El plano de Ali-Gusa-No (1974)se publicó de forma seriada entre los números 203 y 213 de la revista Mortadelo. El argumento, según algunos colaboradores de El Foro de la TIA, puede estar sacado de la obra de Peyó Les Douze Travaux de Benoît Brisefer, con la que comparte la línea argumental global, si bien el desarrollo posterior es característico de Ibáñez. Se trata de una de las numerosas obras que el autor firmó en los 70 en las que nuestros agentes han de encontrar diez objetos en diez lugares distintos. El precedente se sentó con La caja de diez cerrojos (1971) y continuó con A la caza del cuadro (1971), Los diamantes de la Gran Duquesa (1972) y con la posterior El caso del calcetín (1976), claramente inspirado en la obra que nos ocupa.
El dibujo, como corresponde a esta etapa del autor se caracteriza por un entintado irregular, que pasa por distintas manos. En líneas generales se puede decir que está bastante descuidado, llegando incluso a utilizar la mano alzada para el contorno de algunas viñetas. Destaca la primera del álbum, en la que se juega con la composición del título y que está, probablemente, entintada por el mismo Ibáñez, como se deduce de la riqueza de matices que presenta el dibujo.
El primer episodio empieza con diferentes agentes de la TIA hablando de Mortadelo y Filemón, a los que intentan encontrar ante un Súper furioso. Este afán por buscarlos nos lleva a preguntarnos por qué el Súper manda precisamente a Mortadelo y Filemón y no a estos otros agentes a la misión que nos ocupa. No deja de ser gracioso el momento en que nuestros hombres aparecen al oído del licor del Súper. Ibáñez, fiel a su máxima de que cuando hay mucho texto no se debe aburrir al lector, interrumpe la extensa explicación de Vicente con las conversaciones de Mortadelo y Filemón quienes, ajenos a la exposición de la misión, se dedican a los juegos de azar. Este recurso se ha utilizado en historietas cortas como ¡Bichejos a mí! , también de los setenta, y posteriormente en álbumes de los ochenta como Las tacillas volantes (1989) o El gran sarao (1990). El caso en cuestión consiste en que el mercachifle Ali-Gusa-No ha vendido un pedazo de desierto a diez primos y firmó el contrato en el mismo plano del terreno. Sin embargo, al descubrirse uranio enriquecido en la zona, la persona que posea esos diez trozos de plano se hará multimillonaria, algo que pretende conseguir la organización enemiga ABUELA , aunque sea pasando por encima de los “primos”. Como suele ocurrir en estos álbumes, el primer episodio es expositivo, por lo que Ibáñez lo cierra con un simpático malentendido en el que Mortadelo y Filemón creen que un pobre bodeguero es el primer sujeto que deben proteger. En realidad, se trata de que el Súper ha apuntado los nombres de la lista en unas libretas de propaganda del bodeguero.
El segundo episodio lleva a nuestros agentes a la montaña para buscar al primer primo de la lista. Sin embargo, pronto cobran protagonismo los espías enemigos, que serán el gran hallazgo del álbum. Siempre ocultos en los rincones más insospechados (recurso que previamente usó Vázquez en su Anacleto), la organización de la ABUELA (Agentes Bélicos Ultramarinos Especialistas en Líos Aberrantes) será uno de los más duros rivales de la TIA. Aunque Ibáñez no volvió a utilizar el nombre de esta agencia en su etapa brugueriana, los autores apócrifos puestos por Bruguera la elegirán como enemiga oficial de la TIA en múltiples historietas apócrifas, especialmente en las realizadas por Casanyes. Tan popular llegó a hacerse esta organización que el mismo Ibáñez retomó su nombre y volvió a nombrarla en aventuras como La tergiversicina (1991) o Clínicas antibirria (1993). Así pues, la guerra entre las dos organizaciones, con sus respectivos agentes burlándose mutuamente será lo más destacado de este álbum. En este episodio encontramos algunos gags surrealistas como el de la montaña con cremallera o aquel en el que vemos a Filemón escalando la montaña como quien anda por su casa. También destaca la poderosa imagen de Mortadelo tomando el sol en un volcán en erupción, que también tiene un antecedente en el Anacleto de Vázquez. Hilarante resulta también la secuencia en la que Mortadelo despeja el terreno de hierbajos para que se la pegue el agente enemigo. Finalmente, dan con el primer primo de la lista al que “salvan” la vida haciéndole caer desde un precipicio.
