domingo, 7 de marzo de 2010

EL ARCHIDUQUE DE LOS INGENIOS



Tema publicado previamente en mi blog Veras y burlas, con fecha de 2 de mayo de 2006.


Con esa denominación fue denominado en cierta ocasión Francisco Ibáñez Talavera, el autor de historieta más prolífico y exitoso de nuestro país. Nadie perderá de vista, ante tal apodo, la comparación que se establece con el que fue denominado en sus días “Fénix de los Ingenios”, el dramaturgo de los siglos XVI y XVII Félix Lope de Vega Carpio. No por casualidad debió establecerse esta comparación, pues las analogías entre el “Fénix” y nuestro querido historietista no son pocas.




En primer lugar, ambos concibieron su labor artística como un mero trabajo, como una forma de ganarse la vida. En el caso de Lope, su disoluta existencia tenía que ser costeada de alguna forma, y escribir comedias fue la que mejor forma de asegurarse los garbanzos. Por su concepción pragmática y realista del propio arte, podemos establecer conexiones entre los autores. Ambos, Lope e Ibáñez gozaron de un éxito de público sin precedentes, lo cual nunca fue perdonado por los “preceptistas”, por utilizar un término del Siglo de Oro. Los intelectuales, siempre en la obligación moral de despreciar todo lo popular, pasaron en su momento una mirada desdeñosa y resentida por las producciones de ambos autores.La actitud del Fénix y el Archiduque también es coincidente en este sentido, mostrando su absoluta despreocupación ante el severo juicio de sus condenadores. De hecho, Lope en su Arte Nuevo de hacer comedias en este tiempo intenta justificar su método de trabajo, no sin burlarse elegantemente de los académicos y academicistas. Evidentemente, los críticos no se basaban en la mera antipatía que se le tiene al que triunfa.




A Lope se le han llegado a atribuir más de cuatro mil comedias, una cantidad realmente desmesurada, sin otro parangón en las artes españolas que, quizás, la obra de Ibáñez. Efectivamente, para mantener tan alta producción, aunque fuera por motivos meramente económicos, es inevitable caer en el mecanicismo, en lo automático. Basta con revisar la obra de Ibáñez (sobre todo a partir de 1985) para no ver en ella sino una serie de “gags” de éxito probado que se cortan y pegan con desigual fortuna, dando aparente forma de novedad a viejas fórmulas. En la introducción del álbum El ordenador…¡Qué horror! Ibáñez hace un amago de confesión de su método de trabajo, buscando en archivos informáticos viejos gags. Lope, por su parte, desvela en su Arte Nuevo una serie de fórmulas mecánicas para que una comedia funcione, o dicho en sus propias palabras, para que sea escrita “en horas veinticuatro”. Precisamente por este afán de producción masiva, encontramos altibajos imperdonables en carreras marcadas por obras tan dignas como Peribáñez (también es casualidad, oigan) y el comendador de Ocaña y Chapeau el Esmirriau, por ejemplo.




También en la búsqueda de “inspiraciones” encontramos analogías en la trayectoria de ambos autores. Si Ibáñez se inspiraba directamente en sus antecesores de la Escuela Bruguera, Lope lo hacía en Juan de la Cueva, los Argensola, etc. Si el dibujante catalán tiraba de Franquin cuando le hacía falta, Lope fusilaba las obras del italiano Bandello, como ocurre en El mayordomo de la duquesa de Amalfi, entre otras muchas. A tanto llega la producción lopesca en número, que Charles Aubrun postuló en 1981 la posibilidad de que muchas de las obras del Fénix fueran “obras de taller”, es decir, creadas por un grupo de discípulos a partir de un ligero argumento sugerido por el maestro, calcando fórmulas ya empleadas por él. ¿Les suena esto a los seguidores de Ibáñez?




"Es de Lope”, se decía en la época como garantía de éxito de público ante tantas y tantas obras anónimas que circulaban por la triste España del XVII.Carencias al margen, es innegable que estos autores, o mejor dicho, lo mejor de la producción de estos autores creó escuela. Así, como ocurrió con los discípulos del Fénix (Calderón es el mejor ejemplo), también muchos de los seguidores de Ibáñez, tras haberse iniciado en su referente inmediato, dotaron a sus obras de una mayor profundidad y de una estructura más cuidada. Aunque los discípulos percibieron la carencia de sus modelos, no dejaron de reconocer (salvo los desmemoriados, que tanto se parecen a los ingratos) que tras su estela dieron sus primeros plumazos artísticos.




