¡Mascotas! (2002) es, sin duda, uno de los pocos álbumes de Mortadelo y Filemón posteriores al año 2000 que son capaces de desatar carcajadas o, por lo menos, alguna que otra risa cómplice. En cierta forma, se puede considerar que su publicación marcó un hito menor en la historia de la pareja de agentes, pues es, hasta la fecha, el último álbum publicado directamente en Colección Olé. A partir del mismo, el resto de aventuras de Mortadelo y Filemón únicamente pasarían a la colección citada tras haberse publicado previamente en Magos del Humor o Super Humor, hecho que no es ajeno a la disminución en el ritmo de producción de Ibáñez, cuyas obras han de rentabilizarse al máximo por parte de la editorial.
En medio de tanta referencia a la actualidad del momento y de conmemoraciones forzadas, Ibáñez sorprende con un álbum pasmosamente clásico en forma y fondo, con la consiguiente elevación momentánea del nivel de su serie estrella. El argumento no puede ser más pobre (algo que nunca ha impedido que un álbum de Mortadelo sea divertido): el Súper, harto de la mala pata que suele perseguir a los agentes de la TIA, decide probar suerte con la utilización de mascotas cuya eficacia habrá de ser puesta a prueba, cómo no, por Mortadelo y Filemón.
El flirteo de los agentes con animales diversos parte de una larga tradición que ha dado desiguales resultados en las últimas décadas. El punto de referencia obligado es Safari callejero (1970), aunque en este primer álbum, pionero en la temática, nuestros personajes no han de “convivir” con los animales, sino capturarlos, con la originalidad añadida de que cada uno presenta una particularidad que lo individualiza. Lo mismo podemos decir de Pánico en el zoo (1975), en el que los bichejos no dejan de ser un objetivo digno de ser capturado.
La verdadera convivencia con (entre) animales la encontramos en La brigada bichera (1981), historieta en la cual los superagentes entran a formar parte de una nueva política de la TIA, consistente en utilizar animales en sus misiones, con la “ayuda” del profesor Bacterio, cuyos potingues incrementan las capacidades innatas de las distintas especies. Armas con bicho (1988), historieta apócrifa donde las haya, vuelve a incidir en el tema de los animales que, gracias al Bacterio, presentan alguna peculiaridad distintiva. En Animalada (1994) se repite el esquema de cuidado y protección de bichos varios, esta vez con unos resultados bastante anodinos. Ocho años después, Ibáñez insiste en el esquema con ¡Mascotas! , que presenta las características del periodo.
Una de las más llamativas es la supresión de los capítulos regulares (fruto de la desaparición de la revista semanal), lo cual ha llevado en más de una ocasión a la pérdida del ritmo narrativo por parte del autor. No ocurre lo mismo en este caso, en el que los tramos de longitud destinados a cada co-protagonista animal resultan adecuados. El primero de ellos será la gallina Raphaela, a la que se le dedican ocho páginas. El aspecto ridículo del animal (véase su particular entrada) contribuye a crear el efecto cómico. En este caso, la gallina no deja de ser una mera excusa, esto es, un detonante que da pie a diferentes gags sin que ella intervenga (especialmente destacable es la búsqueda de un gusano para alimentarla, ante el pitorreo de amigos y conocidos).
En medio de tanta referencia a la actualidad del momento y de conmemoraciones forzadas, Ibáñez sorprende con un álbum pasmosamente clásico en forma y fondo, con la consiguiente elevación momentánea del nivel de su serie estrella. El argumento no puede ser más pobre (algo que nunca ha impedido que un álbum de Mortadelo sea divertido): el Súper, harto de la mala pata que suele perseguir a los agentes de la TIA, decide probar suerte con la utilización de mascotas cuya eficacia habrá de ser puesta a prueba, cómo no, por Mortadelo y Filemón.
El flirteo de los agentes con animales diversos parte de una larga tradición que ha dado desiguales resultados en las últimas décadas. El punto de referencia obligado es Safari callejero (1970), aunque en este primer álbum, pionero en la temática, nuestros personajes no han de “convivir” con los animales, sino capturarlos, con la originalidad añadida de que cada uno presenta una particularidad que lo individualiza. Lo mismo podemos decir de Pánico en el zoo (1975), en el que los bichejos no dejan de ser un objetivo digno de ser capturado.
La verdadera convivencia con (entre) animales la encontramos en La brigada bichera (1981), historieta en la cual los superagentes entran a formar parte de una nueva política de la TIA, consistente en utilizar animales en sus misiones, con la “ayuda” del profesor Bacterio, cuyos potingues incrementan las capacidades innatas de las distintas especies. Armas con bicho (1988), historieta apócrifa donde las haya, vuelve a incidir en el tema de los animales que, gracias al Bacterio, presentan alguna peculiaridad distintiva. En Animalada (1994) se repite el esquema de cuidado y protección de bichos varios, esta vez con unos resultados bastante anodinos. Ocho años después, Ibáñez insiste en el esquema con ¡Mascotas! , que presenta las características del periodo.
