La gripe “U” es un álbum dibujado
en 2009, época en la que el mundo estaba atemorizado, supuestamente, por la
famosa gripe “A”, que según los medios
más sensacionalistas (es decir, todos), acabaría originando una pandemia de
proporciones catastróficas y apocalípticas. A nivel popular, muchas personas se
dejaron llevar por algunos ramalazos paranoicos, llegando incluso a alterar
algunos de sus hábitos, en pos de evitar sucumbir ante tan temida gripe que,
finalmente, se quedó en prácticamente nada.
La nueva aventura comienza con una nueva
introducción histórica en la que vemos una irrespetuosa versión de los primeros
capítulos del Génesis, incluida la enésima versión de los motivos de la
desaparición de los dinosaurios, en una lujosa y monumental viñeta en la que
apreciamos la pericia de Ibáñez en el dibujo, así como el acertado remate y
entintado de Juan Manuel Muñoz. También
veremos en esta introducción una nueva revisión del mito de Adán y Eva, tan
retratado por el autor Destacan de esta introducción también el chiste con los
griegos, con alusiones nada sutiles al tamaño de los genitales, que casi se le
ven a un personaje en la viñeta 3 de la página segunda. Algunas escenas más
tópicas relacionadas con la Inquisición dan paso a una nueva aparición de Hitler
y Franco, así como a una original viñeta acerca de las vacunas personalizadas.
Las
siguientes dos páginas narran los avatares del Superintendente de la TIA con la
gripe, lo que da paso a la explicación de la misión, ya que se cree que alguien
está esparciendo bacilos a porrillo…en la propia organización. Es por ello que
las seis páginas siguientes transcurren en la TIA, donde los personajes viven
malentendidos que convierten en víctimas a la Ofelia, al Bacterio, al contable
y al propio Director general, que aquí tenemos la rara ocasión de ver
persiguiendo a Mortadelo y Filemón. Se hace alusión al anterior Director, que
amaba tanto la organización que quiso que sus cenizas fueran esparcidas por la
TIA. En general, encontramos gags algo forzados, con excusas no demasiado
brillantes para explicar el porqué de la actitud de los sospechosos, ninguno de
los cuales, por descontado, era realmente culpable. Tampoco los disfraces de
Mortadelo brillan a su mejor altura, con una extraña caracterización de Mortadelo
como troglodita (sorprendentemente gordo) y otro no demasiado bien conseguido
disfraz de ordenador.
Tras
afrontar el consabido castigo por los problemas causados, las siguientes 6
páginas y media se desarrollan en el hospital, lugar ya aparecido en álbumes
como A la caza del cuadro (1971), El otro “yo” del Profesor Bacterio (1973), Los secuestradores (1976), La máquina de copiar gente
(1978), Los gamberros (1978), La elasticina (1980) y en
la historieta corta de Super Mortadelo
“Protegiendo al embajador”
(1972). Con el tiempo, volveremos a verlo en La
Gomeztroika (1989),La tergiversicina
(1991) El señor Todoquisque (1992), El SOE (1992), y Clínicas antibirria (1993) y en
El dopaje…¡Qué potaje! (2006).
También Chicha, Tato y Clodoveo
protagonizarán un álbum entero en este ámbito: Los
sanitarios (1987).
El
hecho de que lleven un muñeco para disimular su paso por la clínica recuerda al
robot de El SOE, creando así gags relativos a las piezas que se le desencajan
al pelele, algunos de ellos simpáticos, pero que se quedan a medio gas por lo
repetitivo del escenario. Igualmente repetitivo es el siguiente, un zoológico
donde pasarán las 9 páginas posteriores. Este escenario lo hemos encontrado ya
en Operación ¡Bomba! (1972),
El otro “yo” del Profesor Bacterio, Pánico en el zoo (1975), La elasticina, Testigo de cargo (1984), El jurado popular (1995), Okupas! (2001), El kamikaze Regúlez (2005)
y El dos de mayo (2008). Así,
encontramos aquí escenas típicas, como aquella en la que Filemón queda
encerrado dentro de la boca de un animal, en este caso un pelícano, y las ya
clásicas con el gorila y el león. Los chistes chuscos y escatológicos pueblan
esta parte del álbum con la alusión a la caca de la morsa, el gag de la
ventosidad y el fuelle, y la recreación de un chascarrillo popular referido a
la inconveniencia de succionar el veneno de serpiente cuando esta te pica en
según qué partes, gracieta que se refleja casi de forma similar en El
dopaje…¡Qué potaje! Entre lo más destacable de este tramo está el momento en
que Filemón rompe el pacto de ficción, hablándole directamente a los lectores,
en la página 26.
Las
siguientes ocho páginas transcurren en un escenario menos visto: unos grandes
almacenes, en este caso de El corte Angolés. Años antes, nuestros agentes ya
habían estado en El corte Berebere (A la caza del cuadro) y en El corte
Senegalés (Operación ¡Bomba!). Nuevamente encontramos equívocos tan forzados
como confundir a una señora llamada Bacteria (como el célebre profesor) con un
bacilo de verdad y pifias por el estilo. La incompetencia de Mortadelo y
Filemón los llevará a acabar castigados nuevamente por el Súper ( y llenos de
“remordimientos”).
