domingo, 2 de diciembre de 2012

LA GRIPE U (2009)



La gripe “U” es un álbum dibujado en 2009, época en la que el mundo estaba atemorizado, supuestamente, por la famosa gripe “A”,  que según los medios más sensacionalistas (es decir, todos), acabaría originando una pandemia de proporciones catastróficas y apocalípticas. A nivel popular, muchas personas se dejaron llevar por algunos ramalazos paranoicos, llegando incluso a alterar algunos de sus hábitos, en pos de evitar sucumbir ante tan temida gripe que, finalmente, se quedó en prácticamente nada.     

                  La nueva aventura comienza con una nueva introducción histórica en la que vemos una irrespetuosa versión de los primeros capítulos del Génesis, incluida la enésima versión de los motivos de la desaparición de los dinosaurios, en una lujosa y monumental viñeta en la que apreciamos la pericia de Ibáñez en el dibujo, así como el acertado remate y entintado de Juan Manuel Muñoz.  También veremos en esta introducción una nueva revisión del mito de Adán y Eva, tan retratado por el autor Destacan de esta introducción también el chiste con los griegos, con alusiones nada sutiles al tamaño de los genitales, que casi se le ven a un personaje en la viñeta 3 de la página segunda. Algunas escenas más tópicas relacionadas con la Inquisición dan paso a una nueva aparición de Hitler y Franco, así como a una original viñeta acerca de las vacunas personalizadas.

                Las siguientes dos páginas narran los avatares del Superintendente de la TIA con la gripe, lo que da paso a la explicación de la misión, ya que se cree que alguien está esparciendo bacilos a porrillo…en la propia organización. Es por ello que las seis páginas siguientes transcurren en la TIA, donde los personajes viven malentendidos que convierten en víctimas a la Ofelia, al Bacterio, al contable y al propio Director general, que aquí tenemos la rara ocasión de ver persiguiendo a Mortadelo y Filemón. Se hace alusión al anterior Director, que amaba tanto la organización que quiso que sus cenizas fueran esparcidas por la TIA. En general, encontramos gags algo forzados, con excusas no demasiado brillantes para explicar el porqué de la actitud de los sospechosos, ninguno de los cuales, por descontado, era realmente culpable. Tampoco los disfraces de Mortadelo brillan a su mejor altura, con una extraña caracterización de Mortadelo como troglodita (sorprendentemente gordo) y otro no demasiado bien conseguido disfraz de ordenador.

                Tras afrontar el consabido castigo por los problemas causados, las siguientes 6 páginas y media se desarrollan en el hospital, lugar ya aparecido en álbumes como A la caza del cuadro (1971), El otro “yo” del Profesor Bacterio (1973), Los secuestradores (1976), La máquina de copiar gente (1978), Los gamberros (1978), La elasticina (1980) y en la historieta corta de Super MortadeloProtegiendo al embajador” (1972). Con el tiempo, volveremos a verlo en La Gomeztroika (1989),La tergiversicina (1991) El señor Todoquisque (1992), El SOE (1992), y Clínicas antibirria (1993) y en El dopaje…¡Qué potaje! (2006). También Chicha, Tato y Clodoveo protagonizarán un álbum entero en este ámbito: Los sanitarios (1987).



                El hecho de que lleven un muñeco para disimular su paso por la clínica recuerda al robot de El SOE, creando así gags relativos a las piezas que se le desencajan al pelele, algunos de ellos simpáticos, pero que se quedan a medio gas por lo repetitivo del escenario. Igualmente repetitivo es el siguiente, un zoológico donde pasarán las 9 páginas posteriores. Este escenario lo hemos encontrado ya en Operación ¡Bomba! (1972), El otro “yo” del  Profesor Bacterio, Pánico en el zoo (1975), La elasticina, Testigo de cargo (1984), El jurado popular (1995), Okupas! (2001), El kamikaze Regúlez (2005) y El dos de mayo (2008). Así, encontramos aquí escenas típicas, como aquella en la que Filemón queda encerrado dentro de la boca de un animal, en este caso un pelícano, y las ya clásicas con el gorila y el león. Los chistes chuscos y escatológicos pueblan esta parte del álbum con la alusión a la caca de la morsa, el gag de la ventosidad y el fuelle, y la recreación de un chascarrillo popular referido a la inconveniencia de succionar el veneno de serpiente cuando esta te pica en según qué partes, gracieta que se refleja casi de forma similar en El dopaje…¡Qué potaje! Entre lo más destacable de este tramo está el momento en que Filemón rompe el pacto de ficción, hablándole directamente a los lectores, en la página 26.

                Las siguientes ocho páginas transcurren en un escenario menos visto: unos grandes almacenes, en este caso de El corte Angolés. Años antes, nuestros agentes ya habían estado en El corte Berebere (A la caza del cuadro) y en El corte Senegalés (Operación ¡Bomba!). Nuevamente encontramos equívocos tan forzados como confundir a una señora llamada Bacteria (como el célebre profesor) con un bacilo de verdad y pifias por el estilo. La incompetencia de Mortadelo y Filemón los llevará a acabar castigados nuevamente por el Súper ( y llenos de “remordimientos”).



