lunes, 23 de septiembre de 2013

DON PEDRITO, CENSURADO

       Don Pedrito fue una de las series "menores" de Ibáñez más longevas, ya que desde mediados de los sesenta hasta finales de la década, el autor realizó una página semanal de la serie para Tío Vivo (en ocasiones especiales, el número de páginas podía aumentar). El hecho de que todavía no se haya publicado un recopilatorio como Dios manda de la serie (y me dicen desde Ediciones B que no hay trazas de publicarlo), no puede impedir que la analicemos como una parte fundamental de una época trascendental de la trayectoria de Ibáñez. 

       Es por ello que los diferentes aspectos de la obra de nuestro dibujante que se estudian en sus series principales también atañen a las modestas peripecias de Don Pedrito. Por tanto, se puede afirmar que en las páginas del simpático cabezón también encontramos rastro de la temible censura de la época. Un ejemplo de ello lo tenemos en la historieta que sirvió como portada del número 202 de la citada revista Tío Vivo.

       En ella, Ibáñez plasma una sencilla anécdota en la que Don Pedrito trata te ayudar a su amigo Petronio a subir una caja de plomo a un quinto piso gracias a una polea. Por supuesto, y como no podía ser de otra forma, la ayuda del protagonista solo traerá quebraderos de cabeza a su compadre, que caerá desde las alturas sobre la caja, para posteriormente ser aplastado por ella. Sin embargo, algo raro observamos en la última viñeta, que mostramos a continuación.

                         
 
        Como los lectores observarán, esta viñeta final no está dibujada por Ibáñez, ya que luce un dibujo mucho más simple, carente de fuerza y expresividad, además de tener una pésima composición. Desconocemos quién fue el autor de esta viñeta, pero su estilo es mucho más simplista que el de nuestro autor, con reminiscencias de algunos clásicos de la editorial, como Conti.

         Dicho esto, cabe preguntarse el porqué de esta viñeta dibujada por un autor ajeno al titular. La respuesta es bien sencilla: la censura. No es la primera vez que la editorial "mete mano" a los finales de las historietas de los autores de la casa, especialmente cuando estos se consideran excesivamente violentos. No se sabe cuál era el final elegido por Ibáñez, pero no nos cabe duda de que nada tenía que ver con este almibarado, endulcorado y, por qué no decirlo, algo ñoño desenlace, en el que Don Pedrito tira de ingenio para ayudar a su paciente amigo a subir la caja. 
   
Conociendo a Ibáñez, la sucesión de golpes que ha padecido Petronio por culpa de Don Pedrito, llevaría al personaje secundario a querer vengarse del protagonista de la historieta, mediante la consabida persecución o quizás alguna suerte de tormento malayo. Sin embargo, en Bruguera debieron juzgar que el final era demasiado crudo para los jóvenes lectores, sobre todo teniendo en cuenta que además presidía la portada,  por lo que fue sustituido por un dibujante de la casa. A esto hay que sumarle que Don Pedrito empezó siendo una serie con raíces publicitarias, detalle que quizás influyó para que el tono habitual de incorrección política del autor se viera siempre refrenado al narrar las inocuas aventuras de este personaje bondadoso y bienintencionado, que como hemos mostrado en este mismo blog,  padeció la auto-censura del autor en otras ocasiones.

Les dejamos la página completa para que disfruten de una de las series menos conocidas de Francisco Ibáñez.

 

Un saludo a todos, amigos.

lunes, 9 de septiembre de 2013

IMPEACHMENT! (1999)



Sin duda alguna, Impeachment! (1999) es una de las historietas más originales de la saga de Mortadelo y Filemón. En ella, se cuenta cómo la Ofelia denuncia al Super-intendente de la TIA por acoso, ya que este, supuestamente, ha intentado propasarse con ella. Ante la condena de los altos mandatarios de la organización y del país, el Súper recurre a Mortadelo y Filemón para limpiar su imagen y aclarar los hechos. Es notable el hecho de que en esta ocasión, al igual que en El candidato (1989), Mortadelo y Filemón no actúan para la TIA, sino al servicio Súper, como individuo. También llama la atención que cuando este se está jugando el cuello recurra a estos dos agentes, cuya incompetencia ha sido sobradamente demostrada y que, para colmo, lejos de empalizar con el sufrimiento de Vicente, auténtico protagonista del álbum, se recochinean con su particular retranca (especialmente Mortadelo). En todo caso, la elección de esta pareja de agentes confirma que, sin que medie sentimentalismo alguno, hay un vínculo muy especial entre el Súper y Mortadelo y Filemón.

            Para comprender esta historieta, es necesario situarla en su contexto histórico. Ante todo, conviene recordar que el título es uno de los menos comerciales de cuantos ha firmado Ibáñez (al que siempre se le acusa de comercial). Tanto es así que en la portada de Magos del Humor aparece una caricatura de Clinton junto al título explicando el mismo.¿Y qué tiene que ver este personaje? Para los más jóvenes tenemos que recordar que a finales de los 90 estalló el llamado “Caso Lewinsky”, en el que una becaria de la Casa Blanca aseguró haber mantenido relaciones sexuales con el por entonces presidente Bill Clinton. Se trató de un escándalo altamente mediático que no podía dejar de seducir a Ibáñez. De hecho, el autor lo trató de soslayo en algunos gags de Deportes de espanto (1998), La maldita maquinita (1998) y La Mier (1999). Cabe destacar que Ibáñez toca un tema bastante adulto sin caer en la vulgaridad y de manera que los infantes que lean sus historietas no se sientan ofendidos, un ejercicio de habilidad que, en sus manos, se realiza de forma natural.

