En 2007, aproximadamente, el estudioso de cómic y especialista en la obra de Ibáñez Miguel Fernández Soto convocó a algunos miembros del Foro de la TIA para escribir una serie de artículos sobre la obra de Francisco Ibáñez, que, unidos, dieran una visión de conjunto de la misma. Todo ello con el objeto de publicar un volumen de cara al 50 aniversario de los personajes. Desgraciadamente, el proyecto no se concretó. Es por ello que paso a desempolvar, un par de años después, el artículo que escribí para la ocasión, centrado en la marcada influencia que André Franquin dejó en Ibáñez. Las viñetas que se aportan pertenecen a sus respectivos autores y /o editores y tienen como objeto ilustrar el artículo. Gracias a ellas, conoceremos algo más de la siempre interesante obra de nuestro autor más popular: nuestro admirado Franscisco Ibáñez. Excepcionalmente, dada la extensión del mismo y los ejemplos gráficos que se aportan, lo presentaremos fragmentado en distintas entradas que serán, esta vez, de carácter diario a lo largo de la semana. Que lo disfruten.
La relación entre Gastón el Gafe y el Botones Sacarino era un secreto a voces que no sorprende a nadie. Menos conocida es, tal vez, la que se establece entre las historietas de Mortadelo y Filemón (antes de llegar a El sulfato atómico) y la serie franco-belga. Así, en la que Miguel Fernández Soto llama “tercera etapa” de la serie estrella de Ibáñez[1] (1963-1965) encontramos una gran cantidad de historietas (tantas o más que en Sacarino) sacadas de Gastón el Gafe. Muy comentado ha sido el viraje que en esta época da la Agencia de Información desde la captura del delincuente hacia la cotidianeidad. La mayoría de las entregas de Mortadelo y Filemón durante estos años se basaban en el enfrentamiento de las personalidades opuestas dentro del ámbito de la agencia. Anécdotas cotidianas que, como se puede ver, entroncan perfectamente con los chascarrillos que André Franquin refleja en Gastón.
La relación entre Gastón el Gafe y el Botones Sacarino era un secreto a voces que no sorprende a nadie. Menos conocida es, tal vez, la que se establece entre las historietas de Mortadelo y Filemón (antes de llegar a El sulfato atómico) y la serie franco-belga. Así, en la que Miguel Fernández Soto llama “tercera etapa” de la serie estrella de Ibáñez[1] (1963-1965) encontramos una gran cantidad de historietas (tantas o más que en Sacarino) sacadas de Gastón el Gafe. Muy comentado ha sido el viraje que en esta época da la Agencia de Información desde la captura del delincuente hacia la cotidianeidad. La mayoría de las entregas de Mortadelo y Filemón durante estos años se basaban en el enfrentamiento de las personalidades opuestas dentro del ámbito de la agencia. Anécdotas cotidianas que, como se puede ver, entroncan perfectamente con los chascarrillos que André Franquin refleja en Gastón.
De esta manera, y sólo a modo de ejemplo, encontramos multitud de planchas del despistado empleado de Dupois que servirán de plantilla para historietas de la pareja de detectives. Testimonialmente, citamos las siguientes: 205, 214, 217,236, 279, 288, etc. Así, vemos que Filemón adopta el rol de Fantasio (contraparte de Gastón en su primera época), mientras que Mortadelo desempeña el papel de “El Gafe”. De hecho, se puede decir que gran parte de la simpatía del Mortadelo más clásico (alejado ya del serio y gris personaje primitivo de las primeras historietas) es resultado de la asunción de ciertos rasgos de la personalidad de Gastón: perezoso, soñador, holgazán, creativo, inventor de mil y un disparates, candoroso pero pícaro, etc. No obstante, alrededor de 1965, la ampliación a dos páginas de las aventuras de los agentes de información, libera a la serie de sus ataduras foráneas y vuelve a los orígenes de caza y captura del “caco”, terminando de esbozar así la fórmula que consagrará el éxito de la misma, al margen de la influencia extranjera.
Durante gran parte de los sesenta, la vena franquiniana aparece más latente que explícita en Ibáñez, con algunas excepciones puntuales. Así, existe una curiosa historieta de Mortadelo y Filemón de esta década titulada “Sordera” en la que, aunque se mantiene un argumento típicamente brugueriano (un recado que se entiende incorrectamente), presenta un estilo gráfico notablemente inspirado en el autor francés. Esta particularidad ha llevado a que en el blog de Internet El rincón de Mortadelón se haya catalogado esta rareza como “El eslabón perdido”[2]. También Miguel Fernández Soto dedica en su blog La osa mayor un tema titulado “Un verano francobelga”[3], en el que se percibe la clara influencia de Franquin, allá por el año 1963 en historietas de la Familia Trapisonda y en las genéricas “Relato cruel del asalto…a un banco que era así de alto” y “El primo de Frankestein”. En esta última, además de un científico muy parecido al doctor Kilikil de la aventura de Spirou QRN en Bretzellburg (publicada por entregas desde 1961 y 1963) encontramos unos edificios de fondo sacados de la misma historieta (al tratarse de decorados, bien se podría decir que Ibáñez se basa en Jidéhem y no en Franquin). No obstante, al tratarse de historietas sueltas y viñetas aisladas, no pensamos que se trate de elementos reseñables. Del mismo modo, la adopción del estilo ajeno para las series comerciales Pepsi-Cola presenta a Pepsi-Man y Kinito parece obedecer más a un deseo de presentar un trabajo depurado ante las casas comerciales contratantes que a una expresión de los propios principios artísticos.
[2] http://mortadelon.blogspot.com/2006/06/el-eslabn-perdido.html
[3] http://laosamayor-migsoto.blogspot.com/2007/09/1963-un-verano-francobelga.html
[3] http://laosamayor-migsoto.blogspot.com/2007/09/1963-un-verano-francobelga.html
Mañana continuaremos con el artículo.
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