                Las siguientes seis páginas transcurren en un restaurante lujoso, lugar que hemos encontrado ya en otros álbumes como Los secuestradores, Contrabando (1978) y Prohibido fumar (2004), con algunos chistes algo flojos relativos al desastre que supone Mortadelo como aparcacoches o asesorando vestimentas para la mujer de un cliente. Al final del álbum conocemos que el criminal que buscan nuestros hombres no es otro que el Kamikaze Regúlez, villano del álbum homónimo. Lo normal es que Ibáñez incluya, cuando quiere sorprender con el malhechor, algún personaje famoso, real o “modificado”, pero en esta ocasión encontramos una auto-referencia, lo cual es inusual en el autor, por lo que los lectores lo agradecen más.  No sabemos por qué Ibáñez “rescata” a Regúlez, quizás porque el autor lo considerara especialmente carismático, a lo cual pudo influir su grotesco y acertado diseño gráfico.

 Sin embargo, hay una paradoja en cuanto a la continuidad, ya que en El kamikaze Regúlez, el personaje, después de haberle tocado la lotería,se retira a una isla paradisiaca. No obstante, aquí lo encontramos de vuelta en la civilización, con un plan rebosante de megalomanía que recuerda a los grandes villanos de Vázquez, que el propio Ibáñez imitó en algunas ocasiones. Parece ser que Regúlez ha dilapidado su fortuna, pues ahora no tiene dinero para la ansiada operación de estética. El personaje ha cambiado sus motivaciones: del odio a sus semejantes por resentimiento acumulado con los años, ha pasado a tener un móvil económico para delinquir. En cierta forma, el personaje se ha envilecido aun más, con tan prosaico fin.

El plan de Regúlez no es otro que esparcir bacilos que extrae de las urracas— de ahí lo de gripe “U”— para luego vender una vacuna hecha de mostaza y bicarbonato y forrarse con ello. La alusión al bicarbonato nos recuerda aun más a la historieta de Vázquez Conspiración blanca, publicada  en el Almanaque para 1970 de Din Dan y protagonizada por Anacleto. En ella, el malvado Vázquez tiene un plan que recuerda al de Regúlez, también relacionado con bicarbonato.



A pesar de estar ante un álbum discreto, Ibáñez acierta nuevamente al señalar que la famosa gripe fue provocada deliberadamente y con un fin económico: vender las vacunas. No son pocos los que afirman que también la Gripe A surgió en un laboratorio y que las vacunas que compraron los gobiernos enriquecieron notablemente a la industria farmacéutica, a pesar de que luego resultaron no ser demasiado útiles. Con gran acierto, Ibáñez llama “Murtinasioná farmaseutica” al almacén donde opera Regúlez. Nuevamente, la afilada pluma del maestro acierta de nuevo. Finalmente, Regúlez se contagia de la gripe que él mismo propaga y acaba en un hospital, conectado a una máquina respiratoria para los restos. Todo acaba bien para Mortadelo y Filemón, aunque un estornudo de un elefante (que no sabemos qué hace en el hospital) los mande, seguramente, a la Patagonia.

Desde el punto de vista gráfico, el álbum tiene las características de todos los de la época, aunque tal vez en este haya más viñetas en las que vemos a Mortadelo y Filemón más cabezones y achaparrados. El lenguaje, en su intento de reflejar la realidad de la calle, peca de cierta vulgaridad, con expresiones como “l’ peazo nazi” (pág. 26, viñeta 10), “¡Váyase a la boñiga!” (página 23, viñeta 11) o “¡Qué ristra de leshes!” (pág. 32, viñeta 1). Solo la acertada crítica de Ibáñez a la industria farmacéutica y la reaparición del Kamikaze Regúlez salvan del todo un álbum átono, que no se cuenta entre los mejores firmados por su autor.

4 comentarios:

Raw dijo...

La verdad es que no terminé de entender el por qué de esa nueva aparición de Regúlez como malvado (antes fue sólo víctima). Normalmente hubiera sido el responsable un personaje famoso: Aznar, Menem, Carlos de Inglaterra, Fidel Castro... vamos, por lo general gente poco recomendable xD

Anónimo dijo...

La verdad es que no aporta nada nuevo a la obra de Ibáñez, pero si hay algo bueno que decir es la pizquita de continuidad que aporta la aparición de Regulez y la crítica a la industria farmaceutica.

PD: Antes Filemón se llevaba mas golpes. Tiene que regresar eso.

clauskywalker dijo...

yo me rei bastante es original y actual eso lo que mas me gusta de ibañez espero que siga asi

Chespiro dijo...

Como veis, hay opiniones para todos los gustos.
Con respecto a lo de los golpes, conozco a fans que están encantados de que ahora las tortas se repartan más entre Mortadelo y Filemón.