Una vida perruna supone la presentación en sociedad de Chicha, Tato y Clodoveo, de profesión sin empleo, los nuevos personajes por los que Ibáñez apostó en su etapa en Grijalbo, al no poder usar a los que había creado en la factoría Bruguera, por pertenecer estos oficialmente a la editorial. Dada su condición de parados, el trío aparece como un cheque en blanco (también lo eran los agentes secretos) para involucrarse en cualquier tipo de situaciones generadoras de gags.
La primera historieta de los nuevos personajes se inicia con un cuidadísimo dibujo por parte del maestro Ibáñez, con recargamiento de la página y multitud de detalles en segundo y tercer plano, lo que enriquece la lectura. A esto hay que añadir los valores del coloreado, probablemente con acuarelas, que también embellece la página. Encontramos, además, algunos recursos poco usuales, como las viñetas atadas de la página 28 o la aparición censora del propio Ibáñez, ante la violencia de la escena, gag que se verá, con modificaciones, en El óscar del moro (1998).
La aventura viene precedida de una introducción histórica, con una espléndida viñeta inicial que muestra la vida en la prehistoria. Hay un ingenioso gag reutilizado, el del papiro de recomendación, que apareció originalmente en Concurso-Oposición (1975). La escena de los remeros la volveremos a encontrar un año después en Seúl 88 (1987) y el concepto de reconversión, con maquinita que sustituye a obrero, se respira nuevamente en Va la TIA y se pone al día (1989).
A partir de esta historieta y en las que habrán de venir, encontraremos la cola del paro como recurso cómico. Bien por los comentarios de los que en ella paran acerca de sus anteriores trabajos, bien por lo estrafalario de su aspecto, bien por la aparición de antiguos personajes ibañezcos. En esta historieta, sin ir más lejos, vemos a Mortadelo y Filemón de fondo, ambos de espaldas (por curarse en salud, se supone) haciendo cola.
Inédito hasta este momento es el hecho de incluir el título, no ya del álbum, sino de la serie, cosa que aquí ocurre en la página dos, con la conocida ilustración de Chicha, Tato y Clodoveo que posteriormente servirá de portadilla al resto de álbumes. También aparece aquí otro chiste que será recurrente, la alusión a las pocas ganas de trabajar de algunos de los parados que hacen cola.
La primera historieta de los nuevos personajes se inicia con un cuidadísimo dibujo por parte del maestro Ibáñez, con recargamiento de la página y multitud de detalles en segundo y tercer plano, lo que enriquece la lectura. A esto hay que añadir los valores del coloreado, probablemente con acuarelas, que también embellece la página. Encontramos, además, algunos recursos poco usuales, como las viñetas atadas de la página 28 o la aparición censora del propio Ibáñez, ante la violencia de la escena, gag que se verá, con modificaciones, en El óscar del moro (1998).
La aventura viene precedida de una introducción histórica, con una espléndida viñeta inicial que muestra la vida en la prehistoria. Hay un ingenioso gag reutilizado, el del papiro de recomendación, que apareció originalmente en Concurso-Oposición (1975). La escena de los remeros la volveremos a encontrar un año después en Seúl 88 (1987) y el concepto de reconversión, con maquinita que sustituye a obrero, se respira nuevamente en Va la TIA y se pone al día (1989).
A partir de esta historieta y en las que habrán de venir, encontraremos la cola del paro como recurso cómico. Bien por los comentarios de los que en ella paran acerca de sus anteriores trabajos, bien por lo estrafalario de su aspecto, bien por la aparición de antiguos personajes ibañezcos. En esta historieta, sin ir más lejos, vemos a Mortadelo y Filemón de fondo, ambos de espaldas (por curarse en salud, se supone) haciendo cola.
Inédito hasta este momento es el hecho de incluir el título, no ya del álbum, sino de la serie, cosa que aquí ocurre en la página dos, con la conocida ilustración de Chicha, Tato y Clodoveo que posteriormente servirá de portadilla al resto de álbumes. También aparece aquí otro chiste que será recurrente, la alusión a las pocas ganas de trabajar de algunos de los parados que hacen cola.
