domingo, 31 de enero de 2010

LA OFELIA ANTES DE OFELIA

Como todos sabemos, el personaje de la señorita Ofelia no arribó a la principal serie de Ibáñez hasta el álbum Los gamberros (1978), donde entró por la puerta grande (por las otras no cabía), al convertirse en el principal aliciente del álbum y al sentar las bases de los que serían gags recurrentes a partir de entonces.

El chiste básico protagonizado por este personaje femenino se basa en el contraste entre sus expectativas románticas hacia un hombre (normalmente Mortadelo, aunque sin descartar a Filemón) y la actitud desdeñosa, chocarrera o grosera del mismo, que desemboca en una inevitable desilusión.

Este esquema pudo haber sido tomado de uno de los referentes indiscutibles de Ibáñez: el maestro Franquin, quien creó a la tímida y soñadora Jeanne para su serie Gastón el Gafe. Jeanne, enamorada platónicamente de Gastón, no puede evitar hacerse ilusiones con respecto a un compromiso que no acaba de llegar nunca. Y no es que Gastón sea grosero con ella, simplemente muestra el mismo despiste crónico ante sus asuntos amorosos que el que lo caracteriza en su vida laboral. Los paralelismos entre esta relación y los gags que después desarrollará Ibáñez los encontramos en algún chiste más que parecido, como, por ejemplo, el de la tira 324 de Gastón el Gafe y las viñetas con que se abre la página 9 de Los gamberros (tal y como expusimos en nuestra entrada Franquin e Ibáñez o el maestro del maestro V- de septiembre de 2009).

Por supuesto, no hace falta decir que, en esta ocasión, Ibáñez hará suyo el esquema franquiniano dotándolo de la contundencia y chispa que caracteriza su propio humor. Por otra parte, tampoco el arquetipo creado por Franquin es original. Jeanne ( y Ofelia) no son sino actualizaciones del clásico personaje cómico femenino caracterizado por su pasión hacia un hombre que no la merece (el ídolo masculino no suele ser un dechado de virtudes) que no gana para chascos ante los desplantes de este. En cine, esta figura fue desarrollada, por ejemplo, por Margaret Dumont, la eterna admiradora de Groucho Marx. Dentro del mundo de la comedia televisiva, tenemos otros ejemplos representativos, como ocurre en la mítica serie mexicana El Chavo del ocho, donde la inigualable Angelines Fernández personifica a Doña Clotilde, la bruja del 71, enamorada de ese gañán adorable que interpretó Don Ramón Valdez.










Volviendo al universo Ibáñez, conviene aclarar que este arquetipo no aparece por primera vez en su obra de la mano de Mortadelo y Filemón. Será en Don Pedrito (que está como nunca), donde Ibáñez utilice por primera vez a una dama poco agraciada cuyas esperanzas de casorio se ven frustradas continuamente ante el despiste de su “enamorado”. Lo más curioso del caso es que este personaje primerizo de Ibáñez, no demasiado conocido recibe, también, el nombre de Ofelia (¿Reminiscencias de la enamorada de Hamlet, también desdeñada por su amor?).

El caso es que encontramos, incluso, algunos chistes similares, como el que aparece en el número 243 de Tio Vivo (1965), que se corresponde con el de la página 17 de Los gamberros. Así, ambas Ofelias son aconsejadas por una estrafalaria amiga para que le hablen a sus amores de las ventajas del trabajo y el pluriempleo. Ambas consideran oportuno el consejo de su compañera y así se lo manifiestan a Mortadelo y a Don Pedrito quienes entienden que es ella la que va a buscar trabajo, proponiéndoles empleos ridículos que acaban en un terrible chasco para las damiselas.




En su libro El universo de Ibáñez, Antonio Guiral nos muestra otra plancha de Don Pedrito cuyo gag principal se encuentra también en la página 9 de Los gamberros: el personaje masculino (Don Pedrito y Filemón, respectivamente), se arrodilla ante su amada, quien se hace la mayor de las ilusiones, para acabar saliendo por los cerros de Úbeda ante la absurda propuesta de su amor.


