El álbum ¡El 2 de mayo!, tal y como lo anunció el propio Ibáñez en el 26º Salón del Cómic de Barcelona, resultaba más que prometedor. La premisa inicial guardaba alguna relación con el recordado El Quinto Centenario (1992), tanto por el viaje en el tiempo de Mortadelo y Filemón como por la recreación de hechos y personajes históricos con introducción de otros personajes del maestro, como Rompetechos o Pepe Gotera y Otilio. La idea del álbum fue sugerida por Ediciones B, aprovechando el tirón que, supuestamente, habría de tener la celebración del segundo centenario del histórico 2 de mayo de 1808, lo que llevó a Ibáñez a interrumpir la realización de Pekín 2008(2008) para realizar esta conmemoración. La presión de tener que acabar ambos álbumes a tiempo, un poco antes de sus respectivas efemérides, se deja sentir en el resultado final de los dos.
El inicio, no obstante, resulta interesante. Resulta grato comprobar cómo la Pensión El Calvario y su patrona se mantienen como elemento estable dentro del universo del autor diez años después de ser concebidos. La precariedad del lugar vuelve a ponerse de manifiesto con la alusión a una pulga gigante, lo que nos lleva a recordar un gag similar de El balón catastrófico (1982). La entrada a la TIA pasa por una de las clásicas entradas secretas a las que no puede tener acceso un curioso espectador callejero.
Una vez dentro, un derroche de cordialidad hace sospechar a los agentes. Resulta interesante una ligera conciencia acerca de la rutina de la TIA y los propios gags del autor, cuando Mortadelo decide gastarle una broma a Ofelia y Filemón piensa que ya ha llegado la hora de salir pitando. El citado derroche de cordialidad se debe a que por las oficinas ya se ha corrido la voz de que nuestros agentes van a probar un nuevo invento del profesor Bacterio (invento que, a priori, no parece más peligroso que otros de los que ya han probado, sin tanto miramiento por parte de sus compañeros). Resulta también curiosa la poca discreción que hay entre los agentes de una organización secreta.
El inicio, no obstante, resulta interesante. Resulta grato comprobar cómo la Pensión El Calvario y su patrona se mantienen como elemento estable dentro del universo del autor diez años después de ser concebidos. La precariedad del lugar vuelve a ponerse de manifiesto con la alusión a una pulga gigante, lo que nos lleva a recordar un gag similar de El balón catastrófico (1982). La entrada a la TIA pasa por una de las clásicas entradas secretas a las que no puede tener acceso un curioso espectador callejero.
Una vez dentro, un derroche de cordialidad hace sospechar a los agentes. Resulta interesante una ligera conciencia acerca de la rutina de la TIA y los propios gags del autor, cuando Mortadelo decide gastarle una broma a Ofelia y Filemón piensa que ya ha llegado la hora de salir pitando. El citado derroche de cordialidad se debe a que por las oficinas ya se ha corrido la voz de que nuestros agentes van a probar un nuevo invento del profesor Bacterio (invento que, a priori, no parece más peligroso que otros de los que ya han probado, sin tanto miramiento por parte de sus compañeros). Resulta también curiosa la poca discreción que hay entre los agentes de una organización secreta.
Al enterarse de que han de probar un invento del profesor, nuestros protagonistas emprenden una de sus míticas huidas, inmediatamente seguida de una segunda, tras comprobar que se trata de un artefacto capaz de hacer retroceder al pasado para corregir los errores cometidos. No resulta extraño que Mortadelo y Filemón sean los seleccionados, pues son los agentes que más meten la pata en la organización. Ibáñez podría haber recurrido a la famosa máquina del cambiazo, que desde hace años también tiene la capacidad de hacer intercambios con otras épocas. Sin embargo, el autor prefiere usar este nuevo artilugio.
Como sucede con otros artefactos del inventor, la máquina no se caracteriza por su buen funcionamiento y, en vez de retrasarse 200 minutos, los agentes se retrasan 200 años, detalle del que se da cuenta Filemón en la novena página, donde empieza la aventura propiamente dicha. Este personaje, más perspicaz que de costumbre, alude a los acontecimientos históricos del 2 de mayo de 1808, mientras que Mortadelo ironiza sobre la edad de Fraga, Sara Montiel, el mismo Ibáñez, con algún simpático anacronismo entre este y el Arcipreste de Hita.