Una vez en la oficina, nuestros personajes se presentan uno a uno ante el funcionario de turno, que se convertirá en un personaje fijo a partir de ahora. Así, Clodoveo da pie a una serie de gags que hacen referencia tanto a su pelambrera como a sus cualidades de prestidigitador y transformista. El transformismo es, sin duda, para cubrir el hueco dejado por los disfraces de Mortadelo. Así, Clodoveo protagoniza una tira en la que el gag viene dado por la asociación humorística entre la transformación y el bocadillo que la explica. Mortadelo ya protagonizó tiras así en historietas cortas como “Baile de trajes”, “De susto en susto” o “Un alijo algo canijo”. La aparición de Clodoveo se refuerza con la presencia de Salmoneto, el gato del trío, cuya característica inicial era su hambre atrasada (¿un remedo de Otilio?), aunque el felino irá perdiendo fuerza durante la evolución de la serie.
Tato será el siguiente en pasar y sus gags hacen referencia tanto a su baja estatura como a su antigua profesión de boxeador. El personaje no había adquirido todavía la ceguera que lo convertiría en un remedo de Rompetechos. Tras la expulsión de sus dos compañeros, pasará Chicha, tal vez el personaje del trío que mejor represente la España de los ochenta. Una joven alocada y hedonista cuyos gags giran en torno a sus perennes ganas “de marcha” y a su inagotable bolso, fuente de todo tipo de objetos raros. Conforme pase el tiempo, esta última característica también se perderá, en busca de la comodidad. Estas seis páginas culminan con la persecución del funcionario de la oficina del paro y dejan sentadas las bases de la serie.
Tato será el siguiente en pasar y sus gags hacen referencia tanto a su baja estatura como a su antigua profesión de boxeador. El personaje no había adquirido todavía la ceguera que lo convertiría en un remedo de Rompetechos. Tras la expulsión de sus dos compañeros, pasará Chicha, tal vez el personaje del trío que mejor represente la España de los ochenta. Una joven alocada y hedonista cuyos gags giran en torno a sus perennes ganas “de marcha” y a su inagotable bolso, fuente de todo tipo de objetos raros. Conforme pase el tiempo, esta última característica también se perderá, en busca de la comodidad. Estas seis páginas culminan con la persecución del funcionario de la oficina del paro y dejan sentadas las bases de la serie.
En el segundo tramo, nuestros amigos son contratados por el mayordomo de la Condesa del Ajoporro para que salven una serie de perros de ser torturados por sus amos. En realidad, condesa y mayordomo son dos malhechores que quieren hacerse con el microfilm que Jack “el Trompa” guardó en el collar de alguno de los perros de la lista, microfilm con información sobre la situación de los misiles de la OTAN. Se aprecia, por tanto, un esquema parecido a la aventura de Mortadelo y Filemón Misión de perros (1976), aunque, como demostraremos después, los referentes claros de este álbum hay que buscarlos en otros lugares. El billete de autobús medio usado que dan los malhechores a los protagonistas recuerda a la racanería de la antigua TIA para con sus agentes.
A lo largo de este álbum, que muchos aseguran que es íntegro de Ibáñez, la presencia del dibujante se diluye, pensamos nosotros. Tanto así que no podemos asegurar qué página fue la última realizada por él. Podríamos pensar que las correspondientes a los dos primeros episodios (doce páginas), pero la mala composición de la viñeta octava de la página doce hace que sea difícil establecer un límite claro. Sea como fuere, el nivel de dibujo baja a partir del tercer episodio, donde aparece ya el bar de Joro (sin ese nombre aún). En este episodio encontramos el gag de bajarse del taxi sin pagar (tan típico de los agentes de la TIA) y alguna mención a compañeros de editorial, como la calle del Vetusto Raf (antes se había hablado del Rafillo Maru) o la de la Alcaldesa Palé, referidos, respectivamente, al autor de Mirlowe y a la directora y ahora agente de Ibáñez, Ana María Palé, que tanta importancia tendrá en este momento de su carrera.
Chicha, Tato y Clodoveo entrarán ahora en una residencia de ancianas, escenario ya visitado en Los gamberros (1978) y que se repetirá en Timazo al canto (1994), El jurado popular (1995) y Okupas! (2001), todos ellos, al igual que los que hemos de nombrar, protagonizados por Mortadelo y Filemón. Los gags giran en torno a la ferocidad del perro en cuestión y a la desnudez que, accidentalmente, ostenta Tato. Como dato curioso, nótese la aparición secundaria de Astérix en este capítulo. El pequeño galo volverá a aparecer junto con Obélix en Atlanta 96 (1996).
