El ángel de la guarda es una historieta de 1995 caracterizada por tener un argumento de los que Ibáñez llama “clásicos” en una época en la que la actualidad política, social, cinematográfica o televisiva invadía la obra del autor catalán. Así pues, no encontraremos en esta historieta actores ni políticos nacionales o internacionales. Como corresponde a la mayoría de álbumes de este periodo, y debido a la ausencia de Juan Manuel Muñoz, el acabado de la plancha resulta poco acertado, con un entintado algo mejor que el de álbumes precedentes (como Timazo al canto, 1994), pero que sigue restando expresividad a los personajes.
El argumento central parte de una autorreflexión lógica por parte del Superintendente de la TIA (tal vez de Ibáñez), acerca del verdadero motivo del fracaso de las misiones de todos sus agentes: la falta de colaboración y solidaridad entre ellos. Por primera vez, el Súper parece vislumbrar que los auténticos enemigos de sus agentes no son los rivales, sino ellos mismos, ilustrándonos con ejemplos diversos que demuestran que la actitud miserable que mantienen Mortadelo y Filemón el uno con el otro no es exclusiva de esta pareja, sino que se corresponde con la que tienen otras parejas de agentes. Por ello, el Súper pone en marcha una serie de entrenamientos para que sus hombres aprendan a ayudarse unos a otros en las situaciones difíciles.
Ya en el primer capítulo (de 8 páginas, como todos menos el último, que tiene 12), encontramos el tipo de entradilla que precederá a la misión en cada episodio: Filemón se verá perjudicado por la torpeza de Mortadelo ante la llamada del Súper, algo que se aprecia también en álbumes como Soborno (1977) o La estatua de la libertad (1983). En esta primera ocasión, Filemón, atado de manos para simular estar manco, deberá recibir la protección de su ayudante, que, como es de esperar, será desastrosa. Destaca la escena de los agentes en la vespa (que remite a la mítica de Valor…¡Y al toro!- 1970), en la que Filemón acaba con una señal de tráfico entre los dientes, como ya ocurrió en ¡A por el niño! (1979) y en Ladrones de coches (1980). Escatología varia (aunque todavía moderada, con respecto a lo que habrá de venir en pocos años) y un comentario desafortunado del Súper detonarán el estallido de Filemón que, tras sacudir a su ayudante y a su superior, ingresa en un monasterio, donde no para de repetir: “¡Tuve que hacerlo!,¡Tuve que hacerlo!”, según apunta uno de los monjes. Esta mención explícita a una de las frases clásicas de la serie constituye otro ejercicio de autorreflexión sobre la propia obra, algo que no es común en la bibliografía ibañezca.
En el segundo episodio, encontramos una entradilla similar a la de La estatua de la libertad, con un Filemón que cae desde un piso muy elevado por el afán de Mortadelo (quien lo estaba sujetando) de atender pronto a una llamada. Se inicia en este apartado los métodos surrealistas para elegir cuál de los dos agentes será el lisiado temporal (dando pie a gags bastante absurdos). El “agraciado” será Filemón, a quien le vendarán los ojos para simular una ceguera y que contará con la catastrófica guía de Mortadelo. Gags simpáticos cierran este capítulo, en el que destaca el gag del policía que entrega una merluza como “detenido” a su comisario, lo cual nos remite a los tropiezos del mítico agente que co-protagoniza Safari callejero (1970).
En el tercer episodio, Filemón es descubierto por su acreedor, el agente Paquidérmez por culpa de Mortadelo, que, no contento con ello, deja mal a su superior a causa de su chafardera lengua, recurso utilizado en álbumes anteriores, como, por ejemplo, En la Olimpiada (1972), El elixir de la vida (1973) o Los sobrinetes (1988), entre otros. En esta ocasión, el “lisiado” de turno será Mortadelo, quizá porque es un personaje cómico más eficaz que Filemón para provocar desmanes gracias a la sordera (provocada por dos tapones incrustados en los oídos). No obstante, seguirá siendo Filemón el que reciba los golpes, con gags eficaces como la “lectura” de labios que hace Mortadelo de un transeúnte que solo mascaba chicle o el desafortunado encuentro con un guardia bestiajo al que Filemón insulta sin querer. Destacan las malas interpretaciones que hace Mortadelo de todo lo que se le dice, con resultados equiparables a los provocados por la ceguera de Rompetechos.