           
            Desde el punto de vista gráfico, el álbum es impecable, con un Ibáñez en plena forma y un acabado más que correcto por parte de Juan Manuel Muñoz, aunque con algunos espacios en negro por rellenar, como en la viñeta 5 de la página 1, la viñeta 3 de la página 41 y la última viñeta del álbum. En realidad, el hecho de presentar al Súper como un acosador de Ofelia ya se atisbaba en álbumes anteriores como El inspector general (1990) o El ángel de la guarda (1995). En este último, ya vimos cómo la secretaria estaba a la defensiva con respecto a su superior.

            En el inicio del álbum, apreciamos la habilidad narrativa de Ibáñez, pues en ningún momento nos presenta directamente la escena en que supuestamente el Súper muerde a la Ofelia. Se ve cómo el jefe de la TIA está dispuesto a darle una dentellada a su bocadillo y acto seguido la acción se focaliza en los testigos “auditivos” del hecho, Mortadelo y Filemón, que oyen el grito de Ofelia. De esta manera, Ibáñez mantiene la duda acerca de lo que ha sucedido hasta el final. Pero no pensemos por ello que el autor es imparcial. A la mañana siguiente, el Súper aparece como víctima de un acoso mediático por parte de la prensa sensacionalista, cuyos representantes aparecen reflejados como buitres que toman partido a favor de la mujer,  obviando la presunción de inocencia del varón. La persecución al Súper se extiende a la radio y a la televisión, que, por cierto, él enciende en busca de dibujos japoneses, confirmando la afición que ya le vimos en Barcelona 92 (1991) por la programación infantil. Ni siquiera el Papa Juan Pablo II se resistió a censurar la conducta del supuesto agresor. Imperdible es la escena de la manifestación de las feministas, con las consabidas pancartas. Estas mujeres aparecen reflejadas de forma tópica pero jocosa: con pantalones, pelo corto y cara de mala uva.


            Estas primeras páginas, que están entre lo más destacado del álbum, nos permiten elucubrar sobre la posible fuente del mismo. Aunque la idea pueda resultar rocambolesca en un principio, el tratamiento de la presunción de acoso parece sacado del capítulo de la temporada 6 de Los Simpson “Homer, hombre malo”. En él, Homer Simpson es acusado injustamente de haber tocado el trasero de una joven y es sometido a un acoso y derribo por parte de la sociedad muy similar al que sufre Vicente en este álbum. Aunque no se encuentran abundantes filiaciones entre los cómics de Ibáñez y la serie de la familia amarilla, el autor ha demostrado conocer la serie, como indicó en la entrevista dedicada al Tiramillas de Marca en la que asume la personalidad de Mortadelo.

            Un papel relevante lo desempeña la esposa del Súper, a la que ya conocimos en Elóscar del moro (1998) y que ya entonces sospechaba de una posible relación entre su marido y la secretaria Ofelia. Como buen trasunto de Hillary Clinton, Ibáñez se divierte presentando a la esposa de Vicente como una mujer comprensiva que apoya a su marido ante la opinión pública, mientras que le declara la guerra en el ámbito privado. Tampoco tendrá el Súper de la TIA tendrá el apoyo de sus superiores, pues tanto el director general, como el ejército y la Iglesia se dejarán llevar por los rumores. Destacan también la desconsideración hacia el Súper por parte del entonces presidente Aznar (siempre con roles negativos en la obra de Ibáñez) y el fiscal Escorbuto Carcamal. Este personaje será el que mueva sus hilos para condenar al inocente y desacreditarlo públicamente, con el objeto de quedarse con su puesto. Llama la atención su reaparición, años después, en el álbum Marrullería en la alcaldía (2010), esta vez en perfecta armonía con el Súper.

            El mayor protagonismo del Súper tiene como contrapartida un desplazamiento de la figura de Filemón, que se pasa sin hablar desde la página 1 a la 6. Incluso cuando el Súper cuenta su problema a los agentes es Mortadelo el que se lleva todas las réplicas. Una que llama la atención es un juego de palabras bastante malo en el que los conocimientos de inglés de Ibáñez parecen llegar extrañamente hasta saber que “melocotón” se dice “peach” en la lengua de Shakespeare. La misión de los agentes es complicada: lograr que Ofelia retire su denuncia.

            En esta historieta apreciamos la faceta más religiosa del Súper, que ora en varias ocasiones pidiendo que llegue a buen término el asunto. Ibáñez flirtea de forma simpática con los límites más escabrosos del sexo haciendo que el Súper parezca un exhibicionista que agarra a Ofelia del pelo en calzoncillos; un sádico que quiere agredirla con una plancha; esto es, un  asiduo de las más oscuras prácticas sexuales. Ante tal imagen, provocada por la incompetencia de Mortadelo y Filemón, el mismo director general toma partido a favor de Ofelia.