Una de las más llamativas es la supresión de los capítulos regulares (fruto de la desaparición de la revista semanal), lo cual ha llevado en más de una ocasión a la pérdida del ritmo narrativo por parte del autor. No ocurre lo mismo en este caso, en el que los tramos de longitud destinados a cada co-protagonista animal resultan adecuados. El primero de ellos será la gallina Raphaela, a la que se le dedican ocho páginas. El aspecto ridículo del animal (véase su particular entrada) contribuye a crear el efecto cómico. En este caso, la gallina no deja de ser una mera excusa, esto es, un detonante que da pie a diferentes gags sin que ella intervenga (especialmente destacable es la búsqueda de un gusano para alimentarla, ante el pitorreo de amigos y conocidos).
Le sigue el cangrejo Isabelo, cuya irrupción en una oficina nos remite inmediatamente al Botones Sacarino y sus gags recurrentes. De hecho, la mayoría de los que aparecen en este capítulo de seis páginas son herederos directos de la mejor época del citado botones, aunque esta vez el rol del Dire es desempeñado por Filemón, mientras que el Director General (con diseño fijo en estas historietas) y su esposa (ídem) hacen las veces del recordado Presidente. El resultado, unas páginas de inusitado clasicismo realmente divertidas.
El siguiente será el burro Milosevic, con un aspecto tan avispado como el de la gallina. Este personaje animal tiene una especial devoción por los sacos, recuerdo de la pitanza, los cuales muerde salvajemente en cuanto son divisados. El hecho de incorporar un “vicio” o “tic” a los personajes animales sirve para añadir más riqueza humorística a las situaciones y ya fue experimentado con éxito en los elefantes de La brigada bichera y Animalada (que golpeaban con la trompa al ver un turbante o un vestido negro, respectivamente). En el caso del burro que nos ocupa, encontramos un viraje temático a mitad del capítulo, pues el animal se traga una bomba, lo cual lo convierte en un arma potencial capaz de mandar la ciudad entera al garete, por lo que Mortadelo y Filemón habrán de encargarse de evitar que sufra cualquier tipo de golpe (recurso ya utilizado en Misión de perros- 1976).
Uno de los animales más destacados será la boa Lewinska (las referencias al “affaire Clinton” son muy recurrentes en la época). La caracterización gráfica y psicológica de la boa es, en mi opinión, uno de los grandes aciertos del álbum. Destaca su aspecto destartalado y su mirada desquiciada, así como su personalidad irónica y sibarita, heredada de los perros que pueblan la obra de Ibáñez, caracterizados por sus divertidos comentarios. A pesar de lo gastado de la fórmula, el animal resulta simpático al lector y da pie a algunas de las escenas más divertidas del álbum. Por desgracia, también protagoniza algunas de las más chuscas (léase la reacción de Ofelia al verla salir por la entrepierna de Filemón).
El siguiente será el burro Milosevic, con un aspecto tan avispado como el de la gallina. Este personaje animal tiene una especial devoción por los sacos, recuerdo de la pitanza, los cuales muerde salvajemente en cuanto son divisados. El hecho de incorporar un “vicio” o “tic” a los personajes animales sirve para añadir más riqueza humorística a las situaciones y ya fue experimentado con éxito en los elefantes de La brigada bichera y Animalada (que golpeaban con la trompa al ver un turbante o un vestido negro, respectivamente). En el caso del burro que nos ocupa, encontramos un viraje temático a mitad del capítulo, pues el animal se traga una bomba, lo cual lo convierte en un arma potencial capaz de mandar la ciudad entera al garete, por lo que Mortadelo y Filemón habrán de encargarse de evitar que sufra cualquier tipo de golpe (recurso ya utilizado en Misión de perros- 1976).
Uno de los animales más destacados será la boa Lewinska (las referencias al “affaire Clinton” son muy recurrentes en la época). La caracterización gráfica y psicológica de la boa es, en mi opinión, uno de los grandes aciertos del álbum. Destaca su aspecto destartalado y su mirada desquiciada, así como su personalidad irónica y sibarita, heredada de los perros que pueblan la obra de Ibáñez, caracterizados por sus divertidos comentarios. A pesar de lo gastado de la fórmula, el animal resulta simpático al lector y da pie a algunas de las escenas más divertidas del álbum. Por desgracia, también protagoniza algunas de las más chuscas (léase la reacción de Ofelia al verla salir por la entrepierna de Filemón).
Las siguientes siete páginas vendrán marcadas por la presencia del dromedario Quasimodo, que coincidirá en la TIA con un inspector de prominente joroba que se verá sensiblemente ofendido por nuestros agentes. El esquema de “quedar bien” ante un superior ha sido explotado hasta la saciedad, no sólo por Ibáñez, sino por todos los dibujantes de Bruguera. Nuestro autor dedicó íntegramente al tema el prescindible álbum El inspector general (1990). En ¡Mascotas!, aunque algo forzado, el recurso sigue dando un buen resultado.
