domingo, 31 de octubre de 2010

PEPE GOTERA Y OTILIO EN MORTADELO Y FILEMÓN

En la obra de Francisco Ibáñez no es difícil encontrar diversas conexiones entre series, principalmente gracias a las apariciones estelares de sus principales estrellas en las historietas de sus “hermanos de tinta”. Tal es el caso, por ejemplo, de Pepe Gotera y Otilio, a los que hemos visto en 13, Rue del Percebe, El Botones Sacarino, y, por supuesto, en Mortadelo y Filemón. Ya vimos en temas anteriores cómo los agentes de información aparecieron en varias historietas cortas de los chapuzas a lo largo de la década de los sesenta. Hoy nos vamos a centrar en la incidencia de estos dos “expertos en cualquier cosa” en el mundo de los agentes de la TIA.

Si empezamos este recorrido con un criterio cronológico, se nos presenta una primera duda en la segunda historieta larga de Mortadelo y Filemón: Contra el gang del Chicharrón (1969). En la segunda viñeta de la página 16 encontramos a un obrero (pintor, concretamente) que reprocha a Filemón haberse caído en su barreño de pintura. El personaje tiene semejanzas con Otilio, tanto por la profesión como por el color (azul) de su mono y gorra, así como por el hecho de ir arremangado. Sin embargo, no podemos asegurar que se trate propiamente de Otilio, pues presenta una nariz menos redondeada y sus pantalones no le quedan pequeños, como al ayudante de Gotera. Tal vez la semejanza entre personajes llevó al colorista a pintarle su mono de azul, reforzando así lo que, creemos, es una mera coincidencia.

Como nos recuerda nuestro amigo Bigotito, vuelven a aparecer nuestros simpáticos currantes en el álbum Los inventos del profesor Bacterio (1972), lo que dio lugar a que salieran también en la adaptación para tv de dicho episodio.En otro álbum relativamente temprano de la pareja, ¡Operación Bomba!(1972), encontramos una aparición estelar de Ibáñez quien se presenta como un dibujante agobiado por la demanda de los fans, uno de los cuales le pide que le dibuje un “Pepe Gotera”, de manera que la serie de los chapuzas se ubica claramente dentro del territorio de la ficción, producto de la labor creativa de Ibáñez. También a mediados de los 70, en una historieta corta publicada en el nº 19 de Super Pulgarcito, La estatua del vate, encontramos un cameo de fondo en el que aparece Otilio devorando, una vez más, un bocadillo imposible.





Sin embargo, la primera interacción importante dentro de los álbumes de Mortadelo la encontramos en Los cacharros majaretas (1974), donde un amabilísimo Pepe Gotera ofrece sus servicios (y los de su ayudante) para reparar uno de los vehículos probados por los agentes, vehículo que acaba convertido en un molinillo de café gracias a la ineptitud de Otilio. En ¡Soborno! (1977) se vuelve a citar a la pareja de currantes como obra de Francisco Ibáñez, pues se trata de lo que solicita Mortadelo a la bibliotecaria. Nuevamente, en el mundo de los agentes, Gotera y Otilio han vuelto a ocupar el espacio de los personajes ficticios.

No ocurre así en Testigo de cargo (1984), donde Mortadelo alude a los chapuzas para reparar una máquina de escribir con la que el Dire de Sacarino está golpeando a Filemón, en una curiosa viñeta que aúna, así, tres de las principales series de Ibáñez. En El cacao espacial (1984), aparecen reconvertidos en los constructores de la astronave que ha de transportar a Mortadelo y Filemón, por lo que se puede decir que por primera vez trabajan para la TIA. Algo similar vemos en El cochecito leré (1985), donde son los técnicos calificados que reparan uno de los coches que han de probar los agentes. En una viñeta en la que se alejan tras acabar su trabajo, Gotera y Otilio parecen tan satisfechos del resultado como lo estaban en el álbum citado anteriormente. A diferencia de la historieta anterior, en esta ocasión los chapuzas sí hablan…para mencionar que se han olvidado de colocar el freno al vehículo. En esta ocasión, Mortadelo y Filemón reconocen perfectamente a la pareja, pues al ver que ellos son los que han reparado el auto, intentan tirarse por la cornisa.