El argumento central parte de una autorreflexión lógica por parte del Superintendente de la TIA (tal vez de Ibáñez), acerca del verdadero motivo del fracaso de las misiones de todos sus agentes: la falta de colaboración y solidaridad entre ellos. Por primera vez, el Súper parece vislumbrar que los auténticos enemigos de sus agentes no son los rivales, sino ellos mismos, ilustrándonos con ejemplos diversos que demuestran que la actitud miserable que mantienen Mortadelo y Filemón el uno con el otro no es exclusiva de esta pareja, sino que se corresponde con la que tienen otras parejas de agentes. Por ello, el Súper pone en marcha una serie de entrenamientos para que sus hombres aprendan a ayudarse unos a otros en las situaciones difíciles.
Ya en el primer capítulo (de 8 páginas, como todos menos el último, que tiene 12), encontramos el tipo de entradilla que precederá a la misión en cada episodio: Filemón se verá perjudicado por la torpeza de Mortadelo ante la llamada del Súper, algo que se aprecia también en álbumes como Soborno (1977) o La estatua de la libertad (1983). En esta primera ocasión, Filemón, atado de manos para simular estar manco, deberá recibir la protección de su ayudante, que, como es de esperar, será desastrosa. Destaca la escena de los agentes en la vespa (que remite a la mítica de Valor…¡Y al toro!- 1970), en la que Filemón acaba con una señal de tráfico entre los dientes, como ya ocurrió en ¡A por el niño! (1979) y en Ladrones de coches (1980). Escatología varia (aunque todavía moderada, con respecto a lo que habrá de venir en pocos años) y un comentario desafortunado del Súper detonarán el estallido de Filemón que, tras sacudir a su ayudante y a su superior, ingresa en un monasterio, donde no para de repetir: “¡Tuve que hacerlo!,¡Tuve que hacerlo!”, según apunta uno de los monjes. Esta mención explícita a una de las frases clásicas de la serie constituye otro ejercicio de autorreflexión sobre la propia obra, algo que no es común en la bibliografía ibañezca.
En el segundo episodio, encontramos una entradilla similar a la de La estatua de la libertad, con un Filemón que cae desde un piso muy elevado por el afán de Mortadelo (quien lo estaba sujetando) de atender pronto a una llamada. Se inicia en este apartado los métodos surrealistas para elegir cuál de los dos agentes será el lisiado temporal (dando pie a gags bastante absurdos). El “agraciado” será Filemón, a quien le vendarán los ojos para simular una ceguera y que contará con la catastrófica guía de Mortadelo. Gags simpáticos cierran este capítulo, en el que destaca el gag del policía que entrega una merluza como “detenido” a su comisario, lo cual nos remite a los tropiezos del mítico agente que co-protagoniza Safari callejero (1970).
En el tercer episodio, Filemón es descubierto por su acreedor, el agente Paquidérmez por culpa de Mortadelo, que, no contento con ello, deja mal a su superior a causa de su chafardera lengua, recurso utilizado en álbumes anteriores, como, por ejemplo, En la Olimpiada (1972), El elixir de la vida (1973) o Los sobrinetes (1988), entre otros. En esta ocasión, el “lisiado” de turno será Mortadelo, quizá porque es un personaje cómico más eficaz que Filemón para provocar desmanes gracias a la sordera (provocada por dos tapones incrustados en los oídos). No obstante, seguirá siendo Filemón el que reciba los golpes, con gags eficaces como la “lectura” de labios que hace Mortadelo de un transeúnte que solo mascaba chicle o el desafortunado encuentro con un guardia bestiajo al que Filemón insulta sin querer. Destacan las malas interpretaciones que hace Mortadelo de todo lo que se le dice, con resultados equiparables a los provocados por la ceguera de Rompetechos.
