domingo, 28 de marzo de 2010

HISTORIAS BÍBLICAS DE IBÁÑEZ

Por fin llegó la Semana Santa, por lo que hemos querido hacer hoy una recopilación de los distintos pasajes bíblicos que, directa o indirectamente, han aparecido en la obra de Francisco Ibáñez a lo largo de los años. Como no podía ser de otra manera, y por aquello de la cronología esa, nos remontaremos al Génesis, concretamente al momento de la Creación, que nuestro autor nos explica en La gripe U (2009), donde aprendemos que todo lo existente provino de un estornudo del Altísimo.






Después de poblar el universo entero, el Señor creó en un pis pas al hombre...y a su mujer, claro, como vemos en el álbum Nuestro antepasado, el mico (2009).






Y después de todo este caos creativo vino la tentación, esto es, el bocadito a la manzana de marras que Eva le aconsejó a Adán. La primera toma de contacto con el tema la tenemos en la historieta corta de principios de 1984 dedicada a José Escobar, Historia corta y discreta del genio de la historieta.






Mucho menos atractiva es la Eva que vuelve a tentar a Adán al comienzo del álbum Parque de atracciones (2003).




Y claro, como después del pecado viene el castigo, nos encontramos también con el momento de la expulsión del Paraíso. El primer destierro es poco sutil, pues la salida de nuestros primeros padres no se puede catalogar precisamente de épica, en Mundial 94 (1993).







En Parque de atracciones Adán y Eva son expulsados por el mismísmo Dios, que hace gala de una actitud bastante autoritaria.





En La gripe U volvemos a encontar una nueva versión del conocido pasaje del Génesis y se explica el verdadero motivo de la expulsión.







Anteriormente, Ibáñez ya había recurrido a este episodio bíblico en la historieta larga de Chicha, Tato y Clodoveo Viajar es un placer (1989), en un primer episodio probablemente realizado por Juan Manuel Muñoz.






Otro personaje fundamental, esta vez del Éxodo es Moisés, a quien Dios grabó las Tablas de la Ley en piedra, como se observa en Mortadelo de la Mancha (2004).





Por no hablar del Arca de Noé, que no solo dio nombre a una agencia de contratación de animales en los inicios de la carrera artística de Ibáñez, sino que fue el título de uno de los álbumes de Chicha, Tato y Clodoveo (1987). En él, presenciamos el impagable cameo de Ibáñez y su eterno compañero y amigo Raf.







En la aventura corta El árbol genealógico (Bruguelandia, nº 9), descubrimos atónitos que fue un antepasado de Mortadelo, y no José, el que intentó solucionar el problema de las vacas flacas ante el Faraón de turno.




Tampoco faltan en la obra de Ibáñez personajes del Antiguo Testamento como Sansón y Dalila, quienes, además de aparecer en un episodio de La historia esa vista por Hollywood (1957), también se muestran en el álbum La prensa cardiovascular (1995).





También en La historia esa vista por Hollywood encontramos al proverbial personaje de Matusalén, conocido por su longevidad. Aunque si de longevos hablamos, el que se lleva la palma es El profeta Jeremías, co-protagonista con la pareja de agentes del álbum homónimo de 1989, realizado en su mayor parte por Juan Manuel Muñoz y otros dibujantes que desconocemos.

















En lo que se refiere al Nuevo Testamento, encontramos episodios relativos a la vida de Jesús, como la alusión a San José en Atenas 2004 (2004).






Paralelamente a este pasaje, está el relativo a la matanza de los inocentes a manos del cruel Herodes, a la que se hace referencia en la también apócrifa Los sobrinetes, de 1988 (probable obra de Muñoz).











Pasajes tan conocidos de la vida de Cristo como la resurrección de Lázaro o la expulsión de los mercaderes del templo quedan retratados, respectivamente, en aventuras como Los que volvieron de allá (1987) y Mundial 94 .











Curiosamente, en el juico a Jesús, encontramos a un personaje seudo-histórico que nos recuerda a alguien: Filemoncio Pilatos, en El árbol genealógico.