Como breve paréntesis en la producción ibañezca, veremos a ambas parejas en la cola del paro de Chicha, Tato y Clodoveo, en el álbum Pero…¿quiénes son estos tipos? (1986), donde Otilio afirma conocer a Mortadelo. Ya en los 90, los encontramos transformados en Pepe y Otilio Pinzón, trasunto de los hermanos Pinzones, que acompañaron a Colón en su Descubrimiento. No deja de ser curioso que aquí sean hermanos, pues si hemos de entender que se trata de antepasados de los personajes que conocemos, eso querría decir que hay un lejano vínculo de parentesco entre los chapuzas, arrastrado siglos ha. Por supuesto, los Pinzón son tan inútiles como sus descendientes y aportarán sus escasos conocimientos a la aventura épica de Colón, de la que también son testigos los agentes en la mítica El quinto centenario (1991).







En otra historieta conmemorativa, El 35 aniversario (1992), los chapuzas son contratados por la TIA de nuevo, esta vez para sustituir un canalón por otro. Esta vez es Mortadelo quien ayuda a Otilio, aunque los personajes no parecen conocerse. En El nuevo “cate” (1993), se ve que son nuevamente contratados por la TIA, que parece estar en obras durante todo el álbum, por lo que los vemos transportando un tablón con el cual golpean, sin querer, a un sacerdote, algo que Otilio ve como un buen augurio.

Aunque no siempre aparezcan, las referencias a Pepe Gotera y Otilio son constantes. Así, Mortadelo recuerda con terror que ellos trabajaron en las obras del edificio de la TIA (y van…unas cuantas veces que vemos que han sido contratados por la organización) en ¡Desastre! (1996). Del mismo modo, cuando el Súper expone los actos de sabotaje en los parques temáticos en Parque de atracciones (2003), Mortadelo los atribuye a la inoperancia de estos dos conocidos ñapas. Esto no quita que en ¡Rapto tremendo! (2003), vuelvan a nombrarse como personajes de ficción, nacidos de la pluma de Francisco Ibáñez.

En Atenas 2004 (2004) hacen un breve cameo en la escena del desfile de naciones, mientras ultiman el asfaltado de las pistas. Según explica un personaje secundario, los personajes han sido contratados bajo el nombre de empresa “Hispanic Chapuzing”, lo cual parece ser un intento de internacionalización de su modesto taller que, al menos en esta historieta, ha dado resultado. La siguiente aparición la encontramos en otra entrega deportiva, Mundial 2006 (2006), donde trabajan en la TIA transportando un tabique de acero para la cámara acorazada.

Más original es su aparición en El 2 de mayo (2008), donde encarnan a Daoíz y Velarde. Si atendemos a la lógica histórica, estos individuos parecen ser descendientes de los hermanos Pinzón antes citados y de los futuros chapuzas…Respecto al cambio de apellidos a lo largo de los siglos, vayan ustedes a saber qué vericuetos familiares los motivaron. En esta ocasión, los agentes de la TIA reconocen el parecido con los chapuzas, algo que ellos mismos corroboran con su inoperancia continua. Por último, de momento, encontramos a la pareja en el álbum ¡En la luna! (2008) como ingenios aeroespaciales que trabajan (novedad) sobre planos del profesor Bacterio, en un nuevo intento de colaboración con la TIA que tampoco agrada a Mortadelo y Filemón, quienes reconocen a los catastróficos obreros.




Como se puede observar, las apariciones de Pepe Gotera y Otilio en Mortadelo y Filemón, si bien no han sido las más numerosas, sí han sido constantes a lo largo del tiempo, bien con su mera presencia física o bien siendo nombrados únicamente; lo mismo considerados como personajes reales que ficticios, como conocidos de los agentes o como recién presentados. Lo cierto es que el rol tan recurrente de la pareja de chapuzas, así como el ajustado presupuesto de la TIA (incapaz de colocar a empleados más cualificados) han hecho que su presencia sea cotidiana y estamos seguros que lo seguirá siendo cada vez que Ibáñez necesite unos currelas poco avezados.

domingo, 24 de octubre de 2010

FIRMA DE IBÁÑEZ EN CÓRDOBA



Después de muchos años, Francisco Ibáñez volvió ayer, 23 de octubre, a la ciudad de Córdoba para firmar ejemplares, esta vez en El corte inglés. Como no podía ser menos, el humilde escribano de este su blog acudió al evento, acompañado de algunos contertulios habituales que ustedes conocen, como Easmo, El Viejo, Franchesk, además de otros buenos amigos que quisieron también una firma del maestro.

Tras dos horas guardando la cola, Ibáñez apareció unos minutos antes de las seis de la tarde, ante el clamor popular, pues sus aficionados lo recibieron con aplausos y vítores, a los que respondió con varias inclinaciones de cabeza, en señal de modestia.