El siguiente perro será buscado, después de los incidentes oportunos en el bar de Joro, en una clínica, escenario sobre-explotado a estas alturas en la serie de Mortadelo y Filemón. Aparece ya en ¡A la caza del cuadro! (1971), El otro yo del profesor Bacterio (1973), La máquina de copiar gente (1978), Los gamberros (1978), La elasticina (1980) y en la historieta corta de Super Mortadelo “Protegiendo al embajador” (1972). Con el tiempo, volveremos a ver este escenario en La Gomeztroika (1989), El señor Todoquisque (1992), El SOE (1992), y Clínicas antibirria (1993). Los mismos Chicha, Tato y Clodoveo protagonizarán un álbum entero en este ámbito: Los sanitarios (1987). Sin embargo, la historieta con la que más relación guarda este tramo es Los secuestradores (1976), con la que comparte el gag de “la presión del paciente”, que volveremos a ver en La tergiversicina (1991), con un tramo ambientado en el mismo lugar.
El siguiente perro lo buscarán en un gimnasio, escenario utilizado en historietas como El otro yo del profesor Bacterio, La gallina de los huevos de oro (1976), Soborno (1977) y que volveremos a encontrar en El SOE y Robots bestiajos (1993). Dentro de la serie de los sin empleo aparece en Gran hotel (1987).Lo más reseñable de este episodio es el surrealista chiste del “doble” de Clodoveo y una cierta pobreza de recursos, como el de la rueda delantera que falta a la bicicleta, ya usado en El antídoto (1973). Sin embargo, será el sexto episodio el que contenga más ecos lejanos. La situación en un restaurante hace rememorar gags de El otro yo del profesor Bacterio y, especialmente, de Los secuestradores. De este último álbum parecen extraídos el chiste del acomodo en la mesa, la imagen del pavo relleno, el gag del bistec flameado y el de “dar la vuelta” al cliente.
Tampoco la entradilla en el bar de Joro del siguiente capítulo es original, pues la caída en fila de los taburetes parece sacada de Operación bomba (1972). El desarrollo en un barco lo encontramos en historieta de Mortadelo y Filemón como Valor…¡y al toro! (1970), Los secuestradores, Los sobrinetes (1988), La Gomeztroika (1999), La ruta del yerbajo (1993), El trastomóvil (1996) y en muchas otras. Sin embargo, la principal relación se guarda aquí con La estatua de la libertad (1984), de la que se saca el mismo chiste para subir al barco.
El álbum culmina con un octavo episodio de cuatro páginas (el álbum tiene 46) que sí guarda más contacto con Misión de perros, tanto por la presencia de la salchicha narcotizante, que recuerda a la famosa morcilla de antaño, como por algunas secuencias con el bulldog. Sin embargo, visto todo lo anterior, tenemos que decir que, al no interactuar apenas nuestros protagonistas con los perros, los referentes más claros para Una vida perruna hemos de buscarlos en otras historietas largas de Mortadelo y Filemón de la segunda mitad de los setenta, prestando especial atención a Los secuestradores. Los billetes con los que el trío ha sido pagado son, como no podía ser de otra manera, falsos, lo que desencadena la persecución de Joro, el dueño del bar.
Este álbum supuso la presentación de Chicha, Tato y Clodoveo y en él Ibáñez no quiso incidir en los orígenes del trío para situarlos de una vez en una “misión” normal. Sin embargo, la presencia del autor se va diluyendo conforme avanza la lectura, tanto en guion como en dibujo. Se trata, no obstante, de una obra humorísticamente eficaz, pero que recuerda demasiado a ecos de etapas anteriores, lo que plantea al lector la duda en cuanto a la omipresencia de Ibáñez en el desarrollo de la misma.
