía de haberse inventado el dato y que me había contestado aquello por salir del paso. Sin embargo, partiendo de las investigaciones de Miguel Fernández Soto, quien dice en El mundo de Mortadelo y Filemón que el nombre de "Rompetechos" parece estar sacado de algún personaje del cine mudo, me puse a investigar. Efectivamente, no existe ningún personaje del cine mudo con ese nombre y el dato, como asegura Fernández Soto, ha de ser manejado con prudencia.





No obstante, sí di con una película alemana de 1941, dirigida por Kurt Hoffmann titulada Quax, Der Bruchpilot, que se tradujo en España como Quax, el piloto Rompetechos. ¡El piloto Rompetechos! ¡El dato que me había proporcionado mi abuela hacía más de dos décadas!




Partiendo de esta línea de investigación, encontré una entrevista de 2003 en la que Ibáñez habla abiertamente del origen del nombre de su personaje:

"Cuando trabajaba en Bruguera el dueño vio una película americana [en realidad era alemana] con un piloto alto y largo que le llamaban Rompetechos y me obligó a bautizar así a un personaje. Obedecí pero le cambié el personaje totalmente" . Pueden leer la entrevista completa en www.drac.com/cac/200304/20030416.html


Efectivamente, el piloto Rompetechos existió, encarnado en la figura de Heinz Rühmann , que vemos en las fotografías de este tema. Parece ser que mi abuela, aunque mezcló recuerdos, no andaba tan descaminada después de todo.


Un poquito más humilde y mucho más agradecido, la saludo desde aquí y le doy las gracias por tantos ratos de diversión al calor de un buen tebeo.

domingo, 9 de noviembre de 2008

IRMA, LA DULCE

Hoy haremos un recorrido por la trayectoria de un personaje secundario de la principal serie de Ibáñez, Mortadelo y Filemón. Se trata de la señorita Irma, la sexy secretaria de la TIA que conoció una vida corta desde los años 87 al 90, siendo en la inmensa mayoría de las ocasiones, pasto de los apócrifos que el autor tuvo en ese periodo. Con respecto a su creación, Ibáñez ha declarado que intentó acallar los rumores acerca de la posible homosexualidad de sus agentes, a la vez que daba una cepillada a la secretaria de su editor alemán. Esta explicación es coherente, pues nótese que "Irma" es un nombre típicamente germánico, aunque, paradójicamente, en el país teutón no se ha mantenido el original y el personaje es conocido como Fraülein Tussy. Pero no nos vamos a detener en esta ocasión en esos aspectos, sino en la evolución de la señorita Irma en la serie, desde su esplendor inicial hasta su desaparición al poco tiempo.

El personaje debutó en la historieta Terroristas (1987), que supuso la vuelta de Mortadelo y Filemón tras la salida de Ibáñez de Bruguera. La incorporación de este nuevo personaje puede responder a un cierto aire nuevo que se pretendía dar a la serie. En su primer momento, Irma no era una simple secretaria, sino miembro de la sección de Terrorismo, lo cual suponía un cargo de mayor responsabilidad, pues era la encargada de informar a Mortadelo y Filemón de las misiones y de mandarlos a las mismas.

Aunque en un primer momento Mortadelo estaba predispuesto en contra del nuevo fichaje, pronto sucumbirá a sus encantos e iniciará una campaña de cortejo que desatará las iras de su eterna enamorada, Ofelia. Irma, por su parte, pretende conciliar a la obesa secretaria con Mortadelo y Filemón y le sigue el juego al primero, aceptando que la lleve a casa en moto, siguiéndole las bromas y considerándolo un héroe (llega incluso a besarlo), aunque al final la ineptitud de Mortadelo la lleva a querer darle caza y captura como una más de la TIA. Irma empieza a conocer a Mortadelo.

En El huerto siniestro (1987) vemos que el cortejo mortadelero ha pasado a ser acoso, persiguiéndola en plena oficina. Aunque ella le sigue las bromas a Mortadelo y lo considera tanto a él como a su jefe como “dos buenos chicos”, ha tomado conciencia de la necesidad de hacer valer más sus derechos, por lo que no duda a la hora de abofetear a Filemón (después de que Mortadelo le haya tocado el trasero). En cuanto a su rango dentro de la TIA, parece haber sido degradada a la mera función de “avisadora” de Mortadelo y Filemón ante el Súper. Surgen los primeros conflictos con Ofelia y no deja de llamar la atención que la esbelta secretaria haya bautizado a su perro con el nombre de “Ofelio”…¿Será que no es tan inocente como parece?

