domingo, 4 de octubre de 2009

¡SOBORNO! (1977)


La presente historieta se publicó en el año 1977, entre los números 335 y 345 de la revista Mortadelo. En ella, la trama argumental –relacionada con los sobornos que Rodolfo Cobardino está llevando a cabo- es lo de menos, pues lo realmente destacable son las entradillas de cada episodio, que muestran de forma hiperbólica ejemplos claros de sobornos llevados hasta sus últimas consecuencias. Así, el primero de los once episodios de cuatro páginas que componen el álbum comienza de forma trepidante, mostrando los sobornos que se dan en el mundo del fútbol con la sorna habitual de Ibáñez. Al igual que el de Magín el “Mago” (1971), este inicio es uno de los más recordados por los lectores, ya que ha sido reproducido en no pocas ocasiones en Internet, normalmente en foros o blogs deportivos, para intercambiar chanzas entre aficionados. Incluso en algún sitio virtual esta página ha sido utilizada para meditar sobre el estado actual de las leyes en nuestro país.

Cabe destacar que algunas de las viñetas de este prólogo han sido calcadas por el apócrifo autor de El rayo transmutador, historieta realizada con un Ibáñez ya fuera de la editorial Bruguera. Así, las viñetas tercera, cuarta y quinta de la primera página de ¡Soborno! corresponden a las viñetas séptima, octava y novena de la vigésimo primera página de la historieta apócrifa. En esta última observamos, además, que la octava viñeta de la página vigésimo tercera se corresponde con la décima de la plancha inicia del ¡Soborno!


A pesar de este inicio, el álbum no discurrirá por los luego trillados caminos del fútbol, y nuestros agentes no tendrán que investigar nada acerca del deporte rey en esta historieta. La exposición del tema –con una imagen de Filemón como elemento sospechoso de por medio- viene seguida de un malentendido más propio de la época de Agencia de Información que de finales de los setenta, con lo que se culmina el presente apartado.



La segunda parte muestra una faceta más modesta de los negocios de Cobardino, pues esta vez se limita a sobornar a un guardia urbano para que haga la vista gorda ante sus fechorías. Este capítulo, más original, desarrolla los intentos de Mortadelo por fotografiar a su jefe intentando sobornar al guardia para así poder inculparlo, pero el plan, además de arruinar a Filemón, acabará dando con él en la cárcel, en un capítulo divertido y más original que la media. La idea de la filmación frustrada aparece nuevamente en Contrabando (1978) El atasco de influencias (1990), con algunas variantes en Prohibido fumar (2004) y, utilizando una grabadora de sonido, en El carné al punto (2005).

El tercer episodio se desarrolla en el hipódromo y en él destaca nuevamente la entradilla con las divertidas excusas que los jockeys dan para justificar su extraña actuación. El Súper manda a nuestros agentes a investigar, guiado en parte por motivaciones personales, ya que, al igual que le ocurría con la quiniela del primer capítulo, los resultados del soborno le están chafando sus apuestas. Nuestros protagonistas, por aquello de “donde fueres, haz lo que vieres”, deciden montar un caballo, dando pie así a los gags relacionados con la monta del animal, algunos de los cuales vimos ya en En la Olimpiada (1972), El señor Probeta (1991), Silencio…¡Se rueda! (1995) y El dos de mayo (2008). El Súper aparece en escena justo a tiempo para que su nuevo deportivo sea chafado por sus agentes.




En el cuarto episodio nuestros hombres vuelven a un gimnasio para investigar los chanchullos del boxeo (algo que ya se apunta en el primer tramo del álbum), fingiendo ser deportistas y con un malentendido convencional al final. Este escenario es uno de los preferidos por el autor, ya que ha sido utilizado en álbumes como El otro yo del profesor Bacterio (1973), La gallina de los huevos de oro (1976), El inspector general (1989) El SOE y Robots bestiajos (1993). En Chicha, Tato y Clodoveo el gimnasio aparecerá en Una vida perruna (1986) y Gran hotel (1987).





El quinto episodio comienza directamente, sin entradilla previa. En él, el Súper lleva a nuestros agentes a ver in situ los atropellos de Cobardino, con escenas que recuerdan a las de El atasco de influencias, álbum de los noventa que parece tener más de un punto en común con ¡Soborno! La imagen de los conductores cargando con el coche por obstáculos en la carretera recuerdan a la que veremos en ¡Llegó el euro! (2001). Esta vez investigarán en una obra, otro lugar recurrente en la producción de Ibáñez, utilizado en álbumes como Los diamantes de la gran duquesa (1972), El plano de Ali-Gusa-No (1974) Los secuestradores (1976), La gallina de los huevos de oro, Los gamberros (1978), El atasco de influencias, El trastomóvil (1996), Los verdes (1997) y El señor de los ladrillos (2004), además de en la historieta corta LSD, publicada en Super Pulgarcito, número 8, así como en toda la trayectoria de Pepe Gotera y Otilio. En la historieta que nos ocupa, la comicidad viene dada de las réplicas que nuestros agentes dan al capataz. Finalmente, Mortadelo y Filemón resultan haberse equivocado de obra y sabotean, sin querer, la futura sede de la TIA.