Este álbum supuso la presentación de Chicha, Tato y Clodoveo y en él Ibáñez no quiso incidir en los orígenes del trío para situarlos de una vez en una “misión” normal. Sin embargo, la presencia del autor se va diluyendo conforme avanza la lectura, tanto en guion como en dibujo. Se trata, no obstante, de una obra humorísticamente eficaz, pero que recuerda demasiado a ecos de etapas anteriores, lo que plantea al lector la duda en cuanto a la omipresencia de Ibáñez en el desarrollo de la misma.
11 comentarios:
Muy buen análisis. Realmente yo conocí a estos personajes al verlos en una página publicitaria en una revista de "Mortadelo" de finales de los 80.
Siempre espero impacientemente que llegue el domingo para leer tu artículo, Chespiro.
Gracias por tu comentario, Víctor.
Las primeras historietas de Chicha, Tato y Clodoveo estaban tan bien dibujadas, con tanto detallitos y gags por página (aunque algunos ya fueran conocidos) que podrían destacarse entre lo mejor de la larga carrera de Ibáñez. Es una lastima que la serie degenerase en lo que que se convirtió (un remedo de historias apócrifas que fusilaban chistes atroche y moche de otras historiatas de Ibáñez)lo que hace que su recopilación sea de dudosa viabilidad.
los he visto de extras en comics como Pesadillassss y la vida privada, pero realmente nunca los he podido conocer. Otro personaje que no conosco del todo es Tete Cohete, que solo lo vi en el comic del mismo nombre. Excelente post.
Saludos.
Estupendo, el seguimiento de la "inspiracion" de los diversos capitulos.
La lectura de estos personajes siempre me ha provocado un sentimiento contradictorio: "estan bien, pero es como leer historias pasadas de MyF reconvertidos en tres personajes".
Con un poquito mas de esfuerzo en los guiones habria podido quedar algo muy majo.
Gracias a todos por los comentarios. Ciertamente, la pereza pudo con Ibáñez y equipo y, con el tiempo, se acabó malogrando una serie que no estaba mal del todo.
Excelente analisis, amigo Chespiro.
Indudablemente, las 6 primeras páginas, publicadas en el primero Guai! son lo mejorcito de la serie (y de la producción de Ibañez en esos años), y ojalá hubiese desarrollado todas esas novedades que se nos mostraban en ellas, como bien indicas desde Salmoneto hasta el bolso de Chicha, personaje poco aprovechado en beneficio de Tato y Clodoveo para que Ibañez repita la situación de pareja cómica tan habitual en su obra.
Porque yo diría que las primeras historietas del trío, hasta que recupera a sus M & F en "Terroristas", sí son de Ibáñez... con ayuda, seguro, pero de Ibáñez.
Gran trabajo. Un saludete !
Muy bueno el post.
Las primeras historias del trío estaban trabajadísimas, y como apunta Juanant.noé, pienso que eran de Ibáñez en su totalidad (hasta que llegó lo de Yo y yo).
Lástima que mucho sonara a ya visto, e innovara menos de lo que habría sido deseable. No estaría mal que retomara a los personajes en alguna historia de Mortadelo, pero envejecidos, puestos al día, vamos.
Un saludo.
Gracias por las aportaciones. Yo soy más pesimista en cuanto a la intervención de Ibáñez en estas historietas. Para mí, son suyas las primeras de este álbum y poco más. De hecho, en la segunda viñeta que he puesto para ilustrar el tema ya vemos una pésima composición en las figuras de Chicha, Tato y Clodoveo.
En primer lugar, enhorabuena por este gran artículo.Yo siempre les he tenido un cariño especial a estos personajes. Debe ser por la cantidad de comics suyos que tengo (yo creo que prácticamente todos los albumes de la colección Tope Guai!). Como apunte final, me gustaría preguntarte tu opinión sobre ¿Pero quienes son esos tipos?, la cual es, en mi opinión, la historia más original e interesante del trío.
Hola, Kith.
Buena historieta esa que dices, y aunque ya le comentaremos una entrada cuando llegue su momento, lo cierto es que es una de las más divertidas del trío, además de conservar otros añadidos como el cuidado coloreado y el acabado de las viñetas.
No obstante, la idea no es especialmente original, pues supone una ampliación de historietas como "La historia de Mortadelo y Filemón" o las páginas biográficas de Bruguera.
Sea como sea, indispensable en su momento para ponerse al día con las nuevas criaturas de Ibáñez.
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