En El estropicio meteorológico (1987) vemos a la Irma más arquetípica y sensual. El personaje se ha hecho aún más sexy si cabe, acortando su falda y moviéndose de forma provocativa. Sus expresiones y tono de hablar se hacen más melosas, más tontorronas, y coquetea abiertamente con Mortadelo, cuyos disfraces elogia y al que regala bombones, entre otras cosas. No es de extrañar que se convierta en la musa de los sueños del personaje en esta historieta. Sin embargo, cuando Mortadelo pretende excederse con ella, la dulce Irma demuestra no ser tan inocente y le para los pies al personaje (véase la escena en que se “pesa” en Mortadelo, disfrazado de báscula). La ambigüedad en sus relaciones no ha hecho más que empezar. En esta aventura, los celos de Ofelia hacia ella ya son manifiestos, pues se refiere al nuevo fichaje como “lagartona”, en varias ocasiones.




En Los sobrinetes (1988), los parientes de Mortadelo y Filemón sacan el lado más agresivo de Irma, que demuestra cierta crueldad (comprensible, por otra parte) hacia ellos y que descarga por primera vez su agresividad con Mortadelo. En Los superpoderes (1988) Irma se convierte en el objeto de deseo también de Filemón, al que frenará en más de una ocasión. En esta historieta vemos que desempeña un nuevo rol en la TIA, al probar, junto con Ofelia, los inventos del Bacterio y al convertirse en recurso para que los agentes prueben los mejunjes de éste, dejándolos con la boca abierta al llevar el atuendo 48-X, tal vez la imagen más sensual que hemos visto del personaje nunca.

Por su parte, en Las tacillas volantes (1988) comprobamos sus dotes de persuasión ante el resto del personal de la TIA, tanto antes como después de haber sido mordida por el extraterrestre. Su aparición en La cochinadita nuclear (1988) es meramente anecdótica, aceptando de buena gana el galanteo de Mortadelo. Sin embargo, en Armas con bicho (1988), se muestra con él más desdeñosa que nunca, apartándolo de su lado y dejándole bien claro que no le va a permitir el más mínimo desliz. No obstante, esto no es motivo para que Ofelia no siga estando celosa de ella, pues pretende darle en las narices con su nuevo peinado. Al igual que en El candidato (1989), su aparición en La maldición gitana (1989) es poco más que testimonial, aunque en esta última historieta piensa en Filemón, y no en Mortadelo, como pareja de baile.

En El ansia de poder (1989), Ofelia la sigue viendo como un rival, esta vez para sus aspiraciones en la empresa, mientras que el director general se pirra por ella, que combina en esta historieta su carácter pavilacio habitual con una ambición similar a la de sus compañeros. En Va la TIA y se pone al día (1989), aparece como amiga de Ofelia, a la que le cuenta confidencialmente que está cansada de los pellizcos de Mortadelo. El distanciamiento con el personaje principal sigue su curso. No obstante, él sigue deseándola, como veremos en El profeta Jeremías (1989), cuando se le salen los ojos al verla pasar. Ella, sin embargo, lo ignora indolente mientras va a comprar el alpiste de su desayuno.


Tal vez sea este distanciamiento con respecto a Mortadelo el que propicia su acercamiento a Ofelia, con la que confidencia al salir del trabajo y a la que incluso le moldea un busto en El gran sarao (1990). La amistad con Ofelia se mantiene en El inspector general (1990), donde vuelven a compartir charla e incluso la oronda secretaria le descose amablemente la sisa a la Irma. Nuestros agentes, sin embargo, siguen manteniendo su galantería, como es el caso de Filemón, que le sopla el café en Los espantajomanes (1990), o Mortadelo, que la ayuda a pelar a su perra “Pava” en El atasco de influencias (1990).

El canto de cisne del personaje se aprecia en dos historietas cortas de 1990: Hoy se trata de ligar, en la que nuevamente Ofelia le confía sus cuitas y en ¡Inoceeeenteee!, donde tiene una aparición poco más que anecdótica. Estamos en una nueva década, y el control que Ibáñez retoma sobre su serie determina la salida de Irma de la plantilla de fijos. Así, los papeles de “señora tremenda” los representarán ocasionales secundarias y las confidentes de Ofelia serán adefesios femeninos que, para Ibáñez, resultarán seguramente más gratos de dibujar por la carga humorística que conllevan con su diseño.

Y hasta aquí el recorrido de la señorita Irma por la TIA, en unos años que no permitieron al bueno de Mortadelo más alegrías que un besito en la mejilla, un achuchón disfrazado de báscula y muchos sueños despierto…

Real como la vida misma.

sábado, 1 de noviembre de 2008

PEPE GOTERA Y OTILIO: EL CASTILLO DE LOS PELMHACUDY

Aunque un servidor no es muy dado a celebrar el Halloween ese hoy hablaremos de una historieta realmente escalofriante, tanto por su temática fantasmagórica como por su pésima realización. Se trata de la aventura larga (42 páginas) de Pepe Gotera y Otilio El castillo de los Pelmhacudy, que Miguel Fernández Soto atribuye a Martínez Osete. Es una de estas historias que el Equipo B intentó lanzar al mercado cuando Ibáñez se hubo marchado de Bruguera. Se trata de una de las escasas historias largas que protagonizó la pareja de chapuzas, junto a Gran hotel. Respecto la autoría, damos el voto de confianza a Miguel Fernández, experto en la obra de Ibáñez y en sus apócrifos, aunque, en un principio, el estilo no nos recuerda demasiado al Martínez Osete que conocimos en los setenta