Suponemos que un mayor conocimiento de esta serie de Ibáñez nos proporcionaría más ejemplos de paralelismos entre Don Pedrito y su Ofelia y la que después llegaría a la sede de la TIA. Sin embargo, de momento no se ha reeditado como debiera, lo cual no deja de ser una lástima, pues estamos hablando de una serie en la que Ibáñez trabajó durante más de tres años. Esperamos que los próximos recopilatorios de Ediciones B tengan en cuenta esta propuesta, en lugar de reeditar una y otra vez las mismas páginas “menos conocidas” de siempre.

domingo, 24 de enero de 2010

EL CIRCO (1973)



El circo (1973) presenta a Mortadelo y Filemón en su escenario natural, como herederos que son del clásico tándem entre el Clown y el Augusto, esto es, el payaso tonto y el payaso listo, de los que bebieron también los grandes maestros del “celuloide rancio” en quienes tanto se basó Ibáñez. El mismo dibujante ha recordado en varias ocasiones aquellos días de infancia en que iba al circo y todo era soso, olvidable, hasta que salían los payasos y empezaban a darse bofetadas. Eso mismo es lo que pretendió él con sus historietas, sin más lecturas. Es por ello que este álbum sitúa a Mortadelo y Filemón en un entorno en el que se desenvuelven como peces en el agua, porque está arraigado en la esencia misma que los vio nacer.

Incluso desde el título mismo no se molesta Ibáñez en disimular la deuda con clásicos del cine cómico como el homónimo El circo (1928), de Charles Chaplin, o la película mexicana del mismo título protagonizada por Mario Moreno “Cantinflas” y dirigida por Miguel María Delgado en 1942. El mismo Ibáñez ya había utilizado antes este escenario, aunque solo de forma episódica en álbumes como ¡Operación bomba! (1972) o El otro “yo” del profesor Bacterio (1973). Con posterioridad, lo volveremos a encontrar en La máquina de copiar gente (1978) y en el álbum de Chicha, Tato y Clodoveo Pero…¿quiénes son estos tipos? (1986), donde sirve para contextualizar los orígenes del transformista de Clodoveo.

Como corresponde a la época en que fue concebida, El circo consta de once capítulos de cuatro páginas cada uno con cinco tiras por plancha. Una notable viñeta con el título nos presenta a un apurado Mortadelo a punto de ser devorado por un tigre. A partir de ahí, el primer episodio se abre con un intento voluntario de nuestros agentes de capturar a Joe “Matraca”, lo cual resulta algo extraño, dadas las dimensiones del enemigo y el hecho de que en esta ocasión nadie parece obligarles. Desafortunadamente, una llamada inoportuna del zapatófono (no será la única de este álbum) frustrará su intento.


La delirante y surrealista entrada secreta X-4598, con espectador traumatizado incluido será el precedente de su llegada a la TIA, donde el Súper les informará de sus sospechas acerca de unos contrabandistas que utilizan el Sidral Circus como tapadera para sus fines ilegales. Nuestros agentes habrán de integrarse como plantilla en el circo para descubrirlos. No deja de ser curioso que el Súper no llegue a ningún acuerdo confidencial con el director del circo, por lo que nuestros agentes han de prepararse físicamente para que los admitan en el mayor espectáculo del mundo. Ni que decir que su torpeza solo será comparable a la que demuestran cuando intentan entrenarse antes de participar en algún Mundial u Olimpiada. Finalmente, Mortadelo consigue para ambos un cargo que consiste en llevar la “Trompeta”, la vieja elefanta con gota que da pie a una grandiosa viñeta en la que Ibáñez confirma su merecida fama como dibujante de animales espectaculares, especialmente elefantes.