La firma no se hizo esperar y en ella pude obtener una caricatura de Otilio cuya realización aprovechó el autor para comentar que ya no tiene tiempo de rescatar a estos personajes, aunque hasta hace poco estuvo dibujando otra vez al hijo “ de sus entretelas”, Rompetechos. Ibáñez, que destacó la buena acogida que ha tenido siempre en Andalucía, recordó firmas anteriores en el Salón del Cómic de Barcelona, donde, como ya pudimos comprobar, se forman colas tan largas que le dan “incluso vergüenza”. Me comentó, además, que le gustaría poder atender a todo el mundo, para que nadie tuviera que esperar tanto rato, mas, de momento, no puede dibujar también con la mano izquierda. Por último, hizo una dedicatoria para Corra, jefe, corra, con autocaricatura incluida.











Ante el tropezón de nuestro amigo Easmo cuando fue a firmarle, junto a su hermano Dani, le comentó que no se descalabrara, que perdería un cliente (los tropezones con el dichoso escalón fueron constantes a lo largo de la noche). Easmo consiguió su sueño de que Ibáñez le dedicara un dibujo del Director general en el álbum Impeachment!, a pesar de que el autor tuvo dificultad para recordarlo, porque, como él dijo, lo dibuja de formas distintas y no se acuerda de una vez para otra. Además, Ibáñez contó una anécdota referida a su nieto, quien le dice : “Yayo, hazme un Mortadelo”, después de haberse pasado 26 horas dibujando al personaje, ante su desesperación.










A nuestro amigo El Viejo, Ibáñez le volvió a comentar “la que se lía en Madrid y Barcelona”, en sus respectivos Salones. Insistió en que no sabe cómo los fans aguantan tanto rato para conseguir su firma y, ante el agradecimiento de su admirador dijo que él era el agradecido por la paciencia de la gente.

Como suele ocurrir, la cola que se formó para conseguir la firma de Ibáñez fue impresionante, tanto que salía por una de las puertas del centro comercial, ocupaba una calle entera e incluso daba la vuelta a la esquina. Hay que decir, que a las ocho de la noche, dos horas después, la fila, lejos de mermar, no hacía sino crecer. Tanto fue así que el dibujante estuvo media hora más de lo acordado, hasta las nueve y media de la noche y, a pesar de todo, hubo gente que se quedó sin su firma, pues los encargados de la seguridad tuvieron que ponerse en medio. El personal del centro comercial miraba incrédulo a los de seguridad, quienes les explicaban que la gente que había detrás de ellos no se quería ir aunque ya les habían dicho que no habría firmas para todos.

Entre los integrantes de la fila, hay que destacar la afluencia de personas de todas las edades: niños, ancianos, hombres, mujeres, y, muy especialmente, gente de entre 20 y 40 años. Es importante resaltar que las caras de ilusión no se limitaban a los pequeños, sino que eran más frecuentes, incluso, entre los mayores, quienes acogieron al maestro Ibáñez con un cariño que, desde luego, él devolvió con su eterna sonrisa, que no perdió en las más de tres horas y media de firma.

A su lado, estaba Manuel de Cos, su editor y acompañante en esta firma, quien subrayó el éxito de la firma en Córdoba, a la vez que alabó la belleza de la Mezquita, a la que pudo hacer una breve escapada (fue sumamente halagador que le sonara mi cara de otras firmas). Entra en sus planes, y desde aquí le reiteramos la invitación, venir en otra ocasión a nuestra ciudad. El señor De Cos tuvo la gentileza de hablar con nosotros por más de una hora acerca de Ibáñez y sus personajes, así como de otros autores de Bruguera y Ediciones B, aunque de eso hablaremos en otra ocasión. Manuel de Cos se encargó de que no le faltara de nada al maestro, desde agua hasta rotuladores (gastó media docena, durante las firmas) y también a él hacemos extensivo nuestro agradecimiento.


Ibáñez fue despedido con otra ola de aplausos y con la satisfacción de haber hecho felices a centenares de personas de la ciudad de Córdoba de cuyas vidas forma parte indisoluble.

¡Gracias, maestro!

domingo, 17 de octubre de 2010

BRUGUERA ENTRE BASTIDORES: GEMMA BRITIÁN (IN MEMORIAM)

Retomamos hoy la sección Bruguera entre bastidores con un triste motivo. Leyendo el último libro de Antonio Guiral, 100 años de Bruguera, contemplé atónito la noticia de que Gemma Britián había fallecido.


Para los despistados, Gemma Britián fue la mano derecha de Rafael González en cuestiones administrativas en la época de Bruguera. En Ediciones B, siguió asumiendo esas funciones y trabajó, según Jaume Rovira, con Miguel Pellicer y Julia Galán.