El planteamiento de la aventura puede parecer prometedor, pues combina los tópicos del género gótico, con castillos encantados, mazmorras, pasadizos, etc., aunque el resultado no puede ser más decepcionante. Desde el punto de vista gráfico, abundan las desproporciones, los fallos de perspectiva, la composición inepta, así como una representación poco ibañezca de fondos y personajes. No obstante, en algunos primeros planos de las manos y en alguna que otra perspectiva del castillo, se observa que el dibujante tiene buena técnica, pero tal vez se ha visto encorsetado en un estilo que no acaba de compartir. Tampoco en el aspecto del guion parece haberse comprendido para nada la forma de hacer de Ibáñez, con un desarrollo lento (hasta cuatro viñetas se emplean para dar un puñetazo en el ojo a Otilio), aburrido y torpe.

En cuanto a la trama, se articula en siete episodios de seis páginas cada uno. En el primero asistimos a un gag clásico de la serie, relacionado con la comida de Otilio, elemento que, siendo primordial en el original, apenas se toca de soslayo en el desarrollo del álbum. Así, Pepe Gotera anuncia a Otilio la visita al Royal Palacete para entrevistarse con Mr Selway y el primer episodio narra el accidentado trayecto hacia el lugar citado, tras el encuentro con una bella (y nada ibañezca) dama en apuros. En el segundo capítulo, que, al igual que los venideros, no está marcado por cortes demasiado bruscos con respecto al anterior, nuestros chapuzas intentan penetrar como sea en el hotel usando gags tópicos y poco inspirados. Una vez dentro, son informados del plan de Mr Bobo Smith, desmontar piedra a piedra el castillo escocés de los Pelmhacudy y trasladarlo hasta Dallas. Nuestros protagonistas serán, obviamente, los encargados de realizar tal tarea. La perplejidad de adivinar por qué ellos son elegidos para una misión de ámbito internacional nos conduce hasta la parte siguiente, que cuenta el affaire de Gotera y Otilio con un helicóptero que pretendían arreglar para desplazarse.

Todo lo anterior, mostrado con una pobreza de recursos narrativos notable, culmina con el viaje a Escocia y la irrelevante confusión de los chapuzas con unos fantasmas por parte de los lugareños, como se ve en el cuarto episodio. Ya en el apartado siguiente aparece Lord Pelmhacudy y Bobo Smith (ataviado a lo JR televisivo), así como el fantasma Clive, que se dedica a provocar inocuos líos basándose en su invisibilidad. El capítulo, donde podrían haberse cargado las tintas del álbum, es decepcionante, más destinado a entretener a un público muy infantil que a narrar una historia de calidad humorística.

Por si no fuera bastante, el penúltimo episodio completa el batiburrillo con la presencia de unos contrabandistas de alcohol que, alojados en el castillo clandestinamente, pretenden abortar la misión mediante tretas tan pueriles como espantar a los habitantes disfrazados de fantasmas. La ineptitud de Pepe Gotera y Otilio los pondrá, aunque sea sin querer, en jaque, reproduciendo así de manera torpe un esquema característico de Ibáñez. En el último capítulo se produce un despliegue de los elementos góticos, con mazmorras, pasadizos secretos, cámaras de tortura, etc. Sin embargo, nuevamente hay que destacar la falta de armonía entre el inadecuado dibujo y el insulso guion, que hacen que la culminación del álbum sea tan mediocre como el desarrollo del mismo. La explosión provocada accidentalmente por nuestros chapuzas hace que el americano cambie de planes y lleva a descubrir un arcón con el tesoro de la familia que hará que el ocioso heredero no tenga que vender su castillo. Una vez que se ha rechazado la oferta de Pepe Gotera y Otilio para arreglar los desperfectos, los personajes se alejan en avión dejando atrás el castillo que da nombre a la historia.



Con todo lo dicho, no hace falta incidir en la escasa calidad de esta aventura, no demasiado mala en su planteamiento pero pésima en cuanto a ejecución. Hasta el punto de que se puede considerar como una de las peores adaptaciones que se han hecho con los personajes de Ibáñez. Realmente terrorífica.

domingo, 26 de octubre de 2008

EL ASCENSO (1983)

El ascenso data de 1983, época en la que la TIA ha crecido tanto como organización que da pie a historietas enteras que tienen como argumento el enfrentamiento entre sus agentes. A Ibáñez debió de gustarle mucho la idea de que los agentes recelaran unos de otros, pues poco antes, en ese mismo año, había realizado el álbum Hay un traidor en la TIA, álbum que también se basa en la desconfianza mutua entre agentes. De hecho, sorprende que entre una y otra historieta solo haya un álbum de separación. El esquema de las intrigas internas volverá a encontrarse en la historieta apócrifa firmada por Ibáñez El ansia de poder (1989).