            El siguiente tramo del álbum resulta más tópico, con cinco páginas de relleno en las que los agentes deben burlar al perro del fiscal Carcamal, a cuya casa han ido en busca de pruebas. Tampoco son humorísticamente eficaces las tres páginas en casa del fiscal en las que los agentes son víctimas de las trampas del villano, sin que haya una adecuada preparación de los gags, por lo que estos resultan meramente mecánicos, como en historietas del tipo de Robots bestiajos (1993). Las siguientes cuatro páginas narran la visita del arcipreste Bendítez, que, como los sacerdotes de El nuevo cate (1993) vela por la decencia en las dependencias de la TIA. Las seis páginas siguientes transcurren en el desierto, donde el Súper acude a orar a Alá (antes le rezó a un santo cristiano), aunque por culpa de Mortadelo y Filemón sus actitudes parecen más procaces que santas, y así lo refleja la prensa sensacionalista, que hace fotografías y luego les asigna un titular tendencioso, como hicieran con tan buenos resultados en La prensa cardiovascular (1995). Ibáñez incluso nombra explícitamente a la revista sensacionalista “Interviú”, también de Ediciones B. Como ocurría en La prensa cardiovascular, la perspectiva desde donde se toman las fotos no coincide con la publicada en la prensa.

            Tras un nuevo malentendido con Ofelia, el Súper asigna a sus hombres que impidan que su secretaria declare a la televisión, por lo que se inician unos intentos infructuosos de secuestro que acaban con la paciencia de los periodistas, que se largan. Aquí se produce el principal fallo de guion del álbum, pues, de repente, la supuesta dentellada del Súper en el trasero de Ofelia se convierte en un supuesto pellizco en la misma parte, en un error de coherencia. Las siguientes nueve páginas transcurren intentando eliminar a los testigos que supuestamente ha amañado Carcamal, tan peculiares que recuerdan a los candidatos de Concurso-Oposición (1975), especialmente el gafe y el bromista. En el caso del testigo ciego, destaca la amplia gama de disfraces terroríficos de Mortadelo, de impecable factura gráfica.

            Finalmente, cuando Ofelia parece decidida a declarar, a modo de Deus ex machina, un mono amaestrado del Bacterio le da a la oronda secretaria un pellizco en el trasero, lo que hace que la mujer se retire avergonzada. Sin embargo, este final es fruto de una simplificación: el hecho de que Bacterio asegure que es costumbre del simio dar esos pellizquitos, eso no impide que fuera el Súper el que se lo diera a Ofelia el día en cuestión. El final de la historieta, con una monumental viñeta que presenta a un gorila gigante recordará a muchos a la eficaz campaña publicitaria de “el primo de Zumosol”, a la que Ibáñez se refiere en más de una ocasión.


            En líneas generales, podemos decir que Impeachment! es uno de los álbumes más destacados de finales de los noventa, con un planteamiento original, aunque la obligación de rellenar las 44 páginas lo conduce en algunos tramos por senderos muy transitados. Se trata, en cierta forma, de una historieta anómala, con el Súper como protagonista e incluso podríamos decir que como víctima. Y también tiene algo de historieta valiente: en estos tiempos de lo políticamente correcto, Ibáñez trata el tema del acoso, pero del acoso infundado, y refleja cómo la presunción de inocencia se desvanece para el varón cuando no hay más pruebas que el testimonio de la mujer. Muestra, asimismo, la agresividad de los medios de comunicación, que realmente aprovechan el morbo para aumentar su audiencia y que se comportan como aves de rapiña, más interesadas en el sensacionalismo que en llegar a la verdad de los temas que tratan. La doble moral, los medios de comunicación y lo políticamente correcto reciben una bofetada en todo el morro por parte de un Ibáñez tan jocoso como irreverente.

Entrada dedicada a Easmo.

domingo, 1 de septiembre de 2013

300 ENTRADAS, 300

Sí, amigos, con esta, Corra, jefe, corra, llega a su entrada número 300. No ha sido fácil, se lo aseguro. Pero bueno, todavía seguimos estrujándonos el seso, a ver qué le podemos ofrecer acerca de sus personajes favoritos de Ibáñez.

Para conmemorar la efeméride, traemos la portada del número 300 de la revista Mortadelo. No crean que hay en ella nada especial alusivo a la tercera centena de números de la mítica cabecera, simplemente un chiste acerca de la "corriente" que pasa por el río.


Curiosamente, este chascarrillo lo ha repetido Ibáñez en una de las aventuras largas de la pareja, como demuestran las siguientes viñetas:


¿Recuerdan a qué historia larga de Mortadelo y Filemón nos referimos? Anímense a contestar.

Mientras tanto, damos las gracias desde aquí a todos cuantos han hecho posible que Corra, jefe, corra llegue a su entrada número 300: entrevistados, colaboradores, comentaristas y lectores anónimos...

A todos ellos, ¡Mil gracias!