Ibáñez nos la retrató en la historieta El pinchazo telefónico (1994), caracterizada como una señora inteligente y atractiva, con un desmedido gusto por la decoración (inolvidable lo "cuco" que aparece su despacho). Además, tenía la extraña habilidad, según Mortadelo, de darle al ordenador con la derecha mientras con la izquierda hacía encaje de bolillos.


Sin duda, una de las múltiples bromas privadas con las que Ibáñez se refería a sus compañeros de editorial.



Lamentablemente, tras una enfermedad, Gemma nos ha dejado. Los que la conocieron, como Jordi Bayona, la definen como "una excelente persona", y subrayan que era muy querida. Jaume Rovira, por su parte, la recuerda como "una mujer muy eficiente y una de las caras amables que había por allí, formando parte de un equipo de mujeres , realmente muy inteligentes y preparadas".



Como anécdota, ¿sabían que el álbum de Mortadelo y Filemón El jurado popular (1995) era un guiño privado que Ibáñez hizo a Britián, ya que a ella le tocó formar parte de un jurado?



Desde aquí, mostramos nuestro reconocimiento a la que fue una de las piezas clave de los "bastidores" de Bruguera y Ediciones B.



Descanse en paz.

domingo, 10 de octubre de 2010

¡A LA CAZA DEL CUADRO! (1971)

¡A la caza del cuadro! (1971) es una historieta de Mortadelo y Filemón serializada entre los números 42 y 52 de la revista Mortadelo. Se trata de una aventura cuyo desarrollo está plenamente adaptado al esquema de 11 capítulos de 4 páginas cada uno. Desde el punto de vista argumental, Ibáñez echa mano del recurso del Mac Guffin (véase lo que Kaximpo escribió al respecto en este mismo blog: http://mortadeloyalgomas.blogspot.com/2007/10/la-caja-de-los-diez-macguffins-por.html). Como en La caja de diez cerrojos (1971), nuestros agentes han de encontrar una serie de objetos escondidos en diez lugares distintos. Sin embargo, la aventura que nos ocupa en esta ocasión sienta precedentes en otro sentido: se trata de la primera vez que nuestros agentes tienen que buscar estos objetos en casas de particulares comunes y corrientes, con la consiguiente dificultad para entrar en las mismas. La caja de diez cerrojos, sin embargo, se puede considerar una aventura “de viajes”, al igual que 20.000 leguas de viaje sibilino (1994), puesto que los gags vienen derivados de los tópicos que caracterizan a las diversas partes del mundo visitadas por Mortadelo y Filemón. Otras historietas que siguen la línea de ¡A la caza del cuadro! son El plano de Ali-Gusa-No (1974) y El caso del calcetín (1976), entre otras. El final de este tipo de aventuras (o al menos de su uso de manera sistemática) vino determinado por el aumento de páginas por capítulo, de manera que Ibáñez pudo romper con las limitaciones de los pequeños episodios de 4 páginas.

Desde el punto de vista gráfico, la historieta reúne las características de la época. Como corresponde a este periodo, con Martínez Osete a cargo de las tintas, los personajes están algo achaparrados y destacan por sus grandes manos. A principios de los 70, Ibáñez tenía auténtica sobrecarga de trabajo, de forma que en esta historieta abundan los primeros planos, que permiten rellenar las viñetas con mayor facilidad. En cuanto a las tintas, hay que hablar de algunos fallos, con algunos “negros” sin rellenar, como la pajarita de Filemón o la boca de Mortadelo.

En el primer episodio de ¡A la caza del cuadro! se plantea el argumento: Bacterio ha vendido su colección de cuadros para conseguir dinero para sus investigaciones (por lo visto, el científico se autofinancia y no recibe el presupuesto de la TIA), pero detrás de uno de esos cuadros, el Súper había escondido un documento de alto secreto (no se explica por qué lo guarda tras las pertenencias de Bacterio). En realidad, la presencia del científico es meramente anecdótica, ya que no tendrá relevancia en el desarrollo de la historia. A estas alturas, Bacterio era ya un personaje consolidado dentro de la serie y en este primer episodio sirve para que Mortadelo se mofe del inventor, amenizando así las explicaciones del Súper. Tras esta introducción, los agentes han de buscar el primer cuadro, con un título tan absurdo como los del resto de los capítulos, una forma de parodiar las obras del “arte moderno”, que tanta sorna le despierta a Ibáñez. Así, irán a casa de Sinado Majogo, un chino campeón mundial de judo, a buscar el cuadro “Día nublado con sol a la luz de la luna”. No hace falta decir que Filemón recibirá una buena tunda y que, por supuesto, el documento buscado no se encuentra en esta primera casa. De entre los disfraces de Mortadelo, destaca en este episodio el simpático y útil disfraz de plátano.