En el segundo episodio, un accidente fortuito de uno de los trapecistas (no, todavía no tienen la culpa nuestros agentes) hace que uno de ellos acabe sustituyéndolo. Su intervención no solo acabará con los otros dos trapecistas, sino que acabará desmantelando la carpa. No deja de ser curioso que en este episodio, como en el resto, el director del circo encargue tareas tan específicas a dos meros mozos de pista. Otra rutina que abrirá este capítulo será la de los carteles de la viñeta final que, con mucha guasa, comunican al público la cancelación de las diversas atracciones, para la desesperación del director del cotarro, que hará las veces de Superintendente durante todo el álbum. El recurso de los carteles lo encontraremos también al final de cada episodio del álbum Gran hotel (1987), de Chicha, Tato y Clodoveo.Ya en el tercer capítulo serán nuestros agentes los que dejen fuera de juego a quienes después habrán de sustituir, en este caso un domador de leones. Esta baja dará pie a un episodio con Mortadelo como estrella absoluta que irá acabando, con toda la inocencia del mundo, con los distintos leones del circo de las maneras más inesperadas, lo que demuestra que el brazo de nuestros agentes puede ser letal, una gran ventaja para un servidor de la ley…si tan solo supiera controlar cuándo hay que ser letal.

En el cuarto episodio, tras perjudicar al equilibrista, nuestros dos agentes casi se bastan solos para sustituirlo, con una sucesión de divertidas torpezas, brillantes comentarios agoreros por parte de Mortadelo y un atropello literal al “dire” del circo. La víctima de nuestros protagonistas en el quinto capítulo será el domador de caballos, que al ser sustituido por los agentes correrán la misma suerte que los leones en un episodio, si cabe, más divertido que el anterior, pues lo cómico se acrecienta ante lo indefenso de esta especie animal. El episodio contiene escenas antológicas, como el momento en que Filemón y su subordinado chocan con sus respectivos jamelgos cuando intentan saltar una valla a la vez. Nuevamente se luce Ibáñez con el diseño y expresividad de los animales, así como con su dominio del movimiento y su capacidad para manejar el gag visual. Finalmente, el único caballo sobreviviente acaba emigrando y el patético número de sustitución que idean los protagonistas desatará las iras del director.

Y de los caballos, a los perros del sexto episodio, en el que de forma un tanto forzada, el adiestrador de estos animales queda K.O., con lo que Mortadelo (Filemón queda en un triste segundo o tercer plano) se las ve con unos cánidos que, alejados de la torpeza de los que suelen acompañarle en sus misiones en la TIA, se pitorrean de él de lo lindo,sin otro móvil que el gusto por la gamberrada. Así pues, en este aparatado, Mortadelo lo pasa tan mal como el Anacleto de Vázquez cuando se ve choteado por algún que otro perro sinvergüenza. El final de este capítulo se desvía de lo acostumbrado, pues será un triste comentario del director lo que desate las iras de un Mortadelo irascible que, bajo el lema de “tuve que hacerlo” tomará represalias, de forma que la función queda clausurada por el dolor de cabeza del mandamás del circo. Este episodio muestra un mejor acabado en las tintas y hasta se juega más que en otros con el marco de las viñetas y con los encuadres. Si no fuera por el exceso de trabajo que tenía ya en esa época, diríase que el mismo Ibáñez intervino en el entintado de estas cuatro páginas.