El dibujo de El ascenso es eficaz, pero sin el barroquismo y recargamiento que vemos en otros álbumes de la época. No hay ya a estas alturas grandes innovaciones gráficas, aunque podemos descubrir algún juego simpático, como el pulpo que intenta unir las líneas que cierran una viñeta en la página octava.

En cuanto al argumento, en esta ocasión los agentes de la TIA son convocados para ocupar la plaza de director de la central de Cincinatty, puesto que se otorgará a quien consiga más puntos por capturar maleantes. Todo el personal de la TIA se pondrá manos a la obra e intentará eliminar a sus competidores para hacerse con la plaza, dando pie así a numerosos gags.

Esta premisa inicial nos lleva a plantearnos algunas cuestiones sobre la TIA y su estructura como organización, pues aunque a veces parezca como una institución netamente española, aquí da la sensación de ser un organismo internacional con una sede más prestigiosa que la local, lo cual plantea dudas sobre su organización.

La historieta comienza con una espléndida viñeta que muestra la visión de Ibáñez sobre la naturaleza humana: un grupo de borregos que siguen a una vaca, visión que entronca con las primeras imágenes de Maaastrich...! Jesús (1992). A través de una hilarante revisión histórica, el autor propone una imagen del ser humano como un ser capaz de destruir a sus semejantes, actitud que, según él, pervive en nuestros días. Sin embargo, veremos en este primer episodio que lo que mueve a los agentes a querer prosperar no es el prestigio ni la gloria (los personajes de Ibáñez son demasiado materialistas para ello), sino el aumento de sueldo, es decir, el dinero. La idea de ganar más da pie a la carrera de la última viñeta de la página segunda, tan imitada posteriormente, sobre todo por los apócrifos.

El primer episodio se resuelve a base de simpáticos paralelismos y mediante la pugna de Mortadelo y Filemón por anularse el uno a otro, tal y como hicieron varias veces en su etapa de “Agencia de información” y en historietas cortas de los setenta como Rumbo a Miami (Super Pulgarcito, nº 38). Finalmente, la captura del malhechor correrá a cargo del agente Migájez, co-protagonista creado ex – profeso para esta historieta. En ocasiones hará uso de su astucia para apresar a los bandidos, pero en otras ocasiones será la suerte la que decida, de forma que el personaje parece tener un cierto parentesco con el Feliciano de Vázquez. Su aspecto “de poquita cosa” refuerza lo irónico de que resulte vencedor ante Mortadelo y Filemón una y otra vez.

En el segundo capítulo vemos que Ofelia será la co-protagonista de los agentes, antes de su solidificación como personaje fundamental de la serie en la próxima La estatua de la libertad (1984). Como futura directora, una de sus metas será fastidiar a Mortadelo y Filemón, idea que comparte con el profesor Bacterio. El capítulo da pie a un esquema a tres bandas aderezado con las referencias a la gordura de la secretaria y a los objetos asociados a lo femenino, como la madeja, el espejo o la plancha. Pequeño cameo de Rompetechos en la viñeta final.

El siguiente contrincante de nuestros agentes será el profesor Bacterio, que hace gala aquí de una crueldad a la que no estamos acostumbrados por su parte. La entradilla de cada episodio, basada en la ocultación al resto de agentes de la captura solicitada cada día para conseguir puntos, se resuelve aquí con una simpática escena muda. El malhechor de turno será Venancio “El Trilita” (el anterior era Venancio “El pollo”). Bacterio usará aquí dos tipos de inventos: unos utilizados para dejar fuera de combate a Mortadelo y Filemón y otros para entrar en la casa del villano. Ni que decir que tanto sus esfuerzos como los de los protagonistas serán en vano.

El Súper será el protagonista de, tal vez, el mejor capítulo del álbum. Al igual que en la historieta corta “La conspiración del Súper” (Super Pulgarcito nº 10), Vicente intentará mil y un artimañas contra sus empleados, ardides que se volverán en su contra. El esquema era similar al de los cartoon clásicos, como, por ejemplo, El Correcaminos y el Coyote. La ignorancia del peligro que corren por parte de Mortadelo y Filemón acentúa la hilaridad de las escenas.

En el quinto episodio, a falta de un elenco más completo para que haga la contraparte a los protagonistas, los agentes intentan deshacerse de su rival, Migájez, haciéndose pasar por sus amigos. Este esquema recuerda a aventuras como Objetivo: elminar al “Rana” (1976) y a la posterior El tirano (1998). Paradójicamente, Migájez acabará capturando al malhechor porque Filemón se lo ha puesto en bandeja.