Las
siguientes seis páginas transcurren en un restaurante lujoso, lugar que hemos
encontrado ya en otros álbumes como Los secuestradores, Contrabando (1978) y
Prohibido fumar (2004), con algunos chistes algo flojos relativos al desastre
que supone Mortadelo como aparcacoches o asesorando vestimentas para la mujer
de un cliente. Al final del álbum conocemos que el criminal que buscan nuestros
hombres no es otro que el Kamikaze Regúlez, villano del álbum homónimo. Lo
normal es que Ibáñez incluya, cuando quiere sorprender con el malhechor, algún
personaje famoso, real o “modificado”, pero en esta ocasión encontramos una
auto-referencia, lo cual es inusual en el autor, por lo que los lectores lo
agradecen más. No sabemos por qué Ibáñez
“rescata” a Regúlez, quizás porque el autor lo considerara especialmente
carismático, a lo cual pudo influir su grotesco y acertado diseño gráfico.
Sin embargo, hay una paradoja en cuanto a la
continuidad, ya que en El kamikaze Regúlez, el personaje, después de haberle
tocado la lotería,se retira a una isla paradisiaca. No obstante, aquí lo
encontramos de vuelta en la civilización, con un plan rebosante de megalomanía
que recuerda a los grandes villanos de Vázquez, que el propio Ibáñez imitó en
algunas ocasiones. Parece ser que Regúlez ha dilapidado su fortuna, pues ahora
no tiene dinero para la ansiada operación de estética. El personaje ha cambiado
sus motivaciones: del odio a sus semejantes por resentimiento acumulado con los
años, ha pasado a tener un móvil económico para delinquir. En cierta forma, el
personaje se ha envilecido aun más, con tan prosaico fin.
El plan de
Regúlez no es otro que esparcir bacilos que extrae de las urracas— de ahí lo de
gripe “U”— para luego vender una vacuna hecha de mostaza y bicarbonato y
forrarse con ello. La alusión al bicarbonato nos recuerda aun más a la
historieta de Vázquez Conspiración blanca, publicada en el Almanaque para 1970 de Din Dan y
protagonizada por Anacleto. En ella, el malvado Vázquez tiene un plan que
recuerda al de Regúlez, también relacionado con bicarbonato.
A pesar de
estar ante un álbum discreto, Ibáñez acierta nuevamente al señalar que la
famosa gripe fue provocada deliberadamente y con un fin económico: vender las
vacunas. No son pocos los que afirman que también la Gripe A surgió en un
laboratorio y que las vacunas que compraron los gobiernos enriquecieron
notablemente a la industria farmacéutica, a pesar de que luego resultaron no
ser demasiado útiles. Con gran acierto, Ibáñez llama “Murtinasioná
farmaseutica” al almacén donde opera Regúlez. Nuevamente, la afilada pluma del
maestro acierta de nuevo. Finalmente, Regúlez se contagia de la gripe que él
mismo propaga y acaba en un hospital, conectado a una máquina respiratoria para
los restos. Todo acaba bien para Mortadelo y Filemón, aunque un estornudo de un
elefante (que no sabemos qué hace en el hospital) los mande, seguramente, a la
Patagonia.
Desde el punto
de vista gráfico, el álbum tiene las características de todos los de la época,
aunque tal vez en este haya más viñetas en las que vemos a Mortadelo y Filemón
más cabezones y achaparrados. El lenguaje, en su intento de reflejar la realidad
de la calle, peca de cierta vulgaridad, con expresiones como “l’ peazo nazi”
(pág. 26, viñeta 10), “¡Váyase a la boñiga!” (página 23, viñeta 11) o “¡Qué
ristra de leshes!” (pág. 32, viñeta 1). Solo la acertada crítica de Ibáñez a la
industria farmacéutica y la reaparición del Kamikaze Regúlez salvan del todo un
álbum átono, que no se cuenta entre los mejores firmados por su autor.
4 comentarios:
La verdad es que no terminé de entender el por qué de esa nueva aparición de Regúlez como malvado (antes fue sólo víctima). Normalmente hubiera sido el responsable un personaje famoso: Aznar, Menem, Carlos de Inglaterra, Fidel Castro... vamos, por lo general gente poco recomendable xD
La verdad es que no aporta nada nuevo a la obra de Ibáñez, pero si hay algo bueno que decir es la pizquita de continuidad que aporta la aparición de Regulez y la crítica a la industria farmaceutica.
PD: Antes Filemón se llevaba mas golpes. Tiene que regresar eso.
yo me rei bastante es original y actual eso lo que mas me gusta de ibañez espero que siga asi
Como veis, hay opiniones para todos los gustos.
Con respecto a lo de los golpes, conozco a fans que están encantados de que ahora las tortas se repartan más entre Mortadelo y Filemón.
Publicar un comentario