En esta misma historieta corta encontramos la famosa viñeta en que Mortadelo se encuentra en la cárcel con Jesús, quien también cumple condena en tiempos de Pilatos, un chiste algo atrevido para la época, pues no todos los creyentes verían con buenos ojos una referencia a la Pasión de Cristo en un cómic de humor.





Y hasta aquí nuestro recorrido por el Ibáñez más bíblico. Solo nos queda desear a nuestros lectores unas estupendas vacaciones de Semana Santa.




















































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































domingo, 21 de marzo de 2010

EL IBÁÑEZ MÁS JOVEN

¿Lo conocen? Sí, sí, es el maestro Francisco Ibáñez cuando tan solo contaba con 7 años de edad, en las Escuelas Guimerá de Barcelona.

Como pueden comprobar, el niño que aficionará a la lectura a varios millones de españoles está, no por casualidad, con un libro en las manos y con pelo en la cabeza. Pelo rizado, aunque no tanto como en la autocaricatura que se hizo en El 35 Aniversario (1992). Sí son fácilmente reconocibles esos ojillos pequeños (¿serían ya miopes por aquella época?) que habrían de captar todo lo que había a su alrededor para deformarlo cómicamente no tantos años después.

Esta foto, tal vez la más antigua que poseemos del maestro, se la debemos a Fernando Javier de la Cruz Pérez, experto conocedor de la obra de Ibáñez a quien agradecemos la gentileza y de quien hablaremos dentro de algunas semanas.

domingo, 14 de marzo de 2010

ENTREVISTA A PEPE VIYUELA

Licenciado en Filosofía, escritor, actor... Pepe Viyuela es una de las figuras más destacadas del panorama actoral español. Su versatilidad le ha permitido tocar distintos medios y géneros, desde sus inolvidables actuaciones "mudas" con las que muchos empezamos a conocerlo en televisión hasta encarnar a uno de los protagonistas de una de las series más vistas de la historia de nuestro tubo catódico, Aída. En teatro, triunfa ahora con su excelente interpretación de Rodolfo en la obra de Azcona El pisito, donde está arropado por Asunción Balaguer y Teté Delgado, con las que trabaja en esta deliciosa comedia negra que, les podemos asegurar, hace las delicias del público.


En cine ha participado en una de las películas más taquilleras de nuestro país, y eso es precisamente lo que lo ha traído a este nuestro blog. Su interpretación de Filemón en La gran aventura de Mortadelo y Filemón (Javier Fesser) y Mortadelo y Filemón. Misión: Salvar la tierra (Miguel Bardem) ha hecho que entre por derecho pleno dentro del universo de Francisco Ibáñez.


Amablemente, don Pepe Viyuela accedió a contestar algunas preguntas en exclusiva para Corra, jefe, corra, que les presentamos a continuación:

1.- Antes de imaginar que alguna vez acabaría interpretando a Filemón, ¿era usted lector de los cómics de Ibáñez durante su infancia y juventud? ¿Cuál era su favorito?

Sí, tuve la suerte de encontrarme a muy temprana edad con las historietas de Mortadelo y Filemón. Esa fortuna se la debo a mi padre que fue quien me inició y quien se encargaba de comprármelas. Es difícil decidirse por uno sólo, pero me atrevo a señalar especialmente “El sulfato atómico”, que es mítico.

2.- ¿Cómo le ofrecieron el papel de Filemón Pi para La gran aventura de Mortadelo y Filemón? ¿Pensaron en usted directamente o hubo un casting?

La llamada para ofrecerme el trabajo la hizo Javier Fesser. Me habló del proyecto y de las pruebas que iba a hacer. La anécdota puede ser que la primera prueba que hice fue para el personaje de Mortadelo. Evidentemente la cosa no funcionó y días después me convocó para hacer la misma prueba, esta vez para el personaje de Filemón. Ahí la cosa sí funcionó. Se hicieron pruebas a muchos otros actores. Finalmente yo fui el afortunado. Aún no me lo creo.

3.- En sus comienzos profesionales, usted demostró ser un maestro del tipo de humor que se ha llamado slapstick (basado en los golpes, caídas, porrazos…). ¿Quiénes fueron sus referentes en este campo que llegó a dominar tan bien? ¿Cree que ese estilo humorístico pudo ayudar para que pensaran en usted para interpretar a Filemón?