Ibáñez, que parece querer demostrarnos que la mezquindad de sus personajes no conoce límites, hace que estos recurran al robo de los puntos de Migájez (lo cual lleva a pensar que basta con presentar tales puntos y que los de Administración de la TIA no van a hacer más preguntas). Cuando ven que alguien se les ha adelantado, sospechan de Ofelia, a la que pretenden robar el bolso, dando pie a esquemas similares a los vistos en Los bomberos (1978) o a los de la posterior ¡Terroristas! (1987). Cuando comprueban que es un error, después de haber pagado a Ofelia por puntos de tejer, asistimos sorprendidos al descubrimiento de que fue Bacterio el autor del hurto (el profesor está desconocido en esta historieta).

Tras quitarle por las malas sus puntos, Filemón aparece como titular de los mismos y nombra a Mortadelo su adjunto. Sorprende este gesto de solidaridad entre dos personajes que no pueden verse mutuamente. Sin embargo, el cambio de divisa les perjudica tanto como les sucedió en Los mercenarios (1975) y el puesto resulta ser una auténtica ruina, de forma que ambos acaban haciendo cola en un comedor para pobres en USA. Aunque Mortadelo podría haber permanecido en España (pues supieron de la ruina antes de partir a Estados Unidos), comparte adversidad con Filemón, que era el que figuraba como dueño de los puntos. El final de este divertido álbum demuestra, una vez más, que los destinos de nuestros agentes están unidos de forma insoldable, para regocijo de sus millones de fans, que pueden disfrutar de lo lindo con álbumes como el presente, aunque esconda una amarga reflexión sobre la ambición humana.


domingo, 19 de octubre de 2008

OTILIO LOS ENCONTRÓ PRIMERO


¿Quién no recuerda el periplo de nuestros queridos agentes, Mortadelo y Filemón, hacia Bestiolandia solo para conseguirle al Súper unos Hierbajus Apestosus Repelentus? Para 44 y cuatro páginas les dio el asunto en el maravilloso álbum de 1973 El antídoto.


¡Lo realmente frustrante y paradójico no fue que al final tales hierbas no sirvieran para la curación del Súper, sino que Otilio ya los había encontrado casi una década antes, en los sesenta, en una historieta corta en la que los quita de enmedio porque le estorban para su trabajo, como si tal cosa! Aunque es cierto que Otilio no le añade la aposición de "Apestosus" , bien podría tratarse de la misma planta, al alcance de cualquier operario sin ni siquiera abandonar el país.

No obstante, parece ser que nuestros agentes escogieron el peor momento para ir a buscarlos. En el álbum de 2007 ¡Venganza cincuentona! (reseñado en este blog en la sección de Historietas), Mortadelo dice que su abuela los utilizaba para asfixiar inscetos. Acto seguido, el personaje quema algunos ejemplares de esta planta, lo que demuestra que tanto ahora como en los tiempos de su abuela, era fácil adquirir los hierbajus apestosus repelentus, no como cuando ellos tuvieron que hacerlo en la década de los setenta.




En fin, gajes de ser un personaje de Ibáñez.



domingo, 12 de octubre de 2008

CHICHA, TATO Y CLODOVEO: UNA VIDA PERRUNA (1986)

Una vida perruna supone la presentación en sociedad de Chicha, Tato y Clodoveo, de profesión sin empleo, los nuevos personajes por los que Ibáñez apostó en su etapa en Grijalbo, al no poder usar a los que había creado en la factoría Bruguera, por pertenecer estos oficialmente a la editorial. Dada su condición de parados, el trío aparece como un cheque en blanco (también lo eran los agentes secretos) para involucrarse en cualquier tipo de situaciones generadoras de gags.

La primera historieta de los nuevos personajes se inicia con un cuidadísimo dibujo por parte del maestro Ibáñez, con recargamiento de la página y multitud de detalles en segundo y tercer plano, lo que enriquece la lectura. A esto hay que añadir los valores del coloreado, probablemente con acuarelas, que también embellece la página. Encontramos, además, algunos recursos poco usuales, como las viñetas atadas de la página 28 o la aparición censora del propio Ibáñez, ante la violencia de la escena, gag que se verá, con modificaciones, en El óscar del moro (1998).

La aventura viene precedida de una introducción histórica, con una espléndida viñeta inicial que muestra la vida en la prehistoria. Hay un ingenioso gag reutilizado, el del papiro de recomendación, que apareció originalmente en Concurso-Oposición (1975). La escena de los remeros la volveremos a encontrar un año después en Seúl 88 (1987) y el concepto de reconversión, con maquinita que sustituye a obrero, se respira nuevamente en Va la TIA y se pone al día (1989).