Como sucede con otros artefactos del inventor, la máquina no se caracteriza por su buen funcionamiento y, en vez de retrasarse 200 minutos, los agentes se retrasan 200 años, detalle del que se da cuenta Filemón en la novena página, donde empieza la aventura propiamente dicha. Este personaje, más perspicaz que de costumbre, alude a los acontecimientos históricos del 2 de mayo de 1808, mientras que Mortadelo ironiza sobre la edad de Fraga, Sara Montiel, el mismo Ibáñez, con algún simpático anacronismo entre este y el Arcipreste de Hita.
A partir de esta página, podríamos decir que se abre un nuevo episodio de otras seis (aunque, como corresponde a la época, la división por capítulos no se delimita de forma radical, lo cual no ayuda al buen ritmo de la historia). Si el El Quinto Centenario vimos que Rompetechos era descendiente de Rompetechos de Triana, el vigía del barco de Colón, aquí comprobamos que hay un cierto parecido (también en agudeza visual) entre el cura Merino y él. El cura Merino fue uno de los héroes españoles del momento en la lucha contra los franceses, que queda desmitificado por la insolente y jocosa pluma de Ibáñez, al establecer paralelismos entre él y su miope personaje. Igualmente, se aprecia un cierto anticlericalismo (tan común en Ibáñez en esta época) por parte de Mortadelo y Filemón ante este individuo.
Tras una breve presentación en la que le personaje perjudica a ambos agentes, acaban en la casa de las fieras, lo que da pie a los ya manidos gags de “zoológico” que nuestros agentes ya han protagonizado en álbumes como Operación ¡Bomba! (1972), Pánico en el zoo (1975), La elasticina, Testigo de cargo (1983), El jurado popular (1995), Okupas! (2001), El kamikaze Regúlez (2005) y La gripe U (2009). Rompetechos, que nunca ha gozado de demasiada popularidad entre sus semejantes, acaba colgado por los de su propio bando, a los que confunde con franceses. Finalmente, un surrealista plan de Mortadelo pone fuera de juego a múltiples gabachos, caracterizados en este álbum, como es usual en el autor, por hablar un francés macarrónico que ni es fiel a la lengua de Napoleón ni facilita precisamente la lectura para los más pequeños, pero constituye un rasgo distintivo de nuestro historietista. En estas páginas encontramos la recreación de la famosa obra de Goya El 2 de mayo.
Igual de peregrino es el inglés de Wellington, aquí caracterizado como un personaje similar al príncipe Carlos de Inglaterra, que durante nueve páginas será la principal víctima de nuestros protagonistas. La sucesión de insultos de Mortadelo referidos a las orejas de Wellington nos recuerda a las que presenciamos en álbumes como El pinchazo telefónico (1994), Bye, bye, Hong Kong (1996) y Las vacas chaladas (1997), principalmente. Durante las seis primeras páginas, el homónimo del Príncipe de Inglaterra se ve fastidiado por los disfraces de Mortadelo, mientras que en las tres siguientes nuestros agentes se encargan de “preparar” el caballo del extranjero, que, por supuesto, acaba mal parado. Al final, por culpa de Mortadelo y Filemón, Wellington sale disparado acabando con otro buen montón de franceses.Las siguientes ocho páginas narran el encuentro con una Agustina de Aragón que recuerda bastante a Ofelia, lo que da pie a que nuestros agentes se ofrezcan a llevarle el cañón, ocasionando una serie de gags insulsos, sin mucho que aportar. A esto hay que sumarle los forzados juegos de palabras referidos al pecho de Ofelia, todo lo cual culmina con una nueva eliminación masiva de franceses.
Las siguientes tres páginas siguen en la línea de desmitificación, esta vez con personajes como Daoiz y Velarde (con los que Merino había confundido previamente a Mortadelo y Filemón), que se asemejan bastante a Pepe Gotera y Otilio, incluyendo su chapucero estilo. Seguidamente, se produce un guiño a la batalla del Bruch, con un tipo que recuerda someramente a Artur Más y un tal profesor Wagnerio, muy parecido al científico de la TIA. A lo largo de seis páginas se van sucediendo una serie de gags relacionados con los decibelios del tambor creado por este personaje, con nefastos resultados, nuevamente, para el ejército francés. A destacar el hecho de que entre los titulares de los periódicos que dan la noticia aparezca el logotipo de la colección Olé, detalle no demasiado propio de Ibáñez, por otra parte.