Mi referentes al empezar aquellos sketches eran Chaplin, Keaton, Lloyd… los grandes maestros del cine mudo.
Creo que cuando Javier Fesser pensó en mí para la película no tenía esos trabajos en la cabeza. Nos habíamos conocido en el rodaje de “El milagro de P. Tinto”, y creo que fue eso lo que le hizo pensar en mí.

4.- Supongo que para documentarse para las películas, usted hubo de leer muchos álbumes de Mortadelo y Filemón. ¿Tiene algún favorito? ¿Cómo definiría usted a Filemón después de haber profundizado en el personaje?

No llevé a cabo una relectura, lo que hice más bien fue echar mano de la memoria y recordar, repasar lo que esos personajes habían sido y seguían siendo para mí.

Filemón es un “mermao”, según la propia definición de Fesser, un absoluto mediocre que se cree el no va más. Él no se ve como le vemos los demás: se considera atractivo, inteligente, valeroso… y ¿qué es?... justo todo lo contrario.

5.- Aunque muchos puristas del tebeo no compartieron la visión de los directores acerca de los personajes de Ibáñez, parece que hay unanimidad a la hora de destacar su excelente caracterización de Filemón. ¿No le supuso, en su momento, una responsabilidad dar vida a un personaje del que los lectores se habían hecho su propia idea durante más de cuatro décadas?

Sí, me producía cierto vértigo pensar en cómo ese personaje, que hasta entonces era de tinta sobre papel, pero que había jugado un papel fundamental en el imaginario de varias generaciones, tuviera, de pronto, que ponerse a caminar, a hablar… ¿Cómo serían sus movimientos? ¿cómo tendría la voz?. Todo era una gran aventura, creo que la mayor aventura que hayan vivido nunca Mortadelo y Filemón: hacerse de carne y hueso y no defraudar.





6.- Al margen de Filemón, ¿le gusta especialmente algún otro personaje de Ibáñez?

Me gustan mucho las historietas de “13 rue del Percebe” y uno de los personajes que más gustan es Rompetechos.

7.- En la película de Fesser, la emotividad reside básicamente en el personaje de Filemón, en sus derrotas y frustraciones, ¿por qué ese enfoque, no del todo fiel al espíritu del cómic?

Había que buscar elementos que humanizaran a los personajes. El salto del papel a las tres dimensiones nos parecía más fácil si era de la mano de esa carga de humanidad que nos los hiciera sentir como personas y no sólo como dibujos. De pronto, eran seres que respiraban, con corazoncito y sentimientos.

8.- En relación con lo anterior, ¿cuál de las dos películas cree usted que recoge mejor la esencia de los tebeos de Ibáñez?

En mi opinión en la primera la mano de Javier Fesser está muy presente. Su mundo personal y su forma de contar y de hacer se fusiona a la perfección con el universo de Ibáñez.
En cambio, en la segunda, Bardem pretendió que todo fuera plenamente “ibañeciano” (valga el palabro).

9.- ¿Esperaban el éxito rotundo de ambas entregas (especialmente la primera)? ¿A qué lo atribuye?

Yo creo que cuando uno se embarca en un proyecto de este tipo es porque espera obtener un gran éxito, lo que pasa es que en la primera el que se esperaba no era tanto como el que se obtuvo. Yo creo que nadie esperaba que fuera tan rotundo.

10.- Corre el rumor de que no utilizó dobles para algunas escenas peligrosas de Mortadelo y Filemón. Misión: Salvar la tierra, de lo que se deduce una enorme confianza en su equipo, amén de una gran profesionalidad. ¿Volvería a hacer escenas como esa hoy?

Sí, sin ninguna duda.

11.- En los rodajes, usted trabajó con profesionales como Javier Fesser, Miguel Bardem, Edu Soto, Emilio Gavira, Berta Ojea, Benito Pocino, Mariano Venancio, etc. ¿Con quiénes tenía usted más afinidad o amistad dentro del grupo?

