El señor Todoquisque (1992) narra la pugna entre Mortadelo y Filemón y uno de los villanos más emblemáticos de su carrera, quien da nombre al álbum. Estamos, pues, ante una de estas aventuras de villano único que mantiene en jaque a los protagonistas durante todo el episodio. En esta ocasión, Ibáñez crea un personaje que tiene la cualidad de caracterizarse como cualquier persona (rasgo que le intuimos a Mortadelo en algunas ocasiones) para cometer actos delictivos.
La aventura se estructura en episodios de 8 páginas, salvo los dos últimos, que son de 4, resultando así un final de 48 en lugar de las 44 habituales, por razones que desconocemos. Esta medida se encuentra también en otras historietas del periodo como Robots bestiajos y La ruta del yerbajo (ambas de 1993).
En el primer episodio de ocho páginas, se observa la clásica introducción de Ibáñez, con algunas referencias a deportistas que resultarán ajenos a los actuales lectores más jóvenes (se habla de Car Lewis, de Epi…). También encontramos un pequeño cameo de Ofelia con su terrible enemiga: la báscula. Concluida esta reflexión acerca de la identidad, Ibáñez nos presenta al villano que da título al álbum, caracterizado como el político argentino Menem (que reaparecerá en Mundial 2002), el habitual Khol y la reina de Inglaterra (la única que sigue activa en su posición política hoy en día).
Ya en la TIA, vemos que es el Director general el que encarga al Súper la misión que habrá de encomendarles a Mortadelo y Filemón. Bacterio hace su aparición sentando las bases de las entradillas de los cuatro primeros episodios: gags relacionados con sus inventos para que los agentes acudan a la llamada. Acto seguido, el Súper explica a sus hombres lo complicado de la misión, aludiendo a un elemento decisivo para descubrir al Todoquisque: la verruga gorda en la rabadilla. Este rasgo distintivo es típico de esta clase de historias, basadas en personajes con habilidad para caracterizarse pero que no son capaces de esconder una señal tan nimia. En este caso, la verruguita en cuestión dará pie a gags no demasiado elegantes.
En contraste con el toque soez que aporta el tener que mirarle el trasero a los personajes para comprobar si son el Todoquisque, encontramos también al Ibáñez más elevado, con referencias a personajes mitológicos como Polifemo,: “Yo veo menos que Polifemo con un orzuelo” (pág. 7), difícilmente conocidos por el gran público, sobre todo el infantil. En este primer capítulo, Todoquisque está actuando en la mansión del Conde Lito, donde consigue burlar a nuestros agentes (que, por supuesto, ponen varias rabadillas al descubierto) y acaba robando un Rembrandt auténtico caracterizado como el propio Superintendente de la TIA, idea que Ibáñez retomará más tarde. Destaca en este episodio el nada inocente disfraz de “hincha del Liverpool F.C”.
La segunda parte comienza con un Todoquisque actuando en las narices del Preboste Pastagórdez, al que roba, haciendo así que Mortadelo y Filemón entren en acción. Una serie de gags ingeniosos se suceden, como el de las mulas “suavidad” y “ternura” o el absurdo referido a los botones del ascensor. Destaca, por inusual, la perspectiva en picado con que se cierra la página 11. Cuando nuestros hombres se separan para encontrar al malhechor, este tiene la astucia de caracterizarse como ambos, provocando así la desconfianza de los protagonistas, que se enseñan el trasero en plena calle, dando pie a algún gag algo desfasado, relativo a la conducta inmoral y desenfrenada. Todoquisque no solamente gana la partida, sino que remata haciendo que Mortadelo y Filemón contraigan el sarampión mulero. Además de astuto, Todoquisque se empieza a caracterizar por su altivo desprecio hacia sus enemigos, así como por el uso de jocosas comparaciones, un tanto forzadas, en las que juega con los conceptos. Hay que destacar el comentario de Mortadelo a su jefe “En el fondo, usted siempre rojillo” (pág. 14), que recuerda a uno similar del álbum Los superpoderes (1987), refiriéndose a que Filemón prefiere investigar por la izquierda. Obviamente, se trata de un mero divertimento, de un juego de palabras que no refleja la tendencia política de ningún personaje.