Sin embargo, el mayor punto de unión entre los dos artistas es su comunicación con el público, llegando a ser verdaderos fenómenos de masas en su tiempo. Si a Ibáñez se le achaca el papel de “dibujante showman” por sus ocasionales apariciones en los medios, también el éxito de Lope fue considerado en su momento como un fenómeno en parte extraliterario, pues sus hazañas amorosas eran tan conocidas por el pueblo como las de los personajes que pueblan hoy los “programas del corazón”.Por otra parte, recordaremos que tanto el Fénix como el Archiduque querían ante todo contentar a su público, proporcionarle diversión, evasión, y ganar dinero con ello, sin más lecturas.




Por esto, a pesar del grito puesto en el cielo por los académicos, Lope se saltaba las tres unidades aristotélicas del mismo modo que Ibáñez descuidaba el preciosismo estético, si con ello conseguían una carcajada más franca y contundente de su público: destinatario último y único de su obra. Aunque ambos demostraron en determinados momentos de su carrera tener capacidad para hacer más de lo que llegaron a hacer, prefirieron estandarizarse con lo seguro que probar nuevas fórmulas, algo artísticamente censurable pero que proporcionó infinita diversión a sus respectivos seguidores, a muchos de los cuales no les importaba dejarse “hablar en necio” ocasionalmente con tal de pasarlo bien.




Terminaremos con las analogías recordando que si Lope fue “el poeta del pueblo”, Ibáñez ha sido “el dibujante del pueblo”, aquél que ha llegado a más sitios, el más leído, el más conocido. Probablemente ni uno ni otro sean el mejor en su especie (o a lo mejor sí, que la Historia y el Arte son inestables y tornadizos en sus caprichos), pero la función comunicativa que se le presupone a toda obra artística, así como la impronta dejada en la cultura popular por ambos resultan innegables. Puede que al leer este artículo un intelectual se escandalizase ante la constante equiparación entre Lope de Vega y Francisco Ibáñez, pero eso es algo que no me preocupa…




A veces, a uno también le apetece sentarse frente a los señores de la Academia de Madrid y defender, con lopesca socarronería, el Arte Nuevo de hacer reír.

6 comentarios:

javi dijo...

Muy interesante y trabajada la comparación entre ambos talentazos, cada uno en su campo y en su época. Al fin y al cabo, creo que era Lope el que, cuando le espetaron aquello de que en sus obras se utilizaba un lenguaje de necios, contestó que "puesto que lo paga el vulgo, es justo / hablar en necio para darles gusto". Que más o menos es lo que ha contestado Ibáñez cuando los críticos le han achacado el nivel demasiado mundano de sus historietas. (Y no sin razón algunas veces, todo hay que decirlo...)

Sólo apuntar que la coña marinera que hace Ibáñez en autodenominarse "Archiduque de los Ingenios", creo que en "El 35 aniversario", va más como parodia al título de "Príncipe de los Ingenios" otorgado a Cervantes que al de "Fénix" otorgado a Lope de Vega. (De hecho, casi al final de la misma historieta, y quizás por despiste, Ibáñez acaba por autodenominarse ya directamente "Príncipe de los Ingenios").

Chespiro dijo...

Anoto este último apunte, amigo Javier.
Yo lo dejo en Archiduque, que tampoco es manco el título, jeje.
Un saludo.

Easmo dijo...

Huuuy, reciclando entradas, cómo se noa la quemazón XD.

Chespiro dijo...

La quemazón del escáner, que se me ha roto y no puedo poner los temas que tenía pensados.

maginelmago dijo...

Y si cuentas las influencias multimedia del humor ibañezco: en tele, radio, cine, prensa, comedias varias, vocabulario, gags tradicionales pasados por el tamiz ibañezco y usados por guionistas posteriores...

Chespiro dijo...

También, ese detalle se me había pasado.