Si bien es costumbre que Ibáñez cierre estos álbumes por la puerta grande, esto es, con el elefante ( La brigada bichera o Animalada), aquí la víctima final de nuestros agentes será una cotorra a la que se le dedican cinco apresuradas páginas que recuerdan demasiado a las adjudicadas al papagayo de Animalada. Dicha cotorra está emparentada, además, con los cientos de “señores pequeñitos” que han poblado el “Universo Ibáñez” desde siempre y comparte con ellos el “privilegio” de salir despedida, ser aplastada por un libro y caer por la taza del retrete, por supuesto, para llegar a las cloacas y ser arrebatada de las fauces de una rata. Al dueño del animal, campeón mundial de los pesos pesados (evidentemente), no le gustará la imagen final de su mascota. Esto da pie a un final algo precipitado (no sin que antes Ibáñez aparezca autocaricaturizado y ejerciendo su potestad para jugar con el marco de la viñeta, con el objeto de evitarnos presenciar una escena cruenta). Nuestros héroes acaban, como era de esperar, renunciando a seguir probando animalitos y agrediendo a todo aquel que se atreva a sugerirlo.
Desde el punto de vista gráfico, el álbum se resuelve con soltura, si bien los personajes empiezan a mostrar una proporción desigual en sus cabezas y se observa un cierto anquilosamiento de posturas. A modo de muestra, compruébese que el Filemón con paragüitas en la nariz de la tercera viñeta de la página 13 es semi-idéntico al de la primera viñeta de la página 6 del posterior álbum ¡El estrellato!, del mismo año. A pesar de las deficiencias citadas, no cabe duda de que ¡Mascotas! vuelve a elevar el nivel humorístico de una serie que viene dando síntomas de preocupante decadencia desde hace años. Esto se debe, entre otros motivos, a la vuelta al clasicismo en los gags (lejos de la anécdota político-social transitoria), así como al hecho de que se beba de las fuentes del mejor Ibáñez. A esto hay que sumarle la adecuada administración de los tramos de cada capítulo y un dibujo agradable que propicia el aluvión de carcajadas y un ligero (muy ligero) y difuminado (muy difuminado) aroma a tiempos mejores…
11 comentarios:
Fenomenal y extensa entrada, amigo Chespiro. Buena idea la de resumir la trayectoria de álbumes con animales en uno de los más clásicos de los últimos tiempos.
Gracias, Migsoto. Era la idea.
Para que no se diga que soy tan implacable con el último Ibáñez, reconozco que algunos de sus últimos álbumes siguen surtiendo el efecto que el maestro pretende: hacer reír.
pos oye chespiro,has resumido y comparado el album muy bien.
en mi opinion el album masctas esta bastante chulo(todos los mortadelo's comics lo son jaja) pero esque ya estoy cansadillo de tantos albumes dedicados a animals,como bien dices tu.
para mi,el mejor album de animales fue la brigada bichera,de la cual sacaron un capitulo de la serie de tv,pero en mi opinion,no fue tan bueno comoel comic.
La Brigada bichera tenía como punto a favor los comentarios hechos por los animales (sobre todo los del perro), uno de sus grandes aciertos, la verdad.
El capítulo de la serie de tv, aun siendo malillo, era de los pocos que medio se podían ver,jeje.
Lo malo de las aventuras recientes es que no se graban en la memoria, apenas hay gags destacables o nuevos. Con esta en concreto seguro que me rei, pero no la recuerdo en absoluto. Debería repasarla otra vez.
Llevas razón, Mortadelón.
Sin embargo, en descargo de estas aventuras recientes, hay que recordar que la mayoría de nosotros no las hemos leído en ese momento en el que ciertas cosas se quedan grabadas de por vida: la infancia (llevo en la mente el sombrero rojo de Chapeau-que seguirá siendo rojo para mí por más que en ediciones modernas lo coloreen de azul).
¿Azul en las modernas?. Blasfemia.
No recordaba este dato, pero mira que son infumables los editores de hoy en día (de Ed. B).
Pues sí, Mortadelón.
Tú haz como yo: relee las antiguas.
Fantástico análisis. Es muy completo y analiza muy bien todas las características del álbum (argumento, dibujo) como todos los que haces sobre Mortadelo y Filemón. De todas formas, yo he leido algunos de los comic recientes de Mortadelo y Filemón por internet y no me parecen tan malos (misión Triunfo, del que dicen que es lamentable, El dopaje ¡Qué potaje!, El ordenador... ¡que horror, etc). No es que yo tenga muchas historietas de Mortadelo (tengo 21 historietas largas y un comic de Ediciones B que recopila historietas cortas), pero me parece que tienen buenos gags, aunque el argumento de Misión Triunfo no deje de convencerme.
Gracias por tu comentario, amigo. Tú eres más generoso que yo con los últimos álbumes, jeje.
El ultimo tebeo que me queda si alguien esta interesado en venderlo siempre que sea de los ole mortadelo dejo mi correo peteneras_16@hotmail.com precio a negociar
Publicar un comentario