La búsqueda del segundo hombre lleva a nuestros agentes a la selva, lugar que visitaron también en La caja de diez cerrojos, y que volverán a ver en Las embajadas chifladas (1991), 20.000 leguas de viaje sibilino (1994)y Mundial 2010 (2010). Destaca el gag de los paracaídas cambiados por el malhechor de la ABUELA, así como el impagable cameo de Rompetechos cazando. En esta ocasión, nuestros agentes serán más o menos eficaces y solo la mala suerte de Filemón empañará el happy end. El cuarto episodio empieza con un brillante gag en el que el espía de turno logra burlar a los protagonistas y continúa con una persecución marítima en la que nuestros agentes viajarán a bordo de un cascajo de barco, como en la historieta corta El carguero Chatárrez (Super Mortadelo, nº 13),y en los álbumes A la caza del cuadro (de Mortadelo y Filemón), o A Seúl en un baúl (1987), de Chicha, Tato y Clodoveo. Aunque los agentes realizarán su tramo de misión correctamente, un desafortunado comentario del Súper desencadenará la ira vengativa de Filemón.
El quinto episodio se desarrollará en una obra, ya que el personaje que buscan ahora nuestros hombres es un albañil. Está precedido de una cómica entradilla en la que los agentes eliminan a una serie de espías escondidos en lugares recónditos, pero detectan tarde los micrófonos que les han colado en el piso. La ambientación en la obra la encontramos también en álbumes como Los diamantes de la Gran Duquesa, Los secuestradores (1975), El trastomóvil (1996), El señor de los ladrillos (2003) o La bombilla, ¡ciao, chiquilla! (2011). Destaca el original final del capítulo, con Filemón atrapado con el villano en un bloque de cemento. Completan el episodio algunas alusiones a la actualidad del momento, como el caso Watergate o la emigración de obreros españoles a Alemania.
El sexto episodio supone una vuelta de tuerca con respecto al gag inicial con los espías, pues la imprudencia de Mortadelo echa a rodar la suma discreción de su jefe al decir en voz alta lo que este le había comunicado en secreto. También hay que resaltar el gag en que Mortadelo lee en un periódico la ubicación del hombre que buscan, así como aquel en que nuestros agentes parecen ir en un descapotable cuando en realidad solo van atados a este en un cajón con ruedas, en un gag que recuerda a uno similar de Valor y al toro (1970) y de A la caza del cuadro. El episodio contiene algún gag surrealista como el de la hormiga gigante y en él nuevamente nuestros agentes eliminan sin querer a su protegido quien, esta vez, perseguirá también al Súper.
El séptimo episodio vuelve a llevar la acción al campo, aunque el verdadero eje cómico lo presenta el espía disfrazado como Filemón, que da pie a equívocos de identidad como los que consolidara Plauto con Anfitrión y que Ibáñez desarrollará posteriormente en El señor Todoquisque (1992). Destaca también la mala concepción que Mortadelo tiene de su jefe, a quien reconoce por el olor corporal y por su gusto por la alfalfa. Este tipo de chiste recuerda al que años después veremos en la obra heredera de El plano de Ali-Gusa-No, El caso del calcetín, con otro falso Filemón. El capítulo que nos ocupa se saldará con un Filemón que sale mal parado ante la brutalidad de un labriego. El octavo capítulo vuelve a tener como punto fuerte la entradilla con los espías, que encuentran literalmente hasta en la sopa. Delicioso es también el gag del gusanito-espía que escribe en la pared el mensaje secreto. La ubicación en la sociedad protectora de animales permite a Ibáñez mostrar su habilidad en el dibujo de las distintas especies, a la vez que propina algún que otro gag surrealista, como el del mono portero o el cocodrilo recepcionista. No falta tampoco la puya contra la falta de higiene de los hippies.