En el siguiente apartado los dos agentes habrán de sustituir al hombre bala y su ayudante. En primer lugar, Filemón se las ingeniará para que Mortadelo haga de hombre bala, con el objeto de salir ileso del paso. Pero como seguirá llevándose él todas las tortas, cambiarán las tornas sin que cambie su triste suerte. Finalmente, también el director recibirá su parte, por lo que ambos buscarán ansiosamente a Mortadelo para darle su merecido. El octavo episodio, con una llamada previa de Súper, se sale un poco del esquema citado. Nuestros agentes interpretan que deben personarse en la TIA y cogen por error el coche loco de los payasos, dando pie a los clásicos gags de coches desastrosos que encontramos en otras obras como Los cacharros majaretas (1974), El cochecito leré (1985) o Fórmula 1 (2000), así como en la historieta corta El Superbólido, publicada en el número 10 de Super Mortadelo o Cohete 2000 (Super Pulgarcito 33). También en la historieta de Chicha, Tato y Clodoveo El cacharro fantástico (1987). Al final, un malentendido hace que el Súper acabe pagando la sed de venganza de sus subordinados.

En el siguiente apartado, Mortadelo se reencuentra con su viejo amigo Olegario, forzudo del circo que se ha quedado sin ayudantes. Los gags de este episodio se basan en la fuerza desmedida e hiperbólica de este sujeto, un tipo de chiste que hemos visto también en historias como Los inventos del profesor Bacterio (1972), Los Ángeles 84 (1984), Los superpoderes (1987), Los espantajomanes (1990), Atlanta 96 (1996), Pekín 2008 (2008) y en la historieta corta de 1972 titulada Super Mortadelo (Super Mortadelo, nº 1). En el álbum que nos ocupa se da la doble circunstancia de que la causa de la fuerza exagerada del personaje no es ningún brebaje, sino que parece ser natural, así como su terrible costumbre de dar palmadas en la espalda de la gente cuando se carcajea, algo que le saldrá caro, teniendo en cuenta lo vengativos que son Mortadelo y Filemón.

El décimo episodio tarda en arrancar, quizás porque la sustitución del mago del circo no le dio pie a Ibáñez a tantos gags como quisiera. Tras un prologuillo en que se desvía un tanto la atención, asistimos a los trucos de Mortadelo, de los que acaba siendo víctima Filemón. Destaca, por su surrealismo, el del gato y la sardina. En el último capítulo, el Súper llama la atención a sus agentes con respecto a la investigación (justamente, pues a veces parecen más ocupados en cumplir con sus funciones circenses que en buscar a los contrabandistas). Será precisamente durante la sustitución del domador de elefantes cuando descubren que el contrabando se halla dentro de un paquidermo de plástico (otro rasgo argumental bastante absurdo), lo cual resulta incluso paradójico, pues recordemos que el primer contacto que mantuvieron los nuevos mozos para todo con el circo fue a través de una elefanta. Si aclaramos que el contrabando era de explosivos, no hará falta explicar que el circo acabará volando por los aires, de manera que el aumento de sueldo que propone el Súper parará íntegramente durante treinta años a manos del desafortunado dueño del circo. La historia culmina con una persecución clásica entre los dos agentes no sin que antes un cartel anuncie de forma oficial la cancelación del espectáculo de la carpa.

En líneas generales, podemos decir que estamos ante un episodio original que, lejos de subvertir por ello la esencia de la serie, la explora hasta sus últimas facetas, al situar a estos dos payasos adorables en el lugar que les corresponde. Los gags del álbum resultan frescos; el dibujo, adecuado, como corresponde a la época; su esquema repetitivo da ritmo a la historia y las pequeñas variaciones que sobre él se operan le sientan de maravilla. De momento, nuestros agentes no han vuelto a pasar 44 páginas bajos los focos circenses, pero siguen haciendo reír a niños y mayores en esas inmensas carpas rectangulares que son las viñetas.

Con Mortadelo, Filemón e Ibáñez…La función debe continuar.

domingo, 17 de enero de 2010

52º ANIVERSARIO DE MORTADELO Y FILEMÓN



Pues sí, ya estamos celebrando otro aniversario más. El próximo 20 de enero de 2010, esto es, el miércoles que viene, nuestros queridos personajes Mortadelo y Filemón cumplirán 52 años. Sobre su estado de salud, me atendré a su salud comercial que sigue, como siempre, inmejorable.