Creo que tanto con Javier Fesser como con Miguel Bardem el lazo que establecimos en ambas películas es ya para toda la vida. Y yo lo haría extensivo a todas las personas del equipo. Este tipo de aventuras marcan y resultan inolvidables. De vez en cuando miro las fotos y se me escapa alguna lagrimita.

12.- ¿Podría contarnos alguna anécdota simpática relativa a las grabaciones?

La anécdota fue el rodaje. Todos los días tenía la sensación de haberme caído dentro del tebeo. Era muy emocionante perderse por los decorados y encontrarse con Ofelia, con el Super, Rompetechos… Incluso después de pellizcarme me parecía estar soñando.

13.- Francisco Ibáñez visitó los rodajes de ambas películas, ¿cómo fue ese encuentro?

Las visitas de Ibáñez nos hacían sentir que dios bajaba de su nube para venir a vernos. Yo pensaba: estamos aquí porque él nos ha creado, alabado sea Ibáñez, ¡se lo debemos todo!



14.- ¿Qué nuevos proyectos tiene Pepe Viyuela en televisión, teatro o cine? ¿Habrá una nueva entrega de Mortadelo y Filemón?

En este momento estoy escribiendo una serie de humor visual para televisión.
Con respecto a la nueva entre de Mortadelo y Filemón para el cine, sólo existen rumores nada concreto.

Ahora estoy con la serie de televisión “Aida” y con la gira de la función de teatro “El pisito” de Rafael Azcona” y estoy escribiendo una serie de humor visual para televisión.


Y hasta aquí, amigos, la entrevista con Pepe Viyuela, al que queremos reiterar nuestro agradecimiento por la solicitud y amabilidad con que ha contestado a nuestras preguntas.

domingo, 7 de marzo de 2010

EL ARCHIDUQUE DE LOS INGENIOS



Tema publicado previamente en mi blog Veras y burlas, con fecha de 2 de mayo de 2006.


Con esa denominación fue denominado en cierta ocasión Francisco Ibáñez Talavera, el autor de historieta más prolífico y exitoso de nuestro país. Nadie perderá de vista, ante tal apodo, la comparación que se establece con el que fue denominado en sus días “Fénix de los Ingenios”, el dramaturgo de los siglos XVI y XVII Félix Lope de Vega Carpio. No por casualidad debió establecerse esta comparación, pues las analogías entre el “Fénix” y nuestro querido historietista no son pocas.




En primer lugar, ambos concibieron su labor artística como un mero trabajo, como una forma de ganarse la vida. En el caso de Lope, su disoluta existencia tenía que ser costeada de alguna forma, y escribir comedias fue la que mejor forma de asegurarse los garbanzos. Por su concepción pragmática y realista del propio arte, podemos establecer conexiones entre los autores. Ambos, Lope e Ibáñez gozaron de un éxito de público sin precedentes, lo cual nunca fue perdonado por los “preceptistas”, por utilizar un término del Siglo de Oro. Los intelectuales, siempre en la obligación moral de despreciar todo lo popular, pasaron en su momento una mirada desdeñosa y resentida por las producciones de ambos autores.La actitud del Fénix y el Archiduque también es coincidente en este sentido, mostrando su absoluta despreocupación ante el severo juicio de sus condenadores. De hecho, Lope en su Arte Nuevo de hacer comedias en este tiempo intenta justificar su método de trabajo, no sin burlarse elegantemente de los académicos y academicistas. Evidentemente, los críticos no se basaban en la mera antipatía que se le tiene al que triunfa.




A Lope se le han llegado a atribuir más de cuatro mil comedias, una cantidad realmente desmesurada, sin otro parangón en las artes españolas que, quizás, la obra de Ibáñez. Efectivamente, para mantener tan alta producción, aunque fuera por motivos meramente económicos, es inevitable caer en el mecanicismo, en lo automático. Basta con revisar la obra de Ibáñez (sobre todo a partir de 1985) para no ver en ella sino una serie de “gags” de éxito probado que se cortan y pegan con desigual fortuna, dando aparente forma de novedad a viejas fórmulas. En la introducción del álbum El ordenador…¡Qué horror! Ibáñez hace un amago de confesión de su método de trabajo, buscando en archivos informáticos viejos gags. Lope, por su parte, desvela en su Arte Nuevo una serie de fórmulas mecánicas para que una comedia funcione, o dicho en sus propias palabras, para que sea escrita “en horas veinticuatro”. Precisamente por este afán de producción masiva, encontramos altibajos imperdonables en carreras marcadas por obras tan dignas como Peribáñez (también es casualidad, oigan) y el comendador de Ocaña y Chapeau el Esmirriau, por ejemplo.