El cuarto capítulo empieza con la entrada del Súper justo cuando nuestros agentes están probando un detector de alimañas. Destaca en esta ocasión la inquina que el Superintendente demuestra por Filemón, frente a la inmunidad de la que parece gozar Mortadelo. Con absoluto despotismo, lesiona las dos piernas de Filemón, de manera que Mortadelo ha de cuidarlo como si fuera cojo. Al rey de los disfraces no se le ocurre otra cosa que acoplarle un muelle para que su jefe se desplace rebotando, lo cual ocasiona una caída por las escaleras (que no es la única de este álbum). Tras chafarle su nuevo (otro) peinado a Ofelia, Filemón padece las consecuencias de usar el patinete del sobrino de Mortadelo (referencia a Los sobrinetes). Destaca también la agresión a un sacerdote por parte de Filemón, algo que no era tan recurrente a mediados de los 90 como lo sería en las historietas del nuevo siglo. Además de una humillación ante una marquesa, Filemón ha de aguantar el tiroteo entre la banda del “Chori” y la policía, al estar sentado en una carretilla atada por Mortadelo al coche del delincuente. Al salir despedido en el aire, Filemón aterriza sobre la mesa de un restaurante, dando pie a un gag visual y verbal, en relación con la conversación de los comensales en ese momento. Este tipo de chistes, en los que el cliente reclama algo al camarero y acaba cayendo del cielo algo totalmente distinto se dio, sobre todo, a principios de los 80, con álbumes como La gente de Vicente (1979), Ladrones de coches o La brigada bichera (1981), siempre con excelentes resultados.
En el último episodio, un Superintendente debilitado por culpa de un mejunje del Bacterio encarga a Mortadelo y Filemón la primera misión de la operación “Ángel de la guarda”, en la que tendrán que protegerlo a él mismo. Destaca en este apartado la referencia a la falta de hombros de Mortadelo (ya referida en El antídoto- 1973). Por otra parte, la debilidad del Súper lo lleva a abrazar a Ofelia, de manera que esta se siente acosada por él, como ocurrirá en Impeachment (1999). El transporte en camilla del malogrado superior recuerda al álbum El SOE (1992), al igual que el momento en que la camilla (con el inquilino incorporado) se quema por ponerla sobre una cloaca. Finalmente, los agentes meterán al Súper en un barril, no sin que este se convenza de que será su “ataúd”, frase característica de los “protegidos” de Mortadelo y Filemón, como se aprecia en álbumes como Contrabando (1978) o Expediente J (1996), entre otros. Sin embargo, este último tramo será especialmente deudor de El espía Mataháriez (Super Mortadelo, nº 3), donde el susodicho espía es introducido en un cajón de madera sobre el que también se posa un elefante de circo, lo mismo que le ocurre al Súper en esta historieta. Finalmente, y tras agredir al Director General por un comentario desafortunado, el Superintendente persigue a Mortadelo y Filemón clamando venganza, no sin dar por terminada la operación “Ángel de la guarda”.
En el último episodio, un Superintendente debilitado por culpa de un mejunje del Bacterio encarga a Mortadelo y Filemón la primera misión de la operación “Ángel de la guarda”, en la que tendrán que protegerlo a él mismo. Destaca en este apartado la referencia a la falta de hombros de Mortadelo (ya referida en El antídoto- 1973). Por otra parte, la debilidad del Súper lo lleva a abrazar a Ofelia, de manera que esta se siente acosada por él, como ocurrirá en Impeachment (1999). El transporte en camilla del malogrado superior recuerda al álbum El SOE (1992), al igual que el momento en que la camilla (con el inquilino incorporado) se quema por ponerla sobre una cloaca. Finalmente, los agentes meterán al Súper en un barril, no sin que este se convenza de que será su “ataúd”, frase característica de los “protegidos” de Mortadelo y Filemón, como se aprecia en álbumes como Contrabando (1978) o Expediente J (1996), entre otros. Sin embargo, este último tramo será especialmente deudor de El espía Mataháriez (Super Mortadelo, nº 3), donde el susodicho espía es introducido en un cajón de madera sobre el que también se posa un elefante de circo, lo mismo que le ocurre al Súper en esta historieta. Finalmente, y tras agredir al Director General por un comentario desafortunado, el Superintendente persigue a Mortadelo y Filemón clamando venganza, no sin dar por terminada la operación “Ángel de la guarda”.