El tercer episodio se abre en el hospital El píloro churruscado, en el que vemos actuar al villano como el Doctor Emplástez, durante dos páginas, la misma extensión que Ibáñez dedica a la llamada del Bacterio y venganza de los agentes, como si le costara entrar en materia. En la página 22, nuestros hombres consiguen entrar en el hospital, uno de los escenarios favoritos de Ibáñez, en secuencias en las que muestra algunos disfraces notables, como el de bacilo (que demuestra que la extraña lógica de Mortadelo puede llegar a funcionar), el de escolta de Kennedy y uno de los favoritos de Ibáñez: el de hombre invisible.En el hospital, Mortadelo y Filemón golpean a un viceministro y son burlados, nuevamente, por Todoquisque, quien vuelve a inocularles bacilos que los dejan fuera de juego. Desde el punto de vista lingüístico, se aprecia un error de Ibáñez cuando Mortadelo dice “hayan bacilos” (en plural el verbo) en lugar de “haya” (pág. 22) , un error que se repite en la página 28, con “habían toros”.
Esto ocurre en el cuarto capítulo, que tiene como escenario uno de los menos utilizados por Ibáñez, a pesar de ser típicamente español: un coso taurino, fondo que podemos encontrar también en Valor…¡y al toro! (1970), Soborno (1977) y Dinosaurios (1993). En todos estos casos, contribuyen al efecto cómico los comentarios despectivos del público. La primera página nos permite ver actuar al Todoquisque, mientras que la segunda se refiere a las llamadas de Bacterio. Curiosamente, cuando este los hace aparecer, Mortadelo y Filemón vienen de arrebatarle una mina a Mike “Gorilo”, lo que nos hace pensar que llevan más de una misión a la vez. Ya en la plaza, vemos a un toro ataviado como Todoquisque y a Todoquisque caracterizado como toro, dando lugar al descontento del público, de manera que el villano vuelve a ganar la partida , al aprovechar el barullo para vaciar la caja de la recaudación.
El quinto capítulo da un giro a la historia, haciendo que sea el propio malhechor quien acuda a la TIA para hacerse con documentos secretos. En esta ocasión, lo hará ataviado como el Superintendente Vicente, dando pie al que sea, probablemente, el episodio más divertido de la historieta, con un Mortadelo que se llega a encontrar hasta con 5 “Súpers” consecutivos, en un juego de equívocos de tradición clásica que recuerda al Anfitrión de Plauto. Los mismos agentes se vieron en una situación parecida en la historieta corta ¡Robots! (Super Mortadelo, 8), al igual que Anacleto en El sosías (Din Dan, 2ª Época, Extra de Primavera, 1971).
Es curioso que Mortadelo, en su locura, dice haber visto 5 “Súpers” y nombra quintetos conocidos como “El quinteto de la muerte”, incluyendo… a Los Beatles (que eran cuatro). En una historieta de Don Pedrito, allá por los sesenta, comete el mismo error, al señalar que eran 5 los integrantes del grupo de Liverpool (y sí, suena más a despiste de Ibáñez que a alusión al famoso “quinto Beatle”). Una vez que Mortadelo ha deducido que ese “Súper” duplicado es Todoquisque, comete la torpeza de declarar su caza y captura pos los altavoces de la TIA , haciendo que los agentes más bestiajos acaben golpeando al propio Súper, en un remake de un gag similar de Contra el “gang” del Chicharrón (1969)- aquí aplicado al Bacterio- y de Objetivo: Eliminar al Rana (1976)- referido al propio Súper.
Los mejores gags llegan cuando Filemón (que tiene poca participación en este episodio) contempla satisfecho la rabadilla del Súper (buscando la verruga, ya saben), ante la indignación del Director general, que demuestra ser un homófobo, algo que confirma en uno de los mejores gags del álbum: cuando cree que Filemón le está pidiendo a Mortadelo su mano en matrimonio. En realidad, Mortadelo advierte a su jefe de que la Ofelia se ha interesado en él ya que es más serio que Mortadelo y tiene unas perrillas ahorradas, lo que muestra que Ofelia, más que querer a Mortadelo, quiere “un hombre” a toda costa.
El episodio culmina cuando los agentes creen haber acabado sin querer con el Súper, cuya muerte lloran desconsolados, algo que contrasta con otras historietas en las que celebran los males de su Superior (incluso su deceso). Cuando comprueban que está vivo, de deshacen en arrumacos, lo cual provoca que el Director general los despida en un acto de homofobia ya claramente desfasado en los años 90 (teóricamente).