También en la búsqueda de “inspiraciones” encontramos analogías en la trayectoria de ambos autores. Si Ibáñez se inspiraba directamente en sus antecesores de la Escuela Bruguera, Lope lo hacía en Juan de la Cueva, los Argensola, etc. Si el dibujante catalán tiraba de Franquin cuando le hacía falta, Lope fusilaba las obras del italiano Bandello, como ocurre en El mayordomo de la duquesa de Amalfi, entre otras muchas. A tanto llega la producción lopesca en número, que Charles Aubrun postuló en 1981 la posibilidad de que muchas de las obras del Fénix fueran “obras de taller”, es decir, creadas por un grupo de discípulos a partir de un ligero argumento sugerido por el maestro, calcando fórmulas ya empleadas por él. ¿Les suena esto a los seguidores de Ibáñez?




"Es de Lope”, se decía en la época como garantía de éxito de público ante tantas y tantas obras anónimas que circulaban por la triste España del XVII.Carencias al margen, es innegable que estos autores, o mejor dicho, lo mejor de la producción de estos autores creó escuela. Así, como ocurrió con los discípulos del Fénix (Calderón es el mejor ejemplo), también muchos de los seguidores de Ibáñez, tras haberse iniciado en su referente inmediato, dotaron a sus obras de una mayor profundidad y de una estructura más cuidada. Aunque los discípulos percibieron la carencia de sus modelos, no dejaron de reconocer (salvo los desmemoriados, que tanto se parecen a los ingratos) que tras su estela dieron sus primeros plumazos artísticos.




Sin embargo, el mayor punto de unión entre los dos artistas es su comunicación con el público, llegando a ser verdaderos fenómenos de masas en su tiempo. Si a Ibáñez se le achaca el papel de “dibujante showman” por sus ocasionales apariciones en los medios, también el éxito de Lope fue considerado en su momento como un fenómeno en parte extraliterario, pues sus hazañas amorosas eran tan conocidas por el pueblo como las de los personajes que pueblan hoy los “programas del corazón”.Por otra parte, recordaremos que tanto el Fénix como el Archiduque querían ante todo contentar a su público, proporcionarle diversión, evasión, y ganar dinero con ello, sin más lecturas.




Por esto, a pesar del grito puesto en el cielo por los académicos, Lope se saltaba las tres unidades aristotélicas del mismo modo que Ibáñez descuidaba el preciosismo estético, si con ello conseguían una carcajada más franca y contundente de su público: destinatario último y único de su obra. Aunque ambos demostraron en determinados momentos de su carrera tener capacidad para hacer más de lo que llegaron a hacer, prefirieron estandarizarse con lo seguro que probar nuevas fórmulas, algo artísticamente censurable pero que proporcionó infinita diversión a sus respectivos seguidores, a muchos de los cuales no les importaba dejarse “hablar en necio” ocasionalmente con tal de pasarlo bien.




Terminaremos con las analogías recordando que si Lope fue “el poeta del pueblo”, Ibáñez ha sido “el dibujante del pueblo”, aquél que ha llegado a más sitios, el más leído, el más conocido. Probablemente ni uno ni otro sean el mejor en su especie (o a lo mejor sí, que la Historia y el Arte son inestables y tornadizos en sus caprichos), pero la función comunicativa que se le presupone a toda obra artística, así como la impronta dejada en la cultura popular por ambos resultan innegables. Puede que al leer este artículo un intelectual se escandalizase ante la constante equiparación entre Lope de Vega y Francisco Ibáñez, pero eso es algo que no me preocupa…




A veces, a uno también le apetece sentarse frente a los señores de la Academia de Madrid y defender, con lopesca socarronería, el Arte Nuevo de hacer reír.