Ediciones B ya ha anunciado para el primer semestre del año dos nuevos álbumes de la pareja: La gripe U y otro alusivo al Mundial de fútbol de 2010.


Los foros sobre nuestros personajes siguen teniendo actividad diaria, sus películas se hallan en todo centro comercial y son objeto de menciones en numerosas series de televisión. Cada álbum sigue siendo esperado por los fans como si fuera el primero....Mortadelo y Filemón no llevan 52 años en el recuerdo, sino que forman parte viva de la memoria colectiva de este país, de los recuerdos de todos los que los leemos y seguimos disfrutando con ellos.


Pocos artistas pueden decir que lleven cinco décadas ininterrumpidas siendo los número uno en su campo sin flaquear, y mucho menos cuando ese campo lleva varios años de capa caída, sin el suficiente respaldo popular. Francisco Ibáñez puede presumir de ello, pues ha forjado su éxito página a página, viñeta a viñeta, gag a gag.


Por ello lo felicitamos y, llenos de agradecimiento, les deseamos también Felicidades a Mortadelo y Filemón.

domingo, 10 de enero de 2010

13, RUE DEL PERCEBE: EL SASTRE

Siguiendo con nuestro recorrido por la 13, Rue del Percebe, hoy nos ocuparemos del inquilino que vino a llenar el hueco del creador de monstruos una vez que la Censura “aconsejó” a Ibáñez que retirara a dicho personaje, dado que “solo Dios puede crear vida”. Tras unas cuantas semanas en las que la portera del inmueble asumió un rol más activo intentando buscar nuevos habitantes, parece ser que a Ibáñez no le dio demasiado juego este recurso y decidió instalar a un sastre chapucero e indolente que se quedaría para el resto de la serie. Se diría que a nuestro dibujante no le afectó demasiado tener que desalojar la vivienda del científico, pues ha asegurado en varias entrevistas que hasta le vino bien para renovar los gags que se iban quedando algo gastados. No sabemos si esta afirmación es cierta o si habla más bien el orgullo del dibujante que no quiere darle ese punto de victoria a los censores, porque, de ser así, ¿por qué no renovó al personal de las otras viviendas para refrescar los gags?

Pero centrémonos en el sastre, personaje netamente ibañezco que entronca con su tradición de profesionales chapuceros, dos años antes de crear a Pepe Gotera y Otilio. El sastre, figura típicamente brugueriana, no desempeña aquí su rol habitual de perseguidor de personajes (especialmente de los de Vázquez), sino que se muestra como un profesional desaliñado y algo soberbio. De hecho, apenas lo combinó nuestro autor con Manolo, el del ático, personaje inspirado en Manuel Vázquez, leyenda entre los burladores de sastres de todo el mundo.

Desconocemos de dónde tomó Ibáñez la inspiración para su nueva criatura, pero resulta imposible no acordarse de la mítica figura del padre de los hermanos Marx, un sastre judío tan apocado como chapucero en sus trabajos. Además de lo peregrino de sus métodos, el sastre de Ibáñez se caracteriza, como hemos dicho, por su indolencia, esto es, la suficiencia y soberbia con la que mira a sus reclamantes clientes mientras ellos se quejan de los agravios perpetrados por este as de la tijera.

Al igual que hicimos con otros personajes del edificio, hemos intentando condensar los tipos de gags a los que da pie este pequeño individuo. Esta clasificación, al igual que las anteriores, no es la única ni la mejor. Simplemente, una de tantas que nos pueden ayudar a sistematizar mejor los patrones del humor de Ibáñez. Así, distinguimos los siguientes tipos de gags:

-) Chapuzas provocadas por no oír correctamente el encargo. Confundir una “boda” con una “bota”, un “reveillón” con una “rebelión” o “elegante” con “elefante” puede dar pie a algún desastre estilístico.