El segundo capítulo lleva a nuestros agentes a casa de Kid Trompada, en busca de “Sequía en el polo norte”. Destacan las evasiones de Mortadelo, que siempre concluyen con un choque contra el iglú de Nanuk, un esquimal que seguramente deba su nombre a la película Nanuk el esquimal (1922), de Robert Flaherty. Conforme Mortadelo va destrozando sus respectivas moradas, Nanuk va construyendo nuevas, que señala con números romanos. La última de ellas presenta lo que podemos considerar una errata, pues escribe “4” de la siguiente manera: “IIII”, en lugar de “IV”. Estas escapadas de Mortadelo otorgan ritmo al episodio, así como una gran dosis de hilaridad. Resaltan también los ideogramas de insultos que el esquimal dedica a los agentes de la TIA, hasta que al final acaba perdiendo por completo la compostura con ellos. En cuanto a la historia principal, vemos cómo las ideas de Mortadelo para entrar en la casa, acaban perjudicando a Filemón.

“Puesta de sol en el fondo del mar” es el cuadro que han de buscar en el tercer episodio, y es propiedad de Rufo Chúrrez, labriego de Villapringosa, que utiliza el cuadro para darle sombra al cerdo. Nuestros agentes se desplazan al lugar en un vehículo aparentemente lujoso, pero se trata de un mero efecto óptico, como el que vimos en Valor…¡y al toro! (1970). El primer encontronazo con Chúrrez deja bien clara su actitud, que es extrapolable al bulldog con el que también se las habrán de ver. El engaño con respecto al perro pequeño al que menosprecian antes de ver al grande, nos recuerda al que veremos en El antídoto (1973). Otras historietas en las que aparece el ámbito rural son La caja de diez cerrojos (1971), El caso del calcetín, Lo que el “Viento” se dejó (1980), ¡En marcha el Mundial 82!, El balón catastrófico (1982), Maastrich…¡Jesús! (1992),Su vida privada (1998) , Llegó el euro (2001) y Marrullería en la alcaldía (2010), así como la historia de Chicha, Tato y Clodoveo ¡A por la olimpiada 92! (1987).

En el cuarto episodio, encontramos ya la entradilla que va a definir las del resto de la aventura: Filemón se ve perjudicado por los disfraces que Mortadelo se empeña en probarse. En este caso, el disfraz de indio de éste, dañará a su jefe, recordándonos a las míticas contraportadas de la Colección Olé. El cuadro en cuestión será esta vez “La nada en el vacío cósmico del espacio despejado”, título muy acorde con su poseedor, Rompetechos, que aquí vive en la Calle Dioptría, 70. Es esta la primera vez que este personaje interactúa directamente con Mortadelo y Filemón en un álbum, ya que el que aparece en El sulfato atómico (1969) se supone que es un tal “Rompetechen”, y en Safari callejero (1970) el personaje será un mero espectador de la escena principal, sin mezclarse con los agentes. Sin duda, la estrella de este episodio es el simpático cegato, que acabará perjudicando a los protagonistas sin darse cuenta, con algún gag que ya hemos visto en su propia serie, como ocurre con el ladrón que entra en su casa en las páginas publicadas en el número 375 de Tío Vivo, publicada en 1968. Del mismo modo, algunos de los gags de este capítulo recuerdan a los que veremos en Terroristas (1987), concretamente cuando entran en casa de la cegata en el capítulo 6. Las penurias para llegar a un piso tan alto nos recuerdan a las que veremos en Testigo de cargo (1984).

En el quinto episodio vemos una entradilla que refleja los equívocos que Filemón comete con respecto a los disfraces de Mortadelo, algo que veremos también en Misión de perros (1976), Los que volvieron de allá (1987), Los sobrinetes (1988) o Maastrich…¡Jesús! (1992). Con su sarcasmo habitual, Ibáñez titula al cuadro del capítulo “Birria galopante”, una coproducción Vázquez-Sanchís. Indudablemente, alude a Manuel Vázquez (que no necesita presentación) y a Sanchís, quien coordinó el equipo de dibujantes “apócrifos” por aquella época. El hecho de que sea una coproducción, puede ser una alusión a la intervención de Sanchís y equipo en las historietas de los personajes de Vázquez. Pero las referencias no acaban aquí, pues el cuadro se halla en el castillo del Doctor Gonzalestein, clara referencia a Rafael González, omnipotente director de la Editorial Bruguera. Una de las dudas que se nos presentan en este apartado es quién compró el cuadro, puesto que los inquilinos del castillo son, como veremos, muy peculiares.