A partir de esta historieta y en las que habrán de venir, encontraremos la cola del paro como recurso cómico. Bien por los comentarios de los que en ella paran acerca de sus anteriores trabajos, bien por lo estrafalario de su aspecto, bien por la aparición de antiguos personajes ibañezcos. En esta historieta, sin ir más lejos, vemos a Mortadelo y Filemón de fondo, ambos de espaldas (por curarse en salud, se supone) haciendo cola.

Inédito hasta este momento es el hecho de incluir el título, no ya del álbum, sino de la serie, cosa que aquí ocurre en la página dos, con la conocida ilustración de Chicha, Tato y Clodoveo que posteriormente servirá de portadilla al resto de álbumes. También aparece aquí otro chiste que será recurrente, la alusión a las pocas ganas de trabajar de algunos de los parados que hacen cola.


Una vez en la oficina, nuestros personajes se presentan uno a uno ante el funcionario de turno, que se convertirá en un personaje fijo a partir de ahora. Así, Clodoveo da pie a una serie de gags que hacen referencia tanto a su pelambrera como a sus cualidades de prestidigitador y transformista. El transformismo es, sin duda, para cubrir el hueco dejado por los disfraces de Mortadelo. Así, Clodoveo protagoniza una tira en la que el gag viene dado por la asociación humorística entre la transformación y el bocadillo que la explica. Mortadelo ya protagonizó tiras así en historietas cortas como “Baile de trajes”, “De susto en susto” o “Un alijo algo canijo”. La aparición de Clodoveo se refuerza con la presencia de Salmoneto, el gato del trío, cuya característica inicial era su hambre atrasada (¿un remedo de Otilio?), aunque el felino irá perdiendo fuerza durante la evolución de la serie.

Tato será el siguiente en pasar y sus gags hacen referencia tanto a su baja estatura como a su antigua profesión de boxeador. El personaje no había adquirido todavía la ceguera que lo convertiría en un remedo de Rompetechos. Tras la expulsión de sus dos compañeros, pasará Chicha, tal vez el personaje del trío que mejor represente la España de los ochenta. Una joven alocada y hedonista cuyos gags giran en torno a sus perennes ganas “de marcha” y a su inagotable bolso, fuente de todo tipo de objetos raros. Conforme pase el tiempo, esta última característica también se perderá, en busca de la comodidad. Estas seis páginas culminan con la persecución del funcionario de la oficina del paro y dejan sentadas las bases de la serie.





En el segundo tramo, nuestros amigos son contratados por el mayordomo de la Condesa del Ajoporro para que salven una serie de perros de ser torturados por sus amos. En realidad, condesa y mayordomo son dos malhechores que quieren hacerse con el microfilm que Jack “el Trompa” guardó en el collar de alguno de los perros de la lista, microfilm con información sobre la situación de los misiles de la OTAN. Se aprecia, por tanto, un esquema parecido a la aventura de Mortadelo y Filemón Misión de perros (1976), aunque, como demostraremos después, los referentes claros de este álbum hay que buscarlos en otros lugares. El billete de autobús medio usado que dan los malhechores a los protagonistas recuerda a la racanería de la antigua TIA para con sus agentes.


A lo largo de este álbum, que muchos aseguran que es íntegro de Ibáñez, la presencia del dibujante se diluye, pensamos nosotros. Tanto así que no podemos asegurar qué página fue la última realizada por él. Podríamos pensar que las correspondientes a los dos primeros episodios (doce páginas), pero la mala composición de la viñeta octava de la página doce hace que sea difícil establecer un límite claro. Sea como fuere, el nivel de dibujo baja a partir del tercer episodio, donde aparece ya el bar de Joro (sin ese nombre aún). En este episodio encontramos el gag de bajarse del taxi sin pagar (tan típico de los agentes de la TIA) y alguna mención a compañeros de editorial, como la calle del Vetusto Raf (antes se había hablado del Rafillo Maru) o la de la Alcaldesa Palé, referidos, respectivamente, al autor de Mirlowe y a la directora y ahora agente de Ibáñez, Ana María Palé, que tanta importancia tendrá en este momento de su carrera.




Chicha, Tato y Clodoveo entrarán ahora en una residencia de ancianas, escenario ya visitado en Los gamberros (1978) y que se repetirá en Timazo al canto (1994), El jurado popular (1995) y Okupas! (2001), todos ellos, al igual que los que hemos de nombrar, protagonizados por Mortadelo y Filemón. Los gags giran en torno a la ferocidad del perro en cuestión y a la desnudez que, accidentalmente, ostenta Tato. Como dato curioso, nótese la aparición secundaria de Astérix en este capítulo. El pequeño galo volverá a aparecer junto con Obélix en Atlanta 96 (1996).



