Aunque Mortadelo y Filemón (and company, of course) hayan investigado recientemente el tema de la especulación inmobiliaria (rásquese el bolsillo y compruébelo en El Señor de los Ladrillos), lo cierto es que a este dúo dinámico este tema no le toca ni de lejos. Los tipos de los que hablo han estado en bases de operaciones que ya quisieran para sí los Vengadores esos. Y no sólo eso, sino que se han permitido redecorar estos tugurios después de muchos y continuos robos, inundaciones, incendios, explosiones…
En sus humildes comienzos (finales de los 50) la agencia de información de Mortadelo y Filemón se situó en un pequeño chalet tan cercano de la ciudad como del campo, con jardincito propio que Mortadelo cuidaba (¡qué lujazo!). Una chabolita, por cierto, en mal estado, y que pensaron sustituir por otra en primera línea de playa, pero la cercanía al nivel del mar y la subida de la marea provocaron una inundación que complicó la compra (el contrato quedó empapado, lo que según el Código Civil invalida la transacción, ¡cachis!… ¡Que nooo! Léelo y ya lo ves.)
A mediados de los 60 la agencia se traslada al núcleo de una gran ciudad (que los expertos en este complejo asunto sitúan en Barcelona.) El sitio en cuestión era un pisito que hacía las veces tanto de casita hogareña como de oficinita de información. Sin embargo, parece ser que la manía de Mortadelo por construir cohetes siderales y una inexplicable explosión de plutonio cercana provocaron que buscasen trabajo en una agencia de espionaje, contraespionaje y recontraespionaje de más relumbrón.
Después de buscar trabajo en los anuncios clasificados, esta parejita consiguió ingresar, cuando los 60 estaban acabando, en la T.I.A. (Técnicos en Investigación Aeroterráquea), que consistía en un despacho emplazado bajo tierra para el Superintendente Vicente (el presupuesto gubernamental no daba para más.) Las entradas eran de lo más variopinto: estatuas, farolas, casetas de obras, accesos en el Polo y un posterior pasillo subterráneo de regreso… Ya luego, sí, a mediados de los 70 consiguieron trasladar la agencia a un gran rascacielos, en el que, extrañamente (recordemos que esto es una agencia secreta) les dio por colgar en la parte más vistosa del edificio un cartel con el nombre de la organización, posiblemente por razones de merchandising.
La distribución del edificio es ejemplar, sin ninguna duda: despachos para los jefes, oficinas para los agentes y secretarias, el laboratorio del eminente Profesor Bacterio, las salas de recreo y, por último, esos largos, eternos, infinitos, extensos, interminables, inacabables, (etc) pasillos, donde todo agente habla, huelga y se hacina. Sin embargo esta mejora progresiva de presupuesto inmobiliario no evita que el edificio se venga abajo en incontables ocasiones: si no es la bomba H de turno, es que los gorgoritos del quinteto principal provocan unas reverberaciones de derrúmbate y no te menees, y si no, pues un pote de elasticina convierte el edificio en goma. Aquél que se pregunte que a dónde van sus impuestos, que se enorgullezca en saber que gracias a él nuestra reconocida agencia de espionaje nacional, internacional y provincial, la T.I.A., puede volver a reconstruirse (para luego volver a destruirse masoquistamente, nada es perfecto.)
Recientemente (en el año 98, amantes de los datos), se desveló que Filemón y Mortadelo (quería escribirlo al revés por una vez) viven desde hace tiempo en la pensión “El Calvario”, 4º 1ª, una pensión con todos los lujos posibles. No recuerdo haber leído ninguno de ellos, pero eso no quiere decir necesariamente nada.
No me perdonaría nunca terminar este artículo sin mencionar que el edificio de la T.I.A. de la reciente adaptación al cine de las peripecias de Mortadelo y Filemón es el Colegio Mayor Jaime del Amo en Madrid (¡gracias a Unown por el dato!). Si lo piensas un rato (hazlo mientras lees, no después), en los tebeos de Mortadelo los edificios en donde viven es el único aspecto que cambia progresivamente. La estética de los personajes sólo cambió bruscamente al comienzo de sus aventuras, y los secundarios sobre todo a finales de los 60 con lo de la T.I.A., pero las agencias cambiaban continuamente. Y precisamente es una de las cosas en las que menos se fija la gente.
Artículo escrito por Pablo Vicente Damas
6 comentarios:
Excelente artículo del amigo Pablo, con una capacidad de síntesis que ya la quisiera el menda y referencias concretas incluso a alguna historieta corta de la época de "Agencia de Información" (¿recuerdan la inundación?).
Muchas gracias, Chespiro, por colgar mi articulillo. Llámame perfeccionista, pero después de leer el libro de Miguel Fernández Soto cambiaría muchas cosas.
Hace falta una comparativa Sedes de la TIA versus Entradas secretas. Si el edificio de la TIA podrá tener sus siglas en la fachada pero si no tiene entrada (salvo las secretas) están a salvo de agentes enemigos.
¿Cruzan la ciudad una red de túneles subterráneos que llevan de cada entrada secreta a la sede principal? ¿Acaso cambia la sede de lugar?
Lo que veo claro es que en vivienda propia, han ido hacia atrás: del chalecito o vivienda compartida a la pensión...
Kaximpo,Sí...aunque la vivienda propia, no sabemos de quién era exactamente.
Es curioso lo de la TIA,la verdad. Usan entradas secretas y luego ponen un cartel...
Pablo, es que hay un antes y un después de ese libro.
Si bien Chespiro se afana en indicarlo en un párrafo introductorio, es indudable que en este blog hay manos apócrifas. Esas cosas se advierten sin más que observar las diferencias en el entintado. Pero hay que admitir que siempre se trata de negros de lujo. Sinceramente, he de felicitar al apócrifo Pablo Vicente por su capacidad para contar tantas cosas en tan poco espacio.
No obstante, me gustaría añadir que en los primeros tiempos de la serie, cuando llevaban aquella modesta agencia de información, la casita, que se barruntaba como un mini-pisito antigüillo, era un bajo o un primero, un segundo o un ático, según conviniera. También a conveniencia, estaba en plena ciudad o en las afueras, sobre todo cuando, por alguna razón, Mortadelo había de vérselas en el campo, como si de una Hermenegilda cualquiera se tratara. También cuando era menester hacer prácticas de tiro, nos encontrábamos con que la agencia de marras era de ubicación rupestre aunque, sí, siempre cerquita de la ciudad.
Y es que, contrariamente a la opinión general, a mí siempre me gustó que Mr. Ibáñez se pasara el concepto de continuidad de la serie por el Arco de Triunfo. Otros quizá tuvieran que pasar por ese aro de la continuidad, pero Ibáñez es mucho Ibáñez, y considero que puede permitirse ese lujo asiático, y muchos más. Precisamente, dar continuidad a la serie es darle coherencia, lo que entiendo es totalmente incompatible con el carácter absurdo y surrealista que la caracterizó desde un buen principio. Precisamente su coherencia debiera estar en mantener su incoherencia.
Un cordial saludo.
Lady sidente...aquí abunda lo apócrifo, lo cual me genera unos ingresos ingentes de visitas sin tener que matarme frente al tablero...Cínico que es uno, jeje.
Nunca había visto el tema de la continuidad en relación con el de la coherencia y...sí, resulta interesante ese nuevo punto de vista.
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