La entrada al recinto pasa por un encontronazo con un bulldog e incluso con un cocodrilo (o caimán, si lo prefieren). Como en otras ocasiones, Mortadelo utilizará un palito para cerrarle la boca al animal, algo que ya hizo en El caso del bacalao (1970) y como hará en El antídoto. Filemón volverá a vérselas con cocodrilos en La elasticina(1980), Testigo de cargo, 20.000 leguas de viaje sibilino y Okupas (2001). En el castillo conviven distintos monstruos, algo que volveremos a ver en Pesadillaaaa… (1994) y en Okupas. Los monstruos que aparecen en este apartado aparecen desmitificados: el efecto de la mordedura del hombre lobo, que nos deja una espléndida secuencia de la transformación de Filemón, se quita con un aerosol, Drácula se muestra asustadizo y el cerebro del monstruo de Frankestein es una cinta que Mortadelo sustituye por uno de los éxitos del momento: “Mi carro”, de Manolo Escobar. Ibáñez toma para este episodio la iconografía tópica de estos monstruos, sacada del cine de terror que, seguro, vio en su infancia y juventud. La iconoclastia de nuestro autor abarca, como hemos visto, no solo a los agentes secretos, sino también a los grandes mitos de la cultura popular. El episodio finalizará con la agresión de Filemón hacia un amigo, por el comentario inoportuno del mismo.

En el siguiente tramo, Mortadelo y Filemón han de buscar la obra “Bacilo bizco en un campo de coles”, que está en el hospital El peroné alegre. Otras historietas ambientadas en clínicas u hospitales son Los inventos del profesor Bacterio (1973)Los secuestradores (1976), La máquina de copiar gente (1978), Los gamberros (1978), La elasticina (1980) y en la historieta corta de Super MortadeloProtegiendo al embajador” (1972). Con el tiempo, volveremos a verlo en La Gomeztroika (1989),La tergiversicina (1991) El señor Todoquisque (1992), El SOE (1992), Clínicas antibirria (1993), Expediente J (1996), El dopaje…¡Qué potaje! (2006) y en La gripe U (2009). Los mismos Chicha, Tato y Clodoveo protagonizarán un álbum entero en este ámbito: Los sanitarios (1987). Como en otras ocasiones, Filemón fingirá ser un enfermo y Mortadelo hará las veces de médico. Al igual que en el capítulo anterior, hay una secuencia de un primer plano de Filemón, esta vez para reflejar cómo se va contagiando del sarampión tupamaro. Destacan algunos gags surrealistas, como los del hombre de dos cabezas o los “bichitos” que hay detrás del cuadro.

“Galaxia beoda en el maremagnum deletereo” será buscada en casa de Doña Tiburcia del Miriñaque, típica viejecita terrible, como las que se encontrarán también nuestros agentes en Contrabando (1978)- también con perro bestiajo- Lo que el “Viento” se dejó (1980), Testigo de cargo, Timazo al canto (1994), El jurado popular (1995), Su vida privada (1998), De los ochenta p’ arriba…(1999), La rehabilitación esa (2000), Misión: Triunfo (2002), etc. La viejecita, como todas las de Ibáñez, seguirá el modelo de La abuelita Paz, creada por Vázquez en 1969. En este episodio, vemos una de las escenas de mayor complicidad entre Mortadelo y Filemón, cuando vemos, en la página 27, que son capaces de compenetrarse con solo una mirada, en este caso para suplantar al pintor que visita a la anciana. Un pobre hombre que pretende venderles un dálmata, acaba pagando las iras de Filemón, varias veces masticado por el perro de la señora.

El octavo episodio altera la posible monotonía del desarrollo del álbum, ofreciéndonos un esquema distinto. Así, hay una larga introducción antes de que partan directamente hacia la misión, que cuenta con la presencia del Súper, quien va a darles un ultimátum a los agentes (como hiciera en otras aventuras, como Chapeau “el Esmirriau” (1971). En esta ocasión, será Nino “Matraca” el gangster de refinados gustos que ha comprado “Hipopótamo bailando la danza del cisne”. Para entrar en su guarida, han de burlar al guardián bestiajo, como harán años después en La máquina de copiar gente y en Contrabando. Destaca el gag de Mortadelo con la moneda de cinco duros, que muestra una vez más su racanería (gan recreado en Mortadelo y Filemón. Misión: salvar la Tierra, película de Miguel Bardem). El error de los agentes hace que el Súper los castigue viendo “Visto para sentencia”, serie española de televisión de los años 70. Resulta curioso que el Súper sea tan estricto con sus hombres cuando él tiene parte de la culpa de que la investigación no avance. Es decir, si en lugar de ocupar a Mortadelo y Filemón exclusivamente en esta misión, mandara a distintos agentes a visitar los cuadros a la vez, el resultado sería más inmediato. Por otra parte, nadie contempla la posibilidad de que el documento estuviera en uno de los cuadros ya registrados pero que su dueño lo hubiera encontrado antes y se hubiera adueñado de él. En fin, se trata de concesiones que se hacen a favor del gag continuo.