El siguiente perro será buscado, después de los incidentes oportunos en el bar de Joro, en una clínica, escenario sobre-explotado a estas alturas en la serie de Mortadelo y Filemón. Aparece ya en ¡A la caza del cuadro! (1971), El otro yo del profesor Bacterio (1973), La máquina de copiar gente (1978), Los gamberros (1978), La elasticina (1980) y en la historieta corta de Super MortadeloProtegiendo al embajador” (1972). Con el tiempo, volveremos a ver este escenario en La Gomeztroika (1989), El señor Todoquisque (1992), El SOE (1992), y Clínicas antibirria (1993). Los mismos Chicha, Tato y Clodoveo protagonizarán un álbum entero en este ámbito: Los sanitarios (1987). Sin embargo, la historieta con la que más relación guarda este tramo es Los secuestradores (1976), con la que comparte el gag de “la presión del paciente”, que volveremos a ver en La tergiversicina (1991), con un tramo ambientado en el mismo lugar.

El siguiente perro lo buscarán en un gimnasio, escenario utilizado en historietas como El otro yo del profesor Bacterio, La gallina de los huevos de oro (1976), Soborno (1977) y que volveremos a encontrar en El SOE y Robots bestiajos (1993). Dentro de la serie de los sin empleo aparece en Gran hotel (1987).Lo más reseñable de este episodio es el surrealista chiste del “doble” de Clodoveo y una cierta pobreza de recursos, como el de la rueda delantera que falta a la bicicleta, ya usado en El antídoto (1973). Sin embargo, será el sexto episodio el que contenga más ecos lejanos. La situación en un restaurante hace rememorar gags de El otro yo del profesor Bacterio y, especialmente, de Los secuestradores. De este último álbum parecen extraídos el chiste del acomodo en la mesa, la imagen del pavo relleno, el gag del bistec flameado y el de “dar la vuelta” al cliente.


Tampoco la entradilla en el bar de Joro del siguiente capítulo es original, pues la caída en fila de los taburetes parece sacada de Operación bomba (1972). El desarrollo en un barco lo encontramos en historieta de Mortadelo y Filemón como Valor…¡y al toro! (1970), Los secuestradores, Los sobrinetes (1988), La Gomeztroika (1999), La ruta del yerbajo (1993), El trastomóvil (1996) y en muchas otras. Sin embargo, la principal relación se guarda aquí con La estatua de la libertad (1984), de la que se saca el mismo chiste para subir al barco.

El álbum culmina con un octavo episodio de cuatro páginas (el álbum tiene 46) que sí guarda más contacto con Misión de perros, tanto por la presencia de la salchicha narcotizante, que recuerda a la famosa morcilla de antaño, como por algunas secuencias con el bulldog. Sin embargo, visto todo lo anterior, tenemos que decir que, al no interactuar apenas nuestros protagonistas con los perros, los referentes más claros para Una vida perruna hemos de buscarlos en otras historietas largas de Mortadelo y Filemón de la segunda mitad de los setenta, prestando especial atención a Los secuestradores. Los billetes con los que el trío ha sido pagado son, como no podía ser de otra manera, falsos, lo que desencadena la persecución de Joro, el dueño del bar.

Este álbum supuso la presentación de Chicha, Tato y Clodoveo y en él Ibáñez no quiso incidir en los orígenes del trío para situarlos de una vez en una “misión” normal. Sin embargo, la presencia del autor se va diluyendo conforme avanza la lectura, tanto en guion como en dibujo. Se trata, no obstante, de una obra humorísticamente eficaz, pero que recuerda demasiado a ecos de etapas anteriores, lo que plantea al lector la duda en cuanto a la omipresencia de Ibáñez en el desarrollo de la misma.

domingo, 5 de octubre de 2008

ENTREVISTA A MORTADELÓN

Hoy tenemos el placer de compartir unos momentos con Mortadelón, artífice y responsable de El blog de Mortadelón (que encontrarán entre nuestros enlaces recomendados), que ha tenido la amabilidad de dedicarnos unos minutos para concedernos esta pequeña entrevista. Conocedor de las historietas de Mortadelo y Filemón, coleccionista contumaz de sus productos, gratísimo conversador sobre el tema y padre de todos los otros blogs sobre Mortadelo, ha conseguido que su trabajo en la red se convierta en todo un referente para iniciados y amateurs, y ha contribuido, con sus artículos, a difundir el conocimiento sobre el universo de Francisco Ibáñez. Les dejamos con sus palabras:


-¿Cómo empezó tu relación con Mortadelo y Filemón? ¿Desde el principio pasaron a formar parte importante de tu vida?

Los conozco desde que tengo uso de razón, o incluso antes. No puedo decir una fecha determinada, pero puedo asegurar que era muy jovencito y manoseaba los tebeos con afán, calcaba los personajes y me divertía observando los tropezones de los personajes.
Y creo que sí, desde el principio los consideré algo especial, y muy bueno, y me acompañaban en los mejores momentos. Por eso les debo mucho.

- ¿ Cuál es tu álbum favorito de la pareja? ¿Y el que menos te gusta?