-) Trajes hechos en función de las características del cliente. Y es que, en el fondo, nuestro sastre es muy creativo. Que le pides un traje para ir al monte, te hace un disfraz de cabra. Que le dices que eres el rey de petróleo, corona y cetro. Para los vegetarianos, disfraz de conejo. Si no eres muy agraciado físicamente, la capucha va delante. Y así…

-) El cliente ausente. En ocasiones la fuente de la comicidad radica en la ausencia de un cliente del que conocemos alguna de sus características a través de las prendas con las que trabaja el sastre, que suele comentar el caso con algún amigo que vaya de visita. Así, todos nos hemos preguntado cómo sería ese hombre cuya chaqueta tiene agujeros para dos cabezas o aquel cuyo traje parece pertenecer a un centauro. También son clientes ausentes el capitán del equipo de baloncesto (imaginen las dimensiones) o el mendigo, para quien nuestro hombre rasga expresamente su indumentaria.


-) El cliente muestra el fallo. No son pocos los gags en los que el cliente de turno se encarga de demostrarle al sastre que su chaqueta es demasiado ancha, que tira demasiado o que de inarrugable tiene poco. En estos casos, el gag es de gran impacto visual.

-) Precarias soluciones. Y es que una de las características de todo chapuzas es el uso de soluciones rápidas para paliar las pifias. Así, si se acaba la tela, se completa con otra de otro tejido y punto, o se recurre a una pinza de la ropa para que cierre el traje. En un caso extremo, el papel de periódico puede servir.

-) Venganza del cliente. Como es de esperar, dados estos fallos y sus soluciones, no es raro encontrar gags en los que los clientes golpean al sastre o le hacen tragar sus propias creaciones.

-)Materiales de trabajo. En ocasiones, el gag radica en la peculiaridad de los materiales con que trabaja el sastre: la piel de camello (con joroba incluida), de león (que se comen al cliente, en un alarde de surrealismo), el traje de pata de gallo o el elaborado con sábana de fantasma.

-) La toma de medidas. Pero el gag más característico y recordado por los lectores es el que se refiere a la peculiar forma de tomar medidas del sastre, que puede llegar a hacerlo sin que su cliente suelte su maletín o poniéndole a este grilletes para que no se mueva tanto. En otras ocasiones, obliga a que sus compradores sean los que se muevan para no tener que alzarse o agacharse, una actitud bastante despectiva que se confirma cuando mide a un señor bajito en palmos o utiliza la moto para rodear con la cinta métrica a un señor orondo. Una falta de minuciosidad que llega a límites exorbitantes cuando, después de todo esto, se equivoca contando las perneras del pantalón del cliente, poniendo de más o de menos.

En la tira de 13, Rue del Percebe que Ibáñez realizó en 2002, hay que sumarle a nuestro protagonista el defecto de la vagancia, al ampararse en los tiempos en que vivimos para sustituir el traje de un cliente por una mísera pancarta reivindicativa. Algunos años antes, Ibáñez lo había rescatado para El 35 aniversario (1992), donde le hace a los agentes de la TIA un traje “para los dos” muy particular. En El estrellato (2002), será Filemón la víctima de sus chapuzas en dos ocasiones.

No es este uno de los personajes de 13, Rue del Percebe con más repercusión en el universo Ibáñez. En 7, Rebolling Street nadie ocupa su rol, a no ser que admitamos el cambio de profesión del chapuzas del taller mecánico de la planta baja. Tampoco en las series televisivas basadas en la historieta de Ibáñez encontramos correspondencias claras con el personaje. Sí le da una dimensión más humana Alberto Gimeno, autor de Hotel Dorado, novela de la que ya hablamos en este blog en julio de 2009 (visiten nuestros archivos). En esta obra, inspirada en el mítico edificio de Ibáñez, el sastre aparece caracterizado como Pau Pi, un hombre igual de chapucero pero más atormentado por sus pasado.