El noveno cuadro es “Antimateria protozoica en la conjuntiva” (nótese el uso paródico que hace Ibáñez de los tecnicismos), que se halla en los almacenes El corte berebere. Aunque no es el lugar más recurrente, nuestros agentes acuden a otros almacenes en Operación ¡Bomba! (1972) y en La gripe U. En el primer caso se trata de El rasgón senegalés y en el segundo de El corte angolés, claras parodias de la conocida cadena de almacenes El corte inglés. Destacan en este tramo algunos gags como el de la bruja moderna volando en aspiradora, el del “dormitorio completo” y el de los protagonistas haciéndose pasar por maniquíes para poder entrar al recinto. La experiencia vuelve a ser negativa y los sufridos agentes la pagan con un pobre publicista de la compañía. Como inconveniente, podemos decir que el presente capítulo adolece de un peor entintado.

El décimo episodio comienza con Mortadelo probándose el disfraz de fantasma, con idéntico resultado del que veremos en Misión de perros (malo para Filemón, claro). El cuadro “Rebaño de cabras pastando en un ascensor” se encuentra en el Queen Morcillus, lo que da pie a Ibáñez para desarrollar una serie de gags “de barco”, como los que encontramos en Los secuestradores, El plano de Ali-Gusa-No, Contrabando, Los gamberros, El bacilón (1984) La estatua de la libertad (1984)-con el que comparte el absurdo intento de subir a bordo con la excusa de ocuparse de la vela mayor, Los sobrinetes- donde también se cae una barca salvavidas sobre un pobre desdichado- La Gomeztroika (1989), La ruta del yerbajo (1993), El trastomóvil, Llegó el euro (2001)…así como en las historietas cortas de la pareja El carguero Chatárrez (Super Mortadelo, nº 13), Rumbo a la isla (Mortadelo Extra Primavera, 1973) y Misión en el Queen Cascajo (Mortadelo Extra de Verano, 1974), al igual que en el álbum A Seúl en un baúl (1987), de Chicha, Tato y Clodoveo. En nuestra presente historieta, el barco queda, lógicamente, hundido y el evento es reseñado en el periódico, con altas dosis de comicidad en el uso del lenguaje.

Finalmente, “Tornado en un plato de natillas” se encuentra en la Guardería “El Angelito”. El escenario de la guardería se encuentra también en ¡A por el niño! (1979), El jurado popular y La rehabilitación esa. En esta última aventura, al igual que en la que nos ocupa, los niños cortan la pernera de los pantalones, algo que también vemos en Los sobrinetes. También Chicha, Tato y Clodoveo se las vieron con enfants terribles en Los sanitarios. Como de costumbre, Filemón se llevará la peor parte, mientras que Mortadelo parece empatizar más con los niños (¿reflejo de lo que sucede entre los personajes y los lectores?). Por fortuna, los agentes encuentran por fin los documentos del Súper (siempre encuentran el objeto en cuestión en el último lugar donde buscan), que ni siquiera se destruyen con la explosión causada por uno de los niños (que, sin embargo, si destroza la ropa y el físico de Mortadelo y Filemón). El final tampoco es una sorpresa: efectivamente, los documentos carecían de valor, pues se trata de una receta para preparar la pescadilla con sabor a merluza. Ante la justa indignación de los agentes, el Súper es abandonado a su suerte en medio del proceloso océano, sobre un cuadro, rodeado de tiburones. Se trata, pues, de la primera aventura larga en la que nuestros protagonistas culminan la última viñeta vengándose del Super-intendente, aunque no será la última.