Tampoco el sexto episodio contiene entradilla relacionada con los sobornos, desarrollando, al igual que el anterior, un tipo de gags apenas esbozado en capítulos anteriores, relacionado con las llamadas del Súper a sus agentes. Esta vez se sospecha que hay un sobornado en la sede de la TIA, dando pie a un episodio que tanto por su concepción, malentendidos y trampas que se anulan mutuamente, recuerda al futuro Hay un traidor en la TIA (1983). En esta ocasión, el resultado final vendrá de la mano de la señora de la limpieza, un recurso tantas veces utilizado por autores como Manuel Vázquez. Entre los recursos gráficos que aparecen en el álbum, destaca el dedo-bala del Súper que vemos en este episodio, lo cual nos recuerda a su etapa de esplendor de las metáforas visuales, a principios de los sesenta.







Tras la llamada inicial, el séptimo capítulo transcurre en el Guadalajara Marú, donde se sospecha se realiza contrabando gracias a un soborno a algún miembro de la tripulación. Filemón vuelve a viajar en la chimenea de un barco, como hizo en Valor…¡Y al toro! (1970). En este tramo del álbum vemos a un Mortadelo con más debilidades que de costumbre: borrachín, aficionado al contrabando (algo que se confirmará en el futuro álbum Contrabando) y lujurioso. Esto último queda justificado por su éxtasis a la hora de espiar a Nadiuska “en ropa de trabajo”, en uno de los primeros detalles “picantes” de la serie, muestra de la apertura tanto del cómic como del cine español del momento.

Al igual que ocurre en el episodio anterior, el octavo capítulo recurre otra vez a las localizaciones un tanto forzadas para un tema como los sobornos. Así, se dice que, tras haber sobornado a alguien del personal de la biblioteca, un bandido ha colocado un explosivo, “gamberrita”, en el interior de uno de los libros. Sin duda, este episodio viene motivado por el gusto de Ibáñez ante una localización similar en La gallina de los huevos de oro, ya que tanto el aspecto físico de la bibliotecaria como el gag recurrente de evitar el ruido se repiten de manera casi idéntica. Tan idéntico como el momento en que Mortadelo entra en la biblioteca pidiendo una obra de Ibáñez, gags que podían tener sentido en su momento, pero no hoy, cuando nuestro autor y sus personajes tienen su lugar en todas las bibliotecas del país.

El álbum vuelve a recobrar su esencia en un escenario como el de la plaza de toros, que, a pesar de ser el lugar del clímax de Valor…¡Y al toro!, no ha sido explotado en exceso por Ibáñez. Lo volveremos a ver en El señor Todoquisque (1992) y Dinosaurios (1993). El resultado es un episodio divertido en el que van eliminando a los distintos toreros por error y acaban liberando a los toros, que causan estragos en la ciudad. Especialmente entretenido es el décimo capítulo, en el que vemos que Filemón tiene una doble moral solo comparable a la de Mortadelo (el contrabandista), pues abomina de las apuestas en el canódromo, pero es recibido allí como un cliente habitual, en una escena inolvidable. Y es que este es uno de los grandes aciertos de Ibáñez, desnudar al ser humano, desmitificarlo y desproveerlo de su lado más épico e hipócrita, para mostrárnoslo tal cual, en toda su miseria. El tramo acaba, por supuesto, tras chafar al perro favorito del canódromo.

En la última parte, será Rodolfo Cobardino quien, a pesar de la ineficacia de nuestros protagonistas, se cansará de sus meteduras de pata y se personará en la TIA para sobornar al Súper, aunque su dinero se volatiliza una y otra vez debido a unos inconscientes- y ajenos a todo- Mortadelo y Filemón. Se trata de una variante del clásico esquema en que el villano de turno se introduce en la casa de los agentes o en la sede de la TIA. No deja de ser cómico ver cómo los protagonistas tienen a su enemigo delante y no hacen nada para atraparlo. Amenizan el episodio los comentarios del secuaz de Cobardino, quien finalmente lo traiciona ante los agentes del orden. El final se verá un poco precipitado y forzado por la indiscreción de Mortadelo, quien se mostrará tan chismoso con respecto a los comentarios que hace Filemón sobre el Súper como de costumbre.

Estamos ante un álbum entretenido, con momentos muy divertidos y recordados por los fans de la serie. El dibujo es más que correcto y las tintas, sin ser brillantes, parecen adecuadas. En conclusión, se trata de una de esas historietas que consolidaron la más que merecida fama de Mortadelo y Filemón a finales de los años setenta.

5 comentarios:

Don Guri dijo...

Un album por el que ademas guardo muy buen carin~o, por ser uno de los primeros OLEs que tuve ocasion de leer.

Chespiro dijo...

El componente sentimental, imposible prescindir de él cuando hablamos de Mortadelo.

El Viejo dijo...

Yo leí esta historia de sobornos en los ya míticos Súper-Humores ue nos regalaban cinco historietas en vez de las cuatro que hay ahora (sniff).

Desde luego, las introducciones, como apunta Chespiro, son muy divertidas, cualquier buen aficionado al fútbol al boxeo sentirá esas "estafas" hiperbólicas que un Ibáñez muy entonado representó.

Bigotito dijo...

- Es de mis favoritas , ya sea por la trama como por el malo . Cobardino es el tipico villano al que conocemos el nombre y que no aparece hasta el final , siendo un misterio hasta ese momento ( su aparición fue lo mas graciosos de todo el comic ).

Chespiro dijo...

Un Ibáñez, todavía, en plena forma. Gracias a ambos por los comentarios.