En el noveno episodio nuestros agentes toman la precaución de irse a la cima de una montaña para evitar a los espías, aunque el tiro les saldrá por la culata. Esta vez la acción se desarrollará en un domicilio particular, con escenas impagables como ese Filemón derrotado llamando al sereno tras intentar forzar una puerta. En esta ocasión, Mortadelo y Filemón casi llegan tarde, pues el espía ya tiene amordazado al pirotécnico que debían proteger y el trozo de plano en las manos. Aunque nuestros hombres llegan a arrebatárselo, no evitan la explosión.
El décimo capítulo es una muestra, al menos en sus dos primeras páginas, del mal entintado, en el que un entintador negligente incluso colorea los dos lacitos de Mortadelo como si fueran una corbata negra. En este tramo se da uno de los gags más brillantes del álbum, en el que Mortadelo se inventa la localización del próximo primo, provocando una avalancha de espías que parten a por él (reflejados en una hiperbólica y lujosa viñeta). Lo jocoso consiste en que, sin querer, Mortadelo les proporciona a los enemigos la localización exacta del hombre que buscan. El resto del capítulo se desarrolla en un escenario poco explotado, como son las pirámides de Egipto, en las que Mortadelo muestra su capacidad para detectar espías, aunque también acabe confundiendo a su protegido con uno de ellos.
El último episodio presenta la inverosímil situación consistente en que Filemón es el último primo de la lista, lo cual no explica por qué este agente no ha dicho nada hasta el momento. Algo similar le ocurre a Mortadelo, cuyo perro electrónico es uno de los afectados en Misión de perros (1976). En este capítulo comprobamos también que la ciudad de Mortadelo y Filemón es Barcelona, pues los agentes viven cerca del puerto, desde donde se ve relativamente cerca la estatua de Colón. Por desgracia, la inoperancia de Mortadelo lleva a quemar este último trozo de plano, donde venía la firma , de manera que invalida todos los demás. Este será uno de los escasos álbumes en los que la culpa final recae en Mortadelo, quedando Filemón como uno de los perseguidores que lo buscan.
En general, podemos decir que El plano de Ali-Gusa-No (uno de los primeros títulos con rima interna del autor) es una de las grandes historietas de los años setenta. El hallazgo de los espías de la ABUELA será tan brillante que Ibáñez lo retomará unos años después en El caso del calcetín. Se podría decir que, como las apariciones de Ofelia en Los gamberros (1978), las entradillas son más importantes en esta historieta que la propia misión. Muy recomendable.
8 comentarios:
Lo mejor de esa aventura son los inicios de cada capítulo con los agentes de la ABUELA escondidos para captar la información sobre "los primos".
Una práctica muy habitual de Ibáñez en los años setenta, establecer un hilo conductor que abra cada capítulo (Gatolandia 76, etc).
Una estupenda entrada, como de costumbre y con esas referencias a otras historietas que siempre son interesantes.
Muchas gracias, Raw.
Estaría bien que rescatara a la ABUELA en otras ocasiones.
> lo cual no explica por qué este agente no ha dicho nada hasta el momento.
De niño, yo lo interpretaba como que le daba vergüenza reconocer que era uno de los primos. Claro, que sigue sin explicarse por qué al elaborar la lista no empezaron por él.
La verosimilitud e Ibáñez...un amor imposible.
Buen post Chespiro, hace muy poquito que he conocido este blog pero está muy bien. Como tú y muchos otros yo también soy un gran fan de las aventuras de estos dos agentes. Me voy a tener que buscar este cómic que aún no lo tengo...
Te sigo, hasta la próxima.
Que Mortadelo y Filemón viven en Barcelona, también queda claro en la página 14, donde se ve la matrícula (de Barna) del coche de Filemón.
Kalitos
Bien observado, Kalitos.
Mortadelías, bienvenido a este tu blog.
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