Decir mi álbum, cuando hay tantos y tan buenos… “Billy el Horrendo”, que es el primero que comenté en el blog en la sección “las mejores historietas”. Seguramente las habrá mejor dibujadas y más clásicas y ejemplares, pero ese “compincheo” de Mortadelo y Filemón con Billy que se va desarrollando a lo largo de las páginas, y ese desenlace espectacular, y todos esos momentos antológicos realmente divertidos, hacen que a esta historieta le tenga especial cariño.
La que menos. Ahí me has pillado. La mayoría de los apócrifos (exceptuando a quien ya sabemos) han realizado historietas horribles de la pareja. Y a cual peor, diría. Así que no puedo referirme a un título en concreto.

- Parece que las historietas cortas son las “grandes olvidadas” dentro del universo de los agentes. ¿Alguna que quieras reivindicar?

Hay cientos de historias cortas, casi todas de gran calidad. Y auténticas obras maestras. De las que más me gustan está esa que Mortadela piensa que el Jefe es un vampiro, o la de la fiebre de Malta, donde Mortadelo huye de Filemón para no contagiarse. Y aquella especial en que los dos agentes hacen de músicos y sale Matías Guiu, y aquellas historietas de aniversario, con la editorial Bruguera de protagonista. Deliciosas todas ellas.

-¿ Qué crees que aportan Mortadelo y Filemón que ningún otro cómic pueda aportar?

Son algo icónico, referencial. Gustan a todos (o casi). A todos los públicos, sean o no lectores de tebeos. A todas las edades. Están omnipresentes, diría que en todas las casas. Y es que Ibáñez es un genio. Los Mortadelos de Bruguera son buenísimos en todos los aspectos. Y encima se exportan fuera de España. Mortadelo representa a todo nuestro país.


- Seamos un poco críticos. Mortadelo, como todo, también tiene sus sombras. ¿Le achacas alguna deficiencia a la serie a lo largo de estos cincuenta años?

Por supuesto, desde que dejó Bruguera ha habido un bajón de calidad. La repetición de fórmulas es constante. Se ha estancado completamente. Pienso que los apócrifos que hubo en Bruguera fueron algo más anecdótico que otra cosa, porque lo que salía del pincel de Ibáñez mantenía la calidad y la frescura intactas. Tenían que explotar el éxito del personaje. Lo que hicieron en Ediciones B sí que se puede considerar sacrilegio. Dejaron muy tocados a los personajes hasta hoy en día (con algunas puntuales excepciones).

- Además de los agentes de la TIA, ¿quién es tu favorito de entre los personajes ibañezcos?

Rompetechos en sus mejores tiempos. Y el 13 Rué.

- Sabemos que has contactado con Ibáñez en varias ocasiones, ¿cómo han sido las experiencias?

¡Sublimes!. Bueno, no han pasado de unas breves palabras. Pero este hombre tiene tanta paciencia y rebosa tan buen humor, que solo se pueden calificar estos encuentros de inolvidables.

- ¿Por qué un blog sobre Mortadelo y Filemón?

Cuando lo hice, así de repente, fue porque no había otro. Me parecía extraño, siendo los personajes más famosos del país. Así que me eché la manta a la cabeza hace ya más de dos años, y hasta hoy.

-¿Eres consciente de que El rincón de Mortadelón se ha convertido en un punto de referencia para todos los aficionados a la obra de Ibáñez? ¿Qué sensación te produce eso?

De vez en cuando miro las visitas, y parece que se ha normalizado la cosa: hay aficionados habituales, cosa que me alegra bastante. Esto me anima a seguir rebuscando para encontrar cosas interesantes del mundo ibañezco.

- A través de tu blog hemos podido contemplar algunas de las piezas de tu inmensa colección sobre los personajes, ¿cuál es tu mayor trofeo?

La tarjeta que me envió Ibáñez cuando yo era pequeño, escrita de su puño y letra, en donde me animaba a seguir practicando el dibujo.

- De todos los topics con los que nos has deleitado durante este tiempo, ¿te sientes especialmente satisfecho de alguno?

Uff, son más de quinientos cincuenta… Hay de todo. La verdad es que no me decanto por ninguno en concreto, sí por temáticas. Como la que dediqué a los negros de Ibáñez. O los concursos, que han sido muy participativos. Bueno, aquel de Raf e Ibáñez, vidas paralelas, me sigue gustando mucho. ¡Me quedo con todos!

-A la luz del cincuentenario, ¿qué futuro le auguras a nuestros héroes de papel? ¿Alguna petición para próximos álbumes, por si nos escuchan?

Pues el futuro más halagüeño posible. Nos sobrevivirán a todos. De próximos álbumes… Me gustaría que Ibáñez innovara un poco argumentalmente y en los gags. Que hiciera una historia a lo James Bond, repleta de humor como siempre, pero con un desarrollo más intrincado. Me parece que pido demasiado, jeje.