En resumidas cuentas, podemos decir que se trata de un álbum simpático, con algunos gags notables y otros solo correctos. El acabado de la tinta, como dijimos, no parece el adecuado y desluce el trabajo gráfico de Ibáñez. Tampoco algunos de los disfraces de Mortadelo aparecen logrados, como el de niñera (viñeta 8, pág. 2) o el de pterodáctilo (v.3, pág 39). Llama la atención el carácter “clásico” del argumento (se trata de un asunto de organización y disciplina interna de la TIA) en medio de tanta producción alusiva a la actualidad política del momento. Esto no quita que haya alusiones al comendador Felipíyez (clara referencia a Felipe González) y al ministro Feoch, deformación del apellido Belloch, ministro que ya había aparecido en el álbum Corrupción a mogollón (1994).
8 comentarios:
Gran entrada, como es habitual, Chespiro.
Recuerdo este álbum como uno de los que, de niño, clasificaba en la lista de "ni fu, ni fa", no estaban mal pero no llegaban al nivel de El quinto centenario o El elixir de la vida. La verdad es que casi ni me acordaba de su existencia.
Por cierto, ¿es cosa mía o últimamente estás reseñando muchos álbumes muy recientes, de los noventa para adelante? ¿Hay algún motivo para ello? Simple curiosidad.
Tú lo has dicho, ni fu ni fa, este álbum.
Con respecto a las reseñas, son totalmente aleatorias. Es más, mientras escribo estas líneas ni siquiera recuerdo cuál fue el último que reseñé, jeje.
Creo que está bien así, uno (de los bastantes) atractivos del blog es no seguir un patrón encadenado de los Mortadelos, tan longevos ellos.
No recuerdo con desagrado el album, aunque ciertamente tampoco es de lo mejor.
Atractivo, anarquía, pereza...¡Vaya usted a saber, amigo Viejo!
A mí la verdad no me gustó mucho el álbum. Demasiado repetitivo los capítulos en los que Filemón es el protegido. En mi opinión sólo remonta el vuelo al final, cuando "protegen" al Súper. No me gusta nada el entintado de esa época y se agradece que Muñoz volviera a la carga, pues sabe entintar mejor que nadie. Es mi sincera y personal opinión.
Sin duda, lo hace mejor que el que se ocupó de los álbumes en este periodo.
Al contrario que a ti, a mí me gusta más el álbum hasta que llegan a la protección del Súper, con gags especialmente trillados.
Pues yo no le veo nada malo al entintado. Lo que veo en el dibujo es el trazo especial de mediados de los noventa que es muy distinto a las demás épocas, es aparentemente más complejo en álbums como éste y Jurado Popular, El Pinchazo Telefónico, Corrupción a Mogollón, Timazo Al Canto, vamos, los de mediados de los noventa, se ven con más claridad detalles como bolsillos o botones, El lazo de Mortadelo (detalle que ayuda a deducir de qué época es la historieta) se ve un poco más grueso, y más tridimensional, que en las demás, recuerda incluso al dibujo que suelo ver en las portadas, y sino, comparad las aventuras que he dicho antes con las siguientes de épocas anteriores y posteriores, El Nuevo Cate, Las Vacas Chaladas, El Racista, por ejemplo, recuerdo que el dibujo tiene menos detalles. Otra cosa, esta aventura tiene cuatro capítulos de 8 páginas y uno de 12, parece una variación de la habitual división de cuatro capítulos de 8 y dos de 6, ambas estructuras eran típicas de la época, pero esta división desaparecería poco después definitivamente. Y a parte, sé que esta aventura tiene una firma que especifica que se dibujó en el año 95, pero yo sé que la aventura se publicó en el año 96 en la colección Olé, y no se publicó en la colección Magos del Humor, como era habitual con otras aventuras ¿Sabe alguien cómo se publicó por primera vez esta aventura? eso si es que se publicó en el 95 ¿a caso se publicó serialmente en alguna revista? la que funcionaba entonces era Mortadelo Extra y entonces estaba serializando Silencio Se Rueda y Animalada y Timazo al Canto. Empiezo a pensar que realmente se publicó por primera vez en el año 96 en la colección Olé y, por lo tanto, no en el 95. Pero este blog no es el único que dice que esta aventura es del 95, también lo pone en la wikipedia y en el libro del 50 aniversario. Tal vez sea un error propagado. Deberíamos averiguarlo.
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