Finalmente, Mortadelo se jacta de sus triunfos sobre los franceses ante el mismísimo Napoleón y su hermano Pepe Botella, caracterizados respectivamente como José María Aznar y Mariano Rajoy. Resulta interesante que, Aznar siga apareciendo en el papel principal en una época en la que ya hacía tiempo que Mariano Rajoy era el líder del PP, lo cual se explica por la inquina personal que Ibáñez ha demostrado hacia el ex-presidente en los últimos años. También puede considerarse una manera velada de insinuar que es Aznar quien todavía maneja los hilos del partido, restándole así autoridad a Rajoy. Este encuentro motiva que nuestros agentes sean linchados por las huestes de Napoleón, justo antes de volver a su época, en la que, sedientos de venganza, mandan al Bacterio a la prehistoria, donde se ve perseguido por unos dinosaurios y amenazado por dos trogloditas con cierto parecido a Mortadelo y Filemón.
En general, a pesar de las expectativas creadas por la temática, el álbum no está a la altura de la serie. Pertenece a ese grupo de aventuras en las que nuestros personajes son transportados por obra y gracia del Bacterio a alguna época o lugar determinado y no vuelven a aparecer por la TIA hasta el final del álbum, como ocurre en Siglo XX ¡Qué progreso! (1999), Silencio…¡Se rueda! (1995) y El Quinto Centenario. Sin embargo, ¡El dos de mayo! no resiste la comparación con este último, especialmente. Frente a la acertada estructuración de su modelo, nuestra historieta carece de ritmo y de estructura lógica. Los protagonistas van vagando sin sentido ni meta alguna a lo largo de cuarenta páginas sin razón conocida, dejando atrás los tintes épicos que pudiera llegar a tener la aventura colombina de la década anterior.
Humorísticamente, el álbum también se resiente con unos juegos de palabras bastante forzados (la primera plancha está cargada de ellos) y gags poco efectivos. Hay que destacar las abundantes faltas de ortografía de esta historieta: “bunuelos” (viñeta 10, página 1), formas incorrectas de “por que” (v.6, pág. 3; v.3, pág. 12), “canposanto” (v. 4, pág. 79), etc. En cuanto al uso del lenguaje, destaca la vulgarización progresiva, tan propia de esta época de la serie, con términos como “pifiar”, “mamadito”, “cagüentus”… El grafismo, sin embargo, es adecuado, y resulta agradable ver a Mortadelo y Filemón en otro tipo de escenarios, conviviendo con personajes con ropajes de época, etc. Lástima que el guion, en esta ocasión, no dé la talla, de forma que se puede concluir diciendo que nuevamente una buena idea inicial pierde su eficacia a causa de un desarrollo poco logrado.
11 comentarios:
Lo mismo pasó con "Bajo el bramido del Trueno", amigo Chespiro. Podría haber sido muy bueno y, sin embargo, la cagó sobremanera. Ay, señor Ibañez, ¿Se estará haciendo mayor? ¿O quizá se está modernizando demasiado? ¡No deje que la basura cultural actual manche su obra!
El mejor tramo de esta aventura es la participación de Carlos de Inglaterra como Wellington, pero no remonta el vuelo de un álbum bastante pobre. Se nota que fue elaborado con mucha rapidez. Decepcionante.
La anterior experiencia, la del Quinto Centenario, nos ofreció una historieta repletísima de personajes famosos de la política y sociedad del momento. Desde Zapatero a Belén Esteban incluso, se podría haber empleado la misma fórmula. Pero lamentablemente no existía tiempo.
Bueno,yo de que no meta a Belén Esteban, casi me alegro, jeje...
Pero cosas veredes,amigo Sancho.
Qué pena, yo iba con muchas expectativas con respecto a este album. Pudo haber sid de los mejores... pero no, efectivamente, no funciona. Una lástima.
De todas maneras, Viejo, Dios me libre de quitarte las ganas. Mejor léelo y juzga.
Pues a mi esta aventura sí me gustó... Me gustan más las historietas de estilo antiguo (anteriores a mi nacimiento xD), cuando Mortadelo y Filemon no se metían tanto en Política y Sociedad (últimamente, álbumes de esos hay a patadas: Carne al Punto, Prohibido Fumar, Por Isis llego la Crisis -este estuvo bien-...) aunque está claro que Bajo el Bramido del Trueno es una aberración contra el mundo ibañezco
Pues hay quien lo defiende, mire usted.
Si te apetece pasarte por mi blog, aqui está el enlace: http://xobolinablogspot.blogspot.com/
Hello! Me alegro de haberte conocido personalemente!¡Todo un experto en Mortadelo!Espero leerte el proximo domingo. Un saludo!
Xobolina, en cuanto tenga tiempo visito tu blog y te comento.
Taradete, un placer para mí también. Esta tarde actualizaré el blog con cositas del Salón.
Saludos.
Menuda mierda de tebeo. Ibáñez y sus sacacuartos.
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