
El álbum
La prensa cardiovascular fue realizado en 1995, época en la que despuntó televisivamente el magazine de
Tele 5 ¡Qué me dices!, que dio un auge inusitado a la prensa rosa, proponiendo un tratamiento desenfadado de las noticias del corazón y un trato irónico y descarado a los famosos que las protagonizaban. Este programa fue simplemente uno de los muchos que surgieron en España a mediados de los 90 y que sentaron las bases de un modelo televisivo que sigue, desgraciadamente, vigente hasta nuestros días, vulgarizándose cada vez más, si cabe.
Ibáñez, con notable agudeza,
supo ver las perspectivas cómicas que la deformación periodística podía propiciar y elaboró este álbum que satiriza los desmanes de la prensa sensacionalista. La historia arranca con una introducción en la que se habla del origen del amor, proporcionando dos visiones: la mitológica, con una desternillante caracterización de
Cupido (en la que se explica el porqué de su venda, sus alas y sus flechas); y la científica, partiendo de las relaciones entre amebas (esta clase de seres volverán a aparecer en la introducción de
Nuestro antepasado, el mico -2009), que dará lugar a una teoría de la evolución muy particular.
Las alusiones a personajes históricos como Cleopatra o Romeo y Julieta recuerdan a la historieta corta de 1990 La cosa va de ligar. Aparecen también en este recorrido Hamlet (ya retratado en La Historia esa vista por Hollywood), sacándole partido a su relación con “Ofelia”, y el príncipe Carlos de Inglaterra, al que ya vimos en El pinchazo telefónico (1994), ahora haciendo referencia a su romance con la Ferguson, alusión que no sabemos si se trata de un gag o de un simple error de Ibáñez. También destaca la alusión a múltiples políticos del momento (rasgo típico de la época): González, Aznar, Clinton, Arafat, etc. Tampoco falta una jocosa referencia a la supuesta homosexualidad de Mortadelo y Filemón a la que algunos, según Ibáñez, aludieron en su día. Los personajes responden a esta insinuación rebelándose contra su autor, saliendo incluso de la viñeta. Las agresiones de los personajes al creador ya se dieron en álbumes anteriores como Animalada (1994).
Estructuralmente, el álbum consta de seis episodios (ocho páginas los cuatro primeros y seis cada uno de los últimos) y el dibujo presenta las características propias de la época, es decir, se ve la mano de Ibáñez pero el entintado no siempre es acertado. En el primer capítulo, el Súper decide encomendar a nuestros agentes la misión de atrapar a los paparazzi que aprovechan fotografías para descontextualizarlas, ya que él mismo se ve afectado por esta prensa sensacionalista. Algo parecido le ocurrió también en El candidato, de 1989 (historieta comentada previamente en este blog, véanse los archivos de marzo de 2008), pero nada comparado con el maltrato de los medios que sufrirá el pobre Vicente en Impeachment! (1999). También en La prensa cardiovascular se presentará al Súper como un acosador de Ofelia, además de zoófilo, por no hablar de su “atrevimiento” con la esposa del Director general. No hace falta decir que la actuación de Mortadelo y Filemón solo complicará las cosas.
En el siguiente capítulo, la víctima de este tipo de prensa será el Ministro de ética y decoro (un cargo que recuerda a otros momentos de nuestra historia reciente). En la entradilla del episodio vemos los tejemanejes de los sensacionalistas preparando su farsa. Para proteger al Ministro, Mortadelo y Filemón recurren a una serie de gadgets (¿serán inventos del Bacterio?) que se anulan unos a otros, provocando en su protegido o bien lesiones físicas o bien titulares aún más bochornosos, si cabe. El clímax del episodio llega con la presentación del Ministro luciendo ropa femenina ante una pasarela llena de fotógrafos (reminiscencias del clímax de Contra el gang del Chicharrón- 1969), en una viñeta (la cuarta de la página 16) verdaderamente cómica.