Este álbum, metido ya de lleno en un periodo de estandarización gráfica de la serie, mantiene un buen nivel de gags, amenos y fluidos. El acabado final de los personajes (que se debe también a la mano de Martínez Osete, el entintador), los hace más bajitos y algo rechonchos, de manera que se ven más entrañables que nunca. Se trata, por tanto, de un buen álbum que por su temática y por la variedad de ambientaciones (algunas de ellas aparecen aquí por primera vez en un álbum), así como por su estructura, sentó las bases de gran parte de la obra de Ibáñez, especialmente de aquella que desarrolló en la década de los 70.

domingo, 3 de octubre de 2010

IBÁÑEZ, VÁZQUEZ, LAS OSTRAS Y OTRAS ANÉCDOTAS


Ayer por la noche, La 2 de TVE emitió el reportaje "Vázquez, el precio de la libertad". En su momento, no pude verlo, pero he de agradecer a Alicia que lo grabara y me lo pasara esta mañana, ya que conocia mi interés por Vázquez y Bruguera en general. Sin embargo, para seguir con la tónica del blog, nos centraremos en las declaraciones de Ibáñez (que jugó un papel importante en dicho reportaje) sobre el genial padre de Anacleto, a quien calificó, nuevamente, como "el mejor dibujante de historietas cómicas".



No nos detendremos en anécdotas tan conocidas como la de aquellas páginas que entregó dibujando solo las esquinas (anécdota que, además, ya se ve en la película de Óscar Aibar El gran Vázquez), pues seguramente nuestros lectores habituales se la saben al dedillo, al ser una de las más recurrentes.


Ibáñez incidió en la "velocidad tremenda" de Vázquez para dibujar y señala que, en ocasiones, el autor realizaba las páginas directamente a tinta. En relación con esta rapidez, cuenta Ibáñez que uno de los días de entrega dé páginas, un miércoles por la tarde, lo llamó Vázquez por teléfono, para decirle que se pasara por su casa y así iban juntos a entregar a Bruguera. Serían las dos de la tarde.


- Bien- dijo Ibáñez.- Estaré allí en un par de horas.



- Estupendo - respondió Vázquez-. Así me dará tiempo de hacer seis páginas de Ángel Siseñor que se me han ocurrido.


- ¿Seis páginas? Oye, que si te viene mal, no me paso, o me paso más tarde.


-¡ Qué va, qué va, no te preocupes! Pásate dentro de dos horas.



Transcurrido ese tiempo, Ibáñez se personó en casa de Vázquez, donde el dibujante estaba acabando de pasar a tinta los dibujos, mientras su esposa le iba dando los pinceles y rellenaba los negros. La premura fue tal que la tinta de las planchas hubo de ir secándose por el camino, a falta de tiempo.


En esta anécdota no deja de ser curiosa la relación entre ambos dibujantes, pues la leyenda negra dice que no se llevaban demasiado bien (aunque esto se ha suavizado notablemente en la cinta de Aibar). Sin embargo, el hecho de quedar para ir a entregar juntos las páginas parece decir lo contrario. También sorprende el hecho de que, según Ibáñez, de vez en cuando iban juntos al cine.


En otra ocasión, ambos dibujantes estaban comiendo en un restaurante y Vázquez no paraba de pedir ostras. Ibáñez, lógicamente suspicaz, le decía:



- Oye, Manolo, que no te voy a pagar las ostras, ¿eh?


-Venga, hombre, no te preocupes...Y mi mujer que no llega. ¡Camarero, más otras!


-Vale, vale, pero que no te pago ni una ostra, que te conozco...


-¡No te preocupes, hombre!- Vázquez miraba el reloj impaciente-. Camarero, ¿no ha llegado mi esposa? Otra bandejita de ostras, por favor.


Cuenta Ibáñez que Vázquez, preocupado, por la ausencia de su señora, le propuso asomarse, para ver si ella aparecía. Y una vez puesto el primer pie en la calle:



-¡Corre, Paco, corre!




Por último, Ibáñez recuerda que el entierro del "mejor dibujante de historieta cómica" (Vázquez) y del "mejor dibujante de historieta seria" (Jesús Blasco) coincidió en el día y la hora. "Había que decidirse por uno de los dos", apunta. Finalmente, "fui a decirle adiós a Vázquez", concluye el dibujante.




Queden estas anécdotas como reflejo de una faceta de la tan comentada relación entre los dos artistas. Probablemente, y fuentes cercanas lo confirman, pudieron tener sus más y sus menos (¿conocen algunos compañeros de trabajo que no los tengan?), pero parece ser que también hubo entre los dos momentos para la cordialidad, la risa y la convivencia, sin olvidar que Ibáñez fue un discípulo reconocido de Vázquez: "Yo aprendí mucho con él. Todos aprendimos mucho con él".




En referencia a la caída de Bruguera, Ibáñez sostuvo que Vázquez supo salir adelante. Nos quedamos con sus palabras:








"Vázquez no cayó. Vázquez no podía caer nunca".

(Francisco Ibáñez)