El sexto episodio retoma el esquema del anterior, que tan buenos resultados humorísticos había dado. Esta vez, es Ofelia la suplantada por Todoquisque, que acaba siendo perjudicado sin querer por Mortadelo y sus disfraces horripilantes. Destaca, desde el punto de vista gráfico, la figura de Ofelia, ya que al ser Todoquisque disfrazado, la vemos en posturas y actitudes que no suelen ser las arquetípicas del personaje. Al final, tras una escena que recuerda a la del espejo de Los hermanos Marx en Sopa de ganso (1933), será la propia secretaria quien descubra y detenga a su suplantador, ante la indignación de Mortadelo y Filemón (este último solo tiene un bocadillo de texto en todo el capítulo). Cierra el episodio la presencia tras la esquina de dos agentes disfrazados como Mortadelo y Filemón, en un final que recuerda al de la ya citada historia corta Robots.
En realidad, la historia podría haberse cerrado aquí, pero Ibáñez incluye un epílogo de 4 páginas en el que Todoquisque se escapa de la cárcel y se caracteriza como Mortadelo primero y después como Filemón para intentar acabar con sus dos enemigos (no parece recordar que fue Ofelia quien lo detuvo). Como suele ocurrir cada vez que un malvado se infiltra para atacar por sorpresa a nuestros hombres, estos acaban poniéndolo fuera de combate sin darse cuenta. En este caso, lo conducen hasta la locura, de tal manera que el psiquiatra que lo trata acaba aprovechando a este genio del mal como caballo particular, cerrando definitivamente la aventura.
Se puede afirmar que El señor Todoquisque es una de las aventuras más recordadas de los 90. Con un dibujo adecuado, acabado por Juan Manuel Muñoz, que muestra a los personajes en posturas menos convencionales de las habituales. Se trata de una historieta menos compacta que otras, pues en ella se ve que Ibáñez, siempre fiel al mismo esquema en cada capítulo de sus álbumes, fluctúa entre hacer que los agentes vayan a buscar al malhechor a distintos escenarios (primeros cuatro capítulos) o que sea este quien vaya a la TIA asumiendo la personalidad de algunos de sus miembros (resto de episodios), siendo esta la opción más divertida de cara al lector.
El personaje de Todoquisque no volvió a aparecer en Venganza cincuentona (2007),quizás porque su mayor atributo consiste en no tener personalidad propia y adoptar diversas formas, algo que no convenía en ese álbum, en el que cada villano había de ser muy reconocible. Sin embargo, Miguel Bardem sí lo rescató en Mortadelo y Filemón. Misión: salvar la Tierra, película de 2008 en la que uno de los villanos era el señor Todoquisque, interpretado por Álex D’Ogerthy quien, aunque con simpatía, caracterizó al personaje dándole un aire chusquero que no se encuentra en el tebeo. Quede esta inclusión en la película como constancia de la relevancia de este personaje en la trayectoria vital de Mortadelo y Filemón.
8 comentarios:
Un álbum muy divertido, lo que más me gustó fueron las continuas confusiones que provocaba a nuestros agentes. Las frases que decía cuando se partía de risa en cambio no eran tan eficaces.
De cualquier forma, uno de los álbumes más memorables de los noventa. Y de 48 páginas, que se agradece.
Creo que coincidimos, Raúl. Gracias por comentar.
La escena de los 5 Supers siempre me ha hecho una gracia tremenda. Uno de los mejores gags, sin duda.
Puede considerarse, Don Guri, el punto culminante del álbum.
Además si os fijáis cumple la máxima que hemos visto con otros grandes villanos de la serie (por ejemplo: Magín El Mago).
Es decir, el tipo en cuestión los elude cuándo le da la gana y cómo quiere, pero si él se decide a ir a machacarlos...es que sale escaldado.
Ah, y lo de los Súpers, memorable.
Acaba usted de tocar una de las máximas inamovibles del universo de Ibáñez, amigo Viejo.
A mí está siempre me ha recordado a aquella apócrifa de "Simón el escurridizo". Para ser justos, ésta de Ibáñez me resulta mucho más amena, con más ritmo y mejor llevada, que la apócrifa. Esa de Simón me resuta extremadadamente repetitiva y monótona. ¿Quizás ese aspecto, comentado en tu artículo, de que "El señor todoquisque" está dividido en dos partes es lo que la hace tan superior, al romper la monotonía?
Pues no sé si será eso, pero sí, es claramente superior.
Muy bien traída la referencia a la historieta apócrifa, no había caído.
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