El tercer protegido de nuestros agentes será el banquero Calderíllez, clara caricatura de Mario Conde, personaje que apareció previamente en El Quinto Centenario (era el Conde del Baquetazo), de 1992 y que volveremos a ver en El jurado popular (1995) y La rehabilitación esa (2000). La entradilla del capítulo, en la que los protagonistas beben un crecepelo del Bacterio que hace que les salgan en la cabeza productos de huerta nos remite a álbumes como La elasticina (1980) y a la ilustración de Ibáñez en la que se autocaricaturiza junto a todos sus personajes para el 25º aniversario de la serie. Volviendo al episodio, resaltamos el hecho de que la mala coordinación entre los agentes hace que uno anule los intentos de protección del otro en todo momento. La sucesión de gags basados en la ineficacia de la protección culmina con el dúo, su protegido y el mismo Súper, achicharrados por la torpeza de Mortadelo. Destaca en esta parte el hecho de que Filemón rescate un invento del Bacterio usado en Los inventos del profesor Bacterio (1972): los zapatos anti-gravedad.
En el cuarto episodio, la prensa rosa la emprende contra la Marquesa de la Potranca, una gran señora a lo Deliranta Rococó, de Martz-Schmidt. Tras una introducción en la que vemos a un Súper más paranoico que nunca, pues piensa que sus agentes están conspirando contra él, Mortadelo y Filemón son enviados a una recepción de la Marquesa, dando pie a gags similares a los que vimos en álbumes como Contra el gang del Chicharrón, El elixir de la vida (1973), Los secuestradores (1976), La gallina de los huevos de oro (1976), Los gamberros (1978), La elasticina, El bacilón (1984), Esos kilitos malditos (1997), etc. Las instrucciones de comportamiento que da Filemón a su subordinado resultan graciosas (algunas de ellas, muy parecidas a las de álbumes anteriores, como la de besar la mano, que ya vimos en El elixir de la vida). Resulta especialmente divertido el momento en que Mortadelo se sienta a comer en el suelo, como en el campo, ante las miradas desdeñosas de los aristócratas. A pesar de que los agentes apenas tienen contacto con la dueña de la casa, su actuación solo ayudará a que su imagen de tirana, creada por los medios, se refuerce aún más.

El siguiente episodio muestra a Filemón como víctima de la prensa rosa, lo cual choca con los altos cargos que antes la han padecido (ministros, marquesas, banqueros, etc.). En esta ocasión, Filemón es presentado como homosexual por los paparazzi, en una época en la que lo de “salir del armario” no estaba tan de moda. Esto provoca la rechifla del resto del personal acerca de la sexualidad de Filemón, como ya ocurrió en Los bomberos (1978) y El disfraz, cosa falaz (1995). Esta rechifla implica también a Mortadelo, pues aparece presentado como el consorte de su jefe y desata las burlas del Súper, la Ofelia e incluso las reticencias de un Bacterio más serio pero al tanto de las alusiones vertidas sobre Filemón. La actuación del profesor con sus inventos no solucionará para nada los problemas del crispado Filemón, que acabará perdiendo los nervios tras ser acusado, incluso, de zoófilo.
Y si antes le tocó a Filemón, en el capítulo final
es el turno de Mortadelo, caracterizado por la prensa como un crápula secuestrador de doncellas. Para acabar de una vez por todas con el asunto, el agente recurre a un perro, Lagartijo, que seguirá la estela de perros incompetentes (heredados de los que ya usara el
Anacleto de
Vázquez) como los de
Contrabando (1978) o
Rapto tremendo (2003). Su entrenamiento para atacar a los tipos con cámara de fotos recuerda al que sufrió otro chucho similar en
Chapeau, el “Esmirriau” (1971), esta vez contra los sombreros. Una serie de gags enfocados en este sentido y que desentonan con la tónica general del álbum acaban con la captura de
Radovan Karadzic, exlíder yugoslavo acusado de genocidio, que pretendía lucrarse con

estas fotografías para comprar armamento y organizar guerras. Estamos ante la típica conclusión con villano que resulta ser conocido. Una vez encerrado (no sabemos si los colaboradores que aparecen a lo largo del álbum también fueron capturados), la historia culmina con un gag bastante simplón en el que los agentes mandan al espacio exterior a Ofelia de una patada.
En líneas generales, y sin ser una obra maestra, podemos decir que estamos ante un álbum divertido, con momentos hilarantes motivados por los equívocos de las fotografías y por las rechiflas hacia Filemón en el penúltimo episodio. Desde el punto de vista gráfico, además de las características ya comentadas, destaca la inverosimilitud de las fotografías (que aparecen en gris en el periódico), pues nunca podrían salir como las vemos en la prensa desde la perspectiva en que fueron tomadas. Tampoco resulta muy creíble la ubicuidad del equipo de malhechores, capaces de tomar fotos a diestro y siniestro sin que nadie se percate de ello. Gráficamente, resaltamos también el uso del color para generar gags, como el momento en que Fabulando aparece blanco del todo, pues ha desteñido (estos gags eran impensables en la antigua Bruguera, dada la arbitrariedad de los coloristas).
Hay que destacar desde el punto de vista argumental la mordaz crítica que Ibáñez hace de la prensa del corazón, que aparece retratada como manipuladora y sensacionalista, capaz de descontextualizar y de destrozar vidas ajenas con tal de vender más. Aunque no se dan nombres concretos, aparece la revista Hello en varias ocasiones (parodia de Hola), e Ibáñez utiliza expresiones como “aves de rapiña” y “sicarios” para referirse a cierto tipo de periodistas. Sin duda, una visión crítica que parece adecuado retomar hoy día, dados los altos índices de audiencia que suelen tener los programas llamados “del corazón”.